1. CONSTANTINO II, FILIPO y ESTEBAN III (768-772)

Con el cadáver del papa Paulo I —el sucesor de Esteban II— todavía caliente, el duque italiano Toto de Nepi pensó que no había nadie mejor que su hermano, Constantino, para ocupar el trono vacante y con el todos los beneficios y poder que este conllevaba. Aunque Constantino no era clérigo, aquello no fue un impedimento. Toto consiguió que tres obispos lo consagraran. Así, en un mismo día, el aspirante a Papa fue ordenado clérigo, subdiácono, diácono, sacerdote y consagrado obispo y Papa en el mismo día —¡todo un récord digno de entrar en el Libro Guinness!—. Con ese curriculum tan acelerado, se convirtió en Constantino II.

El nuevo «Papa», sin embargo, no consiguió el reconocimiento oficial. Durante casi un año intentó convencer por todos los medios a Pipino para que le concediera esa «gracia», pero no lo logró. Finalmente, en el año 768, un grupo de una facción contraria, comandado por un tal Cristóbal, atrapó al falso pontífice y, tras arrancarle los ojos, le encerraron en un convento.

Intentando beneficiarse de la brutal y despiadada defenestración de Constantino II, un rey lombardo llamado Desiderio decidió aprovechar la oportunidad para colocar en San Pedro a alguien que pudiera servir a sus intereses, y escogió a un monje llamado Filipo. Si el mal parado Constantino podía presumir de récord por acumular nombramientos en poco tiempo, el nuevo papa Filipo podría presumir de poseer otro: el del pontífice —antipapa en realidad— que menos tiempo ha estado en el cargo. Fue consagrado el 31 de julio del año 768 y ese mismo día, sólo unas horas después, fue depuesto.

Afortunadamente para él, y a diferencia de Constantino II, el monje/antipapa Filipo tuvo la suficiente cabeza como para no oponerse a su destitución —lo que le sirvió para conservar los ojos en su sitio— y regresó a su tranquilo retiro en el convento de San Vito.

Ya sin molestos pretendientes al trono de San Pedro, una facción afín a los francos pudo escoger a su propio Papa: Esteban III. Entre sus primeras actuaciones destaca la celebración de un sínodo en el año 769 durante el que se confirmó la culpabilidad de Constantino II y se anularon todas sus decisiones y actuaciones. Además se aprovechó la ocasión para instaurar una nueva norma según la cual un laico no podía ser elegido Papa, precisamente para evitar situaciones como la protagonizada por el hermano del duque Toto. En la misma norma se retiraba, por primera vez, el hasta entonces tradicional derecho del pueblo romano a dar su opinión durante la elección de un nuevo Papa, quedando limitada esta decisión al clero, aunque la medida no se aplicó de forma efectiva hasta tiempo después.