FUNDAMENTOS DE LA ABREVIADA RAPIDEZ EN LA ENSEÑANZA
1. Alguno dirá que todo esto es sumamente laborioso y prolijo en extremo. ¿Cuántos Preceptores, cuántas bibliotecas, cuántos trabajos serán necesarios para esta enseñanza universal? Respondo. En efecto; si no hallamos el modo de abreviarlo es asunto de gran magnitud y de no escaso trabajo. El arte es tan vasto, extenso y profundo como el mismo mundo que sometemos a nuestro ingenio. ¿Pero quién es el que desconoce que lo extenso puede contraerse y lo laborioso convertirse en sencillo? ¿Quién ignora que los tejedores tejen rapidísimamente miles de millares de hilos y con maravillosa variedad reproducen imágenes distintas?
¿Quién no sabe que los molineros trituran fácilmente miles de millares de granos y separan sin trabajo alguno y con toda precisión la harina del salvado? ¿Quién ignora que los mecánicos con máquinas no muy grandes y casi sin esfuerzo mueven y transportan moles ingentes? ¿Y los estáticos con una onza tan solo, separada convenientemente del centro de la romana, equilibran muchas libras? No siempre es propio de la fuerza efectuar algo grande, sino del arte. ¿Ha de faltar a los Letrados solamente el arte de ejecutar con ingenio sus cosas? La misma vergüenza debe impulsarnos a imitar la habilidad de los demás y a buscar remedio para las dificultades con que tropezó la labor escolar hasta ahora.
2. No debemos buscar los remedios hasta no conocer la enfermedad y sus causas. ¿En qué consistía que las labores escolares y su aprovechamiento se retardasen de tal modo que la mayor parte, después de gastar toda su juventud en las escuelas, apenas llegaba a conocer todas las ciencias y artes y en algunas ni siquiera pasaba de los umbrales?
3. He aquí las verdaderas causas de ello:
Primera, que no había objetivos determinados ni metas fijas a las que hubiesen de llegar los discípulos en cada año, mes o día y todo era indeciso.
4. Segunda, que no se determinaban los caminos que infaliblemente habían de conducir a la meta.
5. Tercera, que lo que naturalmente está unido no se consideraba conjuntamente, sino por separado.
Por ejemplo: enseñaban a leer solamente a los primeros alumnos de letras y diferían la enseñanza de la escritura para unos meses después. En la escuela de latín tenían a los jóvenes algunos años en la lucha con palabras sin cosas, para que los años de la adolescencia transcurriesen en los estudios gramaticales, reservando los estudios de Filosofía para años sucesivos. Solamente les estaba preceptuado aprender jamás enseñar. Siendo así que todo lo dicho (leer y escribir palabras y cosas, aprender y enseñar) debe estar tan íntima mente enlazado, como levantar y apoyar los pies en la carrera; preguntar y responder en la conversación, y lanzarla y recogerla en el juego de la pelota, conforme vimos en si lugar correspondiente.
6. Cuarta, que casi nunca han sido enseñadas las artes y las ciencias de un modo enciclopédico, sino fragmentaria mente. Con lo cual resultaba que ante los ojos de los discípulos aparecían estas enseñanzas como montones de madero o de sarmientos, en los que nadie advierte la razón en virtud de la cual están unidos. Por esta causa uno tomaba una cosa y otro otra, y nadie llegaba a tener erudición general y, Por lo tanto, fundamental.
7. Quinta, que se empleaban múltiples y variados métodos, diferentes en cada escuela; y cada Preceptor el suyo y aun un mismo Profesor practicaba un método distinto en una ciencia o arte que en otra; y lo que es peor, a veces no le tenía determinado en la misma ciencia, por lo cual apenas se daban cuenta los discípulos de lo que tenían que hacer. De todo lo cual nacían dudas, dificultades y asco y fastidio a la demás enseñanzas antes de llegar a ellas, de manera que muchos no querían probar siquiera muchas de ellas.
