CAPÍTULO XXI

MÉTODO DE LAS ARTES

1. Fácil y breve es la especulación o teoría de las cosas y no proporciona sino entretenimiento; pero su aplicación es ardua y prolija, si bien de una utilidad extraordinaria, dice Vives. Y siendo esto así, debemos buscar con toda diligencia el motivo de que la juventud se deje guiar con facilidad en aquellas cosas que constituyen el arte.

2. El arte requiere previamente tres cosas: 1. Modelo, que es la forma externa y determinada mirando la cual intenta el artista producir otra semejante. 2. Materia, que es aquello que ha de recibir nueva forma. 3. Herramientas con las cuales se lleva a efecto el trabajo.

3. La enseñanza del arte (dados ya el modelo, materia y herramientas) exige estas otras tres condiciones: 1. Uso legítimo. 2. Sabia dirección. 3. Ejercicio frecuente. Esto es, dónde y cómo se ha de emplear cada requisito para que el discípulo aprenda; y en tanto que se emplean, se le ha de dirigir para que no cometa error en la operación y corregirle si le cometiera. Y finalmente, que no deje de errar y corregir su error hasta que llegue a obrar con certeza y facilidad sin error alguno.

4. Acerca de esto hay que tener en cuenta once reglas: seis respecto del uso, tres en cuanto a la dirección y dos referentes al ejercicio

5. Lo que ha de hacerse, debe aprenderse haciéndolo.

Los artesanos no entretienen con teorías a los que aprenden sus artes, sino que los dedican al trabajo para que fabricando aprendan a fabricar; esculpiendo, a esculpir; pintando, a pintar, y saltando, a saltar, etc., etc. Luego también en las escuelas deben aprender a escribir, escribiendo; a hablar, hablando; a cantar, cantando; a razonar, razonando, etc. De este modo las escuelas no serán sino talleres destinados a los trabajos. Así todos experimentarán en la práctica la verdad de aquel proverbio: Construyendo construimos.

6. Siempre ha de haber una forma y norma determinadas para lo que debe hacerse.

El discípulo procurará imitarla, examinándola y como siguiendo sus mismas huellas. Cierto es que nadie puede por sí mismo, desconocedor del asunto, idear qué y cómo debe hacer; es preciso que se le determine y enseñe. Sería una verdadera crueldad obligar a alguno a hacer lo que tú deseas sin que sepa qué es lo que quieres. Querer que te trace líneas rectas, ángulos rectos y círculos sin antes ponerle a mano el nivel, la regla o el compás y sin enseñarle su empleo. Hay que procurar seriamente que en la escuela haya modelos o ejemplares de lo que tenga que hacerse e imágenes verdaderas, ciertas, sencillas y fáciles de entender e imitar, ya sean bosquejos o dibujos de las cosas o advertencias y preliminares de los trabajos. Entonces ya no será absurdo exigir a aquel a quien se ha dado la luz que vea; que ande el que ya tiene sus pies libres; que trabaje el que tiene las herramientas en la mano.

7. Debe enseñarse el empleo de las herramientas con ellas mismas, no con palabras; esto es, con ejemplos mejor que con preceptos.

Ya en otro tiempo enseñó Quintiliano que es camino largo y difícil el de los preceptos; breve y eficaz el de los ejemplos. Pero, ¡ay! ¡Qué poco se han acordado de esto las escuelas actuales! En efecto; han abrumado de tal manera a los alumnos de Gramática con preceptos, reglas, excepciones de las reglas y limitaciones de las excepciones, que muchas veces no saben los pobres qué han de hacer y se quedan embobados antes de comprenderlo. Por el contrario, vemos a los artesanos que no proceden de esta manera, llenando de reglas a sus aprendices, sino que los llevan al taller y les hacen presenciar sus trabajos, y después, haciendo que los imiten (el hombre es un animal imitador [μιμητικν]) les ponen las herramientas en las manos y les enseñan cómo hay que cogerlas y emplearlas; si cometen errores, los amonestan y corrigen, siempre con el ejemplo más que con las palabras, y la práctica nos atestigua que con gran facilidad consiguen una buena imitación. Cierto es aquel elegante refrán de los alemanes:

