VEINTICINCO

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14.40 HORAS, 3 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / A BORDO DEL DESTRUCTOR CAPTURADO DEL COVENANT BLOODIED SPIRIT, EN EL ESPACIO SLIPSTREAM

Fred estaba sentado en la cubierta del puente del Bloodied Spirit, respirando aire cargado con el olor de la sangre del Hunter. En su opinión, olía igual que plástico quemado.

Sacó brillo a un diminuto espejo cuántico y volvió a colocarlo en su envoltura sensora, luego lo deslizó en el interior de la hombrera de su armadura MJOLNIR y cerró la tapa con un clic. El cristal había estado recubierto de sal, provocando el fallo de su sensor de movimiento… y costándole casi la vida allá en La Habana.

Linda pasó una cantimplora a Fred y agitó el contenido para captar su atención. Éste la aceptó, abrió su visor facial, y disfrutó de un poco de agua no reciclada.

¿Eran ellos tres a bordo de aquella nave los últimos Spartans? Fred se preguntó si John estaba muerto. O Kelly. No había ninguna mención a Kelly en el comunicado de la doctora Halsey. ¿Y qué le había sucedido al equipo Gris, enviado a una misión mucho más allá de los confines del espacio del UNSC, que llevaba ya desaparecido más de un año? Jamás manifestaría en voz alta aquellas preocupaciones, pues podrían socavar la moral del equipo Azul. Pero por primera vez una duda real erosionó la confianza de Fred. La duda de que John, Kelly y el resto estuvieran vivos.

Linda le tocó el brazo con un dedo y dispersó aquellos pensamientos. La joven palmeó luego la ojiva nuclear con forma de bala que descansaba sobre el suelo junto a él.

—¿Recuerdas? ¿La base rebelde?

Habían subido una de las cabezas nucleares FENRIS allí arriba por si necesitaban una opción final. Fred no creía que fueran a necesitarla…, pero era mejor cubrir todas las contingencias.

—¿Qué base rebelde? —preguntó Will, que despertó y rodó sobre sí mismo.

—Fue hace veinte años —explicó Fred—. Rebeldes en el sistema Tauri afirmaron que poseían cabezas nucleares para efectuar un intercambio. Enviaron al equipo Azul a recuperar las ojivas, pero resultó ser una trampa. —Negó con la cabeza—. Les habría funcionado, además, de no haber sido por Kurt.

Linda tomó la cantimplora y la alzó.

—Por los amigos ausentes —murmuró, y tomó un sorbo.

Pasó la cantimplora a Will que tomó un buen trago.

Una figura octaédrica roja centelló por encima de la consola de mando enemiga. Proyectó haces ámbar sobre la superficie y las geometrías holográficas variaron.

Los Spartans volvieron a colocarse los visores.

Fred fue hacia la consola y anuló los controles, pero éstos volvieron a tomar el mando, como si poseyeran mente propia.

¿Había aún miembros vivos del Covenant en aquella nave que intentaban recuperar el control?

Una serie de traducciones empezaron a aparecer en su placa de datos: «BLOODIED SPIRITACTIVADO… SISTEMA AUTOMÁTICO… A LLAMADA COMBATE… RESPONDE LA LLAMADA A LA GUERRA… AVISO… SLIPSPACE… ANOMALÍA… DIMENSIÓN YED-4 CAUSA… DETECTADA: SECUELA SINGULAR».

—Problemas —dijo a Linda y a Will.

Linda corrió al puesto de control del armamento y sus manos se movieron sobre la superficie.

—Está calentando baterías de plasma —anunció—, creo. Los condensadores de plasma se están cargando.

—Nos encontramos aproximadamente a dieciséis años luz de Onyx —dijo Will, ocupando el puesto de navegación—. No hay otros sistemas estelares o cuerpos celestes significativos en la región. La matriz de Slipspace se está desenrollando.

Fred dio un golpecito a un hexágono: el comando de reiniciación de la matriz de espacio Slipstream. Este parpadeó una vez y se apagó.

—Penetramos en el espacio normal —dijo—. Preparaos.

Parpadearon estrellas en el visor holográfico del puente junto con cuatro naves del Covenant.

