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06.45 HORAS, 31 OCTUBRE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA BETA DORADUS, PROXIMIDADES DE LA ZONA 67, PLANETA ONYX
Detonaron dos granadas luminiscentes aturdidoras… bolas de rayos y truenos y hojas que revoloteaban.
Ash cayó y automáticamente se enroscó sobre sí mismo. Había visto los tubos hexagonales de acero una fracción de segundo demasiado tarde, y sus imágenes habían quedado grabadas en sus retinas.
Estaban muy bien camuflados, a la altura del pecho, en los árboles. Estúpido. No estaba pensando, dejaba que su sangre hirviera y lo dominara.
Rodó para ponerse en pie. Lo único que oía era el martilleo de su corazón; aparte de eso estaba sordo.
Parpadeó para aclararse la visión.
El equipo Sable había caído. Mark, Olivia, Holly y Dante estaban de rodillas. Las granadas luminiscentes habían aniquilado los interfaces del camuflaje de su armadura SPI, y únicamente un tenue dibujo de camuflaje de color beige empezaba a aflorar como si fueran moratones. La nueva tecnología de revestimiento fotorreactivo podía imitar una amplia gama de radiación electromagnética, pero seguía siendo sensible a la sobrecarga.
Tiró de Mark para ponerlo en pie y lo zarandeó.
Mark asintió y luego hizo que los demás se incorporaran.
Ash les hizo señas para que retrocedieran, invirtiendo la dirección que los había conducido a aquella trampa. Sólo tenían un instante antes de que el equipo Katana apareciera para caer sobre su presa.
Aquello era culpa suya. Había sido demasiado impaciente, se había dejado empujar con demasiada facilidad a la acción sin recapacitar. Mark había localizado a un francotirador de los Katana, y Ash había decidido con demasiada rapidez bordearlo por la izquierda… y se había metido directamente en la auténtica trampa: las granadas.
Pero aquél era el propósito del ejercicio, ¿verdad? Comprimir a tres pelotones Spartans en una área de combate de un kilómetro cuadrado… Piensa rápido o muere.
O, en aquel caso, piensa rápido o pierde.
Alzó una mano para detener a su equipo. No podían retroceder directamente. Si él fuera el equipo Katana, habría dispuesto otra trampa para el enemigo que se retiraba.
Les hizo señas de que giraran a la derecha.
El equipo Sable avanzó agazapado entre la maleza, despacio, con cautela, con los ojos bien abiertos. Olivia apuntó, y desapareció en las sombras verdes.
A Ash empezaron a zumbarle los oídos. Eso era una buena señal. Medio metro más cerca de aquellas granadas y habría perdido el tímpano. La clonación in situ era un procedimiento espantosamente aburrido, y le encantaría poder eludir las dos semanas de inactividad obligada.
Una luz roja de situación parpadeó procedente de Olivia. El equipo se detuvo en seco.
Cinco metros por delante de ellos, un helecho se dobló y saltó hacia atrás.
Ash hizo parpadear rápidamente su luz verde de situación: la señal para abrir fuego. Era el mejor blanco del que habían dispuesto en toda la mañana.
Unas ráfagas controladas pasaron junto a él y el helecho estalló en una lluvia de confeti.
Un solitario Spartan oculto junto al helecho se dio la vuelta, con la armadura SPI centelleando debido a la entrecortada lluvia de proyectiles aturdidores que acribillaban su superficie. Su pie se enganchó en una raíz y cayó al suelo.
Ash repitió la señal de avanzar, y su pelotón se aseguró de que el blanco permanecía en el suelo con varias ráfagas de proyectiles bien colocados. La capa interior de gel balístico de sus armaduras era capaz de resistir un vapuleo endiablado antes de descomponerse.
Al cabo de tres segundos, el caído les mostró la luz roja, y cesaron el fuego.
Olivia se acercó y plantó una banderita adhesiva verde lima en la espalda todavía convulsionada del Spartan. El blanco estaba ahora oficialmente «muerto».
