VEINTIDÓS

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14.40 HORAS, 3 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SLIPSTREAM - VECTOR DESCONOCIDO/ A BORDO DE LA PATRULLERA «DUSK» DEL UNSC

El comandante Richard Lash miraba por encima del hombro del teniente Yang, atento a la pantalla en busca de una señal luminosa; aguardando a que el conjunto de sensores del morro del Dusk olisqueara un solo ion de titanio.

El teniente Yang se removió en su asiento.

—Señor, han transcurrido quince minutos. Voy a purgar los colectores y volver a calibrar.

—Aguarde —ordenó Lash.

—Sí, señor —respondió Yang, y se alisó la ceja con la mano; un hábito nervioso.

El reloj marcó cinco minutos más mientras Yang y el comandante aguardaban.

«Puntualidad exacta» era un oxímoron en el Slipstream. Sin embargo, Lash se aferraba a una cierta ilusión de que él tenía el control en lugar de volar a ciegas, persiguiendo un rastro tan tenue que podría calificarse de inexistente en pos de una nave insignia del Covenant y del destructor del UNSC Amber Ciad.

Una solitaria chispa iluminó la pantalla.

—Tenemos una —exclamó el teniente Yang—. El espectrómetro de masas la identifica como titanio-50. Concuerda con el blindaje de combate del UNSC. Una de las nuestras, señor.

—Muy bien. —El comandante Lash le dio una palmada en el hombro—. Siga vigilando.

Se apartó y regresó despacio al asiento del capitán. Lash se sentía incómodo sentado allí; en realidad pertenecía al capitán Iglesias, pero éste se encontraba en rehabilitación en la Tierra para recibir un tratamiento de radiación durante seis meses. Aquella guerra probablemente habría finalizado para entonces.

Se sentó y se abrochó el arnés con un chasquido. Para bien o para mal él se hallaba al mando ahora.

Probablemente para mal, porque su misión era la mezcla de una empresa quimérica y un auténtico suicidio.

Su patrullera, Dusk, había estado lo bastante cerca como para actuar cuando el Amber Ciad había penetrado en la fisura del Slipspace abierta por la nave capitana del Covenant al abandonar Nueva Mombasa. La suya era una de las cuatro naves del UNSC provista de condensadores de Slipspace activos, y lo bastante ágil para efectuar la transición antes de que la oleada de exceso de presión generada por una transición al interior de una atmósfera los aplastara.

Miranda Keyes era la oficial con más pelotas de la flota al ir tras aquella nave del Covenant por su cuenta. ¿Estaba chiflada? ¿O intentaba hacer honor a la legendaria reputación de su padre?

Lash jamás sabría qué se sentía en aquella situación. Su padre había sido un soldador en la nave Cradle…, al menos antes de que destruyeran al Cradle en Sigma Octanus a principios de aquel año. Su padre siempre había querido ser un héroe, y había visto cumplido su deseo.

El Dusk —con las dos fragatas Redoubtable y París, y la corbeta Coral Sea— se había aproximado al vector de entrada de la nave del Covenant con la esperanza de averiguar adonde se dirigía, eso o para ayudar al Amber Ciad a enviarla al infierno.

Las naves habían quedado atrapadas en la estela del navío del Covenant y habían sufrido una aceleración que superaba en muchas veces la velocidad máxima de cualquier nave del UNSC en el Slipspace. Un golpe de suerte. Jamás la habrían atrapado de lo contrario.

Técnicamente «aceleración» y «velocidad» eran términos equivocados. No tenían nada que ver con las once no-dimensiones del Slipspace, pero el comandante Lash jamás le había cogido el truco a aquello de pensar de un modo tan abstracto. Era algo que le dejaba a su oficial de derrota.

Lo que el efecto de aquella estela significaba en términos concretos era que las naves del Covenant viajaban geométricamente más de prisa de un punto a otro que sus naves. Otra ventaja estratégica más que poseían los alienígenas.

