6. JUAN XIII (965-972)

Tras la muerte del nefasto Juan XII, y habiendo huido de Roma su sustituto León VIII, el pueblo eligió a un nuevo Papa, un sacerdote de gran cultura que tomó el nombre de Benedicto V. Sin embargo, poco después regresó León VIII acompañado por el emperador Otón y Benedicto fue juzgado y declarado usurpador en un sínodo, que le condenó a ser rebajado a diácono y desterrado a Hamburgo, donde murió dos años después.

Antes que él había fallecido ya León VIII y nuevamente obtuvo la tiara un favorito de Otón, Juan XIII. El recién nombrado Papa pertenecía también a la dinastía de los Teofilactos, aunque en este caso se trataba de un hijo de Teodora la Joven, hermana de Marozia. Por desgracia, aquella elección no gustó nada a los romanos y, tras asaltar el palacio de Letrán, el nuevo pontífice fue hecho prisionero por el prefecto de la ciudad, un tal Pedro. Juan XIII tuvo suerte y pudo huir a comienzos del año 966, y rápidamente acudió a protegerse bajo las «faldas» del emperador. A finales de año el Papa y su protector regresaron a Roma con la intención de castigar a sus enemigos. La venganza, como venía siendo habitual en los anteriores pontificados, fue terrible. A algunos participantes en la revuelta les arrancaron los ojos, otros fueron ahorcados y a Pedro, el prefecto, lo colgaron por el pelo de una estatua.