VEINTIOCHO

28

17.00 HORAS, 3 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA ZETA DORADUS, PLANETA ONYX / PROXIMIDADES DEL ÁREA RESTRINGIDA CONOCIDA COMO Z0NA 67

Kurt se agazapó, inmóvil en la maleza, y aguardó a que los Centinelas se colocaran en posición.

No había habido un reencuentro feliz con el equipo Azul, no había habido tiempo para explicaciones, ni siquiera para un apretón de manos; para lo único que había habido tiempo fue para correr. La patrulla de Centinelas había ido tras ellos desde el instante en que habían recuperado a los Spartans; una hora jugando interminablemente al gato y al ratón a través de la jungla.

Los drones eran cada vez mejores dándoles caza.

Una pareja de Centinelas hizo una pausa, cerniéndose a cuatro metros por encima del suelo. Tras haber bombardeado la jungla con chorros de energía desde una altura de un centenar de metros sin dar en el blanco, finalmente habían descendido a su nivel.

Los botalones situados alrededor de cada esfera se separaron aún más y ambas esferas se colocaron a unos centímetros una de otra.

A Kurt le recordó una división celular, sólo que aquello era a la inversa. Se estaban combinando.

Kurt no estaba muy seguro de cuál era el propósito de aquel «acoplamiento», pero de lo que sí estaba seguro era de que no le gustaba nada.

El ahora doble Centinela se aproximó sigilosamente un poco más.

El equipo Sable, situado en el flanco izquierdo, detonó la fougasse colocada bajo los drones. Las llamas salieron en chorro hacia lo alto e incendiaron el dosel de hojas mientras la metralla ardiente arrasaba el follaje.

Al cabo de una fracción de segundo, el equipo Azul, en el flanco derecho, soltó un misil SPNKR y una lluvia de fuego de MA5B. Actuaron en perfecta sincronización.

El aire se llenó de balas trazadoras al rojo blanco y de arremolinadas nubes negras. Dos árboles cercanos chisporrotearon y cayeron derribados.

Kurt hizo centellear su luz roja y el fuego cesó.

El equipo Sable había actuado antes de tiempo. Medio segundo tal vez, pero sin duda alguna habían disparado antes de que los Centinelas estuvieran en posición.

¿Qué había esperado? A pesar de todos los combates simulados que habían librado los Spartans de la compañía Gamma, nada podía haberlos preparado para una continuada acción de guerrilla con las máquinas asesinas de los Forerunners.

Kurt entrecerró los ojos. Incluso con la ampliación de imagen y las lecturas térmicas era incapaz de discernir nada en el aire en el punto donde habían estado los Centinelas. Pero sí veía el suelo… y entre los troncos de árbol hechos astillas, las hojas ardiendo y el metal que chasqueaba, no había ninguno de los drones.

Lanzó dos destellos de luz ámbar, ordenando a los equipos que retrocedieran. Aquello no le hacía ni pizca de gracia.

Toda una batería de luces verdes le respondió.

Vio movimiento en la neblina: sombras que se descompusieron en forma de seis botalones dispuestos en una larga figura hexagonal —dos esferas en el interior— que emitían pulsaciones a medida que el campo de energía que rodeaba a los Centinelas fusionados titilaba.

Estaban totalmente intactos.

Kurt hizo centellear tres veces la luz roja: la señal de retirada.

Una esfera resplandeció y se movió adelante y atrás, buscando. Se detuvo y su atención se clavó en Kurt.

Este saltó.

Hubo un violento fogonazo. El suelo de la jungla estalló y un cráter de tres metros siseó y se resquebrajó convertido en una superficie vitrea.

Kurt rodó hasta quedar en cuclillas e instintivamente devolvió el fuego con su MA5K.

Aquello también era parte del plan: la parte en que todo salía mal y él atraía el fuego enemigo mientras el resto se escabullía. Él conocía el terreno: el río Dos Horquillas estaba trescientos metros al este. Debería ser un paseo por el parque.

