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21.40 HORAS, 3 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA BETA DORADUS / POSICIÓN INDETERMINADA EN LA ESTRUCTURA DE LOS FORERUNNERS CONOCIDA COMO ONYX - ANTECÁMARA DE LA HABITACIÓN DEL NÚCLEO
El chasquido del rifle de precisión de Linda sonó inusitadamente quedo. El sonido se desvaneció en la vasta habitación.
A doscientos metros de su posición un Grunt lanzó un grito y cayó, muerto de un disparo en la cabeza. Un chorro de metano de su respirador se incendió y escupió fuego.
Ése era el número cinco. Las criaturas habían aparecido sobre plataformas de translocalización, parloteando como cucarachas mientras arrastraban partes de un escudo de energía. Se habían mostrado aturdidas, corriendo erráticamente… hasta que Linda las abatió.
Sin variar su posición ni apartar la vista de la mira Oráculo, la Spartan dejó caer el cargador e insertó otro nuevo. Esperando en una meticulosa hilera había cinco cargadores, todo lo que le quedaba.
Kurt inspeccionó a su equipo. Habían ocupado la única posición defensiva lógica de la habitación: la parte superior de la colina artificial de aros concéntricos.
La cúspide de la estructura estaba coronada por una repisa de un metro de ancho y trece torres con aspecto de aletas que proporcionaban una amplia protección. Los Spartans y Méndez ocuparon posiciones a cada lado de tres de aquellas torres.
Kelly había colocado las minas antitanque LOTUS que les quedaban en la base de la colina, una potencia explosiva suficiente para traspasar la ultracompacta armadura de un tanque de combate M808 Scorpion.
Su equipo disponía de altura y líneas de fuego despejadas y, sin embargo, Kurt sabía que resultaban totalmente vulnerables rodeados de tantas plataformas de translocalización.
En el interior del anillo de torres, una serie de círculos concéntricos adicionales descendía abruptamente hacia la parte central de la estructura. En el centro exacto había un agujero de tres metros de anchura que resplandecía con una brillante iluminación azul blanquecina que no desprendía calor.
Aquello era ostensiblemente la «entrada» a la sala del núcleo que buscaban. Estaba abierta, pero en el tiempo que llevaban allí, los anillos de las laderas exteriores e interiores habían seguido allanándose, y las torres en forma de aleta se habían ladeado e inclinado hacia atrás. Toda la estructura se cerraba como los pétalos de una flor enorme.
Kurt echó un vistazo a su cronómetro de misión: 21:22.
Superficies holográficas de control brillaban tenuemente alrededor del borde del agujero, y la doctora Halsey estaba acuclillada allí, con el ordenador abierto y la IA en forma de diminuta mota de luz revoloteando entre los símbolos. Ni había pestañeado ante el sonido del rifle de precisión, con toda su concentración puesta en la zona central. A su alrededor Kurt había dispuesto las ocho vainas de los durmientes para proporcionarle una protección adicional.
—Un campo de Slipspace comprimido —murmuró la doctora Halsey a su ordenador—. Cruce transdimensional confirmado. Imposible en triespacio normal, como mínimo mucho mayor que el límite Fermi-Planck.
—¡Acción en cubierta! —gritó Méndez.
Las plataformas de translocalización desperdigadas por la habitación blanca parpadearon con anillos dorados. Sobre una docena de plataformas se materializaron doscientos Grunts.
Profiriendo terroríficos chillidos, dispararon sus pistolas de plasma y de agujas, y cargaron.
A Kurt jamás le habían provocado miedo aquellos alienígenas diminutos, pero aquello era diferente. Las cobardes criaturas tenían la mirada frenética y corrían a toda velocidad directamente hacia ellos. Sus proyectiles de plasma se disiparon a lo largo de sus trayectorias antes de alcanzar sus blancos, pero varias de las agujas estallaron en las piedras cercanas a Kurt.
—No disparéis —dijo a través de la radio.
Escudriñó la línea que avanzaba y entonces, detrás de ellos, distinguió a tres equipos de Grunts que instalaban morteros de energía.
—En la parte posterior —indicó—. Acabad con la artillería.
Linda disparó dos veces. Un trío de Grunts que ensamblaban un mortero cayeron antes de poder hacerlo.
Holly y Ash empuñaron rifles de precisión y acabaron con los otros dos equipos de Grunts antes de que se activaran los escudos de energía de los morteros.
—¿Minas? —inquirió con calma Kelly en la radio.
—Negativo —respondió Kurt—. Rifles. Barred las laderas… Todos.
Se encendieron luces verdes de confirmación.
Abandonaron sus refugios y lanzaron torrentes de fuego automático sobre el terreno plagado de blancos.
Los Grunts que iban en cabeza daban sacudidas a medida que las balas acribillaban sus cuerpos y cayeron hacia atrás sobre sus compañeros, que lucharon por mantener la velocidad de su carrera. Unidades de respiración perforadas escupieron metano y se convirtieron en bolas de fuego. Muchos Grunts quedaron envueltos en llamas, cayeron por la escalera y rodaron desesperadamente por el suelo para intentar apagarse.
Los Spartans dejaron caer los cargadores vacíos, insertaron otros nuevos y siguieron disparando metódicamente.
Los Grunts aminoraron la velocidad, se detuvieron en mitad de la escalera y se replegaron, tanto los vivos como los muertos que rodaban hacia abajo, sin dejar de chillar, aunque ahora de terror.
Los supervivientes dieron media vuelta y huyeron…, y fueron abatidos.
