Si tu amo es un ministro de importancia, deja solamente entrar a su alcahuete, o a su principal adulador, o a uno de los escritores a los que paga, o al espía e informador que contrata, o a su impresor habitual, o a su abogado municipal, o a un corredor de bienes raíces, o a su inventor de nuevos fondos, o a un comerciante de títulos.