La otra esfera brilló igual que oro bruñido y sus proyectiles rebotaron en el campo de energía de aquel artefacto mientras la primera esfera volvía a calentarse, acumulando potencia para otro disparo.

Kurt corrió, zigzagueando, al interior del follaje.

En aquella configuración doble, los Centinelas podían hacer fuego y defenderse simultáneamente con un escudo de energía. Aquello era un gran problema.

Daba la impresión de que todo lo que sus enfrentamientos con los Centinelas lograba era enseñarles a ellos cómo ser más efectivos en combate.

Las explosiones siguieron a Kurt casi como si sus propios pasos las activaran.

Los árboles se separaron al frente y el río Dos Horquillas serpenteó a través de la jungla. El agua estaba fangosa y revuelta.

Kurt saltó y chapoteó en la veloz corriente.

Se hundió hasta el fondo. El oxígeno interno se puso en marcha en su traje SPI, y Kurt se agarró a las rocas del lecho del río, reptando corriente arriba. A través de las aguas turbias distinguió una repisa rocosa y se acurrucó debajo.

Entre él y los Centinelas había tres metros de agua helada en movimiento, un metro de roca y una capa de circuitos fotorreactivos en su armadura. Debería resultar indetectable para cualquier sensor. Al menos lo bastante indetectable, esperaba, para engañar a aquellas cosas.

Aguardó.

Ninguna explosión. Ningún fogonazo. Nada de calor.

El Centinela fusionado no era su mayor preocupación, sin embargo. Lo era el que estaba de vigilancia en las alturas. Los Centinelas patrullaban ahora en grupos de tres: dos a media altura o a ras del suelo, y otro a dos o tres mil metros en el aire, observándolo todo, informando sobre sus tácticas y aprendiendo.

Mientras aquel tercero les siguiera el rastro, los Spartans estarían a la defensiva, reaccionando, en lugar de tomar ellos la iniciativa.

Kurt se preguntó por qué los Centinelas no habían solicitado refuerzos; se habrían unido y liberado potencia de fuego suficiente para quemar toda la jungla.

A menos que estuvieran jugando deliberadamente al gato y al ratón con ellos o para aprender más cosas del modo en que combatían.

Tenía que ser más listo que ellos. Eliminarlos a los tres. Tomar la iniciativa. Tal vez con el equipo Azul podría hacerlo.

Aguardó dos minutos más, luego salió del río y echó a correr para ponerse a cubierto en la jungla.

No hubo señal de persecución.

Permaneció en silencio y se deslizó sigilosamente de vuelta al punto de retirada acordado de antemano.

A medida que se aproximaba a la región de terreno escarpado que bordeaba la Zona 67, aminoró el paso. Había menos lugares en los que ocultarse, de modo que escudriñó los cielos en busca del Centinela que vigilaba desde las alturas. Todo despejado.

Al frente, el terreno pasó a ser maleza de sabana, acacias y enormes peñascos estriados. Una roca en concreto tenía un hueco debajo en el que habían acordado reunirse, pues proporcionaba refugio sin restringir la visión del espacio aéreo local. Si los atacaban, desde allí podían regresar directamente a la jungla sin problemas.

Como mínimo habría dos Centinelas de guardia, y al menos un Spartan en el borde de la jungla para vigilar el camino de retirada. En una situación normal haría chasquear su transmisor dos veces para alertar al centinela, pero no quería correr siquiera aquel pequeño riesgo estando al descubierto.

Así que Kurt aguardó, imaginando que el Centinela sería Linda u Olivia. Si se trataba de Linda —oteó los árboles cercanos—, la joven estaría allí arriba, en una buena posición de tiro.

Si se trataba de Olivia, ésta podía hallarse en cualquier parte, ya que poseía una inquietante habilidad para camuflarse y moverse sin ser vista.

Oyó un repiqueteo: una piedra solitaria a unos tres metros a su izquierda.