Montones de Grunts yacían al pie de la colina. Algunos tanques de inversión de metano detonaron y columnas de humo acre ascendieron en espiral procedentes de las armaduras y la carne en combustión. Algunos Grunts intentaron ponerse a cubierto arrastrándose por el suelo.
—Eliminad a los heridos —ordenó Kurt—. Disparos individuales.
Su equipo se ocupó de ello rápidamente.
Entonces, Kurt advirtió su error. Doscientos cincuenta metros más atrás, casi ocultos en el resplandor de la enorme habitación, se alzaban Elites… ahora bien resguardados tras sus generadores de escudos de energía.
Kurt aumentó la ampliación de su visor facial. Había tres grupos apostados a distancia equidistante alrededor de la colina, treinta Elites en cada uno.
—A las doce, las cuatro y las siete —murmuró por su transmisor—. Problemas.
—Nos quedan tres misiles SPNKR —ofreció Linda—. Podría conseguir una trayectoria por encima de esos escudos.
Entonces, Kurt vio unos contornos que le provocaron un nudo en el estómago, siluetas que sobresalían por encima de los Elites, empequeñeciéndolos. Tres parejas de Hunters, uno en cada compañía.
—Tienen demasiada potencia de fuego —dijo a Linda—. Los abatirían antes del impacto. Aguardaremos a que vengan a por nosotros. Manteneos a la espera.
Por encima de ellos, las torres se inclinaron en un ángulo de cuarenta y cinco grados; la profundidad desde lo alto de la colina hasta el centro era en aquellos momentos de sólo seis metros, y Kurt veía perfectamente como los aros concéntricos se iban asentando centímetro a centímetro.
La cuenta atrás de su cronómetro indicaba 17:51.
Cada Spartan disponía aproximadamente de una docena de cargadores para sus rifles MA5B y MA5K, tres granadas y rifles de precisión; por lo general suficiente para casi cualquier combate. No obstante, aquello sería un combate desigual contra un enemigo que estaba bien preparado y, Kurt tuvo que admitirlo, era más listo que ellos.
Descendió hasta la posición de la doctora Halsey.
—¿Progresos? —susurró.
La mujer siguió con la mirada fija en el espacio blanco comprimido del interior del centro. Este se flexionó y mostró una seductora imagen fugaz de luz diurna natural al otro lado, y luego volvió a cambiar al resplandor y la distorsión.
—No hay nada que pueda hacer para apresurar el cierre de esta abertura —murmuró ella—. ¿Sigue todavía decidido a permanecer aquí hasta el último momento posible?
—No podemos permitir que el Covenant llegue al interior —dijo Kurt—, y no voy a enviar a parte de nuestro equipo por delante. No haría más que debilitar nuestras fuerzas y dejar potencialmente a cualquier grupo de avanzadilla a merced de los Centinelas en el otro lado.
—Aunque de mala gana, debo decir que estoy de acuerdo con su análisis táctico —suspiró ella, alzando los ojos hacia el Spartan.
Kurt desenfundó su pistola M6 y la depositó junto a la mujer.
—Tal vez necesite esto, doctora. Mantenga la cabeza agachada.
Ella tomó el arma y tiró de la corredera como si la hubiera utilizado infinidad de veces.
Kurt regresó a la repisa superior.
Los Elites se habían desperdigado en tres líneas. Activaron sus escudos Jackal, los entrecruzaron e iniciaron un lento avance hacia la colina. Otra táctica inspirada. Si los Spartans les disparaban, no conseguirían más que agotar aquellos escudos desechables y todavía tendrían que enfrentarse a los sobreescudos personales de los Elites.
Las parejas de Hunters se alzaban colosales en el centro de las formaciones. Las gruesas placas de aleación que usaban como escudos no las podían traspasar ninguna de las armas que poseían.
Kurt dirigió una rápida mirada a Ash situado junto a él, y luego a la mochila de éste colocada en el suelo. En el interior había las dos ojivas FENRIS desmontadas. Kurt volvió a comprobar la placa de control del detonador insertada en la toma de datos de su guantelete. Seguía allí.
—Todos los pelotones —ordenó—. Respondan a los vectores de aproximación del enemigo.
Ash y Olivia se acercaron más a Kurt en su posición a las siete en punto. Kelly, Will, Holly y Lucy se apelotonaron a las cuatro. El Jefe Méndez, Fred, Mark y Tom se apostaron a las doce.
—A cincuenta metros —ordenó Kurt— arrojad granadas para romper esas líneas. Primero plasma para agotar escudos, luego las de fragmentación. Haced caso omiso de los Hunters. Seguid con fuego de precisión. Cuando estén lo bastante cerca, usad los rifles.
—¿Cómo de cerca, señor? —preguntó Holly con un temblor en su voz. No era miedo, sino expectación.
—Cuando estén en la escalera —respondió Kurt—. Kelly, mantente preparada con las minas LOTUS.
Sabía que no podían detenerlos a todos. Algunos conseguirían alcanzar la base de la colina. Y algunos llegarían a ascender los peldaños. Cuántos lo hacían dependía de la habilidad que ellos demostraran, de la sincronización y de que tuvieran muchísima suerte.
Luces verdes de confirmación centellearon y los Spartans se pusieron en tensión.
Los Élites que avanzaban se encontraban a doscientos metros de distancia y aún no habían disparado un solo tiro. Quien fuera que los mandaba mostraba un comedimiento inusitado.
