DIECIOCHO

18

10.20 HORAS, 3 NOVIEMBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA ZETA DORADUS, VECTOR DE ENTRADA ORBITAL SOBRE EL PLANETA ONYX / A BORDO DEL NAVÍO DEL UNSC RETIRADO DEL SERVICIO CLASE QUIRÓPTERO (REGISTRO/MATRÍCULA ILEGAL) «BEATRIZ»

Kelly desabrochó su arnés y comprobó el estado de la doctora Halsey. Respiraba, pero sin un traje presurizado la aceleración había sido demasiado para ella.

Una contrariedad que no le era familiar se apoderó de Kelly. La molestaba que no le hubieran dado instrucciones respecto a aquella nueva misión, verse arrojada en medio de un conflicto sobre el que no sabía nada, y lo que era aún peor… sin disponer de un modo de pelear.

Pero a lo mejor había sucedido demasiado de prisa para que John y los demás pudieran revivirla. Todo había ido demasiado de prisa desde la caída de Reach. Sin embargo, algo no cuadraba.

No obstante, Kelly comprendió que no obtendría respuestas de la doctora Halsey en un futuro inmediato, asumiendo que tuvieran un futuro.

Lo primero era lo primero. Localizar al enemigo.

—¿Información sobre la nave perseguidora? —preguntó Kelly a la LA.

—A partir de nuestra posición emergente en el otro lado del satélite —respondió la diminuta chispa holográfica—, ahora sólo detecto ciento cuarenta y siete navíos. Quedan dos minutos para que volvamos a estar al alcance de sus armas.

—¿Únicamente ciento cuarenta y siete? —masculló ella—. Vaya golpe de suerte.

Un planeta azul verdoso apareció en el centro de la pantalla de visión.

—¿Cuál fue la última corrección de curso de la doctora Halsey?

—Inserción planetaria —respondió la LA.

El Beatriz se estremeció. Un siseo chisporroteante surgió de la sala de máquinas, luego otro de la riostra del ala de babor. La temperatura descendió veinte grados.

—Pérdida de presión en cabina de un doce por ciento por minuto —informó la IA.

—No podemos penetrar a esa velocidad —dijo Kelly—. Las únicas cosas que hacen una entrada a esta velocidad y se estrellan son los meteoritos.

—Eso es sólo parcialmente correcto Spartan-087 —repuso la LA—. Las últimas instrucciones sobre impulsión de la doctora Halsey solucionan esa parte del problema, al menos en teoría.

—Explícate.

La nave giró ciento ochenta grados y su morro se elevó.

—El cálculo de la doctora Halsey es para un contraimpulso. Estoy a punto de iniciar un impulso de sobrecarga desde las bobinas. Pero esto es sólo una operación teórica, ya que excede la potencia calculada para la bobina en un doscientos cuarenta por ciento.

En la pantalla se arremolinaron volutas de calor y aparecieron largas estelas de humo.

—Entrando en la atmósfera superior, y… —La IA hizo una pausa—. Atención, llega una transmisión débil por la frecuencia E.

La frecuencia E era el canal de comunicaciones de emergencia del UNSC.

—Conecta el audio, de prisa —dijo Kelly.

Hubo un crepitar de estática y luego:

—«… es una llamada general automatizada de socorro código Flecha Ensangrentada. Que todo el personal del UNSC escuche y esté listo para entrar en acción. Nos atacan y nece…»

La comunicación se desvaneció.

Kelly habría reconocido la voz en cualquier parte. Era el hombre que la había convertido a ella y a todo Spartan en lo que eran: el Jefe Méndez.

El código Flecha Ensangrentada sólo se utilizaba cuando todas las posiciones amigas habían sido destruidas por el enemigo. Una derrota aplastante. La interpretación más probable era una invasión del Covenant.

—Atención. Estaremos al alcance de las armas de los navíos que nos persiguen en siete segundos —informó la IA a Kelly a la vez que aparecían destellos en el espacio negro azulado—. Picos de energía detectados desde múltiples puntos de origen.

—Confirma que no hay armas en esta nave —dijo Kelly.

—Confirmado —respondió la 1A.

¿Por qué llevaría la doctora Halsey una nave desarmada a una misión peligrosa?

—Inicia alabeo evasivo —ordenó a la LA.

