DE LA DIVISIÓN DE LAS ESCUELAS EN CUATRO ESPECIES CONFORME A LA EDAD Y APROVECHAMIENTO
1. Los artesanos señalan a sus aprendices un tiempo determinado durante el cual debe terminarse su enseñanza (dos años, tres y hasta siete, según la dificultad o amplitud del arte), y aquél que ya está instruido en todo lo que a su arte atañe, pasa de aprendiz a candidato, u oficial, y después a maestro en su oficio. Igualmente conviene establecer en la disciplina escolar que se determinen para las artes, ciencias y lenguas, sus períodos respectivos, a fin de que, en el transcurso de un cierto número de años, se lleve a cabo toda la enciclopedia de la erudición y salgan de aquellos talleres de la humanidad hombres verdaderamente eruditos, verdaderamente morales, verdaderamente piadosos.
2. Para llegar a conseguir esto, emplearemos todo el tiempo de la juventud para la educación completa. (No tenemos aquí un arte solamente que aprender, sino todo el conjunto de las artes liberales con todas las ciencias y algunas lenguas), esto es, desde la infancia hasta la edad viril, veinticuatro años, distribuidos en períodos determinados. En esto procedemos de conformidad con las enseñanzas de la naturaleza. Demuestra la experiencia que el hombre alcanza el máximum de su estatura hacia los veinticinco años, y después sólo tiende a robustecerse. Este crecimiento tan lento (pues los cuerpos de las bestias más corpulentas alcanzan su mayor desarrollo en algunos meses, o a lo más en un par de años) debemos pensar que sin duda ha sido concedido a la naturaleza humana por la divina Providencia, a fin de que tenga el hombre mayor espacio de tiempo para prepararse a las obligaciones de la vida.
3. Dividimos estos años de crecimiento en cuatro distintos períodos: Infancia, Puericia, Adolescencia y Juventud, fijando en seis años la duración de cada período, y asignándole una escuela peculiar para que
I |
La Infancia |
El regazo materno, Escuela maternal (Gremium maternum). |
|
II |
La Puericia |
tenga por |
La escuela de letras o Escuela común pública. |
III |
La Adolescencia |
Escuela |
Escuela latina o Gimnasio. |
IV |
La Juventud |
La Academia y viajes o excursiones. |
Así habrá una escuela materna en cada casa; una escuela pública en cada población, plaza o aldea; un Gimnasio en cada ciudad y una Academia en cada Reino o provincia mayor.
4. En estas escuelas diferentes que indicamos, no se enseñaran materias también diferentes, sino las mismas, pero de distinto modo; es decir, TODAS las que pueden hacer a los hombres, verdaderos hombres; a los cristianos, verdaderos cristianos, y a los doctos, verdaderamente doctos; pero según los grados de edad y anterior preparación, profundizando más cada vez. Las enseñanzas no deben tampoco disgregarse, sino que, conforme a las leyes de este método natural, al mismo tiempo deben darse todas, a la manera que el árbol va creciendo en su totalidad por igual en todas sus partes, lo mismo este año que el próximo, que mientras viva, aunque pasen cien años.
5. La diferencia será de tres modos. Primero, que en las escuelas primeras ha de enseñarse todo de un modo general y rudimentario y en las siguientes también se enseñará todo; pero más particular y minuciosamente, como el árbol se extiende cada año en nuevas ramas y raíces, se robustece más y produce más frutos.