Kurt buscó con la mirada la reluciente armadura dorada de un comandante de navío o de la flota, pero sólo vio los equipos rojos de combate de los oficiales del Covenant en el campo de batalla.
Un centenar de metros.
Los SPARTANS-III se removieron inquietos, cambiando el peso del cuerpo de un pie a otro, un gesto nervioso que no se reflejaba en los avezados SPARTANS-II, cuyas señales biológicas en el visor táctico de Kurt apenas mostraban una oscilación.
El Jefe Méndez captó la mirada evaluadora de Kurt y le dedicó un confiado gesto con la cabeza.
Era para aquello para lo que él y Méndez habían adiestrado a los Spartans durante toda su vida. Sobrevivirían a aquello. Tenían que hacerlo.
A cincuenta metros observó a soldados Élites que abrían y cerraban las cuatro mandíbulas como anticipando el sabor de la sangre humana.
—Lanzad… ahora —ordenó Kurt.
Trayectorias borrosas de plasma azul ardiendo silbaron por el aire, seguidas de granadas de fragmentación.
Los Elites que avanzaban vacilaron, y una ondulación distorsionada pasó a través de sus precisas filas. Las andanadas de plasma alcanzaron su objetivo; hubo un fogonazo azul blanquecino que agotó montones de escudos Jackal superpuestos e hizo caer de rodillas a muchos Elites. Las granadas de fragmentación volaron, rebotaron y rodaron al interior de sus filas… y estallaron.
Cuerpos y salpicaduras de sangre saltaron por los aires, y las armaduras azules y rojas salieron despedidas del centro de la explosión.
Kurt alzó su rifle de precisión y apuntó a Elites todavía aturdidos, con los sobreescudos debilitados y parpadeantes.
Los oficiales Elites gruñeron órdenes, y las filas lucharon por cerrarse.
Kurt apretó el gatillo y el proyectil se abrió paso a través del casco abierto de un Elite y emergió por la parte posterior en medio de un chorro azul.
A derecha e izquierda de Kurt sonaron los chasquidos secos de los rifles de precisión, y más Elites de la desorganizada fila cayeron. Únicamente tres de ellos mantuvieron posiciones y devolvieron el fuego.
Proyectiles de plasma chocaron en la piedra cerca de la cabeza de Kurt, que sintió el calor en el blindaje de su armadura SPI.
Aquello era lo que había esperado: caos. No le importaría nada intercambiar disparos a aquella distancia, en la que disponía de alcance de tiro, un lugar para resguardarse y un ángulo de disparo superior.
Un Hunter rugió enfurecido, avanzó pesadamente hasta uno de los Élites que devolvían el fuego en lugar de volver a formar la línea y asestó un brutal golpe a aquel soldado con el enorme puño… aplastándole la columna vertebral. Dándose la vuelta, el Hunter chilló algo a los otros dos Élites, y éstos se apresuraron a cerrar filas.
Kurt siguió disparando, liquidando rezagados a medida que su formación se cerraba; acertando a un Elite en la articulación de la rodilla y a otro en el ojo, hasta que sus escudos Jackal se superpusieron.
Efectuó un veloz recuento de cadáveres. Once habían caído en la formación que se acercaba a su posición.
El enemigo prosiguió su avance hasta llegar a menos de cinco metros de la base de la escalera.
—Alto el fuego —ordenó Kurt—. Kelly, quiero las LOTUS listas para detonar.
Habían colocado las minas antitanque LOTUS, cuyo aspecto recordaba a la flor de loto, en la cruz de los primeros peldaños, recubiertas con un pedazo de manta plateada reflectante que actuaba como camuflaje bajo la brillante luz.
Dos grupos de cinco Elites se separaron de su fila y tomaron posiciones a ambos lados de la escalera, dirigiendo los escudos hacia lo alto. Otros cinco Elites se refugiaron tras ellos y abrieron fuego. Plasma y agujas de cristal centellearon ladera arriba.
Kurt se agachó y el aire fulguró sobre su cabeza. Se arrastró hasta el borde y miró por encima.
Los Hunters ascendían por la escalera seguidos por el resto de los guerreros Élites… Ya habían dejado atrás el primer peldaño.
—Ahora —dijo a Kelly.
Las LOTUS estallaron en un cegador relámpago de múltiples pétalos de luz, estruendo y fuego, envolviendo al enemigo que se acercaba.
La fuera de la explosión retumbó en las tripas de Kurt.
Tres estallidos sónicos simultáneos resonaron en las paredes.
Kurt se asomó rápidamente con su rifle de asalto y abrió fuego. Ash y Olivia estaban junto a él, los MA5K escupiendo proyectiles escaleras abajo.
La pareja de Hunters que iniciaba el ascenso por la escalera, se quedó parada, aturdida y ensangrentada por la fuerza de la explosión, y con los impenetrables escudos retorcidos.
Kurt apuntó a la parte central desprotegida del Hunter más próximo y los proyectiles se abrieron paso a través de la carne que quedaba al descubierto. Las anguilas del interior de su armadura se retorcieron e hicieron que la masa del monstruo pareciera hervir. Agarró su última granada de plasma y la lanzó hacia él.
La granada se incrustó en el abdomen del Hunter…, centelleó y prendió fuego a una docena de las anguilas simbióticas que conformaban su figura. Muchas cayeron al exterior, envueltas en llamas, ardiendo y chillando sobre los peldaños.
El Hunter se tambaleó hacia atrás y cayó; el amasijo perdió cohesión y se derramó en forma de un humeante montón de gusanos.
