En un rincón del escenario aparece, detrás de su escritorio, la cara iracunda del doctor Asdrúbal Quijano, jefe de la Dirección de Preservación del Patrimonio Artístico y de Monumentos Históricos
DOCTOR QUIJANO
Estado ruinoso. Techos agujereados y podridos por la humedad. Vigas carcomidas por polillas y roídas por roedores. Entretechos ocupados por murciélagos. Suelos desembaldosados por los ladrones. Paredes desajustadas por los temblores y descascaradas por el tiempo y la incuria. Puertas y ventanas desaparecidas y sustituidas por cartones. Cañerías y desagües inexistentes. Tragaluces tapiados por nidos de gorriones y madejas de telarañas. Ventilación nula. Pestilencia y putrefacción. Aguas servidas, alimañas volantes y reptantes en pasillos y habitaciones. Salvo el baño: porque no lo hay, ni nada que se le parezca, ni siquiera una simple letrina o pozo higiénico. Ése es el colmenar de inmundicias y aberraciones arquitectónicas por cuyo anacronismo usted se interesa. Que, además, y para terminar, se halla en peligro inminente de desmoronarse y aplastar a los inquilinos. ¿Está usted satisfecho, señor Brunelli?
PROFESOR BRUNELLI
(Se ha ido acercando al escritorio del burócrata, imantado por su voz).
Todos esos argumentos son falsos, señor director. Exageraciones y distorsiones para engañar a la opinión pública.
DOCTOR QUIJANO
¿Se atreve usted a llamarme, a mí, Asdrúbal Quijano, director del Patrimonio Artístico y Monumentos Históricos, un falsario?
PROFESOR BRUNELLI
Y también un insensible a la Historia.
DOCTOR QUIJANO
Si no fuera por sus canas, le respondería como es debido. Tengo dos doctorados, para que se entere. Uno en Arqueología y otro en Ciencias Sociales. A propósito, ¿tiene usted algún título académico?
PROFESOR BRUNELLI
Sólo el Bachillerato. Pero, no me cambie de tema. En esa casa que está entregando a los demoledores, pasó una noche el corsario Morgan, luego de arrasar el puerto del Callao y la ciudad de Lima.
DOCTOR QUIJANO
¿Y quiere que gastemos los escasos recursos del Estado en conservar una pocilga de tuberculosos porque en ella durmió un pirata asesino y truhán, depredador de bienes muebles e inmuebles y espanto de todas las vírgenes del Continente Austral? Se nota que es usted un extranjero sin patria, ciego y sordo a los intereses del país que le brinda hospitalidad.
PROFESOR BRUNELLI
En esa casa de la calle de la Pelota vivió también el Pico della Mirándola peruano: don Pedro de Peralta y Barnuevo, comediógrafo, erudito, filósofo, políglota y poeta. Sus huesos deben crujir de indignación oyendo sus historicidios, doctor doctor.
DOCTOR QUIJANO
Que crujan. Estoy demasiado preocupado por los vivos, para perder mi tiempo con los muertos. Y tengo mi conciencia tan limpia como el agua de nuestros manantiales serranos. ¿Puede usted decir lo mismo, bachiller?
PROFESOR BRUNELLI
Esa casa se menciona en varias crónicas coloniales. En el siglo XVIII tuvo un pequeño escenario, donde la Perricholi, amante del Virrey Amat, representó muchas comedias. Se debe restaurar, convertir en un teatrín de cámara.
DOCTOR QUIJANO
¡Contésteme lo que le he preguntado! ¿Tiene usted la conciencia tan nívea y transparente como la tengo yo?
PROFESOR BRUNELLI
He venido a que hablemos de la casa del Corsario, no a comparar nuestras conciencias. Doctor doctor.
DOCTOR QUIJANO
¿Está usted asustado, bachiller?
PROFESOR BRUNELLI
Nunca lo he estado en mi vida. ¿De qué lo estaría?
DOCTOR QUIJANO
De su pasado. De estas preguntas: ¿Quién es usted? ¿De dónde vino? ¿Por qué llegó hasta aquí? ¿Huyendo de quién, de qué?
PROFESOR BRUNELLI
De nada ni de nadie. Me embarqué hacia esta tierra por espíritu de aventura. El nombre del Perú se asociaba en mi imaginación juvenil con lo fabuloso y lo mítico. No con burócratas prevaricadores.
DOCTOR QUIJANO
¿Huyendo de la policía, a lo mejor? ¿O de los tribunales de justicia? ¿De algún Comité de Depuración, tal vez? ¿No figurará el apellido Brunelli en los archivos de la magistratura italiana mezclado a hechos de sangre? ¿A estafas? ¿A proezas mafiosas? Basta que yo mueva el dedo meñique para que los diarios que controlamos conviertan esas suposiciones en verdades axiomáticas. Ríase. Yo sé que tras esa risa se oculta el pánico.
PROFESOR BRUNELLI
Me río de sus tácticas intimidatorias, doctor doctor. No tengo prontuario alguno. Ninguna amenaza me va a callar ni poner fin a mi campaña en defensa del patrimonio de este país, que quiero como mío. Eso lo sabe usted muy bien.
DOCTOR QUIJANO
Yo sé que es usted un expatriado. Un inmigrante. Un sujeto sin títulos. Un apátrida. Un revoltoso. Un decrépito. Un atrabiliario. Que está aquí gracias a la benevolencia de nuestro gobierno. Al que sus intromisiones en los asuntos públicos comienzan a irritar.
PROFESOR BRUNELLI
Yo no me meto con el gobierno. Yo sólo irrito a los funcionarios que no cumplen con su deber. Usted y yo tendríamos que ser aliados, no enemigos. ¿No se da cuenta?
DOCTOR QUIJANO
Su permiso de residencia es temporal y puede ser revocado en cualquier momento. Aténgase a las consecuencias de sus chocheras, bachiller Brunelli.
PROFESOR BRUNELLI
¿Cuánto le pagaron esta vez los atilas por la casa del Corsario?
DOCTOR QUIJANO
Moveré cielo y tierra para que sea expulsado del Perú, de manera ignominiosa. Por indeseable. Por escupir en la mano que le ha dado de comer todos estos años. ¡Fuera de aquí!
PROFESOR BRUNELLI
¡Director del Patrimonio Artístico y Monumentos Históricos! ¿No se le cae la cara al oír este título? ¡Doctor usurpador! ¡Doctor impostor!
DOCTOR QUIJANO
(Avanzando hacia él en forma amenazadora).
¡Fuera de aquí, he dicho! ¡Viejo payaso! ¡Fuera, bachiche! ¡Fuera, apátrida! ¡Fuera, extranjero! ¡Te prohíbo que vuelvas a ensuciar mi despacho con tu ridícula presencia!
La cara exasperada y el cuerpo trémulo del doctor Quijano se borran en la sombra. El profesor Brunelli se junta otra vez con los cruzados.