INSTRUCCIONES AL COCHERO

No estás obligado absolutamente a nada más que a sentarte en el pescante y llevar a tu amo o señora.

Entrena a tus caballos para que, cuando esperes a tu señora en una visita, aguarden mientras tú te metes en una taberna de las proximidades para beber una jarra con un amigo.

Cuando no tengas ganas de llevar el coche, di a tu amo que los caballos están resfriados, que hay que ponerles herraduras, que la lluvia los perjudica y les endurece el pelaje y pudre el arnés. Esto también puede aplicarse al lacayo.

Si tu amo come con un amigo en el campo, bebe todo lo que puedas, porque es bien sabido que un buen cochero nunca conduce mejor que cuando está bebido, y después muestra tu pericia conduciendo el coche a una pulgada de un precipicio, y afirma que nunca conduces tan bien como cuando estás borracho.

Si te encuentras con un caballero que se encapricha de uno de tus caballos y que está dispuesto a darte cierta cantidad además del precio, convence a tu amo para que lo venda, porque es tan agresivo que no eres capaz de conducirlo, y, para rematarlo, camina dando traspiés.

Que un golfillo callejero vigile tu coche los domingos en la puerta de la iglesia, para que tú y los demás cocheros podáis solazaros juntos en la taberna, mientras tu amo y tu señora están en la iglesia.

Procura que tus ruedas sean buenas, y haz que te compren un juego nuevo con la mayor frecuencia posible, tanto si te dan el viejo de propina como si no. En un caso, obtendrás un legítimo beneficio, y el otro será un justo castigo a la avaricia de tu amo, y probablemente el fabricante de coches también te entregará una pequeña cantidad.