—Desaconsejable. Con ajustes de impulsión precarios puedo mantener un descenso estable. Un bamboleo produciría un desplome irreparable.

Florescencias térmicas de convección aparecieron en la cámara de popa, haciendo oscilar la nave, cada vez más grande, que los perseguía. Otro estremecimiento recorrió el casco con una intensidad mayor.

—Descarga de energía de la nave que nos persigue —informó la IA.

En la pantalla llamearon chispas doradas. Haces centelleantes recorrieron el espacio entre la nave alienígena y el Beatriz.

«Un blanco fácil» y «Pan comido» eran las frases que a Fred le gustaba utilizar.

Podía saltar. Kelly y los otros Spartans del equipo Rojo habían sobrevivido a un salto a gran altura desde una nave Pelican…, pero no fue como aquello. El Beatriz se encontraba en órbita media. A alta velocidad, su armadura MJOLNIR podría resistir a la turbulencia y el calor… pero dentro, ella quedaría asada y hecha papilla.

Dirigió una ojeada a la doctora Halsey. No habría salto para la doctora.

Tendría que arriesgarse y permanecer allí. Volvió a sentarse en la silla del primer oficial, se abrochó el arnés y cerró las manos con fuerza sobre los brazos del asiento.

Una red de rayos de energía entrecruzados se desdibujó frente a las cámaras. La ardiente turbulencia era una nebulosa de caos, humo y aire en ebullición. Ópticamente dispersiva.

—Retrasa la maniobra de frenado.

—Desaconsejable. Si no aminoramos, el Beatriz arderá.

—Con eso es con lo que cuento —dijo Kelly—. Aguarda tres segundos.

La IA lo consideró mientras su luz parpadeaba rápidamente.

—Comprendido. Recalculando potencia de salida retardada.

Los disparos de las armas de energía alienígenas se distorsionaron, refractadas por la cada vez más caótica turbulencia, hasta que se desdibujaron en docenas de haces más tenues… y luego se desintegraron en la bola de fuego dejada por la estela del Beatriz.

—Cohesión de haz casi cero —anunció la LA.

La temperatura en el interior de la nave saltó a cuarenta grados centígrados, y Kelly oyó un golpeteo agudo por toda la estructura.

—Iniciando contrapropulsión —comunicó la LA.

Kelly se sujetó con fuerza.

Sonó una explosión en el compartimiento de popa. Kelly se vio lanzada hacia atrás y la silla del primer oficial, que no estaba diseñada para soportar media tonelada de Spartan y armadura MJOLNIR, se soltó de su base.

La joven dio una voltereta y se estrelló contra el mamparo situado entre el puente y la sala de máquinas, haciendo una abolladura en el tabique.

El motor profirió un chillido ultrasónico y zarandeó la nave con tal violencia que a Kelly se le nubló la visión. Una serie de crujidos irradiaron de la columna vertebral del casco, microfracturas por fatiga del material, y sonaron chasquidos y desgarrones desde el ala de babor.

Los motores pararon y la aplastante desaceleración disminuyó.

Kelly se apartó de la pared y vio que la doctora Halsey seguía bien atada a su asiento. Un hilillo de sangre brotó de la nariz de la anciana y burbujeó, lo que era una buena señal: significaba que la doctora aún respiraba.

—En estos momentos nos encontramos siete kilómetros por encima de la superficie del planeta —indicó la IA—. Trayectoria estable para un aterrizaje controlado. Motores principales… inviables. Motor auxiliar viable, pero incapaz de proporcionar velocidad de escape.

—Comprendido —dijo Kelly. Estaban atrapados… donde fuera que estuvieran—. ¿Situación de los navíos perseguidores?

—No hay ninguno dentro del campo visual o del radar.

Kelly no creyó que los hubieran perdido de vista para siempre.

Fue hacia la doctora y comprobó su pulso. Era fuerte y regular; aquella mujer era más resistente de lo que parecía.

Distinguió dos bolsas de pertrechos bien amarradas bajo la silla del capitán: una estaba repleta de una variedad de suministros médicos, y la otra contenía cuatro MA5B y dieciséis cargadores.

Sonrió. Después de todo, sí había armas. Agarró uno de los MA5B, introdujo el cargador, y se tranquilizó al sentir su reconfortante peso.

