Para evitar los errores en esta road-movie medieval, como siempre, he contado con mi correctora de galeradas Klara Decker, además de mi lectora Melanie Blank-Schröder y mi editora Margit von Cossart. A esta última quiero agradecerle especialmente su minuciosidad. El argumento contra la precisión histórica de las novelas ambientadas en la Edad Media —«La lectura no reemplaza una clase de historia»— nunca me ha convencido. Hoy en día, nadie puede comprender con precisión cómo pensaba, creía y sentía la gente del medievo, pero como autores y lectores de novelas históricas debemos intentarlo.
Como siempre, la tendencia medieval a creer en los milagros ha sido fomentada en mí por Bastian Schlück, mi maravilloso agente, al que nunca podré agradecérselo bastante. Sin su ayuda, ¿dónde estarían hoy Rickie, Sarah y Chris?
Y también quiero dar las gracias a todos cuantos me cubrieron las espaldas durante la costosa tarea de escribir este libro. Y también a todos los perros y caballos —y la mula— que evitaron que me sumergiera demasiado profundamente en el medievo.
Ricarda Jordan