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04.20 HORAS, 19 FEBRERO 2551 (CALENDARIO MILITAR) / A BORDO DEL «HOPEFUL» DEL UNSC, ESPACIO INTERESTELAR, SECTOR K-009 (CINCO AÑOS DESPUÉS DE LA OPERACIÓN TORPEDO DE LA COMPAÑÍA SPARTAN-III BETA EN PEGASI DELTA)
Kurt recorrió los pasillos vacíos de la nave Hopeful del UNSC y penetró en el atrio. Luces resplandecientes sobre su cabeza imitaban un sol realista, y recirculadores de aire hacían que las hojas del pequeño bosque de robles blancos se movieran susurrantes. Olió a espliego, un aroma que no había percibido desde que era un niño.
No obstante, la característica más extravagante del Hopeful era el ventanal curvo de diez metros del atrio; algo totalmente sin precedentes en cualquier otra nave de la flota del UNSC.
Pero por otro lado, el Hopeful no se parecía a ninguna otra nave de la flota.
Los oficiales de la marina lo describían como «la cosa más fea que jamás ha flotado en gravedad cero». La nave había sido construida antes de la existencia de una importante actividad rebelde en las colonias. Una corporación médica privada había adquirido dos estaciones de reparación desguazadas; cada una de ellas ocupaba un espacio de un kilómetro cuadrado de andamiaje, grúas y vagonetas de carga, y habían conectado las dos estaciones para crear un «bocadillo» descentrado, en cuyo interior se había construido un novedoso hospital y centro de investigación.
En 2495, el UNSC había requisado el navío, añadido motores, unos sistemas de defensa mínimos, seis reactores de fusión y un motor translumínico Shaw-Fujikawa, y transformado el Hopefid en el hospital de campaña móvil más grande de la historia.
Mientras que la mayoría de oficiales de marina coincidían en que era totalmente antiestético, todo marine enrolado con el que Kurt había hablado, declaraba que era la cosa más bella que jamás había contemplado.
La nave Hopeful había adquirido proporciones míticas para los hombres y mujeres que tenían que combatir y morir en el frente. Había recibido daños en dieciocho importantes batallas navales con las fuerzas rebeldes y en cuatro enfrentamientos con el Covenant. El personal y la tecnología de la nave se habían ganado una reputación de salvar vidas, en muchos casos resucitando literalmente a los muertos.
Aquel día habían estacionado la nave en el espacio interestelar —esencialmente en medio de ninguna parte— por orden de la vicealmirante Parangosky. Y si bien no se podía evacuar a los miles de pacientes graves que albergaba, habían retirado a todo el personal de las ocho cubiertas que rodeaban el grupo de acoplamiento Bravo mientras la ONI trasladaba al lugar su equipo y su personal. El programa SPARTAN-III debía permanecer bajo un velo de absoluto secreto.
Kurt deseó que el Hopeful hiciera honor a su reputación, porque aquel día las vidas de sus potenciales Spartans estaban en juego.
Sus candidatos habían tenido que soportar un montón de cosas durante el último año. Para acelerar el desarrollo del programa, se les había inducido artificialmente la pubertad introduciendo hormonas de crecimiento humano así como complementos para el desarrollo de cartílagos, músculos y huesos en su dieta, y los niños se habían metamorfoseado hasta alcanzar casi la talla de un adulto en nueve meses.
Al principio parecían torpes en sus nuevos cuerpos más grandes, y se habían tenido que esforzar duramente para volver a aprender a correr, disparar, saltar y pelear.
Y hoy iban a enfrentarse a la prueba más peligrosa, en la que o bien quedarían desfigurados irreparablemente, morirían o se transformarían en Spartans.
No, eso no era correcto. Si bien aquellos «no niños» no tenían la velocidad o la fuerza acrecentadas de un Spartan, poseían ya su entrega, su empuje y su coraje. Ya eran Spartans.
Oyó el tintineo de unas botas que avanzaban por el pasillo para luego convertirse en unas pisadas apagadas que cruzaban el césped del atrio.
—¿Teniente, señor?
Un muchacho y una joven se acercaron con el andar a base de zancadas largas y rápidas propias de quien ha pasado mucho tiempo en microgravedad. Lucían el uniforme reglamentario de la marina con los galones de contramaestre de segunda clase. Ambos tenían el pelo negro muy corto y los ojos oscuros.
Kurt había tenido que mover unos cuantos hilos para mantener a los supervivientes de la compañía Beta de Pegasi Delta con él. El coronel Ackerson quería a Tom para sus propias operaciones personales. Y la siempre muda Lucy había escapado por muy poco de ser declarada no apta para el servicio y reasignada a la rama psiquiátrica de la ONI para ser «evaluada».