8. Sexta, faltaba el modo de instruir simultáneamente a todos los discípulos de la misma clase y se empleaba el trabajo separadamente con cada uno de ellos; por lo cual, si llegaban a reunirse varios discípulos, se ocasionaba a los Preceptores un trabajo abrumador y los discípulos sufrían inútiles, períodos de holganza, sometiéndolos a un fastidioso machaqueo si se les encomendaba entretanto algo que hacer.
9. Séptima, si los Maestros eran muchos se ocasionaba una mayor confusión al enseñar y practicar cosas diversas en cada hora. Lo mismo la abundancia de libros que de Preceptores sólo consiguen distraer los espíritus.
10. Por último, podían los discípulos, con anuencia de lo Preceptores, manejar y estudiar otros libros en la escuela o fuera de ella, y se pensaba que cuantos más fuesen los auto res consultados más numerosas serían las ocasiones de aprovechamiento, siendo así que solamente eran motivos de distracción. Por lo cual no hay que maravillarse de que fueran tan pocos los que llegasen a dominar todas las enseñanzas sino que lo verdaderamente digno de admiración es que hubiera alguno que lograra salir de semejantes laberintos, lo que sólo acontecía a los más excelsos ingenios.
11. En lo sucesivo, debemos procurar remover estos obstáculos y rémoras, y perseguir únicamente, sin rodeos de ninguna clase, aquello que conduce directamente a nuestro fin, o como dice la vulgar sentencia: No deben emplearse muchos esfuerzos en lo que puede resolverse con pocos.
12. Tomemos aquí, como digno de imitarse, este Sol del Cielo, insigne modelo de la Naturaleza. Pues éste, no obstante desempeñar una complicada y casi infinita función (esparcir sus rayos per el orbe universo de la Tierra y proporcionar luz, calor, vida y vigor a todos los elementos y sus compuestos, minerales, plantas, animales, cuyas especies e individuos son infinitos) se basta para todos y recorre majestuosamente cada año el círculo de sus oficios.
13. Veamos, pues, sus modos de obrar para relacionarlos con los procedimientos que en las escuelas se requieren.
I. El Sol no se dedica a los objetos singulares, como un árbol o un animal, sino que ilumina, calienta y evapora la Tierra toda.
II. Con unos solos y los mismos rayos da luz a todas las cosas; con la misma condensación y resolución de las nubes, riega todo; todo lo airea y seca con el mismo y único viento; todo lo tempera con el mismo calor o frío, etc.
III. Al producir al mismo tiempo en todas las regiones la primavera, el verano, el otoño o el invierno, hace germinar, florecer y fructificar todas las cosas simultáneamente, sin que deje de efectuarse que unas cosas maduren antes y otras más tarde, según su peculiar naturaleza.
IV. Y guarda siempre el mismo orden, mañana el mismo que hoy; como este año, igual el siguiente; siempre inmutablemente igual forma en el mismo género de cosas.
V. Y hace brotar cada cosa de su semilla y no de otra parte cualquiera.
VI. Y produce conjuntamente las cosas que deben estar unidas: la madera con su corteza y médula; la flor con sus hojas; los frutos con sus cubiertas, peciolos y núcleos.
VII. Todo lo desarrolla por sus grados debidos, de manera que el uno abra el camino a lo otro y mutuamente se completen.
VIII. Finalmente, no produce cosas inútiles, y si algo se llega a criar, lo agosta y arroja.
14. Conseguiremos una perfecta imitación si
I. Un solo Preceptor rige una sola escuela o, mejor, una sola clase.
II. Hay un solo autor en cada materia.
III. Se encomienda el mismo y único trabajo a todos los oyentes.
IV. Se enseñan todos los conocimientos y lenguas con el mismo y único método.
V. Todo se enseña, breve y enérgicamente, desde sus principios, como si el entendimiento se cerrase con llave y se le hiciesen llegar las cosas directamente.
VI. Todas las cosas que estén unidas se tratan conjuntamente.
VII. Y todo por sus indisolubles grados, de modo que lo de hoy sirva para afianzar lo de ayer y abrir el camino a lo de mañana.
