CAPÍTULO XXXI

DE LA ACADEMIA

1. No llega, en verdad, nuestro Método hasta este punto: pero se nos ha de permitir que expongamos aquí nuestra opinión respecto a las materias que en él se contienen. Ya dijimos antes que debía reservarse a las Academias el más elevado conocimiento y desarrollo de todas las ciencias y todas las superiores enseñanzas.

2. Por lo cual es nuestro parecer que,

I. Deben hacerse los estudios verdaderamente universales, de manera que no haya nada en las letras y Ciencia humanas que no sea oportunamente tratado aquí.

II. Deben seguirse los procedimientos más fáciles y seguros para dotar de sólida erudición a todos los que hasta aquí llegan.

III. No hay que conceder los honores públicos sino a los que llegaron con exilo a la meta de sus trabajos y son aptos y dignos de ello, y a quienes puede encomendarse con seguridad la dirección y gobierno de las cosas humanas.

Y vamos a ver ahora, modestamente, qué es lo que exigen los tres fundamentos enunciados.

3. Para que los estudios académicos sean realmente universales, se necesitan, en primer lugar, Profesores sabios y eruditos de todas las ciencias, arte, facultades y lenguas que se muestren como vivos repertorios y sepan comunicar a los demás toda su sabiduría, y en segundo lugar, una Biblioteca selecta de diversos autores para el uso común.

4. Los trabajos académicos se efectuarán con facilidad y éxito, teniendo cuidado: 1º, de dar entrada en la Academia solamente a las inteligencias más escogidas, la flor de los hombres, dejando a los demás para la agricultura, los oficios o comercio, si para ello nacieron.

5. 2º Cada uno debe dedicarse con preferencia a aquellos estudios a que, según todos los indicios, puede deducirse que le inclina la Naturaleza. Por natural instinto, uno es mejor músico, poeta, orador, etc., y otro por el contrario, es más apto para la Teología, la Medicina o La Jurisprudencia. Porque aquí se peca con demasiada frecuencia por querer hacer una estatua de Mercurio de cualquier trozo de madera, a nuestra voluntad, sin tener en cuenta la inclinación natural. De esto resulta que, por emprender un estudio sin vocación, no conseguimos en él mérito alguno, y muchas veces somos más hábiles en cualquier entretenimiento (παρεργω) que en lo que pertenece a nuestra propia profesión. Sería, pues, muy conveniente que al salir de la escuela clásica hicieran los Directores de las escuelas un examen público para determinar quiénes, a su juicio, debían pasar a la Academia y a cuáles sería útil destinar a los otros géneros de vida; y de aquellos que habían de continuar los estudios, quiénes se debían dedicar a la Teología, Política o Medicina, etc., conforme a la inclinación natural que manifestaban o exigía la necesidad de la Iglesia o de la República.

Conviene estimular a los entendimientos más sobresalientes a que se dediquen a todo para que no falten eruditos enciclopédicos (πολυμαθεις o παμμαθεις) o sabios universales (πανσοφοι).

7. Hay, sin embargo, que procurar que las Academias no instruyan más que a los diligentes, honestos y capaces, sin permitir en ellas a los falsos estudiantes que malgastan su patrimonio y sus años en el ocio y la disipación, dando mal ejemplo a los demás. Así, donde no hay ninguna peste no habrá contagio alguno: atentos todos a lo que deba hacerse.

8. Ya hemos dicho que en la Academia deben manejarse toda clase de autores. Para que no resulte demasiado trabajo, y sin embargo, preste utilidad, convendría que se pudiese conseguir de los más ilustres doctores, filólogos, filósofos, teólogos, médicos, etc., que accediesen a prestar a la juventud estudiosa el mismo gran servicio que los geógrafos proporcionan a los estudiantes de geografía formando mapas de las provincias enteras, reinos y mundos, y poniendo a la vista, en una sola ojeada, el amplio espacio de las tierras y los mares. ¿Por qué del mismo modo que los pintores representan a lo vivo las tierras, casas, ciudades y hombres, no se ha de poder reproducir de igual manera a Cicerón, Livio, Platón, Aristóteles, Plutarco, Tácito, Gelio, Hipócrates, Galeno, Celso, Agustín, Jerónimo, etc., no como algunos acostumbran, por medio de ejemplos aislados o trozos independientes, sino por su sistema completo, aunque reducido a lo más importante?

9. Estos compendios de los autores tendrían una extraordinaria utilidad. Primero, para aquellos que carecen de tiempo para leer los tratados extensos y que, sin embargo, podrían adquirir el conocimiento general de cualquier autor. Segundo, para los que, conforme a la opinión de Séneca, prefieren dedicarse por entero a uno cualquiera (pues todas las cosas no agradan por igual a todos), y podrían así con mayor facilidad y conocimiento hacer su elección, después que, habiendo probado muchos, hubieran experimentado que esto o aquello satisfacía, desde luego, su paladar. Tercero, para los mismos que hayan de manejar los autores en toda su extensión, porque con estos compendios se prepararán de un modo notable para leerlos con aprovechamiento; de igual manera que al que ha de viajar es sumamente útil conocer de antemano, por medio de los mapas, la corografía de los países que ha de recorrer, para observar con mayor facilidad, certeza y agrado todos los detalles que ante su vista se ofrezcan. Por último, a todos serán útiles dichos epítomes para dar de vez en cuando algún repaso a los autores en lo que siempre se encuentra algo nuevo que llame la atención y se retenga.

