ILEANA
Ha venido Teófilo, papá. Quiere hablar a solas contigo.
PROFESOR BRUNELLI
Dile que pase.
ILEANA
¿Lo tratarás bien, papá?
PROFESOR BRUNELLI
Pero, qué recomendación es ésa. ¿Lo he tratado mal alguna vez, acaso? Adelante, adelante, Teófilo, cómo le va.
Ileana se retira.
TEÓFILO HUAMANI
Bien, profesor Brunelli. Buenos días.
PROFESOR BRUNELLI
¿Quería usted hablar a solas conmigo?
TEÓFILO HUAMANI
Sí. Ya sé que usted no me tiene simpatía.
PROFESOR BRUNELLI
¿Y por qué se le ocurre eso?
TEÓFILO HUAMANI
Porque yo no apoyo su campaña. Porque, para mí, los balcones representan la opresión.
PROFESOR BRUNELLI
¿Se puede saber a quién o a qué oprimen estos pobres balcones?
TEÓFILO HUAMANI
Antes de que llegaran aquí los forasteros que los trajeron, en el Perú había una gran civilización, profesor.
PROFESOR BRUNELLI
La de los incas, lo sé muy bien. Y, antes, habían los chimús, los nazcas, los tiahuanacos, muchos más. A esa gran civilización inca se añadió la española, Huamani, que también era grande. Y de ambos resultó el país en el que vivimos usted y yo. Los balcones son, como los retablos de los altares, las fachadas de las iglesias o las pinturas cusqueñas, una expresión de ese matrimonio.
TEÓFILO HUAMANI
Concubinato, querrá decir. Es lo que existe entre amos y esclavos. Los balcones representan a los dueños, no a los siervos.
PROFESOR BRUNELLI
Se equivoca. En el diseño, sí, decidían los amos. Pero en la ejecución, en los adornos, las víctimas volcaron su propio mundo, de manera sutil. Esos balcones son mestizos, es decir, peruanísimos. (Pausa). Cuando lo oigo hablar con esa amargura de la conquista, pienso que es usted quien vive en el pasado. Han corrido cuatro siglos, Huamani.
TEÓFILO HUAMANI
Los hijos de los conquistadores siguen despreciando a los hijos de los conquistados. Cuatrocientos años después, los abusos de la conquista continúan. Para que esto cambie, tenemos que sacudirnos de encima ese pasado. ¡Tenemos que quemar estos balcones, profesor!
PROFESOR BRUNELLI
Habría que quemar también los conventos, entonces. Las pinturas coloniales. Prohibir el castellano, la religión católica. Resucitar el culto a Viracocha, el sol, la luna y los sacrificios humanos. ¿Es posible eso?
TEÓFILO HUAMANI
No. Ni deseable. Pero tampoco podemos revivir el virreynato, que es lo que a usted le gustaría. Ni el incario ni la colonia. Algo nuevo, un país distinto, sin ataduras con el pasado. Por lo demás, eso de quemar fue una metáfora. No soy un incendiario.
PROFESOR BRUNELLI
Ya lo sé. Está en un error, Huamani. Preservar las obras de arte no es negarse al progreso. Un país debe avanzar apoyándose en todo lo bueno que produjo. Así se da contenido a la vida, sustento a la civilización. Eso es la cultura.
TEÓFILO HUAMANI
Para que este país progrese, hay que acabar con esa mentalidad según la cual todo tiempo pasado fue mejor. Y eso es lo que usted inculca a la gente con su campaña.
PROFESOR BRUNELLI
Lo único que quiero es que no se destruya algo bello. Yo también estoy por el progreso. Sacrificando los viejos balcones no habrá más justicia en el Perú.
TEÓFILO HUAMANI
Hay que canalizar las energías del pueblo en la buena dirección, no dilapidarlas en empresas de dudoso contenido ideológico. E, incluso, estético.
PROFESOR BRUNELLI
¿No le parecen bellos estos balcones?
TEÓFILO HUAMANI
Son imitaciones de imitaciones. Terceras, cuartas o quintas versiones de los modelos originales de El Cairo, Marrakech o de Córdoba. No puedo admirar un arte parasitario.
PROFESOR BRUNELLI
Todo nace de mezclas y tradiciones múltiples, Huamani. La originalidad consiste en integrar lo diverso, añadiéndole experiencias y matices nuevos. Ésa es la historia de estos balcones.
TEÓFILO HUAMANI
Bueno, nunca nos vamos a poner de acuerdo sobre este tema. Yo, más bien, venía a hablarle de su hija.
PROFESOR BRUNELLI
Sí, Teófilo.
TEÓFILO HUAMANI
¿Por qué se opone a que yo salga con ella? ¿Es por mis ideas? ¿O porque soy pobre?
PROFESOR BRUNELLI
Si de pobres se trata, por ahí nos vamos usted y yo. ¿Sabe cuál es todo mi capital en el mundo? Estos fantasmas que usted tanto desprecia.