El Hunter superviviente se acurrucó tras su escudo lanzando un rugido vengativo.
Kurt recogió un rifle y se unió a Ash y a Olivia, combinando el fuego para traspasar los sobreescudos de los restantes soldados Élites de la escalera.
Un grupo de ellos se reagrupó en la base, con los escudos ya regenerados, y devolvió el fuego.
Ash y Olivia se pusieron a cubierto rápidamente.
La colina tembló detrás de Kurt.
Éste se dio la vuelta y vio a una pareja de Hunters que ascendían pesadamente a la cima por la posición situada a las cuatro, flanqueados por una vanguardia de tres Elites con espadas de energía.
Kelly fue la primera en reaccionar. Avanzó, agarró la muñeca de un Élite, y se la partió. A continuación estrelló un codo en el rostro del adversario, le arrancó la espada con un movimiento de torsión y lanzó un mandoble, partiéndolo por la mitad así como a los dos camaradas que tenía al lado.
Se volvió para enfrentarse a los Hunters.
Por una vez en su vida, fue demasiado lenta.
Los monstruos apuntaban ya a Kelly con sus cañones de combustible. La tenían atrapada.
Holly saltó entre Kelly y las armas.
Los Hunters dispararon, perfilando a ambas Spartans en la cegadora radiación verde durante una fracción de segundo.
La onda expansiva de los dos disparos a bocajarro de los cañones de combustible lanzó a Kelly, Will y Lucy por los aires.
Holly estalló, convertida en un lluvia de armadura SPI derretida, carne que se desintegraba y chorros de humo.
Kurt se quedó horrorizado, paralizado, pero entonces los instintos y el adiestramiento tomaron el mando y, sin pensar, se abalanzó al frente antes de que los Hunters pudieran acabar con sus compañeros caídos.
El Hunter más próximo se revolvió contra él más de prisa de lo que esperaba y asestó un golpe con su escudo de dos toneladas al plexo solar de Kurt.
La capa exterior de la armadura se resquebrajó y las capas interiores se rompieron y el líquido balístico manó a chorros. Sintió un dolor insoportable en el torso; las costillas se partieron, y al toser la sangre salpicó la parte interior de su visor facial.
Se desplomó hecho un ovillo ante las botas del Hunter, aturdido, recuperando únicamente los sentidos lo suficiente para ver como su adversario alzaba ambos puños para asestar el golpe definitivo.
El rifle de precisión de Linda chasqueó. La zona al descubierto de la región abdominal del Hunter estalló en una masa de color naranja, pero la criatura permaneció milagrosamente erguida.
Will se abalanzó sobre el Hunter y empujó a la bestia contra su compañero…, y los tres rodaron por la escalera.
Kurt se puso en pie, intentando ignorar el dolor casi cegador, y se acercó cojeando hasta el borde.
Will estaba de pie entre ambos Hunters en la base de la colina. Propinó un puntapié al más cercano en la zona sin blindaje y éste se tambaleó hacia atrás.
A su alrededor había una docena de Elites que, enfrentados a la visión de un solo Spartan combatiendo contra dos Hunters cuerpo a cuerpo, estaban momentáneamente demasiado atónitos para actuar.
Kurt y Lucy abrieron fuego, eliminando a los Elites, antes de que éstos se recuperaran.
Un Hunter la emprendió a golpes con su escudo. Will se agachó, se lanzó hacia él, y le aporreó la magullada zona ventral; perforando carne y arrancando pedazos culebreantes de la colonia de anguilas.
El segundo Hunter se apartó de la pelea y apuntó con su cañón.
Will giró en redondo.
La bestia le disparó.
El escudo de energía de Will desapareció, y la parte frontal de su armadura MJOLNIR se fundió. El Spartan dio un paso hacia la criatura, y se desplomó.
El Hunter se volvió y rugió a los Spartans de lo alto de la colina, y luego colocó otra vez en posición su tremendo escudo…
Un misil SPNKR pasó aullando junto a la cabeza de Kurt, dejando una espiral de gases propulsores, voló hacia el Hunter y lo alcanzó justo en el centro de su masa.
El aire estalló en una esfera borrosa. Los Elites de las proximidades salieron despedidos por los aires igual que muñecos de trapo, con los escudos llameando. El Hunter estalló convertido en una nube de pedazos culebreantes que cayeron blandamente al suelo.
Kurt volvió la cabeza y vio a Fred arrodillado junto a él, con el agotado tubo del SPNKR humeando.
Todo quedó en silencio.
Nada se movió. Ni los Elites, ni los Hunters, ni tampoco William.
Kelly y Linda se alzaron finalmente, sacudiéndose la conmoción producida por la detonación del cañón de combustible. Permanecieron de pie junto a Kurt y Fred y contemplaron fijamente a su camarada caído.
Ash se había arrodillado en el lugar que Holly había ocupado un segundo antes. En el suelo aparecían los contornos de las huellas de dos botas…; nada más.
Dos Spartans muertos en cuestión de segundos. Uno un viejo amigo, el otro una muchacha a la que Kurt conocía desde que tenía cuatro años. Sin embargo, no podía detenerse a pensar en ello estando rodeados de enemigos. Todavía quedaban muchas vidas que eran responsabilidad suya.
Apartó la mirada y evaluó la amenaza que aún persistía.
Olivia, apostada a las siete en punto, hizo una seña a Kurt para que se acercara. Este cojeó hasta ella.
—Acaban de replegarse —murmuró la joven.