Volvió la cabeza y, como había supuesto, Olivia estaba agazapada un metro por detrás de él a la sombra de un árbol bajo, fundiéndose a la perfección con la hierba y la luz veteada en su armadura SPI y haciéndole señas con la mano para asegurarse de que él veía el leve movimiento borroso. Kurt no tenía la menor duda de que la muchacha podría haber vestido ropa de faena de color naranja y conseguido igualmente parecer formar parte del terreno.

Kurt la saludó y luego dirigió su transmisor monocanal a la roca del punto de encuentro. El transmisor estableció el protocolo de intercambio y luego se puso en marcha con un chisporroteo.

—Uno que entra —dijo.

—Adelante —le respondió la voz de Kelly—. Me alegra oír tu voz.

—A mí también la tuya. Fuera.

Recordó la última vez que había tenido a Kelly en su canal de comunicación, la vez en que su propulsor había estallado y él había salido disparado sin control al espacio.

No se había dado cuenta de lo mucho que había echado en falta a su antiguo equipo hasta que los había vuelto a ver. Desde luego, en aquellos momentos el equipo Azul estaba en una situación de peligro, pero aquello también era como regresar a los viejos tiempos. No podía tener mejores soldados junto a él en un situación peligrosa.

Cruzó el terreno a la carrera, agachado y sin hacer ruido, y luego saltó al interior del hueco en sombras. Tom, Ash y Méndez estaban agazapados junto a Kelly, Linda y Fred. Conversaban en susurros entre sí y dibujaban planes en el polvo.

Lucy estaba sentada en silencio junto a la doctora Halsey, que dirigió una veloz mirada a Kurt y luego devolvió la atención a su ordenador portátil, examinando los glifos de los Forerunners.

Los otros SPARTANS-III no estaban allí; sin duda se hallaban de guardia.

—Me alegro de que consiguiera regresar de una pieza —dijo el Jefe Méndez, y le dedicó un rápido saludo—. Casi me sentía preocupado.

—Gracias, Jefe. Envíe una transmisión monocanal al exterior y llame a los que están de patrulla.

—Sí, señor. —Méndez agarró una diminuta antena parabólica.

Linda, Kelly y Fred volvieron la cabeza cuando Méndez dijo «señor», y luego miraron a Kurt.

Kurt alzó rápidamente el dedo índice, el gesto para indicar «esperad un segundo», y luego se volvió hacia Ash.

—Soldado.

—Señor —dijo Ash, y se irguió aún más.

Se había quitado el casco y el sudor relucía en su cabeza y su cuello. Era una seria violación de los protocolos de combate, pero los trajes SPI no se habían confeccionado para una utilización prolongada, y el equipo Sable debía de haber pasado un calor sofocante durante días metidos en aquellas prendas.

Kurt dirigió una veloz mirada al casco y Ash palideció ante el error cometido. Volvió a colocárselo al momento.

—Sable actuó antes de tiempo en aquella emboscada —dijo Kurt.

—Sí, señor. —Ash se cuadró inmediatamente con un preciso saludo reglamentario—. Fue culpa mía. Me dio la sensación de que era el momento correcto, que los Centinelas estaban a punto de abandonar la posición óptima de fuego. Eso no es excusa, señor. No volverá a suceder.

¿Había percibido Ash algo que Kurt no había notado? De todos modos, había que seguir las órdenes.

—Cuento con usted para que mantenga a su equipo concentrado en la tarea encomendada. ¿Está claro?

—Absolutamente claro, señor —respondió Ash.

Kurt se aproximó entonces al equipo Azul.

Fred posó una mano en el hombro de su antiguo compañero, un gesto poco común entre Spartans y que decía mucho de las emociones estrechamente contenidas de éste.

—Pensábamos que estabas muerto —susurró Fred.

—Hay tantas cosas de las que debo informaros —dijo Kurt, y dio a su vez una palmada a Fred en el hombro—. Los Centinelas, los SPARTANS-III…, todo…

Méndez volvió a retroceder al interior de las sombras.

—Conexión monocanal establecida, señor.

—… Que tendréis que aguardar un poco más —les dijo Kurt.

Este abrió su transmisor tanto al equipo Azul como al Sable.