El comandante Lash inspeccionó al personal del puente. Su primer oficial, el capitán de fragata Julián Waters, estaba sentado junto a él, escrutando la semántica de la potencia del motor, con la frente surcada de arrugas de preocupación. En el puesto del navegante estaba sentada la teniente Bethany Durruno, que realizaba un diagnóstico mientras daba cabezadas. La mujer tenía hielo en las venas, y lamentablemente aquella entereza en forma de calma ante el desastre se desperdiciaba en el Slipspace. El puesto de los sensores lo ocupaba el teniente Joe Yang; su oficial más joven había visto más batallas en los últimos cuatro años de las que la mayoría veían en toda una vida, y ello lo había afectado. Atrás, en ingeniería, se hallaba el capitán de fragata Xaing Cho, llevando a cabo su trabajo y el de otros tres técnicos.

Todos llevaban a cabo turnos dobles, y la espera empezaba a agotarlos a todos.

El Dusk se había visto atrapado entre rotaciones de personal cuando el Covenant atacó la Tierra. Normalmente, la nave tenía una tripulación de noventa personas, pero en aquellos momentos tenían que apañárselas con una dotación de cuarenta y tres.

Y ahora, además, estaban solos.

La Redoubtable, la París y la Coral Sea, con sus motores más grandes, se habían adelantado siguiendo el torbellino provocado por la Slipstream, y habían quedado fuera del limitado alcance de la radio hacía una hora.

—Correlacionados los blancos del sensor —anunció Yang.

En el visualizador del comandante Lash apareció un gráfico que señalaba la frecuencia y distribuciones temporales de sus rastros de iones. Era una descomposición de la ley de potencia.

Aquélla era la última clase de ion que podían esperar. El rastro estaba tan frío como el helio líquido, y eso significaba que o bien el Dusk había perdido al Amber Ciad… o éste había abandonado el Slipspace.

—Preparados para transición —dijo Lash.

Los oficiales se pusieron manos a la obra, preparando al Dusk para pasar a vacío interestelar normal… o, por lo que sabían, caer en medio de una estrella o un planeta. No había habido tiempo de trazar un rumbo.

El comandante Lash aspiró profundamente.

—Desháganse de las minas HORNET —dijo al capitán de fragata Waters.

—¿Señor? —se extrañó Waters.

—Hágalo. Extraiga los códigos de detonación y expúlselas.

Waters exhaló un profundo suspiro y asintió con la cabeza.

—Sí, señor. Comprendido.

Los oficiales subalternos del puente intercambiaron una mirada, pero todos sabían que tenían que librarse de las armas nucleares. Iban a permanecer ocultos, costara lo que costase, y los materiales fisionables al abandonar el Slipspace se iluminaban con radiación Cherenkov; una bengala de señales para cualquier nave del Covenant situada a minutos luz de distancia.

—Minas fuera —murmuró Waters.

—Desconecten toda la energía externa —ordenó Lash—. Deflectores ablativos fijados. Vuelvan a comprobar amortiguadores de motores, y a toda potencia para contrarrestar despliegue de sensores.

La tripulación inició una actividad frenética para convertir al Dusk en virtualmente invisible.

Unas luces LED verdes se encendieron en el tablero de instrumentos del comandante Lash.

—Transición —dijo.

—Permanezcan atentos —advirtió la teniente Durruno desde su puesto de navegación—. Coordinando con capitán de fragata Cho en la sala del núcleo. En cuatro, tres, dos… ahora.

Aparecieron bruscamente estrellas en la pantalla de visión de proa y un sol llameó a la izquierda.

—Nuevo rumbo cero tres cero por cero tres cero —dijo el comandante Lash—. Velocidad un cuarto toda.

—A la orden, señor —respondió Durruno—. Introduciendo nuevo rumbo.

Era una buena idea alterar la trayectoria en una salida de transición por si se manifestaba algún signo revelador de su aparición. Durante los siete años que había estado en una patrullera, Lash había aprendido que aquella clase de nave era una de las más lentas, con menor potencia y más pobremente armadas de la flota del UNSC. La invisibilidad era su única defensa.

