INSTRUCCIONES A LA CRIADA

Si tu amo o señora se marchan al campo durante una semana o más, no limpies el dormitorio o el comedor hasta una hora antes de que esperes su regreso. De este modo, las estancias estarán perfectamente limpias para recibirlos, y te ahorrarás la molestia de volverlas a arreglar tan pronto.

Gran ofensa me causan las damas con tanto orgullo y desidia que no se molestan en salir al jardín para hacer aguas, pero que poseen un odioso artilugio, a veces en su propio aposento, o al menos en un oscuro armario adyacente, que utilizan para aliviar sus peores necesidades; y tú eres la habitual vaciadora del recipiente, que no sólo hace que la cámara, sino también sus ropas, resulten ofensivas para todo aquel que se aproxima. Pues bien, para curarlas de esta odiosa práctica, te recomiendo —a ti, de cuyo trabajo forma parte la retirada de este artilugio—, que lo hagas abiertamente, bajando por la escalera principal, y en presencia de los lacayos; y, si alguien llama a la puerta de entrada, ábrela mientras sostienes el recipiente lleno. Éste será el único modo de que tu señora se tome la molestia de hacer sus necesidades en el lugar indicado, para no enseñar sus inmundicias a todos los sirvientes de la casa.

Deja un cubo de agua sucia con la escoba dentro, una carbonera, una botella, un cepillo, un orinal, y otras cosas igualmente feas, en una puerta cegada o en la parte más oscura de las escaleras de atrás, para que no se vean, y si la gente se parte la espinilla al tropezar con ellas es culpa suya.

No vacíes los orinales hasta que estén casi llenos. Si eso sucede de noche, vacíalos en la calle, si de día, en el jardín, pues sería una labor interminable bajar una docena de veces del desván y las estancias superiores al jardín; pero nunca los laves con otro líquido que no sea el suyo propio, pues ¿qué muchacha limpia metería la mano en la orina de otras personas? Y, por otro lado, el olor de los orines, como he observado antes, resulta admirable para los vapores, cosa que, con suma probabilidad, padece tu señora.

Limpia las telarañas con una escoba sucia y mojada, pues así se pegarán mejor, y las bajarás con mayor eficiencia.

Cuando cepilles la chimenea del salón de los señores por la mañana, echa las cenizas de la noche anterior en un tamiz, y lo que se filtre, cuando bajes al piso inferior, hará las veces de arena para lavar la habitación y las escaleras.

Cuando hayas limpiado el latón y el hierro de la chimenea del salón privado, deja el paño húmedo y sucio en la silla más cercana, para que tu señora vea que no has descuidado tus labores. Observa la misma regla cuando limpies las cerraduras de latón, pero añadiéndole algo: deja las huellas de tus dedos en las puertas, para mostrar que no lo has olvidado.

Deja el orinal de tu señora en la ventana de la alcoba todo el día, para que se airee.

Sube únicamente los troncos grandes al comedor y al dormitorio de tu señora; dan el mejor fuego, y si los encuentras demasiado grandes, es fácil romperlos en la chimenea de mármol.

Cuando te acuestes no olvides ocuparte del fuego: apaga la vela de un soplido y métela debajo de tu cama. Nota: El olor de la mecha es muy bueno para los vapores.

Convence al lacayo que te ha dejado encinta para que se case contigo antes de que cumplas seis meses en estado, y si tu señora te pregunta por qué aceptas a un hombre que no vale ni cuatro peniques, responde que el servicio no es una herencia.

Cuando la cama de tu señora esté hecha, mete el orinal debajo de ella, pero de modo que al mismo tiempo eches la cenefa hacia atrás, para que esté listo y se pueda ver cuando tu señora tenga necesidad de utilizarlo.

Encierra un gato o un perro en una habitación o un armario, para que causen un estruendo en toda la casa y ahuyenten a los ladrones, si alguno intenta irrumpir o adentrarse en la casa.

Cuando limpies una de las habitaciones que dan a la calle por la noche, tira el agua sucia por la ventana de la calle, pero cerciórate de no mirar delante de ti, no vaya a ser que aquellos sobre los que cae el agua te crean maleducada y que lo has hecho a propósito. Si el que lo padece rompe una ventana como venganza, y tu señora te reprende y te ordena tajantemente que bajes el cubo y lo vacíes en el fregadero, cuentas con una fácil solución. Al limpiar una de las habitaciones del piso superior, baja el cubo de forma que el agua gotee por las escaleras hasta la cocina, y así no sólo será menor tu carga, sino que convencerás a tu señora de que es mejor tirar el agua por las ventanas o por los escalones de la puerta de entrada. Además, esta última costumbre será muy divertida para ti y para la familia en las noches de helada, cuando veáis a cientos de personas cayendo de bruces o de espaldas en vuestra puerta al congelarse el agua.

Frota y saca brillo a las chimeneas y a las repisas con un paño mojado con aceite; es lo que más las hace brillar, y son las damas quienes deben cuidar de sus enaguas.

Si tu señora es tan bondadosa que quiere que limpies la habitación con asperón[6], asegúrate de hacer hendiduras de seis pulgadas con la piedra en la parte inferior de los paneles de la pared, para que tu señora vea que obedeces sus órdenes.