Kurt había tenido que apelar a la vicealmirante Parangosky, afirmando que necesitaba Spartans para adiestrar a Spartans.
Esta había accedido por encima de las objeciones de Ackerson.
El resultado: Tom y Lucy se habían convertido en la mano derecha e izquierda de Kurt aquellos últimos años, y la compañía Gamma la formaban los mejores Spartans que habían existido jamás.
Tom y Lucy’ pasaban tanto tiempo vestidos con su armadura SPI que Kurt necesitó algo de tiempo para reconocer a sus agregados. Sus armaduras, junto con el resto de los trajes de infiltración semipropulsados de la compañía Gamma, estaban siendo reacondicionadas con nuevas capas fotorreactivas para incrementar sus propiedades de camuflaje. También se efectuaban otras renovaciones experimentales —capas balísticas de gel, paquetes actualizados de aplicaciones y otras funciones— que esperaba estarían operativas en un año.
Tom y Lucy lo saludaron a la vez con un enérgico gesto.
Kurt les devolvió el saludo.
—Informen.
—Los candidatos están listos para subir a bordo, señor —dijo Tom.
Kurt se levantó y los tres regresaron por el pasillo y penetraron en el grupo de acoplamiento Bravo. Tenía el tamaño de un desfiladero pequeño con la capacidad para hacer pasar simultáneamente una flota de naves de desembarco a través de su inmenso sistema de esclusa neumática. Había espacio más que suficiente para efectuar la selección y vagonetas que podían trasladar a toda velocidad a una compañía entera de soldados heridos a las unidades quirúrgicas de urgencias.
Chirriaron las esclusas neumáticas y sopló una repentina ráfaga de aire fresco. Docenas de puertas de carga se abrieron y naves Pelican se deslizaron al interior del muelle sobre colchonetas de vapor.
Las rampas posteriores de los Pelican descendieron y los candidatos Spartans salieron en ordenadas filas.
Kurt los había informado sobre los procedimientos. Los sedarían y les inyectarían cócteles químicos y los alterarían quirúrgicamente para proporcionarles la fuerza de tres soldados normales, reducir el tiempo de reacción neural y aumentar su durabilidad.
Era el último paso en su transformación en Spartans.
Era el día de la graduación.
También los había informado de los riesgos. Les había mostrado las cintas de vídeo archivadas con los resultados de la fase de biocrecimiento del programa SPARTAN-II, como más de la mitad de aquellos candidatos habían quedado fuera…, bien porque habían muerto a causa del tratamiento o porque habían quedado tan terriblemente deformados que no podían mantenerse en pie.
Eso no sucedería a los SPARTANS-III con los nuevos protocolos médicos, pero Kurt había querido hacer una última prueba.
Ni uno solo de los trescientos treinta candidatos había abandonado el programa. Kurt había tenido que solicitar al coronel Ackerson treinta plazas extra para aquella fase final, pues simplemente era incapaz de dejar fuera a treinta al azar… cuando cada uno de ellos estaba dispuesto y listo para pelear. Ackerson había accedido de buena gana a su petición.
Kurt se cuadró y saludó a medida que la fila de candidatos pasaba ante él.
Los jóvenes desfilaron por su lado, devolviendo el saludo, con las cabezas bien altas y sacando pecho. Con una media de doce años de edad, todos parecían más cerca de los quince con la esculpida musculatura de un atleta olímpico; muchos lucían cicatrices ganadas a pulso, y todos mostraban un indescriptible aire de seguridad en sí mismos.
Eran guerreros. Kurt jamás se había sentido tan orgulloso.
El último candidato se rezagó, y luego se detuvo ante él. Era Ash, número de serie G099, jefe del equipo Sable y uno de los jefes más fieros, listos y mejores de la promoción. Sus ondulados cabellos castaños tenían una longitud algo superior a lo que marcaba el reglamento, pero Kurt se sintió inclinado a dejarlo pasar por ser el día que era.
Ash le dedicó un meticuloso saludo.
—Señor, candidato Spartan-G099 solicita permiso para hablar, señor.
—Concedido —dijo Kurt, y dio por terminado su prolongado saludo.
—Señor, yo… —la voz de Ash se quebró.
Muchos de los chicos tenían problemas con sus cuerdas vocales, recuperándose aún de aquella pubertad inducida a toda prisa.
—Sólo quería hacerle saber —siguió el muchacho— el gran honor que ha sido entrenarme bajo sus órdenes, las del Jefe Méndez y las de los contramaestres Tom y Lucy. Por si hoy no sobrevivo, quería que supiera que no cambiaría por nada lo que he tenido la oportunidad de hacer aquí, señor.