El visualizador del teniente Yang se iluminó con dibujos de ondas portadoras.

—Señales —exclamó Yang—. No son nuestros chicos. Son demasiadas… ¡Al menos un centenar!

Durruno, en navegación, estiró el cuello para verlo mejor, y luego devolvió rápidamente la atención a su puesto.

—El origen de la señal está cerca del cuarto planeta —indicó—. Ampliando y procesando imagen de la cámara de estribor.

La pantalla central mostró una panorámica de estribor y la imagen se amplificó mil veces.

Había un centenar o más de naves del Covenant, una superbase o ciudad orbital del Covenant…, y, empequeñeciéndolo todo, una estructura en forma de anillo tan grande como una luna.

Durante una fracción de segundo, Lash fue incapaz de pensar. Todo él reaccionó de un modo animal: pelear o huir…, con una abrumadora parte de la mente concentrada en la parte «huida» de aquel imperativo.

Volvió a la realidad bruscamente.

—Yang —musitó.

Yang contemplaba atónito y boquiabierto el aplastante ejército del Covenant.

—¡Yang!

—Señor, sí, señor. —Yang sacudió la cabeza como para aclarar las ideas—. Estoy aquí, señor.

—Estupendo. Efectúe una triple verificación de los paquetes de contrasensores. Asegúrese sin la menor duda de que somos totalmente invisibles. Totalmente.

—Estoy en ello, señor.

—Durruno —dijo el comandante Lash—, llévenos muy, pero que muy despacio, al interior de ese campo de asteroides, a dos punto cuatro unidades astronómicas.

—A la orden, señor. —Las manos le temblaban pero trazó el nuevo curso.

—No hay ni rastro del Amber Ciad —anunció el capitán de fragata Waters, con la vista fija en su pantalla—. Ni de la Redoubtable, la París o la Coral Sea.

—Detectando múltiples picos de energía —anunció Yang, con la voz ahora curiosamente firme—. Puede que nos hayan descubierto, señor.

—Prepárense para pasar a toda potencia —indicó el comandante Lash.

Los oficiales del puente se pusieron en tensión.

—Señor —dijo Waters—, veo armas disparando en la región… Fuego de plasma directo, proyectores de energía. Ninguna nos apunta a nosotros.

Lash amplificó la pantalla de visión hasta que las imágenes de las naves del Covenant se tornaron borrosas. Fogonazos y haces de rayos se entrecruzaban en la oscuridad.

—¿A quién diablos le están disparando? —murmuró Lash.

El mayor Voro ‘Mantakree sacó su pistola de agujas y disparó a la nuca de Taño, el comandante de la nave.

Las cristalinas espinas se clavaron en el cráneo y estallaron…, lanzando una lluvia de sangre, sesos y pedazos de hueso sobre la consola de mando.

La magnitud de su traición no tenía precedentes. ¿Qué mayor Sangheili[1] se atrevería a desobedecer al comandante de la nave que había liderado siete campañas gloriosas contra sus enemigos? ¿Quién asesinaría a su oficial superior en el puente de uno de los cruceros de más renombre de la flota?

Pero ¿cómo podía Voro permitir que aquello continuara?

Tano ‘Inanraree había perdido la cabera, literal y figurativamente. Y si bien el fervor religioso era loable en la mayoría de situaciones, dejaba de serlo si con ello mataba a toda la tripulación del Incorruptible… y destruía su raza.

Voro se colocó junto al cuerpo de su amigo y hasta aquel momento oficial al mando y enfundó el arma.

El puente en forma de «U» parecía en cierto modo más pequeño en aquellos instantes, la luz azul era un poco más fuerte de lo que había sido un momento antes, y las consolas holográficas aparecieron cubiertas de iconos que no comprendía. Voro hizo parpadear las membranas nictitantes y miró con ojos despejados a los oficiales del puente.