Ash activó un marcador y pulsó C y C para la recogida del «cadáver».
El suelo se estremeció apenas un instante, pero todos los Spartans del equipo Sable se quedaron inmóviles, y luego escudriñaron la jungla en busca del origen de la conmoción.
¿Un terremoto? No era probable. No había actividad tectónica en Onyx. Eso dejaba sólo dos posibilidades: impacto o detonación. Ninguna era especialmente grata.
Ash hizo una seña para que el equipo saliera de allí. Avanzaron a hurtadillas por la jungla y emergieron en una llanura. Allí, pequeñas mesetas, grutas y fisuras de piedra caliza, granito y cuarzo se extendían hacia el norte… más allá de la elevada cerca de la Zona 67.
Era en la zona donde se suponía que estaba el «espectro» de Onyx. Éste había sido avistado una o dos veces según otros candidatos Spartans: un único ojo en la oscuridad. Simplemente se inventaban aquellas cosas para asustar a los novatos. No obstante, Ash había oído hablar de un pelotón de la compañía Beta que había desaparecido cerca de allí y jamás lo habían vuelto a encontrar.
Miró a su alrededor con cautela y descubrió un túnel erosionado por la naturaleza que se prolongaba a través de una colina. Lo señaló con la mano y el equipo Sable se instaló en su interior para evaluar la situación.
Ash se sacó el casco y se limpió la sangre de la nariz y el pelo.
—Demasiado cerca —dijo.
—Sin embargo, cogimos a uno —le recordó Holly, sacándose también el casco dorado de espejo—, y no perdimos a ninguno de los nuestros…, a pesar de tus esfuerzos.
La muchacha se rascó el pelo crespo que ella misma se había cortado dándole la forma de una serie de zarpazos de oso. La longitud cumplía la normativa, pero algunos de los otros equipos se burlaban de ella por llevarlo así. A Holly aquellas burlas la enfurecían, y ya la habían degradado dos veces por pelear.
Dante se quitó el casco y se palpó el rostro lleno de cicatrices en busca de daños. Satisfecho, sacó dos granadas luminiscentes negras de su mochila.
—Las encontré justo antes de que estallaran las tuyas. Descubrí los cables trampa.
Ash asintió. Debería haber reprendido a Dante por meter las manos en un juego de granadas cebadas. Pero también era cierto que Dante poseía habilidades casi mágicas en lo referente a explosivos. Siempre sabía cuándo estaban a punto de detonar y cuándo no iban a hacerlo. O bien era eso o se trataba de la persona con más suerte que había visto en su vida.
Olivia mantuvo puesto el casco SPI y se deslizó fuera de la cueva, adoptando una posición de guardia en el exterior. A Ash no le preocupó. Era la mejor en técnicas de infiltración de la compañía Gamma. La llamaban «O» para abreviar, porque era tan silenciosa como la inicial de su nombre.
—Control de cabeza —dijo Ash, volviéndose hacia Mark, y le dio una palmada en la parte posterior del casco.
Mark se quitó el casco y Ash vio un feo moretón en su mejilla. El muchacho se pasó las manos por la cabeza afeitada y empezó a toquetearse los bordes del moretón.
—Estoy bien —declaró.
Alisó el forro interior de su armadura, asegurándose de que quedaba perfecto, y luego volvió a colocarse el casco.
Llamaban a Mark «El Tirador», porque era el mejor disparando; bueno con un rifle de precisión, pero aún mejor con un rifle en automático a destajo en una auténtica batalla campal con gran número de blancos. Cuanta más presión sentía, más sereno se mostraba.
Ash distinguió franjas de ónice en bruto a lo largo de la pared del túnel, negras y blancas y surcadas de partículas de oro. Deslizó una mano enguantada sobre los contornos, intrigado por aquella rareza geológica.
Luego dejó de pensar bruscamente en ello y se concentró en el aquí y ahora. Volvió a encajarse el casco.