El Beatriz se inclinó lateralmente y el casco chirrió.

La pantalla de visión mostró colinas ondulantes, jungla y ríos sinuosos. Al norte había desfiladeros y mesetas de roca blanca, así como columnas de humo y remolinos fluctuantes de polvo.

Kelly se relajó, no para sumirse en una sensación de auto-complacencia, sino más bien porque la situación le resultaba familiar. En el espacio no podía hacer nada aparte de permanecer sentada y observar; una misión imposible para cualquier Spartan. Ahora, no obstante, podía analizar tácticas, planear, actuar, pelear y, posiblemente, vencer.

—Recupera esa señal de socorro —dijo a la IA.

—Lo siento —respondió ésta—. Todas las antenas se han volatilizado. No obstante, puedo facilitarle la posición aproximada de la última transmisión.

—Eso servirá. Llévanos ahí.

La nave se inclinó a estribor.

—Diecisiete kilómetros más adelante se encuentra el punto de origen de la señal —indicó la IA.

La esquina de la pantalla de visión se amplió y Kelly vio edificios y terrenos dispuestos en forma de herradura.

Reconoció al instante los senderos reglamentarios de tres metros de ancho de cuarzo blanco triturado, la geometría perfecta del patio de inspección y las amplias plazas de armas. Había pistas de obstáculos al oeste. Y un polígono de tiro. Aquello era un campamento militar del UNSC. Tal vez habría armas y municiones allí.

—Desciende a cinco mil metros y describe un círculo sobre el campamento —ordenó.

—A la orden.

El Beatriz descendió, y un temblor se inició en el ala de babor y siguió repiqueteando. Kelly pensaba sacar el máximo provecho de aquel reconocimiento aéreo, pues tenía la sensación de que una vez que aquel pájaro se posara, ya no volvería a volar.

En pantalla Kelly vio otros objetos en el espacio aéreo; destellos de oro mate.

—Contacto por radar —dijo Jerrod—. Idéntica configuración que la nave de la persecución orbital.

Una silueta apareció y se amplió en el visualizador: tres botalones flotando alrededor de una esfera central.

Docenas de aquellas cosas describían círculos sobre el campamento. Los objetos, o bien no habían advertido su presencia, o no les importaba.

—Llévanos cinco kilómetros al oeste.

—Introduciendo nuevo curso.

Había un pequeño claro en la jungla.

—Escanea el espacio aéreo de la zona —indicó Kelly—, y si está despejado, pósanos aquí.

No quería renunciar a la movilidad que aquella nave le proporcionaba, pero tampoco estaba dispuesta a permanecer allí arriba y convertirse en un blanco fácil. Si conseguía camuflar el vehículo, entonces quizá podría mantener abiertas sus opciones de volar.

—No hay contacto en el radar —informó la IA—. Calculada senda de deslizamiento. —Se oyó un retumbo procedente del tren de aterrizaje—. Impulsores de maniobra horizontal parcialmente operativos. Prepárese para aterrizar.

Se encaminó a popa para ver si había algo más que pudiera rescatar. De todo el revoltijo tomó paquetes plastificados de raciones F y tres recipientes de agua. Echó un vistazo a la sección del motor y el medidor de radiación de su armadura tintineó a toda velocidad. Las bobinas de plasma estaban medio derretidas.

Regresó al puente.

—¿Señora? —preguntó la IA con un tono de incertidumbre deslizándose en su voz—. ¿Me llevará también a mí?

Probablemente, la doctora Halsey necesitaría a la IA, y ésta era eficiente en combate.

—Estás incluido.

—Gracias, señora. Aterrizaje en tres segundos.

Kelly observó las pantallas. No se veían objetos voladores, pero daba por supuesto que éstos ya habían advertido su presencia.

Hubo una sacudida y los motores se apagaron con un gemido agudo.

Kelly desconectó el ordenador portátil y lo arrojó dentro de una bolsa de pertrechos; luego liberó del arnés a la doctora y se la echó sobre el hombro con cuidado. Apoyó la palma de la mano en la escotilla de escape. La puerta se deslizó hacia abajo, convirtiéndose en una rampa de desembarco.

