Pocos días después de los sucesos que quedan narrados, los náufragos de la «Nueva Georgia» ayudados por los salvajes, que seguían obedeciendo a su rey, más prestigioso aún que antes para ellos por su victoria sobre los forzados, procedieron a desarmar el barco para hacer con sus restos una gran chalupa.
Como nada les atraía en Tanna, suspiraban por el momento de abandonar aquellos lugares y desembarcar en cualquier país civilizado.
Los trabajos, bajo la dirección del capitán y de Collin, fueron seguidos tan alegre y prontamente, que cuatro semanas después la nueva embarcación, que desplazaba cerca de cien toneladas, lucía su esbelto casco en la playa.
Fue armado en cutter el nuevo buque y aprovisionado con los víveres que habían podido salvar de la «Nueva Georgia», y que conservaron con sumo cuidado en almacenes levantados en la playa.
Cuando todo estuvo dispuesto para emprender el viaje, fue transportado Bill al barco y encerrado en un sólido camarote, sin que ni por un momento se le desataran las ligaduras. Estas precauciones eran superfluas, porque el miserable parecía resignado con su suerte.
Collin encontró grandes dificultades para renunciar al trono, pues los buenos isleños se empeñaban en no dejarlo partir; pero al fin se resignaron, ante la promesa que les hizo de volver pronto, y Collin embarcó en compañía del capitán, de Ana y de los tres marineros.
Antes de la partida, Hill regaló armas y municiones a todos los principales jefes de la isla y otros muchos efectos de la «Nueva Georgia», útilísimos para aquellas gentes.
Por último, una hermosa mañana, el pequeño cutter desplegó sus velas y, empujado por suave brisa, salió a alta mar, acompañado por buen número de piraguas, en las que iban los isleños, que lloraban al ver partir a su rey.
Después de veintiséis días de feliz navegación, divisaron las costas de Australia, y una semana después desembarcaron en Brisban, donde entregaron a Bill a las autoridades inglesas.
El miserable, en el momento en que el jefe de la Policía colonial le ponía la mano encima, dijo al capitán:
—Os deseo felicidades.
Después, volviéndose a Ana:
—Si hubierais sido mía, yo habría llegado a ser otro hombre; pero era ya tarde. ¡Olvidad mis infamias y, si podéis, compadecedme!
En seguida se dejó conducir a tierra sin oponer resistencia.
Los náufragos de la «Nueva Georgia» permanecieron dos semanas en Brisban, esperando la llegada de un buque que los transportase a América.
Antes de partir supieron que Bill había sido conducido a la isla de Norfolk, donde debía cumplir veinte años de trabajos forzados por asesinato. Su castigo por los crímenes que cometió en la «Nueva Georgia» fue el de reclusión perpetua.
Después de cuarenta y cinco días, desembarcaron en Méjico, en Acapulco, y desde allí pasaron a los Estados Unidos; pero su permanencia en tierra firme fue de corta duración.
El capitán Hill compró un nuevo y magnífico buque, al que dio el nombre de «Nueva Georgia», en recuerdo del otro, y poco después emprendía otra vez sus viajes oceánicos, llevando consigo a dos hijos: el teniente Collin y su esposa Ana Hill.
No hay para qué consignar que el simpático Asthor, Maryland Fulton y Grinnell habían embarcado con ellos.
FIN