VIII. Y finalmente, si se aparta por doquier todo lo inútil.
15. Si todo esto que dejamos dicho llega a ser introducido en las escuelas, tan fuera de duda está que con mayor facilidad y expedición se extenderá el ámbito de las ciencias como que el Sol recorre cada año el circuito del mundo entero. Vamos, pues, a tratar de ello para que veamos que es facilísimo poner en ejecución estos proyectos.
PROBLEMA I
Cómo un solo Preceptor puede ser suficiente para cualquier número de discípulos.
16. No solamente afirmo que un solo Maestro puede regir una escuela, sino que sostengo que así debe disponerse, porque esto es lo más favorable para los que aprenden y el que enseña. Este, sin duda alguna, ha de efectuar todos sus trabajos con mayor satisfacción al contemplar ante sí un extenso auditorio (lo mismo que los mineros se entusiasman al descubrir mayores filones de mineral), y, por lo tanto, cuanto mayor sea su entusiasmo mayor será la actividad que despierte en sus discípulos. De igual modo, la concurrencia será para los discípulos un motivo de agrado y de provecho; de agrado, ya que son muchos los que se alegran de tener compañeros en las ocupaciones, y de aprovechamiento, puesto que se estimularán y ayudarán mutuamente, y es sumamente propio de esta edad el dejarse llevar por la emulación.
A más de esto, cuando son pocos los oyentes es muy fácil que se escapen algunas cosas a la común atención; en cambio, siendo muchos los que escuchan, toma cada uno de ellos cuanto le es posible; y al repetirlo en sucesivos repasos pueden aprovecharlo en su totalidad al contrastar un entendimiento con otro y una memoria con la de los demás. En una palabra: del mismo modo que el panadero, con una misma masa y un solo caldeamiento del horno, cuece muchos panes y el alfarero muchos ladrillos; el tipógrafo con una sola composición de los tipos imprime algunos cientos o miles de libros, así también el Profesor de una escuela puede, sin ninguna molestia, atender a gran número de discípulos simultáneamente con los mismos ejercicios escolares, a la manera que ya hemos visto que un solo tallo es capaz de producir y dar alimento a un frondosísimo árbol y el Sol se basta para hacer vegetar a toda la Tierra.
17. Pero ¿de qué modo podrá hacerlo? Veamos el modo de proceder de la Naturaleza en los ejemplos propuestos. El tallo no se extiende hasta las ramas más altas, sino que, fijo en su lugar, comunica su savia a las ramas principales que salen de él; éstas a sus más próximas y aquéllas a las inmediatas, y así sucesivamente basta llegar a las últimas y más pequeñas partes del árbol. También el sol no se circunscribe a cada uno de los árboles, hierbas o animales, sino que, lanzando sus rayos desde la altura, ilumina todo el hemisferio al mismo tiempo, aprovechando cada una de las criaturas la luz y temperatura que le son propias. No hay tampoco que olvidar que la situación del lugar coadyuva a la eficacia del Sol, toda vez que los rayos solares reconcentrados en los valles prestan más calor a las regiones circundantes.
18. Si se organiza conforme a este modelo, ha de ser fácil en extremo que un solo Profesor sea suficiente para un núcleo bastante numeroso de discípulos, pues
I. Si distribuimos la clase en grupos determinados, como por ejemplo, de curias, de cada una de éstas estará encargado un inspector y de éstos otros, basta llegar a los superiores.
II. Si nunca se instruye a uno solo, ni privadamente fuera de la escuela, ni públicamente en ella, sino a todos al mismo tiempo y de una sola vez.