Desde la base de la colina, el Hunter y los Élites supervivientes habían vuelto a rehacer la fila y se retiraban, hallándose ya a cincuenta metros de distancia.
Kurt se encaminó al punto situado a las doce, a ver a Méndez, Mark y Tom. El Jefe Méndez fue a su encuentro. El veterano soldado jamás se había mostrado tan sombrío.
—También están retrocediendo aquí, señor —informó Méndez—. No tiene sentido. El Covenant siempre combate hasta el último efectivo.
Kurt pasó lista en su visor, manchado todavía con su propia sangre, y comprobó las lecturas del equipo.
Las funciones vitales de Will estaban planas. La señal de Holly… había desaparecido por completo.
—Todos con los ojos bien abiertos —dijo a través de la radio—. Kelly, recupera a Will. Linda, cúbrela.
Se movieron, pero no centelleó ninguna luz de confirmación, la única señal de su abrumador pesar.
Kurt se sentó, repentinamente demasiado cansado para pensar.
Entonces advirtió sus propias lecturas: la presión sanguínea descendiendo rápidamente, pulso errático, los electrolitos descompensados. Tenía una hemorragia interna. Buscó una lata de bioespuma, insertó la punta en el puerto de inyección de la parte central de la armadura, y la vació.
El polímero líquido en expansión le heló el pecho.
Cerró los ojos, y cuando volvió a abrirlos su presión sanguínea se había estabilizado. Tenía la cabeza despejada.
Fred efectuó un corto gesto para pedirle que fuera hacia él, y Kurt se incorporó un tanto vacilante y fue a reunirse con su compañero.
—Ahí. —Fred señaló el extremo más alejado de la sala del núcleo—. A trescientos cincuenta metros. Ajuste la polarización al noventa y cinco por ciento, señor, y los verá. —Su voz temblaba de cólera.
Kurt oscureció su visor facial y entonces comprendió el motivo de la retirada del enemigo.
Más de un centenar de Élites de refresco se agrupaban tras los generadores de escudos de energía. Naves Banshees pasaban veloces por encima de ellos y pelotones de Grunts ensamblaban cañones de plasma. Justo delante de todos ellos, Kurt distinguió el destello de una armadura dorada; su jefe… devolviéndole la mirada.
—Se dedicaron a ablandarnos antes de la ofensiva principal —murmuró Kurt.
—¿Ordenes, señor? —preguntó Fred.
Entre la conmoción de perder a Holly, Will y Dante, y el shock fisiológico contra el que luchaba su propio cuerpo, Kurt había olvidado que estaba al mando. Su deber de obtener la tecnología alienígena y preservar a toda la raza humana regresó con un peso aplastante.
En realidad, quedaban pocas opciones.
Podían pelear, avanzar al encuentro de aquella nueva amenaza antes de que sus fuerzas se agruparan totalmente. No obstante, en campo abierto, sin artillería ni blindaje o apoyo aéreo, incluso los Spartans perecerían.
Podían huir, usar la fisura de Slipspace del núcleo. Las fuerzas del Covenant los seguirían, sin duda alguna, posiblemente los destruirían y obtendrían la tecnología de los Forerunners. Eso no era aceptable. No cuando les había costado tanto llegar hasta allí.
Existía todavía su última opción: las armas atómicas. Si no podía detener al Covenant, sí le podía negar su trofeo. Llevaría las cabezas nucleares al núcleo y lo enviaría todo al infierno.
—Mantenme al corriente y espera —dijo a Fred, y luego descendió cojeando hasta el centro.
—Lo siento —murmuró la doctora Halsey yendo a su encuentro—. Holly y Will…
Se detuvo en mitad de la frase y Kurt vio que las gafas de la mujer reflejaban las convulsas líneas de sus lecturas biológicas. No tenía ni idea de que la mujer pudiera interceptar el canal codificado de comunicaciones que usaban.
—Está herido —declaró la doctora, y pareció mirar al interior de su cuerpo—. Hemorragia interna… Su hígado… Laceración masiva… —Sus ojos volvieron a aparecer con nitidez tras los cristales y su voz descendió hasta convertirse en un susurro—: Vas a desangrarte, Kurt, si no te opero. Lo único que te mantiene en pie por dentro es la bioespuma.
Kurt tenía suerte de que el escudo del Hunter no lo hubiera partido en dos.
—Comprendo. —Volvió a comprobar su cronómetro de misión: 6:32—. Me mantendré en funcionamiento durante unos cuantos minutos más. Luego puede hacerme lo que quiera.
¡Miró más allá de la doctora Halsey, a la fisura central. Los anillos de aquella zona eran los que se allanaban más de prisa. Las repisas tenían sólo doce centímetros y se contraían visiblemente.
En el interior de la fisura distinguió destellos de dorada luz solar. Había otros colores: verde, azul y marrón, pero la distorsión era tan intensa que no podía enfocar las formas situadas más allá.
—Una vez se cierre, ¿este campo de Slipspace permanecerá intacto?
—No tengo motivos para creer lo contrario —respondió ella.
—Impenetrable… —murmuró Kurt.
—Para cualquier fuerza en nuestras tres dimensiones normales, sí.
Los Centinelas, los anillos Halo, aquel denominado «mundo escudo», y el mecanismo de relojería que los Forerunners habían puesto en marcha hacía milenios estaban a punto de tocar a su fin…, y todo ello tenía sentido para Kurt.
Al menos tenía sentido en términos de que él ahora disponía de una opción ganadora.
Eliminó la polarización de su visor y miró a la mujer.