—El honor ha sido mío —respondió Kurt, y le tendió la mano.
Ash la contempló fijamente durante un instante y luego aceptó la mano que le ofrecía; la sujetó con firmeza, y ambos la estrecharon con fuerza.
—Le veré en el otro lado —dijo Kurt.
Ash asintió y se marchó para alcanzar al resto de candidatos.
Tom y Lucy asintieron en señal de aprobación.
—Están listos —murmuró Kurt, y desvió los ojos para no tener que sostener sus miradas—. Espero que nosotros también lo estemos. Estamos corriendo un riesgo terrible.
* * *
Kurt, Tom y Lucy hicieron un alto en una sala de reuniones del personal, en aquellos momentos un improvisado centro de control y mando de la ONI. Técnicos médicos con batas azules de laboratorio observaban 330 monitores de vídeo y aparatos de indicadores biológicos. Tom habló con uno de los técnicos mientras la mirada de Kurt pasaba rápidamente de un monitor a otro.
En seguida, Kurt descendió a la abierta arena quirúrgica. Tenía cuatrocientas secciones, cada una separada por una cortina de plástico semiopaco y coincidiendo con un generador de campo estéril que resplandecía en lo alto con su característica luz naranja.
Kurt entró en una unidad y encontró allí a la Spartan-G122, Holly.
La zona compartimentada estaba atestada de máquinas. Había pedestales con biomonitores. Varios parches intravenosos y osmóticos conectaban a la muchacha a un instilador quimioterapéutico cargado con una colección de ampollas llenas de líquidos que mantendrían a Holly en un estado de semisedación mientras le administraba un cóctel de drogas a lo largo de la semana siguiente. También había un carrito con un equipo para emergencias cardíacas y un respirador portátil a poca distancia.
La muchacha hizo un esfuerzo por incorporarse y saludar, pero volvió a caer hacia atrás mientras sus ojos se cerraban con un parpadeo.
Kurt se acercó a Holly y sostuvo su mano diminuta hasta que la muchacha se sumió en un sueño profundo.
Le recordó a Kelly cuando era así de joven: llena de coraje y sin darse jamás por vencida. Echaba de menos a Kelly. Llevaba muerto para sus camaradas SPARTANS-II desde hacía casi veinte años. Los echaba de menos a todos.
El instilador quimioterapéutico siseó, los frascos giraron para colocarse en sus puestos y las bombas micromecánicas empezaron su función filtrando burbujas al interior de los líquidos de colores.
El proceso había empezado, y Kurt recordó su paso por el crecimiento inducido. Las fiebres, el dolor…; fue como si sus huesos se rompieran, como si alguien hubiera vertido napalm en sus venas.
Holly se removió. Los biomonitores mostraron un pico en su presión sanguínea y temperatura. Unas ampollas diminutas aparecieron en sus brazos y ella se rascó. Se llenaron de sangre y luego se alisaron rápidamente convirtiéndose en costras.
Kurt palmeó la mano de Holly una última vez y luego fue hacia el instilador y alzó el panel lateral. En el interior había docenas de frascos con soluciones. Entrecerró los ojos para leer sus números de serie.
Distinguió «8942-LQ99» dentro del instilador. Aquello era el catalizador de osificación de carburo cerámico para convertir sus esqueletos en virtualmente irrompibles.
Había «88005-MX77», el complejo proteínico muscular fibrofoide que incrementaba la densidad muscular.
«88947-OP24» era el número del estabilizador para la inversión de retina, que incrementaba el color y la visión nocturna.
«87556-UD61» era la solución mejorada de desunificación coloidal neural para reducir los tiempos de reacción.
Había muchas otras: reductores de shock, analgésicos, antiinflamatorios, anticoagulantes y reguladores de pH.
Pero Kurt buscaba tres ampollas en particular, unas con distintos números de serie —009927-DG, 009127-PX y 009762-00— que no se correspondían con ningún código de logística médica estándar.
Allí estaban, borboteando mientras vaciaban sus contenidos y los mezclaban con precisión milimétrica.
Oyó los pasos de alguien que se acercaba.
Kurt bajó el panel del instilador y regresó al lado de Holly.
Se oyó el susurro de cortinas de plástico y entró un técnico médico con una bata azul de laboratorio.
—¿Hay algo en lo que necesite ayuda, señor? —preguntó el recién llegado—. ¿Algo que pueda traerle?
—Todo está perfectamente —mintió Kurt, y pasó junto al hombre—. Ya me iba.