No debe acercarse a ninguno determinadamente ni consentir que nadie se dirija separadamente a él, sino que, sentado en lo alto de su cátedra (donde puede ser visto y oído por todos), extienda como el Sol sus rayos sobre todos; y poniendo todos en él sus ojos, oídos y entendimientos, recojan cuanto exponga de palabra o les muestre mediante imágenes o signos. Así se obtendrán de una vez muchos resultados.[1]
19. Solamente es necesaria alguna habilidad para conseguir la atención de todos y de cada uno, a fin de que dándose cuenta que las palabras del Profesor son el manantial (como así es, en efecto) de donde llegan a ellos las corrientes de todas las ciencias, cuantas veces adviertan que se abren dichas fuentes se apresurarán a recibir sus aguas en el vaso de su atención para no dejar que se escape nada. En esto han de tener los Preceptores un sumo cuidado; no hablarán sino cuando sean escuchados; nada enseñarán sin ser atendidos. Aquí viene muy bien lo que dijo Séneca: Nada debe decirse a quien no esté escuchando. Y quizá también el consejo de Salomón: De prudente espíritu es el varón inteligente (Prov., 17-27); esto es, el que no se dirige a los vientos sino al entendimiento de los hombres.
20. La atención de que hablamos puede excitarse y sostenerse, no sólo mediante los Decuriones y aquellos otros a quienes se encarga de la inspección (haciendo que éstos presten atención con mayor diligencia que los demás), sino muy especialmente por el mismo Preceptor, utilizando algunos de los siguientes ocho medios:
1. Si se da maña para mezclar algo que deleite y aproveche, así interesará los espíritus avivando su deseo y atención.
2. Si al comienzo de cualquier trabajo se cautiva a los oyentes con la exposición del asunto que va a tratarse o se les excita con las cuestiones que se presentan; bien sean de las ya tratadas, que por coherencia se relacionen con la materia presente; bien sean cuestiones futuras que, al advertir su desconocimiento, estimulan con mayor avidez a su estudio.
3. Si sentado en el sitio más elevado extiende sus ojos en derredor y no permite que nadie haga otra cosa que tener puesta su mirada en él.
4. Si ayuda la atención representando todo, en cuanto sea posible, por medios sensibles, como ya dijimos en el capítulo XVII, Fund. VIII, Reg. III. No solamente es útil para la facilidad, sino también para la atención.
5. Si en medio de los ejercicios, interrumpiendo su lección, dice, de pronto: Tú o tú, ¿qué acabo de decir? Repite este período. Tú, dinos con qué motivo hemos llegado a esto, y cosas semejantes para el mejor aprovechamiento de la clase. Si hallare alguno que no esté atendiendo, se le debe reñir y castigar, y así se conservará el hábito de la atención.
6. Igualmente, si interrogado alguno, éste duda, pasa al segundo, tercero, décimo o trigésimo y pide su contestación sin repetir la pregunta. Todo con el fin de que atiendan todos lo que a cada uno se dice e intenten ponerlo en práctica.
7. También puede emplearse el medio de preguntar a todos los demás al mismo tiempo lo que ignoren algunos, y el que primeramente responda o conteste mejor declararle digno de alabanza en presencia de todos los demás para que sirva de emulación. Si alguno se equivoca, debe ser corregido, descubriendo y combatiendo la causa del error (en lo que no hallará dificultad un Preceptor sagaz). Es increíble lo mucho que sirve este procedimiento para el más rápido aprovechamiento.
8. Por último, terminada la lección debe darse licencia a los alumnos para preguntar al Preceptor lo que quieran, bien sean dudas nacidas en la lección que acaba de darse, o en otras anteriores. No deben permitirse consultas privadas, sino que cada cual, ya por sí o ya por el Decurión (si éste no ha podido satisfacer sus demandas), pregunte cuanto necesite, pero públicamente, para que tanto las preguntas como las respuestas sean útiles para todos. Si alguno provocase cuestiones útiles con frecuencia, no debe dejarse ocasión de alabarle, con lo que no faltarán ejemplos de actividad y motivos de estímulo para los demás.
22. Semejante ejercicio diario de la atención aprovecha a los jóvenes, no sólo en el momento actual, sino para toda la vida. Acostumbrados continuamente durante algunos años a estar siempre en lo que hacen, ejecutarán siempre cuanto deban hacer con perfecto conocimiento y sin esperar ajenos avisos o instigaciones. Y si las escuelas se organizan así, ¿cómo no habrá de esperarse en espléndido aprovechamiento de tan diestros varones?