El terreno del exterior era más ciénaga que prado. Zumbaban los insectos, pero nada más se movía. Corrió hacia los árboles, cubriendo la distancia en diez largas zancadas.

En la oscuridad de la jungla depositó a la doctora Halsey junto a un árbol y volvió a comprobar sus constantes vitales. Seguían fuertes y regulares.

Escudriñó el cielo. No tenía compañía.

Consideró regresar a la nave y camuflarla, pero eso podría no ser necesario. El vehículo indetectable de color negro mate armonizaba casi a la perfección con el umbrío límite de la vegetación arbórea.

Probó su transmisor conectando con la frecuencia E.

—«… esperen una inmediata respuesta hostil. Esto es una llamada general automatizada de socorro código Flecha Ensangrentada. Que todo el personal del UNSC escuche y esté listo para entrar en acción. Nos atacan y necesitamos ayuda. El campamento Currahee y la península septentrional han sido invadidos por enemigos desconocidos, posiblemente del Covenant. Sugerimos bombardeo orbital de la región septentrional ya que estas entidades están equipadas con armas de rayos de alta potencia calórica. Nuestras fuerzas permanecerán a cubierto. Aterricen con gran número de efectivos y esperen una inmediata respuesta hostil…».

A través de la ciénaga le llegó un tenue susurro de hojas.

Kelly se puso a cubierto, alzó su MA5B, y contuvo la respiración.

Dos figuras salieron de la jungla. Humanoides. ¿El Covenant? Iban vestidas con camuflajes activos. Sus texturas se ajustaron y dieron la impresión de ser en parte hoja y en parte sombra. Había visto a las tropas de asalto de desembarco orbital experimentar con aquella tecnología…, pero nunca habían conseguido que funcionara en el campo de batalla.

Las dos figuras se detuvieron. Resultaba difícil discernirlo con claridad, pero le pareció como si una de ellas hiciera una señal con la mano: el pulgar presionando contra la palma y los otros dedos curvados hacia adentro.

Era la señal Spartan para «Desconocido al frente. Aguarda».

Se arriesgaría. Si eran humanos y llevaban lo último en armaduras del UNSC, no deberían ser hostiles.

Sacó una mano del escondite y movió rápidamente el índice una vez, y luego otra, después hizo el gesto que indicaba «adelántate».

Oyó más movimientos a su alrededor: unidades que la flanqueaban.

Desde luego, nadie iba a cruzar por terreno despejado. Aunque fueran amigos.

Sin embargo, el adiestramiento para el combate de Kelly entró en acción. Tenía que cambiar de posición, pero eso significaría dejar a la doctora Halsey en una situación de vulnerabilidad.

Uno de los desconocidos estaba cerca; no es que lo oyera… era simplemente un hormigueo en la zona más recóndita de su mente, un sexto sentido que le decía que la observaban, y lo que fuera que la observaba estaba demasiado cerca para su gusto.

Hubo movimiento en la visión periférica de Kelly, una figura borrosa.

Giró en redondo y vio una figura fantasmal moviéndose hacia ella… más rápido de lo que podía moverse ningún humano.

Se hizo a un lado, le agarró el brazo y se lo retorció.

Su oponente lo retorció a la inversa y contrarrestó la llave.

Fuera lo que fuese, no era humano; de lo contrario Kelly le habría arrancado el brazo.

Su oponente dobló la muñeca y escapó de la sujeción de Kelly.

Kelly fue más veloz aún; su otra mano salió disparada al frente con la palma plana e impactó contra el plexo solar de su oponente.

La figura salió volando hacia atrás dos metros, chocó contra un árbol, y se desplomó.

—¡Abandone, Spartan!

Kelly se dio la vuelta. Reconocía la voz. No era la de Méndez, sino otra voz del pasado…, una que no podía ser. Aquella persona estaba muerta.

Ante ella se alzó una figura que oscilaba como si fuera un espejismo, entonces el camuflaje activo se desvaneció y una persona ataviada con lo que parecía una armadura MJOLNIR reducida apareció ante ella, una mano sosteniendo un rifle MA5K que apuntaba al suelo y la otra alzada.

—No hay tiempo para explicaciones, Kelly —dijo aquel hombre a través del transmisor—. ¡Vamos! Enemigos en…

Una explosión desgarró la jungla.