Sangheilis de la respetada legión Dn’end —Uruo Losonaee en operaciones y Zasses Jeqkogoee en navegación— lo miraron fijamente con las fauces boquiabiertas, paralizados por el horror. Y’gar Pewtrunoee en el puesto de comunicaciones/sensores asintió comprensivo.

Pero la pareja de siervos Lekgolos[2] responsable de la seguridad en el Incorruptible se puso en tensión: sus masas acorazadas dieron dos pesados pasos en dirección al mayor Voro. Sus espinas se desplegaron mostrando su enojo. Uno de sus deberes era proteger al comandante de la nave, y en su defecto, vengar su muerte en la persona del asesino.

En realidad, la pareja de siervos, Paruto Xida Konna y Waruna Xida Yotno, era un misterio para Voro. Los había visto desgarrar enemigos con sus «manos» mientras se hallaban sumidos en una enloquecida furia sanguinaria, y luego hacer una pausa para recitar poesía bélica. ¿Cómo podía uno comprender realmente a los Lekgolos? En el interior de sus gruesas armaduras pululaban gusanos de color naranja; una colonia gestáltica tan alienígena para Voro como cualquier cosa con la que se hubiera tropezado jamás.

Desde un punto de vista más pragmático, eran indestructibles; al menos para Voro y su solitaria pistola. El blindaje del Lekgolo podía resistir una multitud de proyectiles de plasma antes de empezar siquiera a calentarse.

Voro se mantuvo erguido y sin mostrar ningún arrepentimiento.

Los Lekgolos lo miraron fijamente. Sus figuras se estremecieron y las colonias de gusanos palpitaron en armónico acuerdo para producir un retumbo subsónico; palabras que se percibían más que se oían.

—Una ejecución piadosa —dijeron a la vez—. Le ha hecho un honor al comandante de la nave.

Voro volvió a respirar. Ahora dependían de él para que les diera órdenes y los enviara a combatir. Al igual que sucedía con el crucero de la clase Reverence Incorruptible.

—¿Alguien más tiene algo que decir respecto a esto? —preguntó Voro a sus oficiales del puente.

Estos se miraron entre sí.

Y’gar, el oficial del puente de más edad, dio un paso al frente. Su único orgullo residía en su ojo izquierdo, que había perdido en combate, y que no había permitido que repararan.

—Taño se mostró devoto hasta el final —dijo Y’gar—. Pero su razonamiento, a la luz de los recientes acontecimientos, no era acertado. Esto fue lamentable, pero necesario…, comandante de la nave.

Lo había conseguido: Voro era comandante ahora. Todo el honor era suyo. Toda la responsabilidad también.

Lanzó una ojeada a Taño, que derramaba su sangre sobre la consola de mando, y posó una mano sobre el hombro de su mentor en gesto de despedida.

—Retiradlo —murmuró.

Y’gar emitió un sonido chasqueante y tres unggoys[3] aparecieron y se llevaron a Taño fuera del puente, limpiando los restos mientras salían.

Voro empujó a un lado a uno que llevaba un trapo.

—Deja que su sangre permanezca aquí —dijo.

El unggoy se escabulló a toda prisa.

La mancha permanecería para siempre en el espíritu de Voro; por eso mismo podía también permanecer en la cubierta, como un recordatorio del precio que había pagado por la supervivencia de todos.

Voro clavó la mirada a continuación en el visor holográfico central: a la locura que rodeaba al Incorruptible.

La Segunda Flota de la Claridad Homogénea se hallaba sumida en el caos; más de un centenar de naves maniobraban en vectores aleatorios, evitando por muy poco colisionar entre sí, y en la lejanía el arco plateado de la estructura Halo de los Forerunners: siniestro, imponente y el origen de aquella agitación.

Había provocado que el comandante Taño perdiera el juicio. Taño pertenecía a una secta marginal, los Gobernadores de la Contrición, que creía que absolutamente todas las creaciones de los Forerunners eran sacrosantas. Aquello se aplicaba incluso a la infestación parasitaria llamada Flood que había en la estructura Halo. Taño había razonado que los Forerunners habían creado una forma de vida perfecta, y que por lo tanto era deber de todos ellos protegerla, incluso abrazarla; por ese motivo había ordenado que el Incorruptible se acercara más al anillo Halo para permitir que la enfermedad subiera a bordo.