23. Pero podrán objetamos: A pesar de todo es necesaria la inspección particular; pues hay que revisar si se tratan los libros con pulcritud, si se escriben las lecciones con corrección, si se aprenden bien las cosas de memoria, etc. Y para esto si son muchos los discípulos se requiere mucho tiempo. Respondo: No es necesario en modo alguno oír siempre a todos ni revisar siempre los libras de todos. Puesto que el Preceptor está auxiliado por los Decuriones, cada uno de estos deberá vigilar a los que están a su cuidado para que cumplan sus deberes con la mayor exactitud.
24. Solamente el Preceptor, como inspector supremo, atenderá ya a uno, ya a otro, principalmente, para sorprender a aquellos discípulos en los que tiene menos confianza. Por ejemplo: Deben recitar las lecciones que se dan de memoria uno, dos o tres discípulos, y cuantos se manden levantar, unos después de otros, tanto de los últimos como de los primeros, estando atenta toda la reunión De este modo todos deberán estar preparados por el temor de ser preguntados. También, cuando el Profesor advierta que uno ha empezado bien y esté seguro de que sabe 10 demás, mandará continuar a otro. Si éste también está preparado, exigirá el siguiente período o párrafo a otro. Así con el examen de unos pocos estará seguro de todos.
25. Igual procedimiento puede seguirse para examinar los trabajos al dictado, si los hay. Ordenar a uno, dos o más, si es necesario, que lean lo que han escrito con voz clara y distinta, señalando expresamente las pausas, y entretanto, todos los demás harán las correcciones mirando sus cuadernos. Alguna vez deberá examinar por sí mismo los cuadernos de unos y Otros, sin orden alguno, y castigará a aquél a quien hallase negligente.
26. Parece que ha de dar más trabajo la corrección de los ejercicios, pero también hallaremos remedio para ello si seguimos normas parecidas. Por ejemplo: Para los ejercicios de traducción de una lengua a otra procederemos de esta manera: Después de efectuada la versión reúnanse por decurias; mande levantar a uno y retar al contrario que quiera. Así que éste se haya levantado, leerá el primero su ejercicio minuciosamente, escuchando todos con atención y con la vigilancia del Preceptor (o por lo menos del Decurión), principalmente por la ortografía. Al terminar de leer el párrafo, el contrario hará observar lo que encuentre equivocado; después lo harán los de la misma decuria; luego se interrogará a toda la clase, y, por último, si es necesario, hará la censura el Preceptor. Entretanto, todos examinarán sus cuadernos y corregirán lo que hayan equivocado, excepto el contrario, que conservará su ejercicio sin tocar. Terminado el período, y bien enmendado, se pasará a otro, y así hasta el fin. Entonces el contrario recitará el suyo de igual modo, con la vigilancia del que retó para que no dé como enmendado lo cue no lo esté, y se hará la censura de cada una de las voces, frases y oraciones, como anteriormente. Después se mandará levantar a otros dos, y así cuanto lo permita el tiempo.
27. Los Decuriones han de cuidar: 1. De que todos tengan su ejercicio dispuesto antes de comenzar la corrección. 2. Durante ésta vigilen que cada uno enmiende sus errores por los ajenos.
28. Esto hará que
I. El trabajo del Preceptor se disminuya.
II. Todos se instruyan sin abandonar a ninguno.
III. Se excite la atención de todos.
IV. Lo que se dice a uno solo por cualquier motivo sirva para los demás.
V. La variedad de las frases, que no podrán interpretarse de diverso modo por cada uno, forme y corrobore tanto el juicio de las cosas como el empleo del idioma.
VI. Finalmente, después de examinada la labor de una, dos o tres parejas, muy poco o nada quedará de error. Hay que destinar el tiempo restante para que aquellos que, o tienen alguna duda sobre el ejercicio o piensan que lo han hecho mejor que los demás, salgan en medio de la clase y se juzgue acerca de ello.