Ein guter Vorganger findet einen guter Nachganinger

Un buen predecesor hace un buen continuador. Y también el dicho de Terencio: Marcha tú delante, yo te seguiré, puede tener aquí su apropiado lugar. Esta es la manera como vemos a los niños aprender a andar, correr, hablar y jugar a diversos juegos, solamente por la imitación, sin fastidiosos preceptos. Los preceptos son espinas para la inteligencia, porque requieren mucha atención y esfuerzo; en cambio, los ejemplos dan extraordinaria facilidad hasta a los más obtusos. Además, no podrá nadie tener práctica de cualquier lengua o arte con los preceptos solamente; pero el uso proporciona esta práctica de un modo absoluto, sin necesidad de preceptos.

8. Los ejercicios deben comenzar por los rudimentos, no por los trabajos serios.

El carpintero no enseña a su aprendiz desde el primer momento a construir torres y fortalezas, sino a manejar la azuela, desbastar los leños, labrar las vigas, taladrar los pares, clavar los clavos, hacer los enlaces, etc. Tampoco el pintor presenta a sus aprendices rostros humanos para que los copien, sino que empieza por enseñarlos a mezclar los colores, preparar los pinceles, trazar las líneas y entonces ensayar los más sencillos dibujos, etc. Y el que instruye a un niño en el arte de la lectura no se muestra todo el contenido del libro, sino primero los elementos singulares, que son las letras; después el conjunto de éstas reunido en sílabas; luego las palabras, y, por último, las oraciones, etc. Así, pues, a los discípulos de Gramática hay primero que enseñarles las palabras en sí solas; después, construirlas con otras; luego, frases de un miembro, de dos y de tres, y, por último, se llegará a la construcción del período y de ahí a la cláusula completa. Igualmente en la Dialéctica: primero aprenderán las cosas y a distinguir sus conceptos por los géneros y diferencias; luego a coordinarlas entre sí, según su mutua relación (que en algún sentido guardan todas unas con otras); después a definir y clasificar, y entonces a investigar el qué, de dónde y por qué se afirma de cada cosa y su idea, y si es puro modo necesario o contingente. Cuando se hubiera ya ejercitado de manera suficiente en todo esto será ocasión de pasar al modo de raciocinar. De qué modo de unas premisas dadas o concedidas se deduce lo demás; y, por último, al discurso o tratado integro de los temas. De un modo semejante puede procederse en Retórica con la misma facilidad: primeramente debe ejercitarse el alumno durante algún tiempo en la recopilación de sinónimos; aprenda después a aplicar epítetos a los nombres, verbos y adverbios; luego a emplear oportunas antítesis; más tarde a usar perífrasis variadas; después a cambiar las voces propias por figuras de lenguaje, separar, para mayor sonoridad y elegancia, lo que suele ir unido y transformar las frases sencillas en elocución figurada, y, por último, cuando ya se tenga práctica y facilidad para todo esto, no antes, debe emprenderse la tarea de componer discursos enteros. Si de esta manera se marcha gradualmente en cualquier arte, es imposible no lograr rápido y sólido aprovechamiento.

El fundamento de lo dicho quedó expuesto en el capítulo XVII, fundamento IV.

9. Los alumnos deben hacer sus ejercicios sobre materias conocidas.

Esta regla la encontramos deducida del fundamento IX del capítulo XVII y del corolario VI del fundamento IV. Es de sentido común que no se debe abrumar al discípulo con asuntos ajenos a su edad, inteligencia y condición actual, ni obligarle a que luche con sombras. Por ejemplo: A un muchacho polaco que esté aprendiendo a leer o hacer las letras no hay que ponerle delante escrituras latinas, griegas o árabes, sino la de su mismo idioma para que entienda lo que va haciendo. De igual modo, para que el niño pueda aprender el empleo de los preceptos dialécticos hay que suministrarle modelos, pero no de Virgilio o Cicerón ni tomados de teólogos, políticos o médicos, sino de cosas conocidas y al alcance del muchacho, como el libro, el vestido, el árbol, la casa, la escuela, etc. De este modo, los ejemplos que nos hayan servido para explicar la primera regla podrán conservarse, como ya conocidos, para todas las demás. Si en Dialéctica tomamos como ejemplo el árbol, expresaremos primero su género, diferencia, causas, efectos, sujetos, atributos, etc., definiciones, clasificaciones, etc. Luego, de cuántos modos puede predicarse alguna cosa respecto al árbol. Después, cómo podremos con razonamiento evidente deducir de lo dicho acerca del árbol otras relaciones. De esta manera, con gran facilidad, podrá el muchacho exponer el uso de las reglas, mediante dos o tres ejemplos conocidos, e intentar la imitación en lo demás.