10. Podrían hacerse de igual manera unos sumarios de los autores y editarlos por separado (para uso de los más pobres, o de quienes no está en su mano manejar los mismos grandes volúmenes) y anteponerlos a sus autores, a fin de que los que hayan de prepararse para su estudio conozcan desde luego el conjunto de todo su contenido.

11. Respecto a los ejercicios académicos: no sé si sería muy provechoso introducir discusiones (σνζητησεις) públicas a la manera del Colegio Geliano. Esto es, que así que el profesor haya tratado públicamente alguna cosa, se distribuyan a los alumnos algunos buenos autores que traten de la misma materia para leerlos privadamente. Y la parte de dicha materia que el profesor haya explicado públicamente por la materia que el profesor haya explicado públicamente por la en la clase. Esto se efectuará proponiendo cuestiones los discípulos, bien lo que no haya claramente comprendido alguno, bien las dudas que se hayan presentado a otro, bien la disconformidad que haya observado un tercero entre las opiniones de su autor, apoyada en sus mismos argumentos, y cosas semejantes. Entonces se permitirá a uno cualquiera de los presentes (guardando un orden determinado) que le responda, y a los demás que lo juzguen y lo declaren hasta que parezca suficientemente discutido, y, por último, corresponde al Profesor, como presidente, terminar la controversia. De esta manera se ve claramente, que lo que muchos hayan leído, puede reunirse en una sola doctrina, no con el exclusivo fin de que todas las cosas sean de utilidad común, sino para que se impriman con mayor energía en los entendimientos y puedan obtenerse progresos realmente sólidos en la teoría y la práctica de las ciencias.

12. De estos ejercicios colegiados se deduce que no puede haber dificultad en conseguir lo que hemos establecido en último término, y que es deseado desde hace tiempo por todos los espíritus rectos: que solamente se confieran los honores públicos a quienes los merezcan. Esto se conseguirá si no lo hacemos depender de la voluntad particular de uno u otro sino de la pública conciencia y testimonio de todos. Una vez cada año, como los directores en las escuelas inferiores, harán una visita a las Academias los delegados regios, o de la República, y en ella se revelará palpablemente el cuidado con que se hayan seguido las enseñanzas, tanto por parte de los que enseñan como de los que aprenden: y aquellos cuya diligencia sobresalga en grado máximo, conseguirán el testimonio público de su virtud, la corona doctoral o magistral.

13. Para que no haya lugar a engaño, en vez de las Disputas para el grado, sería convenientísimo que el candidato (o varios simultáneamente) se coloque en medio, sin quien le dirija. Entonces, algunos de los más doctos y versados en la práctica, le interrogarán lo que tengan por conveniente para explorar su aprovechamiento en la teoría y la práctica. Por ejemplo: Cuestiones diversas del libro de texto: (Sagrado Código, Hipócrates, Derecho, etc.) ¿Dónde se encuentra escrito esto, aquello o lo otro? ¿Cómo concuerda con esto y aquello? ¿Hay algún autor que disienta? ¿Quién es; qué argumentos expone y cómo deben resolverse? Y cosas por el estilo. Y en cuanto a la práctica: deben proponerse casos variados de conciencia, de enfermedad, de pleitos: ¿cómo hay que proceder en esto o aquello? ¿Por qué? Apriétesele con preguntas y variedad de casos hasta que aparezca claramente que puede juzgar con sabiduría y verdadero fundamento acerca de las cosas, etc. ¿Cómo no esperaremos que han de procurar toda diligencia y esfuerzo los que saben que han de sufrir examen tan público, serio y severo?

14. Acerca de los viajes (a los que hemos reservado su lugar en estos últimos seis años, o una vez terminado ya este periodo) no tenemos necesidad de advertir sino que sería de nuestro agrado, y coincide con nuestras razones el juicio de Platón, que se debe prohibir a la juventud que viaje, antes de que pierda la fogosidad de la edad ardiente, y de que posea la prudencia y capacidad que son necesarios para viajar.

15. De pasada hemos de hacer notar ahora lo extremadamente necesaria que sería la Escuela de Escuelas o COLEGIO DIDÁCTICO, establecido entre la gente de todos los países, o si no había para ello esperanza ninguna, a lo menos entre los eruditos, devotos de la gloria de Dios que se ensalzaría con este motivo, respetado con santa fe, sin moverse ninguno del lugar en que se hallase. Los trabajos asociados de todos ellos habrían de tender a descubrir más y más los fundamentos de las ciencias y purificar y esparcir la luz de la sabiduría con éxito feliz por todo el humano linaje y promover el mejoramiento de los negocios de los mortales mediante nuevos utilísimos inventos. Si no queremos marchar siempre por las mismas huellas y, a veces, retroceder, hemos de pensar en el desarrollo de todo lo bien aprendido. Como para esto no basta un solo hombre y una sola edad, es necesario que sean muchos los que conjunta y sucesivamente continúen la labor empezada. Este Colegio universal sería evidentemente para las demás escuelas lo que el estómago es para los restantes miembros del cuerpo: la oficina vital que proporciona a todos ellos el jugo, la vida y la fuerza.

17. Pero volvamos a lo que respecto a nuestras escuelas nos queda aún por decir.