DE LOS REQUISITOS NECESARIOS PARA COMENZAR LA PRACTICA DE ESTE MÉTODO UNIVERSAL
1. Creo que ya no habrá nadie que, considerando en todos sus aspectos la importancia de esta causa, deje de reconocer lo dichosa que sería la situación de los reinos cristianos y de las Repúblicas si se organizasen las escuelas en la forma que nosotros deseamos. No hará falta añadir que es de todo punto necesario el procurar que estas especulaciones no lo sean siempre sino que alguna vez se puedan convertir en realidad. Con sobra de razón se asombraba e indignaba Juan Cecilio Frey de que en todo el transcurso de tantos siglos no se hubiese nadie atrevido a corregir las costumbres tan bárbaras de Colegios y Academias.
2. Hace ya más de cien años, en efecto, que no han cesado de oírse lamentaciones sobre el desorden y falta de método que reinaba en las escuelas, y especialmente en estos últimos treinta años se han buscado remedios con empeño decidido. ¿Pero con qué resultado? Las escuelas han continuado como eran. Si alguno, particularmente, o en alguna escuela privada, efectuó algún ensayo, obtuvo exiguo resultado; ya le rodearon las risas burlonas de los indoctos o le cerró el paso la envidia de los malévolos o tuvo, al fin, que sucumbir privado de auxilios bajo la carga de sus trabajos; y de esta manera fracasaron, hasta ahora, todos los intentos.
3. Hay, pues, que investigar y hallar el medio en virtud del cual se ponga en movimiento, con ayuda de Dios, la máquina, ya suficientemente dispuesta, para ponerse en marcha, o que con sólido fundamento pudiera prepararse, removiendo con prudencia y energía todos los obstáculos que hasta el presente dificultaron su funcionamiento, y que pudieran todavía impedirle si no se les quita de en medio.
4. Entre estos obstáculos podemos considerar algunos. Por ejemplo: Primero, la falta de hombres peritos en el método que, una vez abiertas las escuelas en todas partes, pudieran regirías con el provechoso resultado que pretendemos. (Pues ocurrió con nuestra Janua cuando fue admitida en las escuelas, que nos escribió un varón de gran talento lamentándose de que le faltaba lo principal en muchos lugares: hombres aptos que supieran inculcarla a la juventud).
5. Si, a pesar de todo, pudiesen encontrarse o se formasen Preceptores de estas condiciones, que supieran fácilmente desempeñar su cometido, conforme a las normas establecidas, ¿cómo podrían sustentarse y mantenerse si por todas las ciudades y aldeas y en todas partes nacen hombres y hay que educarlos para Cristo?
6. Además, ¿cómo se conseguiría que los hijos de los pobres pudieran asistir a las escuelas?
7. Desde luego parece que habría de tropezarse con el ceño vulgar de los eruditos aferrados con placer al antiguo compás y hallando toda clase de defectos en el nuevo, manteniendo en ello pertinaz resistencia; y otras parecidas dificultades de menos importancia. A todo pueden fácilmente hallarse remedios.
8. Hay una cosa en extremo importante que, de faltar, puede convertir en inútil toda la máquina y, por el contrario, facilitará su movimiento, si se cuenta con ella: me refiero a la PROVISIÓN SUFICIENTE DE LIBROS PANMETÓDICOS, esto es, que abarquen todo el método. Pues así como, contando con el material tipográfico, es muy fácil encontrar hombres que sepan y quieran, en cuanto les sea posible, y que sufraguen algún gasto para editar libros buenos y útiles y que compren por algunas monedas de estos libros de poco precio, pero de gran utilidad: igualmente fácil había de ser, preparados los elementos de la enseñanza universal, encontrar protectores, iniciadores, encargados.
9. Luego el eje de todo este asunto depende únicamente de la preparación de los libros panmetódicos, la cual estriba en la colaboración para tan sagrado fin, y en la asociación de los trabajos de algunos varones eruditos de gran inteligencia y que no rehúyan su esfuerzo. Esta labor no es propia de un solo hombre, especialmente si está ocupado en otras cosas y no se halla instruido en todas las materias que deben por necesidad comprenderse en el método universal (παππεθοδια) ni acaso tampoco de una sola edad si han de llevarse todas las cosas a su perfecto término. Luego es necesaria la asociación colegial.