—Creo que comprendo lo que intentaba decirme antes, doctora. Los Forerunners construyeron esta estructura para proteger a estos «Recuperadores» de las detonaciones de los Halos. Como un refugio contra bombardeos. Pero jamás entraron en él. Usted lo utilizará para los Spartans.
—«Tras el afilado borde del escudo» —citó la doctora Halsey—. A salvo…, tal vez de todo.
El Spartan clavó los ojos en los de la mujer y asintió.
—Voy a enviar al equipo Sable, a Méndez y a usted por delante.
—Pensaba que había dicho que permaneceríamos juntos —repuso ella, pestañeando.
Durante las dos últimas décadas, Kurt se había esforzado por mantener con vida a sus Spartans. Pero ¿y si la doctora Halsey había estado en lo cierto y todas sus batallas no significaban nada? ¿Y si por muy valientemente que lucharan no pudieran ganar aquella guerra? ¿Tenía sentido morir, o era mejor vivir para combatir otro día?… Incluso aunque aquel «día» estuviera muy lejano.
Regresó con los Spartans.
—Tom, Lucy, equipo Sable —dijo por la radio—, colocad a Dante y a Will sobre las vainas. Sable se adelantará y efectuará un reconocimiento del núcleo.
Tom y Lucy asintieron, y con la ayuda de Olivia y Mark, recogieron a los Spartans caídos.
Ash saltó al centro y se acercó.
—Señor —dijo—, no vamos a abandonar la lucha.
—Esto no tiene que ver con una lucha —le dijo Kurt—. Tienes una misión que llevar a cabo, hijo. Cumple mis órdenes.
—Comprendido, señor.
Ash hizo una seña para que Olivia y Mark se reunieran con él cerca de la fisura.
—Adelante —les dijo.
Olivia y Mark miraron a Kurt y luego saltaron juntos hacia el resplandor.
Hubo un par de fogonazos y desaparecieron.
Ash vaciló. Su mano se alzó como para efectuar un saludo reglamentario, pero se detuvo, recordando la norma de «no saludar en zonas de combate». Se irguió más aún, hizo un movimiento de cabeza hacia Kurt y saltó en pos de sus compañeros de equipo.
—Sable Uno, ¿me recibe? —dijo Kurt, tecleando en el transmisor.
—Estamos lleeee… —La voz de Ash se convirtió en ultrasónica.
—¿Sable Uno? ¿Ash?
La estática barrió el canal.
Ni siquiera una señal de radio conseguía pasar; un detalle que no hizo más que reforzar la convicción de Kurt de que hacía lo correcto. Esperó lo mejor, esperó que el equipo Sable y los demás estuvieran bien.
—Vainas —dijo, e hizo una seña en dirección a Tom y a Lucy.
Sus suboficiales empujaron las vainas y los cuerpos de Will y Dante a través del agujero. Hubo más fogonazos. Luego, silencio.
—Jefe, doctora —siguió Kurt—. Son los siguientes.
Méndez miró la fisura espacial y luego a Kurt. Tragó saliva y dijo:
—A la orden, señor. Lo veremos al otro lado.
Por una vez, la doctora Halsey no tuvo nada que decir. En lugar de ello efectuó el tradicional gesto Spartan de «sonrisa» con dos dedos sobre el rostro. Pestañeó rápidamente y a continuación se volvió hacia la fisura.
Méndez la tomó de la mano y dieron un paso al frente…
Y desaparecieron.
—Ya empiezan —anunció Fred por la radio.
—Vosotros dos custodiad la abertura —ordenó Kurt a Lucy y a Tom.
Kurt subió otra vez hasta el borde de la colina y contempló junto a Fred como ciento cincuenta Elites avanzaban hacia ellos. En esa ocasión no se trataba de una marcha lenta y cuidadosa con escudos superpuestos. Cargaban en masa. Un grupo de Banshees ascendieron y sobrevolaron la formación, dos muy arriba y dos más abajo, acelerando por delante de la infantería del Covenant y luego por encima de la colina.
Se agazaparon tras las torres, y entonces Linda se asomó al paso de los Banshees.
—Los tengo.
Linda tenía el rifle de precisión apoyado contra el hombro. La mujer permaneció inmóvil durante menos de un segundo, luego disparó una vez a los aviadores que se perdían de vista, varió ligeramente la dirección del rifle, y volvió a disparar.
Las dos pilotos Banshees de la retaguardia cayeron. Sin nadie que los guiara, los Banshees inclinaron el morro hacia el suelo, rebotaron y se detuvieron soltando chispas.
Linda dejó caer el cargador, examinó la recámara, corrió el cerrojo, y luego depositó el arma en el suelo.
—Me he quedado sin munición.
Kurt, Kelly y Fred apuntaron con sus rifles de asalto a los aviadores restantes y abrieron fuego. Los proyectiles rastreadores describieron un arco en el aire y acribillaron a los Banshees. Una columna de humo se elevó del que iba en cabeza y estalló convertido en una bola de fuego.
El último y solitario Banshee disminuyó la velocidad y dio la vuelta.
La horda de Elites y Hunters que avanzaba estaba sólo a doscientos metros de distancia. Unos cuantos en sus filas dispararon, y furiosos proyectiles de energía pasaron veloces sobre sus cabezas.
Las torres tenían ya una inclinación de treinta grados sobre la cubierta, y la «colina» sólo medía tres metros. Kurt sabía que muy pronto se quedarían sin protección.
Fred echó una ojeada a la humeante recámara de su MA5B.
—También yo me he quedado sin munición —dijo.
