«—Nos hizo daño, ¿sabes?… Éloïse no deja de llorar. Llora sin parar ahora.
»—Lo sé, cariño. Dile a Éloïse que la quiero, dile que sea fuerte.
»—Te echa de menos, no hay nada aquí. Te busca por todas partes. No entiende por qué no estás a nuestro lado. Debo explicárselo, constantemente…».
—… sario… ¡Comisario!
Contracción de las pupilas. Cielo azul, tejados rojos… En la plaza de la iglesia, inspiré una gran bocanada de aire, me pasé una mano sobre el rostro empapado antes de identificar a Sibersky. Señalaba mi zapato derecho, comido por una colilla rojiza. Sacudí el pie y aplasté el cigarrillo con el talón.
—¡Mierda! ¡Zapatos nuevos!
El teniente temblaba de impaciencia.
—¡He descubierto un mensaje! ¡Inscrito en la cima de uno de los pilares renovados! Estamos a la espera de que llegue una carretilla elevadora y un técnico de la científica. Me sumergí en el espacio fresco de luz tranquilizadora.
Sibersky me indicó la localización exacta antes de tenderme los prismáticos.
—Es en la cima… Desde aquí no se puede leer con precisión, pero con unos prismáticos lo he conseguido… Inténtelo…
—¿Qué pone?
—Es… difícil de explicar… Pero…, en cualquier caso, da mucho canguelo…
Me mostró un punto preciso de la bóveda.
Regulé las lentes, y las palabras grabadas en la piedra, a más de diez metros del suelo, aparecieron ante mis ojos.
Tras el tímpano de la Cortesana, encontrarás el abismo y sus aguas negras. Luego, de las dos mitades, el Meritorio matará la otra mitad con sus manos sin fe y la onda se tornará roja. Entonces, al son de la trompeta, la plaga se extenderá y, bajo el diluvio, volverás aquí, porque todo está en la luz. Vigila los males y, sobre todo, ten cuidado con el mal aire.
Permanecí un rato sin reaccionar, dividido entre un curioso sentimiento de furia y de excitación. Esa investigación apestaba al juego de la oca a tamaño natural.
—No entiendo gran cosa —confesé entrecerrando los ojos—, pero este texto huele a advertencia o a rompecabezas mórbido…
—Porque además, a priori, es de la época de las obras y no de ayer. Hace más de un trimestre que nuestro hombre prepara el golpe… Primero advierte… y luego actúa… ¡Eso es pura premeditación!
—Anota que habrá que encontrar e interrogar a los obreros. Es raro que no hayan informado de ese mensaje.
Sibersky tomó nota y propuso:
—Debería llamar al forense y pedirle que eche un vistazo a las orejas de la víctima: «tras el tímpano de la Cortesana».
Contacté de inmediato con Van de Veld, que se disponía a hacer una incisión en el cuerpo. Me prometió que me llamaría en cuanto pudiese.
—Ve a tomarle declaración al cura. Muéstrale esas frases, quizá lo vea más claro que nosotros… Si el asesino quiete hablarnos…, vamos a escucharlo…
—¿Cree que es un iluminado de la Biblia? —preguntó Sibersky—. ¿Uno de ésos que creen matar en nombre de Dios?
—Demasiado pronto para decirlo. Pero, ojo, estamos ante un caso largo y macabro.