Aquello jamás ocurriría mientras Voro siguiera respirando. El Flood era una infección que había que expurgar. No había nada remotamente «sagrado» en ella.

El Incorruptible se estremeció.

—Plasma en el escudo lateral de babor —dijo Uruo Losonaee, inclinándose sobre su puesto de operaciones; la tensión en su voz delataba que hacía muy poco tiempo que tomaba parte en combates—. Desviado con éxito, pero el escudo ha caído.

El casco retumbó otra vez.

—Impacto en el escudo de popa —indicó Uruo—. Está resistiendo.

—Adelante. Potencia un tercio —dijo Voro—. Vire para ofrecer los escudos de estribor. —Se volvió hacia Zasses en el puesto de navegación—. ¡Rastree las soluciones de fuego y deme un blanco!

—Calculando, señor —respondió Zasses—. Solución obtenida. Dos blancos.

Una pareja de fragatas holográficas apareció en la cubierta y corrió veloz hacia ellos: el Tenebrous y el Twilight Compunction, al mando del Jiralhanae[4] alfa, Gargantum.

Aquél era el otro problema de Voro.

En la confusión provocada por la partida de los Profetas, la antigua enemistad de los Sangheilis con los Jiralhanaes se había intensificado hasta llegar al genocidio.

La pareja de fragatas se movieron como una sola, acelerando, y sus baterías laterales se calentaron y liberaron una segunda salva de plasma que describió un arco en dirección al Incorruptible.

—Maniobren a uno dos cero por cero siete cinco —gritó Voro.

—Cambiando de rumbo —respondió Zasses, y las estrellas giraron a través de la imagen holográfica—. Señor, eso coloca al transporte Law Giver entre nosotros y ellos.

—El Law Giver tiene escudos laterales totalmente cargados —gruñó Voro—. Pueden soportar el impacto.

La pareja de fragatas se separó para esquivar el transporte situado en su ruta de vuelo. Los navíos enemigos y sus torpedos de plasma quedaron ocultos por la masa del elegante transporte.

—Calienten líneas cuatro y siete —ordenó Voro—, y prepárense para apuntar al Tenebrous cuando salga de la sombra del transporte. Desvíen potencia de motor al proyector de energía de proa y estén listos para disparar a pleno rendimiento. Calculen solución de blanco en base a la última trayectoria conocida.

Uruo asintió y preparó el armamento.

El Jiralhanae alfa comandante de la nave era feroz, pero efectivo. Voro no podía permitirse alcanzar a una de las naves sin destruirla.

Los bordes del escudo del Law Giver brillaron, dispersando el plasma en forma de volutas llameantes; un inconveniente para ellos…, una maniobra que le había salvado la vida al Incorruptible.

La pareja de fragatas de ataque jiralhanaes hizo su aparición, una por encima y la otra por debajo del transporte.

—Disparen todas las baterías —ordenó Voro.

Las luces del puente perdieron intensidad a medida que el plasma se calentaba y fluía de sus baterías laterales para arquearse al frente en dos haces letales que hendieron la oscuridad.

—¡Detectando contramedidas! —gritó Y’gar—. Intento de alterar trayectoria.

Los proyectiles de plasma se movieron a la deriva de un lado a otro y se difuminaron en forma de manchas en un tira y afloja entre ellos y los jiralhanaes. Voro no había previsto que poseyeran tales capacidades. Robadas, sin duda…, de modo que no conocerían todas las complejidades del sistema.

—Reprogramé para guiarlos hasta el emisor de su señal —dijo Voro.

—A la orden —murmuró Y’gar, y sus manos trasladaron bloques de algoritmos sobre la consola—. Blanco fijado sobre nueva señal —anunció.

El plasma de la nave se concentró… y se aceleró.