Tres naves más pequeñas perseguían a una más grande. Las pequeñas tenían dos tercios del tonelaje del Bloodied Spirit, mientras que la nave más grande lo doblaba en tamaño. Las elegantes líneas de los navíos hicieron pensar a Fred en tiburones dando caza a una ballena.

Lanzas de plasma relampaguearon desde las tres naves y resplandecieron al impactar contra los escudos de la nave más grande.

—Creo que abandonamos el Slipspace debido a alguna anomalía —dijo Fred—. O… en respuesta a una señal de socorro. No estoy seguro de cuál de las dos cosas.

—¿Procedente de qué nave? —inquirió Linda—. ¿A cuál apuntamos primero?

El visor holográfico central se desvaneció y de pie ante ellos se materializó un Brute con la piel azul grisáceo, una cabeza de gorila y salvajes ojos rojos. Habló en una serie de gruñidos y siseos.

Una traducción apareció bruscamente en la placa de Fred: «Hermanos, el cisma está aquí. Somos libres al fin para aplastar a las razas menores. No seguiremos siendo mandados por…».

El Brute paseó la mirada por el puente, parpadeó y luego dirigió una mirada furibunda a Fred. Siseó y desapareció.

En el traductor apareció una única palabra: «Demonios».

Una de las naves más pequeñas giró en dirección a ellos. Esferas ultramarinas centellearon por encima de la consola de armas de Linda.

—Nos apunta —dijo ésta.

—Eso responde a la pregunta —masculló Fred—. Apunta a las naves más pequeñas. Will, proporcióname tu mejor conjetura sobre un vector de transición de Slipspace hasta Onyx.

Fred no tenía intención de enzarzarse en un combate entre naves. No era comandante de navío. No sabría a qué atenerse ni aunque aquella fuera una nave del UNSC con controles que comprendiera, así como aeronavegación, tácticas y sistemas de armamento con los que estaba familiarizado. En el Bloodied Spirit ni siquiera se le ocurría cómo combatir. Huir era la única opción realista.

—Trabajando en una solución —dijo Will.

El Spartan paseó la mirada arriba y abajo entre la lista de símbolos traducidos y las matemáticas del Covenant que centelleaban ante él.

—Calculado el tiempo para alcanzar el blanco —anunció Linda—. Lista para disparar plasma.

—Limítate a conseguirnos tiempo —le indicó Fred—. No vamos a entablar combate.

—La fragata del Covenant nos tiene a tiro ahora —dijo Linda—. Las baterías de plasma se calientan. ¡Han disparado!

En el visor central dos lanzas carmesí salieron disparadas de la nave y describieron un arco hacia ellos. Unos círculos aparecieron bruscamente en los extremos de aquellas líneas, que a continuación se retorcieron y convirtieron en esferas tridimensionales.

La perspectiva holográfica retrocedió y mostró la fragata, el plasma y la nave en la que ellos estaban en sus posiciones relativas. Las esferas translúcidas se centraron sobre los disparos de plasma y se sobrepusieron al Bloodied Spirit.

—Creo que esas esferas son soluciones de dirección —indicó Linda—. Indican hasta dónde pueden dirigir los proyectiles de plasma. Nos tienen.

—Haznos retroceder —dijo Fred a Will.

—De acuerdo… —Will inspeccionó los controles, luego agarró una flecha naranja y tiró de ella hacia popa—. Introduciendo marcha atrás toda —dijo.

—No será suficiente —repuso Linda.

La joven colocó las manos sobre sus controles, y una nueva pareja de esferas apareció en el campo de estrellas.

—Ésa es nuestra solución de fuego —susurró, y su voz adquirió aquella frialdad distante de nitrógeno líquido que Fred había acabado por identificar con su estado de no-mente zen.

—Trece segundos para el impacto del plasma —anunció Fred, consultando su consola, y sus manos se sujetaron a los bordes con fuerza.

—Vector de Slipspace calculado —dijo Will—. Condensadores cargando… en veintitrés segundos.

Linda efectuó diminutos ajustes en sus controles y movió los dedos al frente en un veloz gesto.

—Plasma fuera —declaró.

Las luces del puente se atenuaron. El holograma principal mostró al Bloodied Spirit mientras sus baterías laterales llameaban y el plasma se alejaba cada vez más de prisa, pero no en dirección a la fragata enemiga, sino más bien en dirección a los proyectiles que se aproximaban veloces.