29. Lo que acabamos de exponer se refiere únicamente al ejercicio de versión; pero fácilmente puede aplicarse a los ejercicios de estilo, oratorios, lógicos, teológicos, filosóficos, etcétera, etc., en cualquier clase.
30. Así hemos visto cómo puede ser suficiente un solo Preceptor para un centenar de discípulos sin mucho más trabajo que el que emplearía para unos pocos.
PROBLEMA II
Cómo puede ser que con unos mismos libros se instruyan todos.
31. Nadie ignora que la pluralidad de objetos distrae los sentidos. Notable ahorro de trabajo tendremos, en primer lugar, si no se consienten a los escolares otros libros que los propios de la clase en que están; para que sea su norma perpetua la que se mostraba entre los antiguos a los que hacían sacrificios: ¡Haz esto! Pues más llenarán éstos el entendimiento cuanto menos distraigan los otros la vista.
32. En segundo lugar, si se tienen preparadas todas las demás herramientas escolares, tablas, programas, borradores, diccionarios, sistemas de artes, etc. Pues cuando los Preceptores mandan hacer a sus discípulos los carteles alfabéticos, prescriben la forma de la caligrafía y dictan los preceptos, textos o traducciones de los textos, etc., ¡qué gran cantidad de tiempo pierden! Más cómodo será tener impresos en número abundante los cuadernos que son necesarios para todas las clases y aquéllos que han de traducirse al idioma corriente con la traducción colocada debajo. Así, todo el tiempo que había de consumirse en dictar, copiar y traducir podrá emplearse con mayor utilidad en la explicación, repeticiones y ensayos.
33. Con este procedimiento tampoco habrá que temer la desidia o pereza de los Preceptores. Lo mismo que juzgamos que un predicador ha cumplido su misión al exponer un texto de los libros sagrados y demostrar al auditorio su utilidad (para su enseñanza, exhortación, consuelo, etc.), aunque no sea él mismo quien haya hecho la versión directa del aludido texto, sino que haya tomado la que en otro lugar estuviese hecha, puesto que una u otra cosa para nada interesa a los oyentes; así también nada importa a los discípulos que sea el mismo Preceptor u otro cualquiera, antes que él, quien haya ilustrado su lección, con tal que el Maestro les enseñe cumplidamente cuanto a la materia haga referencia. Conviene, pues, que todo esté preparado de antemano para que sea menor el peligro de errar y mayor el tiempo dedicado a la enseñanza.
34. Los libros o cuadernos indicados deben adaptarse perfectamente a nuestros principios, ya expuestos, de facilidad, solidez y brevedad en todas las escuelas, tratándolo todo llanamente con fundamento y cuidado para que constituyan una exactísima imagen de todo el universo (que ha de grabarse en el alma). Y con gran encarecimiento advierto que todo debe estar expuesto con llaneza y en lenguaje corriente, a fin de que ilumine de tal manera a los discípulos que pueden comprender de modo natural, y sin necesidad de Maestro, cuantas enseñanzas encierre.
35. A qué fin deseo que los libros estén dispuestos en forma de diálogo. Por estas razones: (1) Por la facilidad en adaptar las materias y el estilo a los entendimientos infantiles, y así nada les parecerá imposible, arduo o difícil en extremo, puesto que nada hay más familiar y natural que la conversación mediante la cual puede el hombre ser llevado poco a poco, y sin apenas darse cuenta, al punto que se quiera. Este procedimiento, a fin de ponerse al alcance de todos, es el que emplean los cómicos para recordar al pueblo los hechos pasados; también lo siguió Platón en toda su filosofía, Cicerón en muchas de sus obras y Agustín en toda su teología. (2) Los diálogos excitan, animan y mantienen la atención, tanto por la variedad de las preguntas y respuestas, mezcladas con sus razones y formas, como por la diversidad y mutación de las personas que intervienen en ellos, con lo cual se mantiene el espíritu sin cansancio, despertándose, en cambio, mayor deseo de escuchar. (3) Hace la instrucción más sólida. Pues de igual modo que tenemos más vivo recuerdo de aquellas cosas que hemos visto que de aquellas otras que solamente hemos oído, así se adhiere con mayor tenacidad a nuestro entendimiento cuanto aprendemos o conocemos mediante una comedia o conversación (porque además de oírlo nos parece que lo vemos) que todo lo que escuchamos en la escueta recitación del Preceptor, según la diaria experiencia nos confirma. (4) Como gran parte de nuestra vida transcurre en la conversación, será el camino más breve en la educación de la juventud acostumbrarla, no sólo a comprender cuanto le es útil, sino a hablar acerca de ello con soltura, circunspección y facilidad. (5) Por último, los diálogos son en extremo útiles para hacer los repasos con facilidad, aun los mismos discípulos entre sí.
