TRES

3

09.40 HORAS, 7 NOVIEMBRE 2531 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA GROOMBRIDGE 34, EN LAS PROXIMIDADES DE LA PLATAFORMA DE CONSTRUCCION 966A (RETIRADA DEL SERVICIO)

El Spartan-051, Kurt, saltó al vacío absoluto. Era un descenso de cien kilómetros hasta la luna situada a sus pies. Efectuó mentalmente los ajustes correspondientes al mundo de flotación libre del espacio y tomó nota de que técnicamente no existía «abajo» ni «arriba» en el espacio… únicamente vectores, masas y velocidades.

Conectó su cámara de ángulo inverso y vio a Kelly y a Fred que saltaban desde la escotilla de la patrullera detrás de él. Sabía que no debía volver la cabeza para mirar, pues el movimiento lo haría girar sin control. Además, en la variante mejorada para el vacío de la armadura MJOLNIR, su movilidad se había reducido a una mínima parte de lo normal.

Una luz verde de situación se encendió con un parpadeo, confirmando que se encontraban todos en el mismo vector.

Se dejarían llevar durante varios kilómetros antes de activar las mochilas propulsoras de largo alcance. Aunque ello los haría ir más lentos, existían dos buenas razones para mostrarse cautelosos.

Primero, cuando su patrullera, Circunference, había vuelto a entrar en el espacio normal, el oficial de derrota había detectado un eco, una silueta parcial de una nave, una patrullera, si bien lo había descartado como un eco de su propio reingreso en el espacio normal que había rebotado en la luna. El oficial de derrota les había asegurado que no había nada de qué preocuparse. Con todo, la anomalía preocupó a Kurt. Por si acaso había otra nave, Kurt quería estar muy lejos antes de encender los propulsores. No había necesidad de revelar innecesariamente la posición de la nave camuflada.

En segundo lugar, habían detectado un satélite inerte de comunicaciones en el lado oscuro de la luna; algo que era de esperar si se estaba controlando el sistema en previsión de un ataque sorpresa. El objeto no había emitido ninguna señal. La Circunference lo había interferido y luego frito con una ráfaga de un láser de impulsos.

Kurt simplemente dio por supuesto que aquella sencilla misión de reconocimiento iba a ser peligrosa. De modo que le alegraría llevarse una decepción.

Activó el sistema láser de comunicación con el equipo y dijo:

—Tiempo aproximado para la llegada a la demarcación día-noche cinco minutos. Comprobación del sistema de propulsores.

Kurt efectuó su propia diagnosis. No podían correr ningún riesgo con las mochilas. Diseñadas para operaciones interplanetarias de largo alcance, eran uno de los equipos más peligrosos que les habían enseñado a usar. Incluso con triple redundancia en el sistema de navegación y los estabilizadores, un accidente y había suficiente triaminohidracina comprimida en los tanques dobles de combustible como para proyectarlo a uno tan lejos y tan rápidamente fuera del rumbo que la posibilidad de rescate resultaría astronómicamente remota.

O tal y como lo había expresado el Jefe Méndez: «Empezad a dar volteretas con este equipo y ya podéis poneros a rezar».

Luces verdes de situación se encendieron en el visor de Kurt.

—Tiempo aproximado de llegada tres minutos —anunció.

—Recibido —respondió Kelly, y luego añadió—: ¿Algún problema?

—No —dijo Kurt.

—Cuando dices «no» de ese modo, quieres decir «sí» —replicó la voz de Fred en el comunicador.

—Es sólo una sensación —admitió él.

El silenció siseó en sus comunicadores interconectados.

Kurt contempló en su visor de ángulo posterior como Kelly y Fred activaban sus rifles de asalto MA5B. Un cable de datos unía cada rifle al microprocesador de su mochila propulsora para que proporcionara el contraimpulso apropiado cuando el arma disparaba.