TEÓFILO HUAMANI
Si no es porque soy pobre, será porque me llamo Huamani y porque soy un indio. Será porque alguien nacido en una comunidad campesina, que tuvo que luchar con uñas y dientes para educarse, no es un buen partido para su hija.
PROFESOR BRUNELLI
Déjeme contarle algo que ni siquiera Ileana sabe. Mis padres eran también campesinos, como los suyos. Mi madre nunca aprendió a leer. Yo le leía las cartas… No tengo prejuicios contra nadie, Teófilo. Si Ileana no quiere salir con usted es cosa de ella, yo no se lo he prohibido.
TEÓFILO HUAMANI
Ella me ha dicho que…
PROFESOR BRUNELLI
Es un pretexto ¿no se da cuenta? No habrá querido ofenderlo. Ella sabe lo susceptible que es, Huamani. Ella sabe que todo lo resiente y lo ofende, que vive viendo enemigos por todas partes.
TEÓFILO HUAMANI
Este país me ha hecho así.
PROFESOR BRUNELLI
Seguramente. En fin, compréndalo. Si mi hija no le hace caso, es asunto de ella. Yo no le elijo los pretendientes. Ileana es una mujercita hecha y derecha y tengo confianza en su juicio. Si no ha sabido conquistarla, lo siento mucho.
TEÓFILO HUAMANI
Es que… ella me ha dicho que si no fuera por usted, mejor dicho, por estos malditos balcones, aceptaría ser mi compañera.
PROFESOR BRUNELLI
Ileana no puede haberle dicho semejante cosa.
TEÓFILO HUAMANI
Me lo dijo con todas sus letras:
ILEANA
(Ha aparecido junto a Huamani).
Si no fuera por estos malditos balcones, me iría contigo, Teófilo. Pero no puedo hacerle eso a mi padre. Y tampoco a mi madre, a quien se lo he jurado.
Ileana desaparece.
PROFESOR BRUNELLI
Eso se llama levantar falso testimonio, Huamani.
TEÓFILO HUAMANI
Ileana no quiere defraudarlo. Ella vive bajo el hechizo de esa carta que le escribió su esposa antes de morir. Es la única razón por la que sigue aquí. Usted la está sacrificando a una obsesión, señor Brunelli.
PROFESOR BRUNELLI
¿Ha perdido el juicio? Quién es usted para hablarme de ese modo.
TEÓFILO HUAMANI
Ileana no cree en su misión, en su cruzada. Ella se da cuenta que es la manía de un anciano, una excentricidad sin pies ni cabeza.
PROFESOR BRUNELLI
¡Cállese! ¡Cómo se atreve!
TEÓFILO HUAMANI
Usted ha encontrado una manera de divertirse, de sobrellevar los años. Los periódicos lo entrevistan, las radios hablan de usted, las gentes lo reconocen en la calle. Y usted se siente un héroe. Pero ¿y su hija? ¿Cree que a Ileana le gusta este corralón, pasarse los años entre restos de balcones? ¿En vez de estudiar, de trabajar, de tener su propia vida?
PROFESOR BRUNELLI
Me alegro que Ileana no le haya hecho caso. No se merece una muchacha como ella. Usted es un resentido, Huamani.
Teófilo Huamani
Tal vez lo sea. Pero, esto, se lo tenía que decir. ¿Sabe por qué? Porque a Ileana yo la quiero. No sé si conmigo ella sería feliz. Tal vez no. Pero, con usted, es desgraciada.
PROFESOR BRUNELLI
Váyase, Huamani. No quiero verlo más por aquí.
TEÓFILO HUAMANI
Está bien, profesor, usted manda en su casa. Quisiera dejarle dos adivinanzas. La primera. ¿Tomará en serio Ileana a esas señoras y a esos niñitos de sociedad que juegan a los cruzados los fines de semana?
PROFESOR BRUNELLI
Basta ya. (Abrumado). ¿Y la segunda adivinanza?
TEÓFILO HUAMANI
¿No se dará cuenta Ileana de lo absurdo que es dedicar la vida a rescatar balcones viejos en un país donde la gente se muere de hambre, de falta de trabajo, de falta de salud, de falta de educación, de falta de todo? (Pausa). Ahora, me puedo ir. Algún día se acordará de esta conversación, profesor.
El recuerdo de Teófilo se desvanece.
PROFESOR BRUNELLI
(Retornando, despacio, a su balcón).
Me acuerdo muy bien de ella, Teófilo Huamani. Todavía te veo vibrando de indignación y de rencor. Es verdad, me previniste de todo esto. No sé si me he arrepentido. Si tuviera que empezar de nuevo, creo que haría lo mismo. Será que no sirvo para otra cosa. Me diste un gran disgusto, muchacho. ¡Bah! Estabas dolido. Ileana te había dado calabazas y yo pagué los platos rotos. Esa niña coqueta debió ponerte de vuelta y media, igual que al arquitecto…
Se escuchan, aproximándose, los gritos del ingeniero Cánepa. Trepado ya en su balcón, el profesor lo observa consternado.