Kurt abrió el subdirectorio administrativo de su visualizador frontal de datos y accedió al archivo del Spartan-104.
—Como oficial al mando en funciones del equipo Azul, por la presente te concedo una comisión de campaña con el rango de teniente con grado subalterno —dijo Kurt a Fred—. Felicitaciones.
Fred movió la cabeza sin comprender.
Kurt cargó el cambio de rango del Spartan, y el símbolo de identificación correspondiente parpadeó mostrando la insignia con la barra y la estrella de un teniente.
—Como oficial, tendrás que mantener la vista puesta en la imagen global, Fred. Conduce a tu equipo a través de ese campo de Slipspace. Estaré justo detrás de vosotros.
Linda y Kelly los rodearon.
—Te perdimos una vez, Kurt —murmuró Kelly—. No vamos a abandonarte de nuevo.
Artillería de plasma bombardeó la ladera de la colina triturando pedazos de piedra, y ondulaciones de convección sobrecalentadas distorsionaron el aire.
—Nadie deja atrás a nadie —le aseguró Kurt—. Simplemente tengo que instalar un regalito de bienvenida para nuestros amigos.
Agarró la mochila con las cabezas nucleares FENRIS y se la echó al hombro.
Kelly, Linda y Fred intercambiaron veloces miradas.
—Estaré justo detrás de vosotros —les aseguró él—. Ahora, marchad. Los SPARTANS-III van a necesitaros.
Una lluvia de proyectiles de aguja pasó describiendo un arco por encima de la parte superior de la ladera y se estrelló alrededor de ellos.
Los Spartans se apretujaron entre sí para ofrecer la menor superficie de blanco posible, con los escudos de energía llameando a medida que los proyectiles de cristal detonaban.
Las endurecidas placas de la armadura SPI de Kurt se quebraron y la sacudida hizo vibrar sus huesos y astilló la bioespuma de endurecimiento de su estómago. Notó el sabor de la sangre fresca en la boca.
El bombardeo cesó.
—¡De prisa! —les gritó Kurt.
Todos trotaron hasta el centro. La fisura se desvanecía y ya sólo tenía un metro de anchura. En lo más profundo, Kurt vislumbró una cinta de azul y plata. ¿Agua que brillaba bajo la luz del sol?
Kelly y Linda entraron sin una vacilación. Fred se detuvo, se dio la vuelta, y le tendió la mano.
Kurt la tomó y se la estrechó.
Fred avanzó de espaldas y desapareció.
Sólo quedaban Tom y Lucy, que seguían montado guardia junto a la fisura. Su SPI recogía y mimetizaba la dorada luz solar de la abertura.
—Bien, vosotros dos…
—Con el debido respeto, señor —dijo Tom—. No nos vamos. Tendrá que hacernos un consejo de guerra.
Lucy no dijo nada, pero dejó bien clara su intención de pelear mientras alzaba su último lanzamisiles SPNKR.
La fisura osciló, se oscureció y se contrajo hasta tener sólo medio metro de amplitud.
—No hay tiempo para esto —refunfuñó Kurt.
Tom dio un paso en dirección a Lucy.
Desde luego, Kurt había sido un estúpido al pensar que Tom y Lucy lo abandonarían después de tantos años juntos; con órdenes o sin ellas. A lo mejor incluso sabían lo que tenía en mente.
—De acuerdo, vosotros ganáis. ¿Cuánta munición tenéis? —Kurt se acercó a Tom—. Juntaremos nuestras reservas.
Tom bajó los ojos hacia su rifle… y Kurt lo golpeó, estrellando la palma abierta de su mano contra la parte inferior del casco del Spartan. El impacto lo levantó medio metro del suelo y cayó hecho un ovillo.
Kurt se volvió rápidamente hacia Lucy y alzó un dedo ad-monitorio, indicándole que no se moviera ni un centímetro.
Comprobó las lecturas biológicas de Tom. Ningún hueso roto. No había inflamación cerebral. Simplemente estaba sin sentido.
—Vivirá —dijo—. Los dos vais a vivir. Ahora, échame una mano.
Unas sombras se entrecruzaron por encima de la colina, y a cincuenta metros por encima de ellos Kurt vio pasar, raudos, tres Banshees.
Lucy soltó el lanzamisiles y ayudó a Kurt a levantar a Tom.
Kurt colocó el brazo inerte del muchacho alrededor del hombro de la joven.
—Vosotros dos no sobrevivisteis en Pegasi Delta para morir aquí —le dijo—. Os queda demasiado por hacer.
Ella movió violentamente la cabeza de un lado a otro.
—Sí —dijo Kurt—. No me obligues a…
La visión se le nubló y una sensación de mareo se apoderó de él. Su corazón se esforzó por seguir adelante, bombeando sangre con más fuerza y más de prisa. Sintió un hilillo de líquido caliente en el estómago. Perdía más sangre. Estaba entrando en shock.
Una ráfaga de proyectiles de plasma acribilló las piedras próximas haciéndolas añicos cuando los Banshees pasaron zumbando en una misión de bombardeo.
—Por favor —murmuró él.
Lucy alargó la mano hacia el visor facial de Kurt, acercando dos dedos a su boca. Hizo un esfuerzo por emitir un sonido, pero todo lo que pudo conseguir fue un grito semiahogado.
El le tomó la mano, le dio un apretón y la soltó.
La muchacha se quedó un momento aún, dirigió a Kurt una última mirada, y luego se deslizó al interior de la fisura.
—Adiós —dijo él.
