Para las conferencias dadas en Bruselas en 1864
Señores, me parecería inútil hacer un tratado completo sobre los excitantes, la característica general de los cuales consiste en engendrar un debilitamiento correspondiente a la excitación y un castigo tan cruel como vivo ha sido el goce. Sería inútil hablar de los excitantes vulgares, como el ajenjo, el té, el café, el vino de quina o inclusive la coca o erythroxylon, esa singular planta cuyas hojas masticadas aumentan la energía disminuyendo el sueño y suprimiendo el apetito; o bien de la cicuta irlandesa, cuya absorción hace ver, según dicen, a los ojos del cerebro envenenado las monstruosidades del mundo antediluviano.
Hay en todo ello muchas cosas que atañen a los médicos. Ahora bien, yo quiero hacer un libro, no de pura fisiología, sino de moral sobre todo. Quiero probar que los buscadores de paraísos hacen su infierno, lo preparan y lo profundizan con éxito, la previsión del cual tal vez los espantaría.
La primera parte de este libro me pertenece por completo: es el Poema del Hachís. Se divide en muchos capítulos, cuyos títulos les anunciaré sucesivamente. La segunda y la tercera partes son el análisis de un libro inglés excesivamente curioso (El opiómano, de Quincey), pero le agrego aquí y allá mis reflexiones personales; mas, en qué dosis he introducido mi personalidad en el autor original, es lo que me sería muy difícil de decir actualmente. He hecho tal amalgama que no podría reconocer en ella la parte que me es propia, la cual, por lo demás, tiene que ser muy pequeña.
Señores, nos quedamos al final de las visiones torturantes e involuntarias del opio. La sesión era ya tan larga que debí dejar para esta tarde el relato de la curación, de la falsa curación del opiómano.
… La malicia, palabra que deberían meditar los fanáticos de todos los partidos (los que generalmente son imbéciles, pero imbéciles peligrosos).
Pena de niño, principio de obra de arte, la morada del niño, un árbol, flores, una habitación oscura. El niño genial que nace en semejante morada no se parecerá al hombre genial nacido en un medio diferente.
El gusto del mundo femenino es el que hace los genios superiores. Estoy convencido de que las damas inteligentes que me escuchan me disculpan la forma casi sensual de mis expresiones, como aprueban…
Sólo me queda, señores, agradecerles cordialmente su amable hospitalidad y la maravillosa atención que han prestado a estas lecturas, a veces un poco largas…