—Vamos a eliminar a esa pareja de Centinelas antes de la siguiente fase de esta operación —dijo—. Ash, lleva a Sable a explorar el barranco situado al frente. Localizad ese túnel en el que os metisteis hace unos días. Dante instalará en él dos bolsas de explosivos. Atraeremos a los Centinelas al interior y luego, puesto que no podemos traspasar sus escudos, volaremos el lugar y los enterraremos.

Fred, Linda y Kelly intercambiaron miradas. Normalmente era Fred quien daba órdenes al equipo Azul.

Fred dedicó a su equipo un movimiento de cabeza apenas perceptible.

—¿Qué pasa con el que está de guardia en lo alto? —inquirió Fred.

—Usaremos las armas de mayor alcance —respondió Kurt—. Lo alcanzaremos con dos misiles SPNKR, que con suerte debilitarán su escudo lo suficiente para que Linda lo traspase con unos cuantos disparos.

—¿Qué alcance? —preguntó la aludida.

—Nunca se acercan más allá de dos kilómetros —respondió Kurt.

No era un disparo imposible. Pero teniendo en cuenta los vientos variables, un blanco en movimiento y que se intentaba combinar el fuego con impactos de misil… resultaría altamente improbable. Sin embargo, Kurt tenía que probar algo para conseguir ir un paso por delante del enemigo.

Linda lo consideró un instante y luego respondió:

—Poseo un ochenta y tres por ciento de porcentaje de precisión a esa distancia.

—De acuerdo —dijo Kurt a Ash—. En marcha. Tom, Lucy, actuad como soporte del equipo Sable, luego coged un par de lanzadores SPNKR y reuníos con la Spartan-058.

Sus suboficiales y Ash se levantaron, asintieron y se deslizaron fuera del hoyo.

Kurt recibió una señal verde en su visor y apagó el enlace con la red monocanal.

Una vez que los SPARTANS-III marcharon, Kelly dijo:

—Esos chicos harán que nos maten. Actúan como si tuvieran algo que demostrar. Podríamos haber eliminado a esos Centinelas antes si hubieran seguido las órdenes.

Sus palabras enfurecieron a Kurt. El equipo Sable eran sus soldados y cada uno de sus defectos era culpa suya. Su enojo desapareció con la misma rapidez con que había aparecido. Ella tenía razón.

—No son «chicos» —dijo con voz ecuánime—. Son Spartans.

Kelly cruzó los brazos.

—Creo, señor —terció Méndez—, que tal vez querrá contarles lo que hemos logrado aquí.

Kurt asintió y a continuación explicó gran parte del programa SPARTAN-III y la creación de las compañías Alfa, Beta y la recién forjada Gamma.

—Parte de los biocrecimientos son nuevos —explicó—. La respuesta agresiva normal de los SPARTANS-III ha sido… —buscó la palabra correcta—… aumentada en situaciones de tensión extrema. Ello les concede reservas increíbles de resistencia y los hace casi inmunes al shock.

—¿Es eso lo que hace que estén tan nerviosos? —refunfuñó Kelly.

—Nadie está nervioso —replicó él, luego se quedó en silencio.

Kurt sabía que estaba equivocado. ¿Por qué no podía admitirlo? ¿Se colocaba a la defensiva porque quería que sus Spartans fueran todo aquello que eran los Spartans más viejos? Fred, Kelly y Linda tenían décadas de experiencia en el campo de batalla. Como oficial al mando de los SPARTANS-III debía ser objetivo.

—Tienes razón —dijo en voz baja—. Están nerviosos. Y son inexpertos. ¿Qué otra cosa podrían ser? Apenas acaban de finalizar su adiestramiento y ya se las tienen que ver con estos Centinelas. —Miró a Kelly, a Fred y luego a Linda—. Necesito vuestra ayuda para asegurarme de que mantienen la disciplina… y, si es posible, sobreviven a esto.

Linda y Fred asintieron despacio.

—¡Desde luego! —dijo Kelly, descruzando los brazos.

La doctora Halsey alzó la mirada de su ordenador.

