Si el niño está enfermo, dale lo que quiera comer o beber, aunque el médico lo haya prohibido expresamente, pues aquello que anhelamos en la enfermedad nos hace bien, y tira la medicina por la ventana: el niño te querrá más, pero ínstale a que no lo cuente. Haz lo mismo con tu señora si desea algo cuando está enferma, y prométele que le sentará bien.
Si tu señora entra en la habitación de los niños y propone dar unos azotes a uno de ellos, arráncaselo enfurecida y dile que es la madre más cruel que jamás hayas visto. Ella te regañará, pero te querrá más. Cuenta a los niños historias de fantasmas cuando vayan a llorar, etcétera.
Encárgate de destetar a los niños, etcétera.