Kurt suspiró, empañando momentáneamente su visor facial. Ahora también ellos estaban nerviosos. Pero tal vez eso no fuera tan malo. Había demasiadas cosas que no cuadraban.

Estaba el eco y el satélite espía inactivo. Y ¿por qué los había elegido el mando central para ir a una misión de reconocimiento de bajo riesgo? Aquello era una simple ojeada para comprobar un informe sobre actividad sospechosa en un astillero fuera de servicio del UNSC. Cierto que una larga caminata espacial era una maniobra de alto riesgo…, pero no algo a lo que uno enviaría a tres Spartans.

—Alcanzando zona crepuscular —dijo Kurt—. Pasad a silencio de radio.

Flotaron en dirección a la finísima línea que marcaba el paso de la noche al día en la lisa y helada luna. No había atmósfera, de modo que la transición a la luz sería rápida, no habría un centelleante amanecer, sólo un cegador fogonazo de luz.

Cruzaron a la zona de luz. El visor facial de Kurt se polarizó automáticamente y tuvieron su primera visión del astillero.

La estación Delphi era una ciudad flotante de andamiaje soldado, grúas, cápsulas de acoplamiento, tubos y tenazas de anclaje. No había luces. No había emisiones térmicas. Kurt puso en marcha la grabadora de alta definición para captar cada metro cuadrado de aquel lugar abandonado. Quienquiera que hubiera sido responsable del desmantelamiento de la estación tres años atrás había hecho una chapuza. La rodeaba una aureola de desechos: vigas de metal que giraban sobre sí mismas, pernos y placas de combate que centelleaban al captar y reflejar la apagada luz solar roja de lejanas estrellas binarias.

Parecía desierto, así que Kurt hizo parpadear su luz verde de situación tres veces; la señal de que todo estaba despejado para reanudar la comunicación.

Fred envió una imagen a través del sistema de comunicaciones del equipo, el armazón desnudo de una nave parcialmente construida que era aproximadamente tres veces más grande que la patrullera que los había traído.

—Se supone que esa aleación de acero TR expuesta a la radiación solar debería volverse blanca —dijo.

—Es plateada —respondió Kurt—. ¿Una construcción nueva?

—Lo comprobaré —dijo Kelly.

Kelly grabó una serie de imágenes, capturando con un aumento creciente una plataforma soporte para un casco cuya forma sugería la curiosa estructura angular de una nave indetectable. Sólo que aquel navío tenía que ser tan grande como un destructor del UNSC…, lo que era imposible. Una nave indetectable de gran tamaño era un oxímoron. Cuanto mayor era la nave, más radiación escapaba, más lecturas térmicas daba, más superficies con revestimiento indetectable debían mantenerse en perfecto estado para no reflejarse en los radares.

—Transmite esa imagen al Circunference con un mono-haz —ordenó Kurt.

La luz de situación de Kelly centelleó en color verde.

Kurt extendió la mano al frente, recogiendo datos con su guante recubierto de sensores. Seguía sin haber lecturas térmicas. No, un momento, al rotar lentamente la estación Delphi, hizo su aparición un minúsculo destello blanco.

—Un punto caliente —dijo. Marcó la zona en su visualizador y envió las coordenadas a Fred y a Kelly.

La mano de Kurt se crispó: años de comunicación mediante silenciosas y eficaces señales manuales era algo que uno simplemente no desaprendía. Hablar, incluso usando un único haz de transmisión, no parecía correcto en aquella misión. Un simple gesto de la mano, no obstante, podía hacerlo girar como una peonza, y si bien su mochila propulsora lo compensaría, Kurt quería seguir moviéndose a hurtadillas, sin propulsores.

Kelly dirigió su equipo óptico hacia aquel punto, acercó la imagen con el zum, y todos vieron una exhibición de colores del arco iris.

El medidor de radiación de Kurt chasqueó con fuerza y luego se apagó.

—Una pulsación de amplio espectro —informó.