—Me gustaría hablar de ese… «aumento de la agresión» —dijo—. De hecho, tengo muchas preguntas sobre el programa SPARTAN-III, como ¿dónde está el resto de la compañía Gamma? ¿Y la Beta? ¿Y la Alfa?

—Sus preguntas tendrán que esperar, doctora —replicó Kurt—. Se nos acaba el tiempo. Es posible que los refuerzos de lord Hood no lleguen. Cada enfrentamiento con los Centinelas les enseña más cosas y pronto no podremos detenerlos.

—Debo insistir —dijo la doctora Halsey.

Sus palabras sonaron plácidas como aguas mansas, pero sus ojos acerados taladraron el casco de Kurt.

—Estoy de acuerdo con Kurt, doctora —intervino Fred, aproximándose más a su compañero—. Y si se me permite señalarlo, con el debido respeto, no está usted en posición de exigir nada en esta situación táctica…, especialmente después de que secuestrara a Kelly, burlara la cadena de mando y nos abandonara en medio de una misión crítica en el Gettysburg.

Kelly paseó la mirada del uno al otro, atrapada en una contradictoria maraña de lealtades.

—Ya he explicado mis acciones —repuso la doctora Halsey, levantándose—. Y el descubrimiento de esta nueva tecnología de los Forerunners debería pesar más que cualquier violación del protocolo militar que pueda haber tenido lugar.

Un silencio glacial inundó la depresión.

La doctora Halsey carecía de rango oficial, pero siempre había ejercido una influencia considerable sobre los Spartans.

Aquello tenía que terminar.

Kurt valoraba su pericia científica y su intelecto, pero no podía permitir que diera órdenes contradictorias o que llevaran a confusión.

—Puesto que ha mencionado la palabra «protocolo»… —Kurt le dio deliberadamente la espalda y se volvió en dirección al equipo Azul—, quisiera clarificar nuestra cadena de mando. Tengo entendido que lord Hood te dio el mando de esta misión —dijo a Fred—. Pero yo estoy a cargo de todo el personal del UNSC en Onyx.

Kurt activó su identificación electrónica amigo-enemigo con una potencia sumamente baja…, sólo lo suficiente para que la captaran. En sus visores apareció su número de identificación militar codificado en color verde así como la insignia de barras y estrella de un capitán de fragata del UNSC.

Los Spartans se pusieron firmes, su respuesta involuntaria en presencia de un oficial.

—Por lo tanto asumo el mando de esta misión —anunció Kurt.

Nadie dijo una palabra durante un momento…, y entonces Fred se cuadró.

—Sí, señor.

Había algo diferente en la voz del Spartan. Una parte de la familiaridad había desaparecido, pero había algo más: respeto.

Kurt dedicó un veloz movimiento de cabeza al equipo Azul, y luego se volvió de nuevo en dirección a la doctora Halsey.

—Señora, quiero que siga con su análisis de los documentos sobre los Forerunners de la Zona 67. Espero que me ponga al día de sus progresos dentro de dos horas.

La doctora enarcó una ceja, pero no dijo nada y volvió a sentarse lentamente frente a su ordenador.

Kurt suspiró interiormente. Aquélla era una batalla ganada aquel día.

La luz verde de Olivia centelleó dos veces: la señal para «amigo acercándose».

Una ondulación en el aire cruzó la entrada del hoyo, en parte sombra en parte roca, y a continuación el camuflaje se descompuso para dejar paso a Olivia.

—Pareja de Centinelas —susurró—. Medio kilómetro al sur, señor. Moviéndose en esta dirección en una pauta de rastreo.

—Que todo el mundo se prepare para salir —dijo Kurt—. Kelly, empieza a calentar, eres nuestra liebre.

—Encantada de serlo, señor.

Efectuó la señal de los dos dedos por encima de su visor facial, la tradicional sonrisa Spartan.

Los demás asintieron.

Kurt sabía que lo seguirían a la batalla y hasta las mismísimas puertas del infierno si se lo ordenaba. Tuvo la impresión de que tal vez acabaría siendo así.