10. La imitación debe ser al principio muy fiel; después ya podrá ser más libre.

Cuanto más se ajusta a su forma propia la construcción de una cosa nueva, tanto más fiel y exactamente reproduce la forma primitiva. Así las monedas que se acuñan con el mismo troquel son todas completamente iguales, tanto a su cuño como entre sí. Lo mismo los libros impresos con tipos de bronce y los trabajos en materia fusible como la cera, el yeso y los metales, etc. En todo lo que haya que imitar, la primera copia (por lo menos) ha de hacerse ajustándose fielmente al modelo hasta que, segura ya y ejercitada la mano, lengua o inteligencia, pueda imitarlo con mayor libertad y se habitúe a efectuar los trabajos por su propio ingenio. Por ejemplo: Los que aprenden a escribir deben usar un papel fino y algo transparente y colocarle sobre una muestra (προγραμμα) de la escritura que deban imitar; así, guiados por las letras que se transparentan, podrán reproduciría con facilidad. También puede imprimirse en el papel la muestra con caracteres algo amarillentos o morenos para que los discípulos no tuvieran que hacer más que pasar la pluma mojada en tinta por aquellos trazos y se acostumbrarían a hacer la misma forma de letra. Un procedimiento semejante puede emplearse en el estilo, formando frases parecidas a la que se proponga tomada de un autor. Así, al decir Rico en bienes hágase imitar la frase, y se dirá: Rico en monedas, Rico en dinero, Rico en ganado, Rico en viñas, etc. Cicerón dice: Eudemo es, sin disputa, el primero en Astrología, según la opinión de los más doctos varones; para imitar esta frase se dirá: Cicerón es, sin disputa, el primero en la Elocuencia, según la opinión de los más doctos varones. Pablo es el primero de los Apóstoles en opinión de toda la Iglesia, etc. Lo mismo en Lógica, aquel dilema: o es de día, o de noche, es así que es de noche, luego no es de día, puede ser imitado fácilmente con todas las proposiciones contrarias opuestas del modo dicho. Por ejemplo: O es inculto o erudito, es así que es inculto, luego no es erudito; Caín fue piadoso o fue impío, es así que no fue piadoso, luego…, etc.

11. Debe cuidarse que la forma de lo que haya de hacerse sea la más perfecta posible, y así el que haga la imitación con más fidelidad podrá llegar a ser considerado perfecto en su arte.

Así como nadie es capaz de trazar líneas rectas con una regla torcida, así tampoco hay nadie que obtenga una copia perfecta con un modelo defectuoso. Hay, pues, que procurar que no sólo en la escuela, sino en la vida toda, los modelos de lo que tengamos que hacer sean reales, exactos, sencillos y fáciles de imitar, ya sean imágenes, dibujos o bosquejos de las cosas, ya sean observaciones o reglas, que serán breves, claras, inteligibles por sí y ciertas sin excepción.

12. El intento primero de imitación ha de ser lo más cuidadoso posible, a fin de no apartarse en lo más mínimo del modelo.

Es absolutamente indispensable. Todas las cosas primeras son el fundamento y base de las que han de seguir, si son firmes, con firmeza se podrá construir lo demás; si indecisas, habrá siempre indecisión. Y así como los médicos han observado que los vicios de la digestión primera no se corrigen en la segunda ni en la tercera, así en cualquiera operación los primeros errores vician todo lo que sigue. Por esto Timoteo el Músico exigía doble retribución a aquellos discípulos que llegaban a él con algunos conocimientos del arte adquiridos en otra escuela, porque decía que su trabajo era doble también: había de corregir lo que antes aprendieron mal y volver a enseñarlo bien. Hay, pues, que procurar que los discípulos pongan todo su empeño en imitar cuidadosamente los modelos de su arte, y vencida esta dificultad todo lo demás será fácil, a semejanza de la ciudad cuyas puertas han sido tomadas que puede considerarse en manos del vencedor. Debe, sin embargo, evitarse la precipitación a fin de que nunca se pase a lo consiguiente sin dejar bien sentado lo que antecede. Bastante camina el que nunca se aparta del camino. Y el tiempo que se gasta en fundamentar bien los principios, no es tiempo perdido, sino un grandísimo ahorro de él para llegar a lo que sigue con facilidad, rapidez y seguridad.

