THORSTEIN EIRIKSSON MUERE
Mientras tanto, en Groenlandia, Thorstein Eiriksson de Eiriksfjord se había casado con Gudrid Thorbjarnardottir, la hija de Thorbjorn, la viuda de Thorir el Oriental, todos ellos mencionados antes.
Thorstein Eiriksson estaba ahora deseoso de ir a Vinlandia para recuperar el cuerpo de su hermano Thorvald. Aparejó el mismo barco y eligió a veinticinco hombres, los más grandes y fuertes de entre los que conocía, para que tomaran parte en la expedición junto con él mismo y su mujer Gudrid.
Cuando todos estuvieron dispuestos, se hicieron a la mar, y pronto se perdieron de vista. Pero durante todo aquel verano estuvieron a merced del tiempo, de sus caprichos y tormentas, y no supieron nunca adónde se dirigían. Una semana antes de la llegada del invierno, se encontraron fortuitamente frente a Lysufjord, en la Colonia Occidental de Groenlandia, y allí desembarcaron. Thorstein buscó alojamiento, y encontró hospedaje para toda su tripulación, pero nada encontró para sí y para su mujer, por lo que ellos dos hubieron de permanecer a bordo del barco durante algunos días.
Por aquel tiempo el cristianismo aún daba sus primeros pasos en Groenlandia.
Una mañana temprano, algunas personas se acercaron a la tienda de campaña que los cobijaba, y su jefe preguntó quién había dentro.
«Dos personas», respondió Thorstein. «¿Quién quiere saberlo?». «Me llamo Thorstein», dijo el otro, «y me llaman Thorstein el Negro. He venido aquí para invitaros a ti y a tu esposa a acompañarme y compartir mi casa».
Thorstein Eiriksson dijo que deseaba consultar a su esposa antes de dar una contestación; pero Gudrid dejó la decisión en sus manos y él aceptó la invitación.
«Entonces volveré mañana con un carro para recogeros», dijo Thorstein el Negro.
«No nos faltan cosas que ofreceros, pero encontraréis aburrida la vida en mi casa, porque allí estamos solos nosotros dos, mi mujer y yo, y yo soy un hombre muy huraño. Profeso además una fe que no es la vuestra, aunque considero que la vuestra es mejor que la mía[22]».
A la mañana siguiente volvió con el carro a recogerlos. Se trasladaron a su casa y allí los trataron bien.
Gudrid era una mujer muy bien parecida; era inteligente y sabía bien cómo comportarse entre extraños.
Al comienzo de aquel invierno, una enfermedad brotó entre la tripulación de Thorstein Eiriksson, y muchos de los hombres murieron. Thorstein ordenó que fabricaran ataúdes para los muertos e hizo que amortajaran los cuerpean el barco.
«Porque quiero que todos los cuerpos estén en Eiriksfjord para el verano», dijo.
No mucho después la enfermedad invadió también la casa de Thorstein el Negro, y la primera en caer enferma fue su mujer, Grimhild. Era una mujer inmensa, tan fuerte como cualquier hombre, pero la enfermedad la derribó igual que a todos.
Thorstein Eiriksson contrajo pronto el mismo mal, y durante algún tiempo los dos estuvieron enfermos y en cama, hasta que Grimhild murió. Entonces su marido, Thorstein el Negro, salió a buscar una tabla para tender el cadáver en ella.
«No tardes demasiado, mi buen amigo», dijo Gudrid.
Él dijo que volvería en seguida.
Entonces dijo Thorstein Eiriksson: «Hay algo muy extraño en Grimhild. Se incorpora apoyándose en el codo, saca los pies de la cama y busca a tientas su calzado[23]».
En ese preciso momento Thorstein el Negro volvió a la habitación, y Grimhild se desplomó sobre su cama tan pesadamente que todas las vigas de la casa crujieron.
Thorstein el Negro hizo un ataúd para el cuerpo de Grimhild, la amortajó, y se la llevó para que fuera enterrada. Era un hombre grande y vigoroso, pero necesitó de toda su fuerza para sacarla de la casa.
La enfermedad de Thorstein Eiriksson se fue agravando hasta que murió. Los tres estaban juntos en la habitación cuando Thorstein expiró; Gudrid quedó desolada sentada en un taburete junto a la cama de su marido. Thorstein el Negro la cogió entre sus brazos, la llevó al banco que acababa de abandonar, y volvió a sentarse en él, con ella en su regazo. Trató de reconfortarla y consolarla de mil maneras distintas, y prometió que la llevaría a Eiriksfjord junto con el cuerpo de su marido y los de los hombres de su tripulación.
«Y haré venir aquí algunos sirvientes más», dijo él, «para tu mayor comodidad y bienestar».
Ella se lo agradeció. Mas entonces el cadáver de Thorstein Eiriksson se incorporó súbitamente hasta quedar sentado y habló: «¿Dónde está Gudrid?».
Repitió estas palabras tres veces, pero Gudrid no dio respuesta alguna. Entonces ella preguntó a Thorstein el Negro: «¿Debería responderle?».
Él le aconsejó que no lo hiciera. Entonces cruzó la habitación, tomó asiento en el taburete, con Gudrid en sus rodillas, y dijo: «¿Qué es lo que quieres, tocayo?».
Tras una pausa, Thorstein Eiriksson respondió: «Ansío revelar a Gudrid su destino, para que ella pueda resignarse más fácilmente a mi muerte, porque estoy ahora en un feliz lugar de reposo. Tengo esto que decirte, Gudrid: te desposarás con un islandés, disfrutaréis de una larga vida juntos, y vuestra prole será sana y numerosa, clara y excelente, dulce y fragante. Tú y tu marido iréis de Groenlandia a Noruega, y de allí a Islandia, donde levantaréis vuestro hogar y viviréis durante largo tiempo. Sobrevivirás a tu marido e irás en peregrinación a Roma, y de allí retornarás a tu granja en Islandia; allí se construirá una iglesia y harás los votos de monja y allí permanecerás hasta que mueras».
Entonces Thorstein se desplomó. Su cuerpo fue amortajado y llevado al barco.
Thorstein el Negro cumplió todas las promesas que había hecho a Gudrid. En primavera vendió su granja y su ganado, llevó a Gudrid con todas sus posesiones al barco, aparejó éste, reclutó una tripulación, y entonces navegó a Eiriksfjord.
Todos los muertos fueron enterrados en la iglesia que hay allí.
Gudrid fue a Brattahlid para quedarse con su hermano político, Leif Eiriksson.
Thorstein el Negro se estableció en Eiriksfjord y vivió allí durante el resto de sus días.
Fue considerado como un hombre de espíritu recto.