BORRACHO
¡Ayayayay! ¡Caaanta y no llooores! Porque, cantaaando… Jesús, qué es esto. ¡Los diablos azules! Pero si sólo nos tomamos una botellita con mis primos. ¿O serían las mezclas de cerveza y pisco? Me habían dicho que uno ve ratas y cucarachas y esto parece más bien un viejito. Oiga, usted no es una pesadilla sino un cristiano de carne y hueso ¿cierto?
PROFESOR BRUNELLI
Buenas noches, amigo.
BORRACHO
¿Qué busca trepado en ese balcón, se puede saber? Esas travesuras se hacen de muchacho, no a sus años. Usted está subido ahí ¿no? ¿O son los diablos azules?
PROFESOR BRUNELLI
Es una percepción exacta de la realidad. Estoy en la barandilla de este balcón, efectivamente. Trepé aquí sin ayuda de nadie.
BORRACHO
Estará usted más borracho que yo, entonces.
PROFESOR BRUNELLI
El último trago que tomé fue una copita de Chianti Classico, un vinito de mi tierra, hace la friolera de cuarenta años. Desde entonces, sólo agua y jugos de fruta.
BORRACHO
¿Se puede saber qué hace ahí? ¿Para qué amarra esa soga? No me diga que se va a robar a una muchacha, descolgándose con ella en sus brazos.
PROFESOR BRUNELLI
Ya veo que ha leído Romeo y Julieta.
BORRACHO
Leído, no. Vi la película. (Pausa). Ese balcón estará comido por las polillas. Ahorita se viene abajo y quedará usted como mazamorra, don.
PROFESOR BRUNELLI
Es fuerte como una roca, a pesar de los doscientos diecisiete años que acaba de cumplir. De madera de cedro, traída a Lima desde Nicaragua. Nos puede resistir a los dos juntos. ¿Quiere hacer la prueba?
BORRACHO
Ni de vainas. Estaré borracho pero de tonto no tengo un pelo. ¿Tiene doscientos diecisiete años ese vejestorio?
PROFESOR BRUNELLI
Y algunos meses, aunque no podría precisar cuántos. El modelo vino de Sevilla. Del taller del maestro Santiago de Olivares y Girondo, cuyos dibujantes diseñaron la mayoría de balcones coloniales de Lima. Y los de Arequipa, Trujillo, Ayacucho, Huancavelica, Cusco y Cajamarca. Pero, permítame aclararle algo, amigo.
BORRACHO
Diga, nomás.
PROFESOR BRUNELLI
Aunque los planos venían de allá, usted buscaría en vano, en Sevilla o en toda Andalucía, un balcón parecido a éste.
BORRACHO
¿Está burlándose de mí? ¿A qué viene ese discurso?
PROFESOR BRUNELLI
A que este balcón, aunque concebido en España, es más peruano que usted y más limeño que santa Rosa de Lima. ¿Se da cuenta?
BORRACHO
Usted parece más loco de lo que creí. ¿De qué tendría que darme cuenta?
PROFESOR BRUNELLI
De que lo esencial no fueron los planos, ni los arquitectos sevillanos, sino los ejecutantes. Los carpinteros, los ebanistas, los talladores de aquí. Ellos lo crearon, con sus manos, con su espíritu y, sobre todo, con su amor.
BORRACHO
Debo tener diablos azules, sí. Son las cinco de la mañana, hay neblina, no queda un perro suelto en las calles. Y usted, trepado en ese balcón ¡hablando del espíritu de los carpinteros!
PROFESOR BRUNELLI
Los esclavos africanos y los artesanos indios que cortaron, labraron, pulieron y clavaron estas maderas en el XVII, en el XVIII, en el XIX, volcaron en ellas lo mejor que tenían. Y su espíritu quedó impregnado en las tablas.
BORRACHO
(Tratando de hacer un chiste para disimular su confusión).
¿Impregnado como el olor a pipí que me quedó en el cuerpo de esa cantina muerta de hambre a la que me arrastraron mis primos?
PROFESOR BRUNELLI
Probablemente, ni se daban cuenta. No advertían que, al materializar esos dibujos sevillanos, los alteraban. Cambiándoles el semblante y la personalidad.
BORRACHO
¡Jajajá! ¡El semblante y la personalidad de los balcones! Esto se pone chistoso, don.
PROFESOR BRUNELLI
Infundiéndoles una vida propia.
BORRACHO
¿Los balcones, una vida propia?
