VIII. EL DESFILE

Una explosión de alegría sumerge sus palabras. Azuzándose mutuamente con exclamaciones de ¡Vamos!, los cruzados enarbolan carteles y se lanzan a la calle. Diego Cánepa, contagiado, se suma a ellos. Desfilan por los pasillos y recovecos del teatro, mudados en las callecitas de la vieja Lima. Por sobre el tráfago callejero y los ronquidos y bocinas de los automóviles, vibrantes, míticas, resuenan las notas de su himno.

LOS CRUZADOS

ILEANA

DIEGO

LOS CRUZADOS

PROFESOR BRUNELLI

(Discreto, distraído, se va apartando de los cruzados y vuelve a encaramarse en el balcón del Rímac).

LOS CRUZADOS

DIEGO

ILEANA

DIEGO

ILEANA

DIEGO

DOÑA ENRIQUETA

DIEGO

PROFESOR BRUNELLI

LOS CRUZADOS

ILEANA

DIEGO

Panchín

DIEGO

PROFESOR BRUNELLI

LOS CRUZADOS

ILEANA

DIEGO

ILEANA

DIEGO

ILEANA

DIEGO

ILEANA

DIEGO

ILEANA

DOÑA ROSA MARÍA

DIEGO

ILEANA

DIEGO

ILEANA

DIEGO

Ricardo Santurce

DIEGO

LOS CRUZADOS

ILEANA

DIEGO

ILEANA

Las voces de los jóvenes se pierden, al igual que las notas del himno. La oscuridad creciente sumerge el cementerio de los balcones, la vieja Lima. Sólo queda visible el balcón del Rímac, en la húmeda madrugada, con el profesor Brunelli trepado en él, acariciando la soga con la que piensa ahorcarse.