La fragata Jiralhanae maniobró para situarse de proa al disparo para presentar un blanco más pequeño. Fue una maniobra desesperada y no lo bastante rápida.

El escudo de la fragata se calentó, dispersando el primer proyectil de gas ionizado sobrecalentado. El segundo hizo impacto sobre el casco desprotegido, derritiendo los despliegues de escudos y los sensores y perforando capas de blindaje de lisa aleación azul.

—Dispare el proyector de energía —ordenó Voro—, justo en el centro de la solución de blanco.

—A la orden, señor —respondió Uruo—. Proyector rotando hacia arriba… Disparando.

Las luces del puente pasaron a un ultravioleta de emergencia cuando toda la potencia del Incorruptible fue a parar a una lanza destructora que iluminó el espacio alrededor de la batalla, una iluminación purificadora. El Tenebrous pareció quedar paralizado en el tiempo por un momento… antes de que la energía se abriera paso a través de su casco, pulverizando cubiertas interiores —la parte central de la nave y luego las bobinas de plasma de popa— y haciendo añicos el navío, que quedó convertido en una nebulosa de panículas refulgentes.

No obstante, la fragata Jiralhanae superviviente, la Twilight Compunction, permanecía indemne… y proseguía su avance hacia ellos.

—Reciclando potencia de los motores —dijo Zasses—. Quince segundos para que el motor vuelva a estar conectado.

Quince segundos podían ser una eternidad en un combate espacial a tan poca distancia.

—Despresurice la plataforma de lanzamiento de Seraphs número catorce —gritó Voro—. Vierta plasma de las bobinas auxiliares a las baterías laterales.

—Plasma desviado —respondió Uruo, y su rostro adquirió un tono púrpura—. Despresurización de emergencia…, ahora.

Un temblor recorrió la nave cuando la plataforma dio salida al aire. Propulsados por la repentina expulsión de gases de su atmósfera, giraron en dirección a la fragata superviviente. Las baterías laterales del Incorruptible parecieron adquirir intensidad.

Los motores del Twilight Compunction llamearon y la nave viró, maniobrando para colocarse detrás de un destructor próximo para protegerse.

Retrocedían; como era normal que hicieran al encontrarse con una potencia de fuego superior… incluso aunque esa potencia fuera una ilusión.

Voro se preguntó si el comandante de la nave Jiralhanae, Gargantum, estaba a bordo del Tenebrous, o si había enviado a la nave por delante como señuelo.

El transporte, el Law Giver, dio la vuelta, y los láseres acribillaron a la fragata. Varios rayos colorearon el casco, calentando los escudos…, antes de que otro destructor cruzara la línea de fuego.

—Bobina principal reactivada —dijo Uruo.

—Nuevo curso dos siete cero por cero cero cero. Rompan formación de flota. No podemos pelear sin destruir a nuestros aliados a la vez que a nuestros enemigos.

El Incorruptible dio la vuelta y aceleró hasta una posición situada a trescientos kilómetros por encima de la flota. Varias naves dispararon unas sobre otras, pero muchas se limitaron a flotar sin rumbo, no muy seguras de qué acción tomar.

Sus líderes, los Profetas, no estaban allí; algunos decían que habían partido para participar en el Gran Viaje. Abundaban los rumores de que, en realidad, se habían unido a los Jiralhanaes.

No obstante, existía una amenaza mayor.

El arco holográfico de Halo apareció en el visor principal. Cuatro destructores se encontraban cerca de él, con la quilla en ángulo recto con él, y apuntaban a cientos de naves más pequeñas —Phantoms, Spirits e incluso Banshees— que intentaban evacuar la superficie de la estructura en forma de anillo. Los destructores abrasaban aquellas naves con bombardeos de plasma y ráfagas de fuego láser…, pero había demasiadas que intentaban escapar.

No se podía permitir que nada abandonara aquel lugar. Si un solo navío infectado con el Flood efectuaba la transición al Slipspace… la existencia de todos ellos finalizaría. La plaga no se podría volver a contener jamás.