Esferas de dirección aparecieron en las líneas de plasma de Linda. Sus manos giraron a un lado y a otro.

El plasma osciló como respuesta, y las líneas enemigas también empezaron a moverse.

Fred comprendió lo que su compañera intentaba: combatir fuego con fuego. Pero a aquellas velocidades golpear un haz de plasma con otro era como intentar desviar una bala con otra.

Los movimientos como en trance de Linda se ralentizaron.

Los proyectiles de plasma corrieron unos hacia otros. El plasma enemigo se desvió a un lado.

Linda juntó las manos en un rápido movimiento; los dos proyectiles del Bloodied Spirit describieron una espiral alrededor de la línea de fuego enemiga, más cerrada y rápida, y dieron en el blanco.

Tres líneas se juntaron en un único haz y luego un estallido de chorros de luz iluminó el espacio oscuro, desvaneciéndose hasta convertirse en una neblina roja.

—Le di —murmuró Linda.

—El otro proyectil todavía sigue su rumbo hacia nosotros —dijo Will—. Impacto en dos segundos.

—¿Escudos? —preguntó Fred.

—Funcionando —respondió Will—. No… están bajados.

Los visores holográficos derramaron una refulgente luz roja sobre el puente.

Por debajo de la cubierta, la nave se estremeció.

—Pérdida de potencia en todos los sistemas —dijo Will—. Los condensadores de Slipspace se están agotando desde noventa y ocho… Intentando redirigir.

—Salta ahora —ordenó Fred—. Antes de que perdamos más potencia.

Transiciones de Slipspace con poca potencia eran técnicamente posibles, y durante los últimos treinta años las naves del UNSC habían intentado tal maniobra dos veces. En ambas ocasiones consiguieron efectuar la transición… en forma de pedacitos pulverizados.

Fred confió en que la tecnología del Covenant dispusiera de un modo de evitar aquel problema.

—A la orden —dijo Will, y pulsó un control.

Las naves enemigas y las estrellas desaparecieron del visor.

Los Spartans permanecieron en silencio. Fred contuvo el aliento, no muy seguro de que no estallaran en pedazos.

Los visores se tornaron totalmente negros. Todo era silencio.

Entonces, los parámetros de Slipspace aparecieron a raudales en la consola de Will.

—Lo conseguimos —musitó.

—Buen trabajo —les dijo Fred, soltando el aire con alivio, y se quedó allí atontado y mudo mientras iba asumiendo la lógica innegable de lo que acaba de ocurrir.

—¿Qué sucede? —preguntó Linda.

—Nos encontrábamos en el espacio Slipstream —respondió— y respondimos a una llamada de socorro de una nave en combate en el espacio normal.

Linda asintió y una de sus manos se flexionó nerviosamente.

—¿Y? —inquirió Will—. El Covenant puede enviar señales en el espacio Slipstream. También nosotros.

—Pero no escuchar esas señales en el espacio normal —intervino Linda.

—Podrían haber oído el mensaje de Cortana y el de la doctora Halsey —dijo Fred—. Podrían saberlo todo.

El comandante de la nave Voro sujetó con fuerza la barandilla de su plataforma de mando y gritó:

—¡Ahora! Todos los propulsores en nuevo rumbo uno ocho cero por cero cero cero. Desvíen motor y potencia de los escudos al proyector de energía de proa.

—Introduciendo nuevo rumbo —dijo Zasses.

El Incorruptible dio media vuelta —el impulso que llevaba siguió haciéndolo avanzar— pero en aquellos momentos se hallaban de cara a la pareja de fragatas que los perseguían.

Uruo, desde su puesto de operaciones anunció:

—Proyector caliente, señor. Solución de blanco lista.

—A mi orden.

Voro vaciló y escuchó los tres latidos de sus corazones —uno por la fe, otro por la familia y el último por el honor—, la meditación ritual del Mendicante.

La fragata que iba en cabeza disparó sus láseres.

—Secciones del blindaje primaria uno y ventral tres severamente dañadas —anunció Y’gar con una calma total.

—Permanezcan a la espera —dijo Voro.

Notó los ojos de sus oficiales subalternos fijos en él. Se preguntaban tal vez, como también hacía él, si se había vuelto loco.