13. Los errores deben ser corregidos por el Maestro mismo; pero haciendo notar de paso múltiples observaciones, que llamamos reglas y excepciones de estas reglas.

Hasta aquí hemos venido afirmando que las artes deben ser enseñadas más con ejemplos que con palabras, y ahora añadimos: que han de acompañarse preceptos y reglas que dirijan la operación y eviten el error, para explicar con claridad lo que en el modelo se halla contenido, dónde debe empezar la operación, a qué fin se encamina y cómo se desarrolla, y cómo conviene proceder en cada cosa.

Todo esto dará por resultado el conocimiento sólido del arte y la confianza y seguridad en la imitación.

Pero conviene sobre manera que tales preceptos sean muy breves y muy claros para que no haya necesidad de detenerse en ellos, y una vez aprendidos nos presten continua utilidad, aun ya remotos; así al niño que empieza a andar le son utilísimos los andadores y después no le sirven para nada.

14. La enseñanza completa de un arte abarca la síntesis y el análisis.

En el capítulo XVIII, fundamento V, y con ejemplos tomados de la Naturaleza y artes mecánicas, hemos demostrado que la síntesis tiene aquí el más importante papel. Y lo que a continuación exponemos confirma que en la mayor parte de los casos deben preceder los ejercicios sintéticos: 1. Como en todo debe empezarse por lo más fácil, entendemos con mayor facilidad lo nuestro que lo ajeno. 2. Lo autores velan, de intento, sus enseñanzas con el fin de que los discípulos puedan con más o menos trabajo desentrañarlas en el momento, y podrán seguramente hacerlo si ya están ejercitados en trabajos propios, aunque sean muy rudimentarios. 3. Lo que se persigue en primer lugar debe ser también lo primero en la ejecución. Aquí pretendemos que le aficionados a las artes estén dispuestos para entender los nuevos inventos, no para utilizar solamente los ya conocido (véase lo dicho en el capítulo XVIII, fundamento V).

15. Sin embargo, también es indispensable utilizar el análisis escrupuloso de las obras e inventos ajenos. Sólo Podrá conocer suficientemente un camino el que lo ha recorrido muchas veces de una parte a otra y sabe con certeza los ramales, encrucijadas y sendas que aquí y allí tiene; además son diversas, y en cierto modo infinitas, las maneras de la cosas para que puedan encerrarse todas en preceptos o retenerse en una sola inteligencia. Son muchas las cosas que se nos ofrecen y no podemos hacerlas nuestras si no las distinguimos, conocemos y despiertan en nosotros el hábito de producir otras semejantes mediante la imitación y emulación.

16. Así, pues, lo que nosotros queremos es que en todo arte se construyan modelos o ejemplares completos y perfectos de cuanto puede, suele y debe referirse a aquel arte; fijando a su lado las observaciones y reglas que declaren porqué de lo hecho y de lo que hay que hacer, dirijan los ensayos, eviten los errores y den remedio para los cometidos. Luego sométanse al estudio del discípulo otros ejemplos para que él ajuste cada uno a sus modelos y haga otros parecidos a imitación de los propuestos. Después hágasele examinar obras ajenas (pero de insignes artistas) y aplíquense se las reglas y modelos antedichos, bien para hacer más potente su utilidad, bien para aprender el arte de ocultar lo artificioso. Con la continuada repetición de este ejercicio ser capaz de juzgar con acierto acerca de los inventos suyos ajenos.

17. Estos ejercicios deben continuarse hasta adquirir hábito del arte.

Pues, Sólo el uso es quien hace artífices.