—He visto una de ésas antes —les dijo Fred—. Tuvieron que reparar el motor translumínico Shaw-Fujikawa en el Magellan. Fue una operación arriesgada. Esas cosas no están pensadas para que se las desmonte una vez que se han activado.

Los motores Shaw-Fujikawa permitían a las naves del UNSC abandonar el espacio convencional y surcar un subterritorio dimensional conocido coloquialmente como «Slipstream». Kurt había recibido un adiestramiento rudimentario sobre su funcionamiento. El mecanismo de transmisión utilizaba aceleradores de partículas para rasgar el espacio-tiempo normal mediante la generación de microagujeros negros, agujeros que se evaporaban vía radiación Hawking en un nanosegundo. La auténtica «magia» mecánicocuántica del mecanismo de transmisión era el modo en que manipulaba aquellos agujeros en el espacio-tiempo, consiguiendo introducir un crucero de cien mil toneladas en el Slipspace. Los cálculos matemáticos que explicaban cómo se lograba eso y el modo en que una nave volvía a entrar en el espacio convencional estaban totalmente fuera de su comprensión. En realidad, estaban fuera del alcance de la mayoría de genios humanos.

Sin embargo, Kurt sí sabía una cosa sobre mecanismos de transmisión Shaw-Fujikawa: eran peligrosos. Existía radiación y evidencia anecdótica de que las leyes normales de la naturaleza «se deformaban» en las inmediaciones de una unidad activa.

—Poned al día vuestros diarios de misión y transmitidlos al Circunference —dijo Kurt—. Vamos a echar un vistazo más de cerca a esa cosa y confirmaremos qué es lo que Fred cree que es antes de llamar a los de materiales peligrosos.

Hubo un ligero retraso antes de que las luces de confirmación de Kelly y Fred parpadearan en verde.

Kurt activó su mochila propulsora, puso en marcha los impulsores y giró en dirección a la estación Delphi. Tecleó en los controles de posición, ajustando cabeceo, balanceo y desviación para evitar chocar con los pernos, vigas y herramientas que giraban sobre sí mismos en aquel campo de desechos.

Cuando estuvieron a un centenar de metros de las chisporroteantes y medio desmanteladas bobinas de transmisión, su cámara de visión posterior se cubrió de estática.

—Estoy teniendo interferencias —dijo Kurt—. Vosotros dos mantened la posición. Yo iré a explorar.

—¡Recibido! —respondió Kelly. Había un tono de preocupación en su voz—. Cables de agarre preparados.

Kurt se acercó con cuidado y tuvo una visión de la pane central del mecanismo de transmisión: un resplandor casi ultravioleta que no encajaba con la potencia térmica. No era posible que un agujero al Slipspace existiera durante más de una fracción de segundo, pero no pudo evitar tener la sensación de que aquello era precisamente lo que era, y que cuánto más se acercara, más probabilidades habría de verse arrastrado a su interior y desaparecer para siempre.

Pero no era más que una sensación.

Vaciló.

Alteró su trayectoria directa y flotó hacia una viga situada a unos treinta metros por encima del motor Shaw-Fujikawa. El espacio alrededor del mecanismo onduló como oleadas de calor elevándose…, algo imposible en un vacío riguroso.

Su visualizador frontal de datos parpadeó.

Kelly le habló a través de la radio. La transmisión estaba plagada de interferencias.

—Tu señal de identificación se está desintegrando. Muestra tu posición en múltiples zonas. Aborta reconocimiento. Si tu equipo electrónico falla…

La transmisión se interrumpió en medio de un crepitar de estática.

—He visto suficiente —dijo Kurt.

Sólo oyó estática por el comunicador.

—Voy a regresar.

Pulsó los propulsores de altitud para dar la vuelta. El interruptor funcionó, pero las toberas de la mochila propulsora no reaccionaron.