10. Para obtenerla se requiere la autoridad y liberalidad del Rey, de un príncipe o de alguna República: un lugar alejado de bullicio, una buena biblioteca y lo demás que se precise. Hay también necesidad de que en estos santos propósitos, encaminados al fomento de la gloria de Dios y la salvación del humano linaje, no haya nadie que intente mover la voluntad en contra; antes bien, todos anhelen ser agentes de la divina bondad dispuesta a comunicarse a nosotros liberalmente por estos nuevos modos.
11. Vosotros, padres queridísimos de los hijos, cuyo tesoro preciosísimo, imágenes vivas suyas os entregó el Dios de la fe, inflamaos al ver surgir tan saludables propósitos y no ceseis de rogar al Dios de los dioses por su feliz realización ni de instar con vuestras preces, votos, sufragios y reiteradas instancias a los Magnates y eruditos; educando entretanto a vuestros hijos piadosamente en el temor de Dios preparando de este modo el camino para la universal cultura.
12. Igualmente vosotros, formadores de la juventud, que prestais vuestro leal trabajo para plantar y regar las plantitas del Paraíso, procurad con ansia y seriamente que este alivio de vuestros trabajos pueda cuanto antes hallarse preparado y aplicarse a su uso debido. Llamados vosotros a que plantéis los cielos y fundéis la tierra (Isaías, 51-16), ¿qué más podéis desear que recoger el fruto abundantísimo de vuestro trabajo? Esta es vuestra vocación celestial, que la confianza de los padres que os entregan sus prendas queridas, sea fuego para vuestros huesos no dejando descanso en vosotros ni en los demás, gracias a vosotros, hasta que toda la tierra se halle encendida en el fuego de esta luz y sea dichosamente iluminada.
13. Y vosotros, eruditos, a quienes dotó el Señor de sabiduría y buen juicio para que seáis capaces de juzgar acerca de estas cosas y ordenar mejor con prudente parecer las resoluciones bien pensadas, mirad no dejéis de aplicar vuestras brasas, teas y aventadores para encender este sagrado fuego. Piense cada uno en aquella frase de nuestro Cristo: Vine a poner fuego a la tierra y ¿qué he de querer sino que arda? (Luc. 12. 49). Si Él quiere que arda su fuego, ¡ay de aquél que pudiendo aportar algo para levantar estas llamas, no lo trae, sino tal vez los humos de la envidia, la dificultad y la oposición! ¡Recordad la remuneración que promete a sus siervos buenos y fieles, que saben negociar con los talentos encomendados para ganar otros más, y cómo amenaza a los ineptos que esconden en la tierra sus talentos! (Mat. 25). Eruditos, temed estar solos; procurad con todas vuestras fuerzas que otros lleguen al mismo grado. Sírvaos de poderoso estímulo el ejemplo de Séneca, que decía: Deseo transmitir a los demás todo lo que sé. Y en otro lugar exclama; Si se me otorgase la sabiduría a condición de tenerla guardada sin poderla revelar, la despreciaría (Epíst. 27). No causéis tampoco envidia a la cristiana multitud con vuestras letras y sabiduría, antes bien, decid con Moisés: ¡Ojalá que todo el pueblo de Dios sea profeta! (Núm. 11. 29). En efecto, puesto que educar a la juventud es procurar la formación y mejoramiento de la Iglesia y la República. ¿Hemos de permanecer ociosos nosotros para quienes esto es de sobra conocido mientras otros se dedican a ello?
14. Yo os ruego que seamos informados de un mismo espíritu para que nadie se desdeñe de ofrecer a Dios y a la posteridad el tributo con que cada uno pueda contribuir a tan común y saludable propósito con sus advertencias, auxilios, exhortaciones, correcciones y estímulos, y que nadie lo considere cosa ajena a sí propio. Aunque alguno crea que no ha nacido para la escuela, o se encuentre muy ocupado con el ejercicio de su vocación eclesiástica, política o médica, pensará erróneamente si juzga que está exento del común propósito de reformar las escuelas. Pues si tienes intención de corresponder a tu vocación y a Aquél que te llamó y a aquellos a quienes has sido enviado, estarás obligado ciertamente, no sólo a servir a Dios, a la Iglesia y a la patria por ti mismo sino a procurar con empeño que haya quienes hagan lo mismo después que tú. Sócrates mereció muchas alabanzas, porque habiendo podido prestar a su patria eminentes servicios ejerciendo la magistratura política, prefirió dedicarse a la educación de la juventud repitiendo con frecuencia que es mucho más útil a la República el que hace a muchos aptos para gobernarla que el que por sí la gobierna.
