Ante la cabeza del hombre había un objeto (quizás debería llamársele una imagen) que tenía aproximadamente el tamaño de un balón de playa. Estaba compuesto de puntos luminosos. Una galaxia quizás hubiera tenido ese aspecto, vista desde fuera, si contuviera la suficiente densidad de estrellas, la mayoría de los puntos luminosos eran de un azul claro, pero en el interior de la esfera había también líneas de vivo color verde, amarillo, naranja e incluso rojo, como las líneas gangrenosas que irradian desde una herida infectada Sobre la esfera había una hilera de lo que podrían haber sido espejos, reflejando el rostro preocupado del hombre… pero no eran espejos. En algunas de las imágenes el cabello era largo, en otras corto o inexistente. Algunos de los rostros tenían la piel atezada y otros pálida, algunos eran gruesos y otros delgados. «Ahora que al fin hemos logrado la sincronía —dijo el hombre sentado—, creo que por fin somos capaces de ver la extensión del problema. He obtenido mediciones de armónicos que llegan ya al sexto grado y siguen propagándose». Hizo una pausa y miró el resto de caras, buscando signos de disconformidad. No encontró ninguno. «Si esto continúa —dijo con voz tranquila—, he pronosticado noventa y nueve probabilidades sobre cien de que dentro de un año estándar los disturbios causados serán a la vez plenos e irreversibles».