IX

LOS DESCENDIENTES DE KARLSEFNI

Freydis volvió a su granja, que no había sufrido ningún daño durante su ausencia.

Repartió dinero entre todos sus compañeros de viaje, ya que quería que mantuvieran sus crímenes en secreto, y entonces se estableció en su granja.

Pero no todos sus compañeros eran lo suficientemente discretos como para no decir nada acerca de aquellos perversos crímenes y evitar así que salieran a la luz. Ciertos rumores llegaron por casualidad a oídos de su hermano Leif, y lo que oyó le pareció una historia espantosa. Apresó a tres de los hombres de Freydis y los torturó hasta que revelaron todo lo que había sucedido; sus relatos coincidieron palabra por palabra.

«No tengo coraje», dijo Leif, «para castigar a mi hermana Freydis como se merece, pero profetizo que sus descendientes no prosperarán nunca».

Y desde entonces todos tuvieron de ella y de su familia la peor de las opiniones.

Mientras tanto Karlsefni había aparejado su nave y en ella se había marchado.

Tras una feliz travesía alcanzó Noruega sano y salvo. Pasó allí el invierno, y vendió su cargamento, y él y su esposa fueron tenidos en mucho por los más notables de aquel país. A la primavera siguiente, aparejó su nave para emprender viaje a Islandia; cuando estaba completamente dispuesto para navegar, y su barco descansaba en el muelle a la espera de vientos favorables, un hombre del sur fue a verle, un hombre de Bremen, en Sajonia.

Aquel hombre preguntó a Karlsefni si le vendería el bien trabajado mascarón que tenía en su barco[27].

«No quiero venderlo», contestó Karlsefni.

«Te daría por él medio marco de oro», dijo el hombre del sur.

Karlsefni pensó que aquélla era una buena oferta; la venta se llevó a cabo y el hombre del sur se fue con el mascarón. Karlsefni no sabía de qué clase de madera estaba hecho: era de arce y había venido desde Vinlandia.

Karlsefni se hizo a la mar y llegó al norte de Islandia, recalando en Skagafjord, donde varó la nave para que el invierno no hiciera mella en ella. A la primavera siguiente compró las tierras de Glaumbaer y se estableció allí; cultivó aquello durante el resto de sus días y fue considerado como un hombre de gran valía.

Muchas gentes de alta condición descienden de él y de su mujer Gudrid.

Tras la muerte de Karlsefni, Gudrid y su hijo Snorri, que habla nacido en Vinlandia, se hicieron cargo de la granja. Cuando Snorri tomó esposa, Gudrid marchó en peregrinación a Roma; y a su vuelta a la granja de su hijo se encontró con que éste había erigido una iglesia en Glaumbaer. Después. Gudrid se hizo monja y allí permaneció como anacoreta durante el resto de sus días.

Snorri tuvo un hijo llamado Thorgeir, que luego sería el padre de Yngvild, la madre del obispo Brand. Snorri tuvo también una hija llamada Hallfrid, que luego sería la mujer de Runolf, el padre del obispo Thorlak.

Karlsefni y Gudrid tuvieron otro hijo, al que llamaron Bjorn, y que luego sería el padre de Thorunn, la madre del obispo Bjorn[28].

Gran cantidad de gente desciende de Karlsefni; ha venido a ser el origen de un linaje prolífico.

Fue el propio Karlsefni quien narró, con más lujo de detalles que ningún otro, la historia de todos estos viajes, que aquí ha sido rememorada con alguna extensión.