Cuando los empleados de la limpieza entraron en el auditorio McCormick dispuestos a iniciar los preparativos para el Espectáculo Deportivo Invernal, las luces asustaron a un murciélago. «¿Cómo diablos se ha metido aquí?», protestó el supervisor; pero lo más importante era librarse de él antes de que empezara el espectáculo. El problema se resolvió por sí solo. El murciélago revoloteó alocadamente por el lugar hasta que al fin logró escaparse por una de las grandes puertas a través de las que estaban entrando los vehículos para la nieve. Nadie volvió a pensar en él. Nadie creyó que el murciélago tuviera la menor importancia… hasta que, durante las semanas siguientes, primero los gatos callejeros, luego grandes cantidades de perros de todas las razas y, finalmente, algunos seres humanos empezaron a morir, víctimas del virus de la rabia que el murciélago había traído consigo.