15. Por el nombre de Dios os ruego y pido que no haya ningún orgulloso erudito que desprecie lo que provenga de otro menos docto que él: pues algunas veces el hortelano habla con bastante oportunidad. Lo que tú no sabes, tal vez lo sepa tu asnillo, es dicho atribuido a Crisipo. Cristo nuestro Señor también dice: El viento sopla por donde quiere y oyes su ruido, pero ignoras de dónde viene o a dónde va. Yo protesto ante la vista de Dios que no me ha guiado para remover todo esto ni la presunción de mi talento, ni la ambición de notoriedad ni la persecución de algún beneficio particular; sólo me mueve el amor de Dios y el deseo de mejorar los asuntos públicos y particulares de los hombres, de tal manera que no puedo resignarme a pasar en silencio todo lo que me sugiere mi oculta inclinación. Si alguno prefiere oponerse y contradecir nuestros deseos, advertencias y esfuerzos, pudiendo alentarlos, sepa que no nos hace la guerra a nosotros sino a Dios, a su conciencia y a la común naturaleza que pide que los bienes públicos sean de derecho y utilidad común.
16. También me dirijo a vosotros, teólogos, en los que preveo que fácilmente ha de encontrarse muchísimo para llevar a cabo o retardar este proyecto con vuestra autoridad. Si preferís lo último, se cumplirá lo que acostumbraba a decir Bernardo: Cristo no tiene enemigos peores que los que están más cerca de Él y aquellos que los dirigen. Pero confiamos en algo mejor y más ajustado a vuestra dignidad. Debéis pensar que el Señor no encomendó a Pedro sus ovejas solamente sino que le encargó que apacentase también sus corderos y éstos principalmente (Juan 21. 15). Cierto es que los pastores apacientan con más facilidad a las ovejas cuando de corderas se han acostumbrado al orden del rebaño en los prados y al báculo de la disciplina. Porque, si alguno prefiere oyentes incultos, ¡seguramente fomentará la ignorancia! ¿Qué más desea el orfebre sino que los fundidores de metal le proporcionen el oro bien puro? ¿Qué agrada al zapatero sino que le provean de cueros y suelas bien curtidas? Seamos, pues, nosotros hijos de la luz, prudentes también en nuestros negocios y procuremos que las escuelas nos formen oyentes lo más perfectos que pueda ser.
17. ¡Que la envidia no prenda en el corazón de ninguno de vosotros, oh siervos de Dios vivo! Sois os que han de guiar a los demás hacia la caridad, la cual no tiene celos, no es ambiciosa, no busca solamente su provecho, no tiene idea mala, etc. No sintáis envidia, os repito, si otros hacen lo que a vosotros no se os ha ocurrido; por el contrario tomemos ejemplo unos de otros para que (como expresan las frases de Gregorio) todos llenos de fe pongamos nuestro empeño en elevar algún sonido a Dios, a un de que encontremos los órganos de la verdad.
18. Ahora me dirijo a vosotros, que en nombre de Dios, gobernáis los negocios humanos, Dominadores de los pueblos y Magistrados políticos; a vosotros, principalmente, se encamina nuestro discurso. Porque vosotros sois como el nuevo NOÉ, a quienes se ha encomendado desde el cielo la construcción del Arca para la conservación de la especie santa en medio del horrendo diluvio de las humanas confusiones (Gnénes., 6). Vosotros sois aquellos Príncipes que deben hacer ofrendas sobre todos los demás para la construcción del Santuario, a fin de que no sufran retardo en su obra los artífices a quienes el Señor llenó de su espíritu en ciencia y artificio para proyectar inventos (Exodo, 35). Vosotros sois los Davides y Salomones a quienes corresponde hacer venir a los arquitectos y suministrarles con abundancia cuanto hayan menester para edificar el Templo del Señor (1 Reyes, 6 y 1 Crón. 29). Vosotros sois aquellos Centuriones, a quienes Cristo amará si amáis a sus párvulos y les edificáis Sinagogas (Lucas, 7 versículo 5).