6. Que en la primera escuela materna se atenderá principalmente al ejercicio de los sentidos externos, para que se habitúen a aplicarlos con exactitud a sus propios objetos y distinguir unos de otros. En la escuela común se ejercitarán los sentidos interiores, la imaginación y la memoria, con sus órganos ejecutivos, la mano y la lengua leyendo, escribiendo, pintando, cantando, numerando, midiendo, pesando y aprendiendo de memoria cosas diversas, etc. En el Gimnasio se procurará formar el sentido de la reunión de todas las cosas, el entendimiento y el juicio, por medio de la Dialéctica, Gramática, Retórica y las demás ciencias y artes reales enseñadas por el qué y el cómo (το οτι y διοτι). Las Academias atenderán principalmente a la formación de cuanto procede de la Voluntad; esto es, enseñando a conservar las facultades en perfecta armonía (o restablecer la armonía si ha sido perturbada), el alma mediante la Teología, la inteligencia por la filosofía, las funciones vitales del cuerpo por la medicina y los bienes externos por la jurisprudencia.
7. Este es el verdadero método para educar con éxito; que en primer lugar se presenten las cosas mismas a los sentidos externos a los que inmediatamente afectan; entonces, excitados los sentidos interiores, aprenden a expresar y representar las imágenes impresas por aquella sensación interior; tanto dentro de sí, por la reminiscencia, como fuera de sí mismos por las manos y la lengua. Preparados así estos elementos interviene la mente, y mediante una cuidadosa especulación, considera y sopesa todas las cosas para investigar la razón de todas ellas: que dará por resultado el verdadero conocimiento de las mismas y el juicio acerca de ellas. Finalmente, la voluntad (que es el centro del hombre y la directora de todas sus acciones), se acostumbrará a ejercer, legítimamente, su imperio. Querer formar la voluntad antes que el entendimiento (como éste antes que la imaginación y la imaginación antes que los sentidos), es trabajar en balde. Es lo que hacen los que pretenden enseñar a los muchachos la Lógica, Poesía, Retórica y Etica antes que el conocimiento de las cosas reales y sensibles; procediendo de igual manera que el que intentara enseñar a bailar a un niño de dos años, que apenas logra andar con trémulos pasos.
Es nuestra divisa tomar a la Naturaleza por guía en todo: y lo mismo que ella despierta las facultades unas después de otras, así debemos proceder en su desarrollo.
8. La tercera diferencia está en que las escuelas inferiores, la maternal y la común, educarán a la juventud de uno y otro sexo: la latina, principalmente, a aquellos adolescentes que aspiran a algo más que a los oficios; y las Academias formarán a los Doctores y futuros formadores y guías de otros, para que no falten nunca rectores aptos en las Iglesias, Escuelas y Negocios públicos.
9. Con razón hay quien considera estos cuatro géneros de escuelas como semejantes a las cuatro partes del año. Así, la maternal se asemeja a la amena primavera, adornada de brotes y florecillas de varia fragancia; la común representa el estío, que muestra sus espigas llenas con algunos frutos más tempranos; el gimnasio recuerda el otoño, recolectando los frutos completos de los campos, huertos y viñas y guardándolos en las despensas de la mente, y la academia, finalmente, es como el invierno que prepara los frutos recolectados para sus diversos usos, a fin de que tengamos de qué vivir en todo el tiempo restante de la vida.
10. Esta manera de instruir cuidadosamente a la juventud puede también ser comparada al cultivo de los huertos. En ellos, los niños de seis años, adiestrados rectamente por el cuidado del padre y de la madre, son semejantes a los arbolitos plantados a tiempo, bien arraigados, y que empiezan a producir pequeñas ramas. Los adolescentes de doce años son como arbolillos ya cubiertos de ramas y que empiezan a echar nuevos brotes; en los que aún no se ve suficientemente claro lo que han de dar de sí. Los adolescentes de diez y ocho ya instruidos en el conocimiento de lenguas y artes, son parecidos a los árboles cubiertos de flores por todas partes, ofreciendo con ellas un agradable espectáculo a la vista y un gratísimo olor al olfato y prometiendo al paladar frutos seguros. Por último, los jóvenes de veinticuatro o veinticinco años nutridos ya plenamente de los estudios académicos, son como el árbol lleno de frutos al que ha llegado su tiempo de arrancárselos y aplicarlos a sus respectivos usos.
En realidad todo esto debe exponerse con mayor claridad.