Kurt soltó los controles. Redundancia triple en los procesadores o no…, si la radiación cercana había afectado a su mochila, lo último que quería era darle una orden para que se encendiera.

Agarró la viga de acero y, sujetándose bien, hizo una seña a su equipo. No los veía allí fuera, pero sabía que lo observaban. Sabía que no lo abandonarían. Con Kelly y Fred a su espalda, podría haber estado en el borde del infierno y ellos lo habrían sacado.

Desde luego, con un mecanismo de transmisión Shaw-Fujikawa parcialmente desmantelado y con un funcionamiento defectuoso… tal vez era justo ahí donde estaba la causa.

Distinguió un movimiento en la oscuridad, una sinuosa cuerda a listas naranjas y blancas y una mancha borrosa que giraba en un extremo: el cable de salvamento de Kelly. Perfecto. Ahora ya no tenía nada de qué preocuparse.

La viga de acero centelleó. Kurt se soltó instintivamente y unos arcos voltaicos recorrieron la aleación; radiación que inducía una carga.

Todos los visualizadores de su casco se llenaron de estática. Hileras de luces de situación parpadearon en ámbar y luego pasaron a rojos. El soporte vital, el sistema hidráulico, la energía, todo fluctuó… y falló.

Tenía que salir de allí antes de que aquel mecanismo de transmisión translumínico Shaw-Fujikawa desactivara totalmente su traje.

La leyes básicas de la física todavía funcionaban allí. Acción y reacción. Transferencia de energía e impulso.

Se apartó de la viga con un empujón, de regreso hacia Fred y Kelly, esperando poder agarrar el cable de salvamento por el camino. Si no lo conseguía, ellos lo encontrarían igualmente. Lo único que le importaba ahora era apartarse del origen del mal funcionamiento de su traje.

Flotó. Con el traje apagado, todo lo que podía hacer era deslizarse. Y esperar.

Hubo un relámpago. Se encontraba en gravedad cero y el estruendo pateó a Kurt hacia adelante como si fuera un muñeco de trapo.

En una ocasión había absorbido la explosión de una granada que había estado a punto de matarlo, y la sensación había sido muy parecida. Sólo que esta explosión concreta no había tenido lugar cerca de él; había sido en su armadura.

Lo primero que pensó fue en un francotirador: una emboscada. Pero entonces su visión se aclaró y vio estrellas, los soles binarios con su rojo apagado y la estación Delphi dando vueltas.

Su mochila propulsora había tenido un reventón. Notó como el líquido propulsor salía a borbotones…, a pesar de que los tanques los habían diseñado con profusión de válvulas de cierre y espuma autosellante de emergencia para prevenir tal descompresión.

Volvió a oír la voz del Jefe Méndez en su cabeza: «Empezad a dar volteretas con este equipo y ya podéis poneros a rezar».

—¡Mayday! —gritó—. ¡Fallo en el traje! ¡Mayday!

No tenía ni idea de dónde estaba, de dónde estaba situado su equipo en aquel momento, o con qué rapidez se alejaba como una flecha de ellos.

Como es natural, no se usaban canales de radio para aquella misión, y eran láseres monohaz de punto a punto los que transportaban la señal de sus transmisores. Girando sobre sí mismo sin control, cualquier señal que alcanzara un blanco diminuto del tamaño de un Spartan en aquel enorme espacio abierto sería algo menos que un milagro.

Finalmente consiguió orientarse lo suficiente para pulsar el interruptor del sistema manual. No hubo respuesta. Golpeó el mecanismo de liberación de emergencia del arnés. Estaba atascado.

—Estoy bien —dijo por el transmisor—. El soporte vital es mínimo, pero sigue operativo. Paso a respiración profunda para conservar aire y energía. Aguantaré. Deberíais poder captar la señal de mi radiofaro de respuesta una vez esté en terreno despejado. Activando baliza de rescate ahora. Estaré bien. Estaré…