—Comprobación de audio —murmuró a través del sistema de comunicaciones del equipo.
Le respondió un parpadeo de luces verdes de situación. Estupendo. Nadie se había quedado sordo.
Un golpe retumbante resonó en las paredes de la distante meseta, y una lluvia de polvo cayó del techo de la cueva.
El equipo Sable se agazapó instintivamente. Ash sacó el arma que pendía de su costado.
—Eso ha sonado fuerte —masculló Dante—. ¿Artillería? ¿Uno de los nuevos cuatro cuarenta?
—No creo que el teniente fuera a utilizar artillería contra nosotros —susurró Ash.
—No en un caso normal —respondió Holly—. Pero ésta es la última prueba. A lo mejor está usando todos los recursos posibles para averiguar quién se llevará los máximos honores.
Los máximos honores. Ash había impelido al equipo Sable a ser el número uno durante los últimos tres años: puliendo sus especialidades; aprendiendo cada lección que Endless Summer les lanzaba; y pensando, moviéndose y actuando juntos como una única y bien afilada arma. Únicamente otros dos equipos estaban muy cerca de ellos en las clasificaciones: Gladius y Ka-tana. Máximos honores significaría alardear de derechos y respeto. Significaría que eran los mejores. Que habían ganado.
—¿Puedes decir de qué dirección venía esa explosión? —preguntó Ash, usando el transmisor.
La luz de situación de Olivia parpadeó roja.
—De acuerdo —repuso Ash—, por ahora asumiremos que es artillería. No puedo creer que el teniente la esté utilizando…, pero Méndez es otra historia. Si oís algo que se acerca, dispersaos y poneos a cubierto.
Cuatro luces LED de color verde se encendieron en su visualizador frontal de datos acusando recibo de la orden.
Ash había leído en alguna parte que uno jamás oía el obús de artillería que lo mataba, y no tenía el menor deseo de poner a prueba personalmente aquella leyenda del campo de batalla.
—¿Cuál es el plan para Katana y Gladius? —preguntó Mark.
—Katana tiene uno menos —respondió Ash—. Nos concentraremos en el más débil de los dos. Encontraremos…
Sonó otro retumbo y el suelo se estremeció.
—Esta vez ha sido más cerca —musitó Olivia en la radio—. Vector norte.
Ash salió del túnel y se puso a cubierto junto a un peñasco enorme. Los demás lo siguieron y sus armaduras SPI se fundieron con el rocoso terreno.
Si aquello era otra trampa, entonces probablemente se estaban colocando justo en el ángulo de tiro de un francotirador. Pero Ash no pensaba que fuera así. Nadie usaría un armamento tan potente a tan poca distancia, ni siquiera Méndez.
Una explosión como aquélla no era algo que uno pudiera improvisar utilizando rocas, ramas y un par de granadas luminiscentes, de modo que eso eliminaba a los equipos Katana y Gladius.
Así pues, ¿quién lo hacía?
Cuarenta metros al norte estaba la triple valla que rodeaba la Zona 67. Alambre de cuchillas electrificado, sensores de movimiento y campos de minas creaban una barrera eficaz. En una situación extrema, el equipo Sable podía haberla sorteado… pero no lo habrían hecho. Las órdenes del teniente habían sido muy claras: NO CRUCÉIS. Se consideraría una descalificación inmediata para los máximos honores.
¿Qué pasaba con los otros equipos? ¿Un simple y rápido salto al otro lado y un movimiento lateral para cogerlo por el flanco? No. Ninguno de ellos se arriesgaría a verse descalificado.
Había una tormenta de polvo unos tres kilómetros al interior de la Zona 67, un muro de arena, humo arremolinado… y fuego.
Una meseta lejana estalló, volatilizada en un hongo de reluciente polvo de cuarzo, una lluvia de peñascos y furiosas llamaradas.
Ash se agachó instintivamente y sus tripas se encogieron.
Había visto grandes explosiones antes, pero nada como aquello.