Se habían ido. Todos ellos.
Ahora Kurt podía concentrarse en lo que debía hacerse.
Levantó del suelo el MA5K de Tom. El contador de munición señalaba medio cargador. Tendría que ser suficiente. También agarró el último lanzamisiles. Estaba seguro de que le encontraría utilidad.
La «colina» alrededor del centro ya sólo tenía un metro de altura y encogía rápidamente a medida que los anillos concéntricos volvían a descender hasta el suelo de la habitación. Las torres en forma de aleta se doblaron hacia el interior, casi planas sobre el terreno.
Tiradores Elites asomaron por encima de la colina y dispararon una cerrada salva de plasma.
Kurt fue demasiado lento esquivando los disparos, y su armadura SPI se calentó, se quebró y la mitad del blindaje pectoral cayó hecho pedazos.
Desprendiendo humo, Kurt dobló las rodillas. La oscuridad nubló su mente. Se esforzó por mantener la conciencia; recuperó el control mediante pura fuerza de voluntad, y su visión se aclaró.
Los tiradores retrocedieron, sin molestarse en rematarlo. Más Elites aparecieron sobre la colina, que en aquellos momentos sólo tenía medio metro de altura y se hundía más de prisa aún para quedar completamente plana.
Una pareja de Hunters apareció en la pequeña elevación y estudiaron a Kurt. Profirieron un bufido, sin sentirse impresionados.
«Casi —pensó él—. Casi está hecho. Casi hemos vencido».
Alzó el lanzamisiles SPNKR y disparó desde la cintura. El misil partió como una bala en dirección a un Hunter, lo alcanzó, estalló y lo derribó fuera de la cima. Kurt apuntó entonces con su rifle de asalto y disparó una sucesión de proyectiles contra el otro Hunter, pero éste se refugió tras su escudo.
El cerrojo del rifle chasqueó… vacío.
El Hunter se incorporó y lanzó un gruñido. Su compañero, ensangrentado y echando humo todavía debido al impacto del misil, avanzó pesadamente hacia Kurt con las manos listas para despedazarlo.
Kurt aventuró una veloz ojeada a su espalda. La hendidura era sólo un parpadeo ya, y seguía encogiéndose.
Su cronómetro de misión marcaba «0:47».
Un estentóreo grito ronco a la espalda de los Hunters hizo que éstos se detuvieran en seco.
Un Elite con armadura dorada avanzó majestuoso hacia ellos, honrando a Kurt con una ojeada que era en parte de desdén… y en parte de respeto. Farfulló órdenes a los Hunters y al resto.
El programa de traducción de Kurt descifró parte de ello: «No dañen el centro. Ingenieros con las derivaciones de campo de Slipspace… reabran el portal de plata. ¡La gloria es nuestra!»
Un rugido de atronador triunfo brotó de las fuerzas del Covenant allí reunidas.
Kurt se esforzó por levantarse. Sentía más dolor del que había experimentado jamás, y sus piernas se habían convertido en arena húmeda. Veía como si estuviera en el interior de un túnel… Pero se puso en pie y alzó ambas manos en una postura de combate.
—No habéis vencido —dijo—. Todavía tenéis que acabar conmigo.
El comandante de la flota evaluó a Kurt y asintió, tal vez comprendiéndolo, tal vez no. Contempló a Kurt como un igual. Un guerrero como él.
Alrededor de ellos los anillos concéntricos se asentaron en el suelo y, con un suspiro susurrado, todas las crestas se fundieron en una única superficie lisa. Las aletas descendieron hasta el suelo en silencio, trece armazones herméticos que se extendían a lo largo de dos metros desde el centro de la habitación.
La cuenta atrás del cronómetro parpadeó ante los ojos de Kurt: «0:00».
Soltó aire. La fisura estaba cerrada.
Abrió la lista de su equipo —en el apartado de situación— y trasladó a Will, Spartan-043; a Dante, Spartan-Gl88; y a Holly, Spartan-G003 a la columna de desaparecidos en combate, observando la tradición de no hacer figurar a un Spartan caído como «muerto en combate».
A continuación, Kurt marcó el nombre del capitán de fragata Kurt Ambrose… y lo trasladó también a la lista de DEC… junto a Kurt decía: Spartan-051.
La habitación empezó a girar a su alrededor. La boca se le secó. Intentó tragar saliva. No pudo.
Vio doble y le pareció ver a Tom y a Lucy que regresaban a buscarlo, pero no eran ellos. Eran Shane, Robert y Jane del equipo Jauría de Lobos.
Había cientos de Spartans con él en la plataforma; de las compañías Alfa y Beta, Dante, Holly, Will, e incluso Sam…, todos listos para pelear y ganar aquella última batalla con él.
¿Alucinación? Quizá. Pero era, no obstante, bienvenida.
Los Spartans espectrales asintieron, y le hicieron la señal de «se puede hacer» alzando los pulgares.
Kurt no les fallaría. Todo lo que tenía que hacer era detener él solito al ejército del Covenant. Una última misión imposible…, la definición abreviada de cualquier Spartan. Era lo mínimo que les debía.
El Elite comandante de la flota gruñó a Kurt, y la traducción se filtró a través del altavoz de su casco: «Una última pelea, demonio. Morirás y nosotros volveremos a abrir el sendero plateado».
—¿Morir? —Kurt lanzó una carcajada—. ¿No lo sabías? —dijo al Elite—, los Spartans no mueren jamás.
Kurt giró el guantelete boca arriba y oprimió el detonador.