Turistas huyen de Birmania.
Se teme por los once norteamericanos desaparecidos
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De la enviada especial del San Francisco Chronicle, May L. Brown
Mandalay, 31 de diciembre.— En el resplandeciente bar del hotel Golden Pagoda, con aire acondicionado, los turistas escapan al bochorno bebiendo cócteles a precios de Estados Unidos. Pero nadie celebra la llegada del Año Nuevo, tras difundirse que once norteamericanos integrantes de una expedición artística llevan casi una semana desaparecidos en Birmania, en circunstancias «sospechosas». Los intranquilos huéspedes del hotel intercambian rumores, que van desde el tráfico de drogas y la toma de rehenes hasta la venganza por haber perturbado a los nats, espíritus malignos de la tradición birmana.
Los turistas, cuatro hombres, cinco mujeres y dos niños del área de la bahía de San Francisco, fueron vistos por última vez el 25 de diciembre en el lago Inle, cuando se hallaban alojados en el complejo hotelero Isla Flotante. El día de Navidad, antes del alba, los norteamericanos y su guía birmano subieron a bordo de dos lanchas pilotadas, para ver amanecer, en una excursión que normalmente dura noventa minutos. Los pasajeros no regresaron, ni tampoco las lanchas ni sus tripulantes.
El lago, de 158 kilómetros cuadrados, rodeado de montañas cubiertas de selva, es una maraña de pequeñas ensenadas con aldeas aisladas y huertos flotantes de tomates. El complejo hotelero se encuentra en la región montañosa del meridional estado de Shan, cuya frontera oriental es la puerta de entrada al Triángulo de Oro, notorio por el tráfico de heroína. En años pasados, la región estuvo cerrada al turismo, a causa de los conflictos entre las minorías étnicas y el régimen militar. Las agencias turísticas locales insisten en que actualmente la zona está fuera de peligro, y señalan que muchos complejos turísticos funcionan incluso bajo la dirección de los antiguos cabecillas de las tribus.
La desaparición de los once turistas fue denunciada por otro miembro del grupo, Harry Bailley, de cuarenta y dos años, adiestrador de perros de origen británico, famoso por ser el presentador del programa «Los archivos de Manchita». Bailley declinó participar en la aventura al amanecer a causa de una intoxicación alimentaria. Al ver que sus amigos no regresaban para comer ni para cenar, notificó su ausencia a la dirección del hotel, que —según quejas de Bailley— no procedió a informar de inmediato a las autoridades locales.
El 26 de diciembre, el guía birmano del grupo, Maung Wa Sao, de veintiséis años, apodado Walter y natural de Rangún (Yangón), fue descubierto inconsciente por dos niños de diez años, novicios de un monasterio de In-u, cerca del extremo opuesto del lago. Maung presentaba laceraciones en el cuero cabelludo, deshidratación y posible conmoción cerebral. Desde su lecho de hospital, prestó declaración a la policía militar del estado de Shan y dijo no recordar nada de lo ocurrido desde que subió al barco hasta que fue hallado en las ruinas de una pagoda.
La policía militar de Shan no se puso en contacto con la embajada de Estados Unidos en Rangún (Yangón) hasta el 29 de diciembre. «Nuestra oficina está trabajando intensamente con el régimen militar birmano —declaró el funcionario consular norteamericano Ralph Anzenberger—. La desaparición de los once turistas estadounidenses es motivo de gran preocupación para todos. De momento, no se difundirán las identidades de los desaparecidos, dada la incertidumbre que rodea el caso».
Declinó confirmar la información de que una de las mujeres desaparecidas podría ser una destacada periodista y activista de Libre Expresión Internacional, organización de defensa de los derechos humanos. Según Anzenberger, el régimen militar no permite la entrada de periodistas extranjeros, cuando está al corriente de su actividad. Sin embargo, Philip Gutman, portavoz de Libre Expresión Internacional en Berkeley, ha declarado al Chronicle: «[La mujer desaparecida] ha escrito artículos sobre la opresión, todos ellos fidedignos y bien documentados». Gutman teme que el régimen militar birmano haya detenido a la periodista y a sus compañeros, que pasarían así a engrosar la lista de mil quinientos presos políticos denunciados. «Se sabe que encierran a todo el que los critica —señaló Gutman—. Tienen un concepto bastante perverso de los derechos humanos».
Gutman reconoció asimismo que la periodista ha participado en actos de apoyo a la líder de la oposición birmana Aung San Suu Kyi, «la Señora», cuya arrolladura victoria en las elecciones de 1990 fue ilegítimamente anulada por la junta militar. Aung San Suu Kyi, que desde 1989 permanece bajo arresto domiciliario, fue laureada con el Premio Nobel de la Paz en 1991. En repetidas ocasiones, ha instado a otros gobiernos a presionar a la junta mediante el bloqueo comercial a Birmania. En 1997, Estados Unidos impuso sanciones al desarrollo de nuevos negocios.
Pero eso no ha impedido que los turistas acudan masivamente a un destino exótico a precio de ganga. El turismo no ha dejado de aumentar, al menos hasta ahora.
«Respetamos sinceramente a la Señora —declaró el director de una agencia turística birmana, con la condición de permanecer en el anonimato—, pero, a decir verdad, el gobierno trata mejor al pueblo cuando vienen los turistas. Cuando no vienen, los más perjudicados son los birmanos de a pie, y no el gobierno».
Hoy, la policía militar, a bordo de motoras que escupen gasolina, ha iniciado otra jornada de búsqueda a lo largo de la costa del lago Inle. Mientras tanto, los enguantados empleados del hotel Golden Pagoda, de Mandalay, están muy ocupados sacando maletas. «Claro que estamos nerviosos —dice Jackie Clifford, de cuarenta y un años, asesora de inversiones en biotecnología de Palo Alto, California, que ya se marcha—. Pensábamos viajar mañana en avión a Bagan, para ver esos increíbles templos en ruinas. Ahora, en lugar de eso, intentaremos conseguir un vuelo a alguna playa tailandesa».
Tendrá que ponerse a la cola, porque otros muchos huéspedes del hotel se dirigen al aeropuerto con propósitos parecidos.