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07.15 HORAS, 31 OCTUBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA BETA DORADUS, PROXIMIDADES DE LA ZONA 67, PLANETA ONYX
Ash corría desesperadamente por el terreno rocoso. No estaba seguro de cómo conseguía seguirle la pista aquella cosa llevando puesta la armadura SPI, pero lo cierto era que lo hacía.
Miró por encima del hombro y vio los tres botalones y el único ojo del drone centellear bajo la luz del sol. La cosa aceleró casi a ras del suelo en persecución del equipo Sable.
—¡Desperdigaos! —ordenó a través del transmisor del equipo.
El rayo que disparaba aquel drone podía fundirles la armadura en un abrir y cerrar de ojos, y Ash no iba a correr el riego de que acabara con todo su equipo de un único disparo.
Mark y Dante se desviaron a la izquierda. Holly marchó hacia la derecha. Ash no vio a Olivia, que seguramente avanzaba a hurtadillas por alguna parte.
Ash decidió seguir a toda velocidad en línea recta, con la esperanza de atraer su fuego.
Aventuró una nueva ojeada a su espalda: el drone había virado a la derecha tras Holly, que ascendía veloz por una ladera.
Ash vio que la ladera finalizaba en un acantilado vertical a un centenar de metros por delante de su compañera. Cuando la muchacha llegara allí, estaría atrapada. Incluso si saltaba y sobrevivía, el drone todavía podría acabar con ella disparando desde lo alto.
No pensaba permitir que eso sucediera. Dio la vuelta corriendo.
Holly se detuvo con un patinazo en el borde del risco.
El drone se inclinó por encima de ella, y el color rojo de su esférico ojo central destelló.
Ash disparó su rifle de asalto MA5B. Un escudo transparente de energía dorada refulgió alrededor del drone, y los proyectiles de goma rebotaron en él. El ojo central siguió calentándose.
El muchacho no pensaba darse por vencido tan fácilmente.
Aquellos escudos no eran como los del Covenant, invisibles hasta que interactuaban con proyectiles o rayos de energía. Ash vio como aquéllos se activaban a toda prisa justo antes de que la bala impactara.
Tenía que probar otra cosa.
Levantó una piedra y la lanzó contra el drone. No era en absoluto tan veloz como una bala, pero era mucho más pesada.
La piedra impactó y rebotó en uno de los botalones de metal, haciéndole algunos rasguños.
Los escudos no se activaron en esa ocasión.
El drone vaciló, y uno de los botalones pareció temblar. Ash advirtió que no estaban conectados a la esfera central. Simplemente flotaban a su alrededor. ¿Qué era aquella cosa?
El objeto se acercó más a Holly. Ella le disparó, pero sus escudos volvieron a aparecer inmediatamente desviando los proyectiles. La muchacha miró por encima del borde del precipicio y aspiró con fuerza.
Iba a saltar.
—Ni hablar —musitó Ash.
Agarró un pedazo de ónice del tamaño de un puño y lo arrojó contra la cosa con todas sus fuerzas.
Dio en el blanco…, justo en el centro del rojo ojo esférico del drone.
—¡Sí! —exclamó el muchacho.
El drone se volvió hacia Ash.
La euforia del joven se evaporó al instante cuando la cosa se deslizó hacia él tomando velocidad.
Ash dio media vuelta y corrió; se desvió a la derecha y luego a la izquierda.
El suelo estalló. Una oleada de calor lo envolvió y salió despedido dando volteretas. Aterrizó sobre la espalda, golpeando el suelo con la mano en el último instante para amortiguar la caída.
Rodó por el suelo y, con sólo una leve cojera, siguió corriendo.
Esperó que los otros pelotones estuvieran teniendo mejor suene. Olivia había captado la señal del pelotón Katana, y éste había informado de que estaban siendo obligados a penetrar en la Zona 67. Poco después de eso perdieron su señal. No habían sabido nada en absoluto del pelotón Gladius. O bien se mantenían ocultos o estaban muertos.
Miró atrás. Casi lo tenía encima. El único ojo del drone se encendió hasta convertirse en una brasa rojo cereza, preparando otra descarga de energía.
Más adelante había una grieta en la roca, un canal sinuoso de dos metros que tal vez había sido un río profundo hacía un millón de años, antes de que el lugar se secara.
Salió disparado hacia allí y se lanzó a su interior.
El canal era mucho más profundo de lo que había imaginado. Rebotó en las paredes y aterrizó diez metros más allá, en el fondo.
La sombra del drone pasó como un relámpago sobre su cabeza y desapareció.
Ash se incorporó despacio y contuvo el aliento. ¿Lo había despistado? A lo mejor tenían una oportunidad después de todo de…
El drone volvió a aparecer en lo alto.
Podía echar a correr por el canal, pero con todas sus curvas y giros iría despacio. Además, aquello ni siquiera tenía que alcanzarlo con su rayo de energía. Un disparo a las paredes y quedaría enterrado vivo. Ash estaba atrapado.