36. Sumamente provechoso será que los libros sean de una misma edición, coincidiendo en sus páginas, líneas y en todo, para ayudarse en las citas y en la memoria local y no ofrecer motivo a dificultad de ninguna especie.
37. También reportará gran utilidad que el contenido de los libros se reproduzca en las paredes de la clase, ya los textos (con enérgica concisión), ya dibujos de imágenes o emblemas que continuamente impresionen los sentidos, la memoria y el entendimiento de los discípulos. Los antiguos nos refieren que en las paredes del templo de Esculapio se hallaron escritos los preceptos de toda la medicina que transcribió Hipócrates al visitarle. También DIOS, Nuestro Señor, ha llenado este inmenso teatro del mundo de pinturas, estatuas e imágenes, como señales vivas de su Sabiduría, y quiere que nos instruyamos por medio de ellas. (Acerca de estas pinturas hemos de decir mucho más en la descripción particular de las clases.)
PROBLEMA III
Cómo puede hacerse que a un mismo tiempo todos hagan lo mismo en la escuela.
38. Es evidente la utilidad que reporta el tratar todos en cada clase de una sola materia al mismo tiempo, porque es menor el trabajo del Preceptor y mayor el aprovechamiento de los discípulos. Además, cada uno de ellos estimula a los restantes ya que sus pensamientos versan sobre una misma cosa, y con el mutuo contraste se corrigen unos a otros. A la manera que el tribuno militar no dispone separadamente los ejercicios de los bisoños, sino que, llevando a todos conjuntamente el campo, les muestra el uso de las armas y el modo de servirse de ellas; y aunque especialmente haya de instruir a alguno, quiere que todos los demás también lo hagan y practiquen; así también ha de comportarse el Preceptor.
39. Para esto será necesario:
1. No comenzar la labor de la escuela sino una vez al año, de dar igual modo que el Sol, una vez al año (en la primavera), empieza a ejercer su operación en los vegetales.
2. Disponer de tal manera cuanto haya de hacerse que cada año, mes, semana, día y hasta hora tenga su trabajo determinado; con lo cual todos serán educados al mismo tiempo sin dificultad y conducidos a la meta. En su debido lugar trataremos de esto más especialmente.
PROBLEMA IV
Cómo puede hacerse que para todo se emplee el mismo método.
40. En los capítulos XX, XXI y XXII demostraremos que sólo hay un método natural para todas las ciencias, como también es uno solo el método para todas las artes y lenguas. La variación o diversidad, si puede hallarse alguna, es insignificante para poder constituir una nueva especie, y no se desprende del fundamento de la materia, sino de la prudencia del que enseña, en lo referente a cada lengua o arte, y de la capacidad y aprovechamiento de los que aprenden. Seguir en todo el método natural será un gran ahorro de tiempo para los discípulos, como para los caminantes un solo y único camino real sin separarse por otras sendas. Se notan más fácilmente las diferencias particulares si se presentan de un modo especial, dejando ya sin tocar lo que es común y general.
PROBLEMA V
Cómo puede llenarse el entendimiento de muchas cosas con muy pocas palabras.