19. ¡En el nombre de Cristo os ruego; por la salvación de nuestra posteridad os imploro; poned en ello vuestra atención! ¡Es asunto serio, ah, excesivamente serio, que afecta a la gloria de Dios y a la salud común de los pueblos. Persuadido estoy de vuestra piedad, Padres de la patria, si alguno se os acerca, aconsejándoos cómo pueden fortificarse con leve dispendio todas nuestras ciudades; cómo toda nuestra juventud podrá quedar instruida en la ciencia militar; cómo se harán navegables todos nuestros ríos y podrán colmarnos de riquezas y mercaderías, o, por último, en virtud de qué medios podrá el público y particular estado conseguir su mayor florecimiento y seguridad, sin duda alguna que, no solamente habríais de inclinar vuestros oídos a tal consejero, sino que le haríais merced por su solicitud en pro de vuestro beneficio y el de los vuestros. Pero aquí se trata de algo más. Se indica el camino verdadero, cierto, seguro de reunir abundancia de varones que con sus invenciones sirvan a su patria sin cesar unos después de otros. Lutero, de insigne memoria, exhortando a las ciudades alemanas a erigir escuelas, escribe acertadamente: Por cada moneda de oro que se gasta en edificar ciudades, fortalezas, monumentos y arsenales, deben gastarse cien en instruir rectamente a un solo adolescente, que hecho hombre para todo lo honrado, pueda servir de guía a los demás. Un varón bueno y sabio, continúa, es un preciosísimo tesoro de toda República, en el que se encierra más que en los palacios suntuosos; más que en montones de oro y plata; más que en las puertas de bronce y en las cerraduras de hierro. (En lo que Salomón concuerda con la Iglesia 9. 13). Si pensamos que está sabiamente dicho lo de que no hay que perdonar gasto alguno para educar rectamente a un solo adolescente, ¿qué no diremos al abrir de par en par la puerta a la cultura universal y cierta de todos los entendimientos, si Dios nos promete derramar sus dones sobre nosotros, no gota a gota sino a torrentes, cuando vemos aproximarse tan de cerca su saludo para que habite su gloria con nosotros en la tierra?
20. ¡Levantad, Príncipes, vuestras puertas y alzad las puertas del siglo para que entre el Rey de la gloria! (Salmo 24). ¡Rendid al Señor, hijos de los fuertes, rendid al Señor gloria y honor! Sea cada uno de vosotros un David jurando al Señor y prometiendo al Dios de Jacob no entrar en la morada de su casa, ni subir al lecho de su estrado, ni dar sueño a sus ojos ni a sus párpados adormecimiento hasta encontrar lugar para el Señor, para asiento de su Tabernáculo (Salmo 132). No reparéis en gasto alguno: dadlo al Señor y Él os lo devolverá con creces. Aunque exige por su propio derecho el que dice: Mío es el oro y mía es la plata (Hag. 2. 8), sin embargo es propio de su benignidad añadir (exhortando al pueblo a la edificación de su templo): Probadme ahora en esto: os abriré las cataratas del cielo y derramaré sobre vosotros bendición hasta la saciedad (Malaquías 3.10.)
21. Concédenos Señor DIOS nuestro un corazón alegre para que sirvamos a tu gloria en la medida que a cada uno nos sea posible. Tuya es la magnificencia, el poder, la gloria y la victoria. Cuanto en el cielo y en la tierra existe tuyo es: tuyo, Señor, es el reino y Tú estás sobre todos los príncipes. Tuyas son las riquezas, tuya es la gloria, la fuerza y el poder; en tu mano está el engrandecimiento y confirmación de todas las cosas ¿Qué somos nosotros que recibimos todo de tu mano únicamente? Peregrinos y forasteros somos en tu presencia como todos nuestros padres: como sombra son nuestros días sobre la tierra en la que no hay espera. Señor Dios nuestro, todo lo que hemos preparado en honor de tu santo nombre, de tu mano es. Da a tus Salomones corazón perfecto para que hagan todas las cosas que se disponen para tu gloria (1. Crón. 29). Confirma, oh Dios, lo que se ha operado en nosotros. (Salmo 68. 29). Aparezca en tus siervos tu obra y tu gloria sobre sus hijos. Por último, sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros y dirija Él mismo la obra de nuestras manos. En ti esperamos, Señor, no seamos confundidos para siempre. Amén.