Así que se quedó totalmente inmóvil…, esperando que aquello sólo detectara movimiento.
El drone se dejó caer al interior del canal y se detuvo a medio camino del fondo…, mirándolo directamente. El ojo brilló con un rojo apagado, que se fue intensificando hasta convertirse en un dorado intenso. De no saber que no podía ser, Ash habría dicho que la máquina parecía enojada.
Necesitaba comunicar al resto del equipo Sable dónde estaba, al menos que supieran lo que había descubierto. El silencio en la radio no ayudaba en aquellos instantes. Conectó su transmisor y puso el volumen al máximo.
—Sólo detectan objetos a gran velocidad —dijo por el transmisor.
El drone vaciló y sus botalones se movieron adelante y atrás casi como si estuviera… ¿qué? ¿Interceptando su señal? ¿Intentando oírlo?
—¡PARA! —aulló Ash en su transmisor.
Los tres botalones se inmovilizaron y el drone flotó hacia atrás medio metro.
Aquella cosa lo había oído.
—¿Qué quieres? —preguntó Ash.
El drone se deslizó algo más cerca y su voz se abrió paso a través del altavoz del casco del Spartan.
—Fhejelet ’Pnugbt Juber.
—No comprendo —dijo Ash, negando con la cabeza, y alzó las manos bien abiertas y se encogió de hombros: el gesto universal para indicar «no sé».
—Fhejelet non sequitur, ahora?
—He comprendido parte de esto —respondió Ash—. Non sequitur…, eso es latín, ¿no?
El muchacho no estaba seguro de qué era aquella cosa, o qué intentaba decirle, pero indudablemente no pertenecía al Covenant. El Covenant disponía de traductores de lenguaje, y no sonaban como aquello. El Covenant, por lo general, los utilizaba sólo para pronunciar rebuscados improperios justo antes de volatilizar planetas.
A tan poca distancia, Ash distinguía la curva inerte de los botalones del drone y notaba el calor que desprendía su ojo. Diminutos jeroglíficos dorados brillaban tenuemente alrededor de la esfera, flotando un centímetro por encima de su superficie. Ash entrecerró los ojos pero no consiguió descifrar los símbolos.
—Protocolos de seguridad habilitados —le dijo el drone a través del transmisor.
—Eso lo he entendido —respondió Ash.
—Sistema ofensivo del anillo activado —dijo el objeto—. Escudo en modo cuenta atrás. Intercambia apropiada contrarrespuesta, recuperador.
—No quiero hacerte daño —probó a decir Ash.
No tenía ni idea de qué quería aquella cosa.
—Non sequitur —dijo ésta—. Reclasificación de objetivos como no-recuperadores. Subespecie aborigen. Recoger para ulteriores análisis… o bien neutralizar como posible vector de infección.
Ash comprendió con toda claridad «neutralizar».
El drone avanzó, desplegando totalmente los botalones como si fueran unas fauces abiertas.
Ash se había quedado sin ideas.
Un roca golpeó al drone, un pedazo de granito de medio metro de ancho rebotó en su botalón ventral.
El impacto hizo que el objeto descendiera en picado, pero se recuperó, y los botalones cambiaron de posición. Reordenó su geometría de modo que ahora miraba a lo alto, al borde del canal.
El equipo Sable se encontraba allí de pie, mirando hacia abajo; todos ellos sostenían grandes pedruscos.
Dos piedras chocaron contra los botalones del drone y otra se hizo pedazos directamente contra su ojo. La cosa descendió en picado hasta el suelo con un gran estrépito, y el ojo esférico empezó a brillar al rojo blanco. El polvo a su alrededor se cristalizó y borboteó.
Un peñasco que apenas cabía dentro del canal cayó rebotando por las paredes… y aplanó al drone. El ojo, aplastado por la presión, chisporroteó y se enfrió adquiriendo un rojo apagado que luego se tornó negro. Los tres botalones de metal sobresalían de debajo de la roca como si pertenecieran a una araña aplastada.
Ash soltó aire, dejó que la adrenalina decreciera, y trepó fuera de la hendidura.
Mark y Dante lo ayudaron a salir.
Se habían salvado unos a otros un centenar de veces antes, pero en aquellos casos siempre se había tratado de ejercicios de adiestramiento. Incluso bajo condiciones de fuego real, jamás había sido como aquello. Algo real. Ash quiso decirles que eran como hermanos y hermanas para él.
—Gracias, chicos —fue todo lo que consiguió decir sin que la voz se le quebrara.
—Bueno, gracias por hacer de cebo —respondió Holly.
—Buena idea la de usar rocas —susurró Olivia.
—Tenemos que ponemos a cubierto —dijo Ash, asintiendo—. De vuelta a la jungla.
—No, de vuelta al campamento —indicó Mark—. Vayamos a coger munición auténtica.
—También explosivos —añadió Dante.
Ash vio movimiento en su visión periférica. Otros tres drones sobrevolaban las mesetas, moviéndose de un lado a otro… buscando.