—Deme un canal de comunicaciones con toda la flota —dijo a Tgar—. Use las propias frecuencias de los Profetas.

—Señal obtenida —respondió Y5gar—. Listo para transmitir a toda la flota.

Voro empezó a hablar:

—Aquí comandante de la nave Voro ‘Mantakree del Incorruptible a todos los navíos leales de la Segunda Flota de la Claridad Homogénea.

»Hermanos, debemos exorcizar nuestra confusión, y dejar de arrojarnos unos sobre otros. La reliquia sagrada está contaminada. Debemos quemar la corrupción antes de que se apodere de todos nosotros.

»Zasses —ordenó—, envía soluciones de blanco coordinantes a la flota.

Señaló en dirección al visor holográfico principal, seleccionando porciones del anillo Halo de donde docenas de Spirits se escabullían.

—Debemos detenerlos antes de que establezcan contacto con uno de esos destructores.

—A la orden, señor. Soluciones de blanco enviadas.

La mayoría de la flota, indolente y desorientada, se fue alineando despacio en una fuerza de combate coherente: haces de plasma brotaron en forma de arco de un centenar de naves, y el fuego láser entretejió una especie de encaje en la oscuridad del espacio.

Bajo tal destructiva salva de fuego combinado, las naves más pequeñas ardieron…, dejando únicamente escombros y armazones sin vida.

—No se crucen con los blancos —dijo Voro a través del transmisor—, o la enfermedad se extenderá. —Sus manos aferraron con fuerza la consola de mando.

—Recorred toda la nave —susurró a la pareja Lekgolo—, quiero una vigilancia constante hasta que ordene lo contrario. Informad de cualquier brecha en el casco, no importa lo insignificante que sea. Cualquier muerte. Cualquier cosa que pudiera ser una infección del Flood.

Los Lekgolos xida asintieron y abandonaron el puente con andares pesados, flexionando los dedos ansiosamente.

—Uruo —dijo Voro—, prepare la secuencia de autodestrucción. Debemos estar preparados.

Uruo asintió, las fauces moviéndose nerviosamente, pero colocó las bobinas de plasma en modalidad de detonación.

—Todo listo —respondió.

—Uno de los destructores situados cerca del anillo está haciendo señales a la flota —indicó Y’gar—. Raptous Are.

Crepitó la estática y por encima de ella llegó un susurro:

—«Aquí el comandante de la nave del Raptous Are. Nos están aplastando. No dejéis que nos conviertan en sus instrumentos. No permi…».

La señal finalizó.

El Raptous Are se movió, dio media vuelta en dirección a las estrellas, y luego siguió girando en dirección a los otros tres destructores colocados en ángulo recto con Halo. Tocó a uno de sus navíos hermanos, los escudos de energía brillaron, las frecuencias se ajustaron, y la nave infectada con el Flood liberó un enjambre de formas bulbosas portadoras.

—Alteren el blanco —dijo Voro a través de la radio—. Quemen esas naves.

A continuación ordenó a Uruo:

—Caliente líneas y apunte el proyector.

—Blancos listos —anunció éste.

—Fuego —ordenó Voro, que no podía correr riesgos.

Proyectores de plasma y de energía dispararon desde una docena de naves próximas y alcanzaron a los dos navíos. Los escudos de los destructores se vinieron abajo —estallaron cubiertas hacia el exterior desde los compartimentos de los motores de popa— en una oleada de luz que llameó con intensidad y luego se enfrió en forma de humeantes postimágenes.

—Nuevos blancos —dijo a Uruo, señalando los otros dos destructores situados cerca del anillo—. Coordine soluciones de blanco para toda la flota.

Uruo vaciló sólo un instante, y luego asintió.

—Fijados y listos. Soluciones de blanco enviadas, señor.

Aquellas dos últimas naves habían estado demasiado cerca de sus homologas infectadas. No podía haber el menor margen de error en aquello. Ni siquiera una única célula infectada por el Flood podía escapar.

—Señor —dijo Y5gar, y se irguió aún más—, los destructores objetivo han hecho desaparecer sus escudos.