PROFESOR BRUNELLI
Quien tiene ojos para ver, lo puede ver. Yo lo veo. Cuando descubro los mensajes que los peruanos de entonces nos dejaron en estas tablas, me parece dialogar con ellos. Verlos, estrecharles la mano.
BORRACHO
¡Ya sé! Usted es un rosacruz. Conocí a uno, hace tiempo. Veía mensajes en las nubes, en las piedras. Se las pasaba hablando con las almas. ¿Es usted un rosacruz, don?
PROFESOR BRUNELLI
Soy profesor de historia del arte. Y he dado, también, clases de italiano.
BORRACHO
Bueno, bueno, siga con su cantaleta. ¿Qué mensaje dejaron esos fulanos en los balcones?
PROFESOR BRUNELLI
Su cultura. Lo hicieron con tanta astucia que sus amos no se dieron cuenta. No lo habrían permitido. Y mucho menos los inquisidores, si hubieran adivinado que en estos balcones quedaban huellas de las idolatrías que creían haber extirpado.
BORRACHO
Me está dando usted todo un sermón. ¿Y para qué amarra ahí esa soga, se puede saber?
PROFESOR BRUNELLI
¿Un sermón? No, una charla. Di decenas, en colegios, iglesias, clubs, casas particulares. Enseñando a la gente que el pasado es tan importante como el futuro, para un país. Decenas de decenas. Mis oyentes solían quedarse como usted. Cierre la boca, amigo, no se vaya a tragar una mosca.
BORRACHO
La verdad es que ando despistado, don. ¿Es usted sabio o le falta un tornillo? Yo sólo veo unas tablas despintadas, llenas de telarañas.
PROFESOR BRUNELLI
Hay que mirar a los balcones con el mismo amor con que fueron fabricados. Entonces, las yemas de los dedos, acariciando su superficie, identifican las creencias de sus constructores. Los peces y las conchas que insinuaron los artesanos del litoral. Las escamas de serpientes, los colmillos de pumas, los espolones y picos de cóndores que incrustaron en sus pilastras y dinteles los ebanistas de la sierra. Los cuernos, medialunas, soles radiantes, estelas, tótems que escondieron en sus molduras los esclavos nostálgicos del África.
BORRACHO
¿Hay todas esas cosas en los balcones cochambrosos de Lima?
PROFESOR BRUNELLI
Sugeridas, aludidas. Basta un poco de sensibilidad para notarlo. ¿No se han ganado por ello el derecho a la existencia?
BORRACHO
Por qué grita, abuelo.
PROFESOR BRUNELLI
¿No tenemos la obligación de defenderlos? ¿De atajar a esos especuladores sin cultura y sin moral que quieren destruirlos?
BORRACHO
Vaya, ahora me riñe. ¿Yo qué le hice, caballero?
PROFESOR BRUNELLI
Me exalté un poco. Le pido disculpas.
BORRACHO
¿Sabe que habla como si los balcones fueran personas?
PROFESOR BRUNELLI
Están vivos. Ni más ni menos que usted y yo.
BORRACHO
¿Me puede decir ahora qué amarra ahí? No estará pensando en ahorcarse, ¿no?
PROFESOR BRUNELLI
No se preocupe por mí.
BORRACHO
¿No tiene frío ahí arriba? Un catarro a sus años podría ser fatal, don.
PROFESOR BRUNELLI
Estoy bien abrigado, gracias.
BORRACHO
Yo, en cambio, me muero de frío y de sueño. Así que, a casita, a enfrentarse a la Gertrudis. ¿Puedo hacer algo por usted?
PROFESOR BRUNELLI
Nada, gracias. Pero por este balcón y sus hermanos, puede. Alertar la conciencia pública. Explicar que destruirlos es una traición a esos ancestros que, desde el fondo de los siglos, nos miran y nos juzgan. Hágale ese servicio a su país, amigo.
BORRACHO
No quiero que me tiren piedras ni que me pongan una camisa de fuerza. Un consejo, antes de irme. No se ahorque. A pesar de todo, la vida vale la pena. Se lo dice alguien con el que esta ciudad de mierda ha sido muy ingrata. Y, sin embargo, aquí estoy, sacando el pecho y dando la pelea. Adiós, don.
Se aleja, con andar vacilante, en el amanecer todavía sin luz. En el tenue silbido del viento se insinúa el estribillo del Himno de los Balcones. Sus compases y algunos ladridos de perros madrugadores quedan como música de fondo, mientras el profesor Brunelli, distraído un momento del nudo que hace en la soga, fantasea, recuerda y dialoga con una ciudad fantasma.