—Dejen que se acerquen más a la presa —indicó—. Sólo tenemos un disparo. Aguarden… Aguarden…

Ambas fragatas, la Twilight Compunction y la Revenant, ocuparon y desdibujaron los bordes de los visores holográficos mientras sus baterías laterales acumulaban potencia.

Un único disparo normal del proyector de energía no podía en sí mismo destruir un buque de guerra del Covenant. Destruiría escudos, pero tenía que ir seguido por un proyectil de plasma para causar daños o inutilizar.

Aquélla era una táctica neutralizada por las hábiles maniobras empleadas por una pareja de fragatas Jiralhanaes, que variaban sus posiciones para recibir alternativamente los disparos de plasma, lo que proporcionaba a la pareja un escudo de energía alterno. En esa situación podían combinar el potencial de fuego y, si no cometían errores, estar más que a la altura del Incorruptible.

Aquél era el criterio estándar táctico del Covenant. No obstante, acontecimientos recientes habían puesto patas arriba lo que Voro consideraba comportamiento «estándar». Sería una jugada arriesgada, pero a juicio del comandante de la nave, su única opción para salir vencedores.

—¡Ahora! —gritó—. ¡Fuego!

El sobrecargado proyector de energía hizo que todo el Incorruptible se estremeciera.

Toda su potencia —escudos, motores, reservas de los condensadores de Slipspace— quedó canalizada en un único disparo del proyector.

La oscuridad del espacio interestelar se dividió en dos.

Los escudos de la Revenant entraron en ebullición y reventaron. El casco se agrietó, borboteando, cuando el rayo lo traspasó de extremo a extremo. La fragata quedó cortada por la mitad, en diagonal, de la parte ventral de la proa a la zona dorsal de la popa seccionando las baterías de plasma de estribor. El fuego llameó a lo largo de la superficie y alcanzó las bobinas principales. La sección de popa de la nave estalló y las secciones centrales y de proa se desprendieron envueltas en llamas y escupiendo humo.

—Todos los sistemas de armamento inactivos —informó Uruo mientras contemplaba fijamente aquella destrucción.

—No hay potencia de maniobra —dijo nerviosamente Zasses—. Propulsores en espera.

La otra fragata Jiralhanae viró para alejarse, mostrando el llamear de los conos de los motores mientras huía. Tras ver la destrucción total de su nave hermana, la Twilight Compunction no tenía el menor deseo de enfrentarse a ellos en solitario.

Tal y como Voro había esperado. Los Jiralhanaes actuaban rápidamente y sin pensar. Eran salvajes, sí, pero no suicidas.

Dio gracias de que el comandante de la nave Jiralhanae no se hubiera tomado tiempo para examinar a conciencia el Incorruptible para evaluar su auténtica capacidad de combate.

—Reparaciones en marcha —anunció Y’gar—. Todas las tripulaciones trabajan en ello. Tiempo estimado setenta ciclos antes de que las baterías de plasma estén listas.

—Dirijan reparaciones a las bobinas y los condensadores de Slipspace —ordenó Voro.

—Una brillante maniobra táctica, señor —afirmó Zasses, e inclinó la cabeza.

Voro gruñó.

¿Brillante? Desesperada se acercaba más a la verdad. Pero Voro jamás manifestaría sus sentimiento sobre aquella cuestión ante su tripulación. Sin embargo, una mezcla de vergüenza y asco se alzó en el fondo de su garganta. Lo había arriesgado todo para vencer. ¿Tal vez fue así como se sentía Taño? ¿Las vidas de sus hermanos en sus manos en cada misión? Voro se sintió indigno del mando.

Examinó cuidadosamente el visor central. La fragata Jiralhanae se había dirigido hacia la tercera nave del grupo de combate, la que había virado para enfrentarse al Bloodied Spirit.

La nave de Voro había interceptado las transmisiones del enemigo y visto a los humanos que tripulaban la nave. Una revelación inquietante.

—Zasses —masculló Voro—. ¿Le siguió la pista al Spirit cuando saltó?

—Sí, señor —respondió él, y volvió a comprobar su consola—. Sólo hay un sistema estelar en ese vector.

Voro rechinó los dientes y flexionó los dedos. Al menos podría perseguir y destruir al Bloodied Spirit.

—Prepárense para saltar. Debemos advertir a nuestros hermanos… de todo esto.