Voro asintió, casi abrumado por la nobleza de los comandantes de las naves hermanas.

—Envíe la orden a toda la flota —murmuró—. Disparen todas las baterías y láseres. Descarguen proyectores.

Las baterías de plasma se calentaron, se soltaron y salieron disparadas del casco del Incorruptible y de toda la Segunda Flota. Los proyectores de energía dispararon y anularon el blindaje de las naves en un instante. Los láseres acribillaron los cascos en ebullición y el aire salió despedido al exterior, haciendo que los navíos rodaran sobre sí mismos. Luego, los proyectiles de plasma impactaron contra las estructuras, penetrando por los agujeros e incendiando los navíos.

—Otra andanada —ordenó Voro—. Convertidlos en cenizas.

Más disparos de plasma hicieron impacto y los condenados navíos se dirigieron hacia la estructura Fíalo, girando sobre sí mismos, capturados por su gravedad. Aquello sería su pira funeraria.

—Haga retroceder al Incorruptible —indicó Voro—. Treinta mil kilómetros.

Por el intercomunicador de la nave Voro conectó con los dos Lekgolos xida.

—Informad.

—No se han detectado brechas —respondió Paruto—.

Todo el personal de la nave localizado. No existe contaminación.

Voro exhaló en señal de alivio. Tal vez todavía podrían esperar sobrevivir.

—Detectando a la Twilight Compunction, señor —informó Y’gar—, y a otras dos fragatas Jiralhanaes en rumbo de intercepción. Sus baterías laterales están calientes.

La crisis no había finalizado aún y ya regresaban a los viejos odios. Voro inspeccionó la flota y vio que otros giraban y disparaban sobre naves junto a las que momentos antes habían peleado.

—Preparados para efectuar la transición al Slipspace —ordenó.

—Con todo respeto, señor —murmuró Y’gar—. ¿Abandonamos la batalla?

—Permanecer aquí y combatir hasta que estemos todos muertos es una locura. Todo ha cambiado. Acudiremos a la llamada del almirante imperial Xytan ‘Jar Wattinree. Debemos advertirles de lo que ha sucedido…, sobre los Jiralhanaes, sobre el Flood.

—Matriz de Slipspace activada —dijo Zasses, luego negó con la cabeza—. Se detectan anomalías en la dimensión YED-4, señor…, causa indeterminada.

—¿Podemos efectuar la transición sin problemas? —inquirió Voro.

—No lo sé, señor.

Las dimensiones del Slipspace no presentaban «anomalías». ¿Era aquello algo provocado por el anillo sagrado? No había tiempo para investigarlo. Tendrían que arriesgarse.

—Fije el curso y efectúe transición —dijo Voro—. Sistema Salia, mundo fronterizo Exultación Jubilosa.

* * *

La patrullera Dusk del UNSC flotaba en la zona en sombras de la luna del cuarto planeta.

El silencio era tal en el puente que el comandante Lash oía su propia respiración y los latidos de su corazón. Todas las pantallas mostraban la feroz batalla que libraban las fuerzas del Covenant entre sí.

En su mente sonó la música del último acto del Anillo de los nibelungos. El ocaso de los dioses, Ragnarök, Armageddon…, el fin de todo un maldito universo.

—Confirme que todas las grabadoras están en modo de captura de alta definición —dijo Lash.

Durruno volvió a comprobar su consola.

—Confirmado, señor —susurró.

—Señor —intervino entonces el teniente Yang—, tal y como ordenó, los condensadores están cargados, y todo está dispuesto para entrar en el Slipspace por el vector tango.

Lash y el capitán de fragata Waters contemplaron fijamente las pantallas, observando como la flota del Covenant se destruía a sí misma.

—No sé qué diablos estará sucediendo ahí —observó Waters—, pero al menos no nos han descubierto.

—Señor —inquirió Yang—, ¿qué cree usted que está sucediendo?

—Sólo puede ser una cosa —respondió Lash—. Una guerra civil del Covenant.