«¿Qué parecería la Iglesia de Roma en esos días? ¡Cuánta infamia! ¡Solamente las todopoderosas cortesanas gobernando en Roma! Fueron ellas las que dieron, intercambiaron y tomaron obispados; y es horrible relatarlo, ellas tomaron amantes a los falsos papas y los pusieron en el trono de San Pedro».
Cardenal Baronio
Con la muerte del papa Nicolás I el Magno (858-867), el pontificado entra en uno de sus periodos más dramáticos. El Imperio dominado por Carlomagno se ha desgajado tras su fallecimiento, al repartirse entre sus ambiciosos vástagos. De este modo, la Iglesia y el Papado quedan indefensos, sin un poder imperial claro que pueda defender sus intereses. Este hecho tendrá terribles consecuencias a lo largo de un periodo que los historiadores han venido en llamar «el siglo oscuro del Papado», aunque realmente se trata de un margen de tiempo algo mayor a cien años.
Durante esta época, que veremos a continuación, los papas quedarán a merced de las grandes familias romanas, que se disputan el control de la Ciudad Eterna y sus aledaños. A lo largo de estos años, los papas no serán más que simples títeres en manos de dichos nobles, y ocuparán el trono de San Pedro algunos de los personajes más indignos que uno podría imaginar.
Entre finales del siglo IX y el año 1000, buena parte de los papas desaparecieron de escena en «extrañas circunstancias». Algunos vilmente asesinados por sus sucesores, otros ejecutados por levantamientos populares, cuando no acaban horriblemente mutilados.
Un buen ejemplo de esta época convulsa es el papa Juan VIII (872-882), con quien podría decirse que comienza este oscuro periodo. En concreto, este Sumo Pontífice se vio envuelto en la peor de las traiciones, ya que se convirtió en víctima de la conspiración que en torno a él había urdido su propia familia, con la intención de eliminarle. Según recogen los Anales de Fulda, fue envenenado por los de su misma sangre. Para su desgracia, sus asesinos no calcularon bien la dosis de veneno correcta, y la muerte parecía no llegar nunca. De modo que para no esperar más, sus «amados» familiares decidieron acabar la faena a martillazo limpio…