—Dos kilómetros —dijo Dante—. Ésa la sentí en los huesos.
Contemplaron la lluvia de piedras que caía del cielo.
—Unos cuantos misiles Archer tal vez… —murmuró Mark.
Unos puntos formaban remolinos alrededor del borde de la nube de polvo en expansión. De no haber sabido que no podía ser, Ash habría jurado que eran buitres. Pero Onyx no tenía ninguna especie de ave que se pareciera a las carroñeras.
Conectó el sistema de ampliación de su visor facial. Con un aumento de cinco vio que los puntos tenían una triple simetría.
Tomó el rifle que colgaba de su hombro y observó a través de la mira.
Eran una especie de objetos teledirigidos, una especie de drones. Pero no se trataba de MAKOS del UNSC, ni tampoco Banshees del Covenant. Tenían unos pocos metros de longitud. Se trataba de tres botalones romos de acero que rodeaban un ojo central que brillaba igual que hierro fundido. No se veían reactores. Ni tampoco cabina. Había una docena de ellos.
—Tiene que ser un prototipo experimental —apuntó Dante—. A lo mejor la Zona 67 es un campo de pruebas para armas nuevas.
—No «probarían» una fuerza destructiva de un megatón estando nosotros tan cerca —replicó Ash.
¿O era aquello parte de la prueba final? ¿Alguna nueva amenaza que obligaría a los tres pelotones a unirse para poder derrotarla? Eso sería propio del Jefe Méndez: cambiar las normas en mitad de una prueba.
Los drones se alejaron de la meseta pulverizada y permanecieron estáticos cerca de la posición del equipo Sable, justo en el lado opuesto de la valla de la Zona 67, donde dieron vueltas alrededor de una pequeña elevación.
Ash divisó movimiento en lo alto de aquella formación. Los postigos de un búnker camuflado se abrieron con un chasquido y fuego de artillería pesada ametralló a los drones.
Los tres botalones del drone que iba en cabeza se adelantaron para formar una superficie triangular plana. Luego apareció una reluciente película dorada y los proyectiles del calibre cincuenta rebotaron contra ella.
—¿Escudos de energía? —exclamó Dante—. Tienen que ser del Covenant.
Ash, muy a su pesar, estuvo de acuerdo en su valoración. Aquello no era un juego, no era una prueba para la graduación final.
La guerra había llegado a Onyx.
Transmitió usando un canal de comunicación abierto:
—Currahee C y C, vengan. Esto es Sable Uno. Tenemos una emergencia.
No hubo respuesta. La luz de su radio era verde. Estaba transmitiendo pero nadie escuchaba.
—Comprobación de radio —dijo a su equipo—. Hay que establecer comunicación con el teniente o el jefe. Intentad poneros en contacto también con el Agincourt.
Utilizó su rifle de precisión para seguir los movimientos de los drones.
Los otros once se colocaron en fila tras el que había cambiado de forma para crear un escudo de energía; sus ojos rojos estaban alineados y dirigidos directamente a la parte superior de la meseta.
Unos hombres salieron del búnker con lanzamisiles M19.
Los ojos de los drones llamearon con un dorado resplandeciente… y la energía se proyectó al frente con la rapidez de una estocada.
Los hombres y el búnker temblaron un instante, estallaron en llamas y se volatilizaron. La superficie de la meseta detonó a continuación conviniéndose en una nube de polvo y roca fundida.
El suelo se inclinó y agrietó. El equipo Sable retrocedió al interior del túnel y una lluvia de escombros cayó sobre ellos.
Ash miró hacia atrás, con los ojos entrecerrados, a través de la nube de polvo.
Los drones se habían desperdigado y avanzaban, zigzagueando sobre el rocoso terreno: era una pauta de rastreo.
El muchacho se trasladó al extremo opuesto del túnel y se arriesgó a volver a transmitir en abierto:
—Equipo Katana, equipo Gladius, actividad del Covenant en Zona 67. Olvidad la prueba, chicos. Necesitamos refuerzos.