41. Cosa es que no trae ningún provecho abrumar el entendimiento con la pesada carga de libros o de palabras. Ciertamente proporciona más alimento al cuerpo humano un bocado de pan y un trago de vino que tener lleno el estómago de paja y lodo. Más vale llevar en la bolsa una moneda de oro que ciento de plomo. Séneca, refiriéndose a los preceptos y reglas, se expresa de esta manera: Deben esparcirse como las semillas, que no es necesario que sean muchas, sino eficaces. En el capítulo V enseñamos que en el hombre se encuentran todas las cosas, como microcosmo que es, y para ver no tiene necesidad de nada más que de luz. ¿No sabemos que es suficiente la pequeña llama de una vela para el hombre que trabaja de noche? Debemos, por lo tanto, elegir, o hacer que se escriban, libros fundamentales de las artes y lenguas; pequeños por su tamaño, pero notables por su utilidad; que expongan las materias concisamente; mucho en pocas palabras (como dice Sirach, 30.10); esto es, que presenten a los estudiosos las cosas fundamentales como son en sí, con pocos teoremas y reglas, pero exquisitos y facilísimos de entender, mediante los cuales llegue al entendimiento rectamente todo lo demás.
PROBLEMA VI
Cómo deben enseñarse las cosas para obtener doble o triple resultado con un solo trabajo.
42. Los ejemplos de la Naturaleza nos demuestran ostensiblemente que con un solo esfuerzo y al mismo tiempo pueden ejecutarse diversas operaciones. En efecto; un árbol se desarrolla simultáneamente hacia arriba, hacia abajo y a los lados, y efectúa su crecimiento simultáneo en madera, corteza, hojas y frutos. Lo mismo puede observarse en el animal, cuyos miembros se desarrollan al mismo tiempo. Cada uno de estos miembros tiene múltiples funciones. Los pies llevan y sostienen al hombre, le hacen avanzar y retroceder de muy diversos modos. La boca es la puerta del cuerpo, su piedra de moler y su bocina, que emite sonidos cuantas veces se desea. Los pulmones, con una misma absorción del aire, refrigeran el corazón, despejan el cerebro y dan lugar a la emisión de sonidos, etc., etc.
43. Cosa semejante acontece en los inventos del arte. El gnomon, o varilla de hierro de los relojes de sol, puede señalar con la misma sombra la hora (hasta según diversos relojes), el signo del Zodiaco que entonces recorre el Sol, la duración del día y de la noche, el día del mes y otras muchas cosas. La lanza de un carruaje sirve para dirigirle, volverle y detenerle. Del mismo modo un buen orador y poeta enseña, conmueve y deleita al mismo tiempo, aunque son tres cosas distintas.
44. Conforme a lo que dejamos dicho, debe organizarse la formación de la juventud de tal manera que cada trabajo produzca más de un resultado. Para lo cual debe observarse esta regla general: Procúrese asociar cada cosa con su correlativa. Por ejemplo: Leer y escribir; las palabras y las cosas ejercitar; el estilo y el ingenio; enseñar y aprender; reunir lo serio con lo recreativo, y todo lo que además de esto pueda imaginarse.
45. Luego no deben enseñarse y aprenderse las palabras sin las cosas, del mismo modo que se compran, venden y transportan el vino con su recipiente, la espada con su vaina, la madera con su corteza y los frutos con su cáscara. ¿Qué son las palabras sino las envolturas y vainas de las cosas? En cualquier idioma que se estudie, aunque sea la lengua usual, deben enseñarse las cosas a que se refieren las voces que se aprenden, y recíprocamente, cuanto se ve, oye, toca y gusta debe saberse expresar por el lenguaje, a fin de que la lengua y el entendimiento se desarrollen y cultiven paralelamente. La enunciación de la regla debe ser: Todos deben saber exponer lo que han aprendido y recíprocamente entender lo que exponen. Y no se debe permitir a nadie que hable sin entender lo que dice ni aprender lo que no sabe expresar. Pues el que no sabe expresar lo que su entendimiento conoce es una estatua, y el que habla sin saber, una cotorra. Nosotros formamos hombres; y deseamos formarlos brevemente y le conseguiremos si en todo marchan de la mano las palabras con las cosas y las cosas con las palabras.
46. En virtud de la antedicha regla han de ser desterrados de las escuelas los autores que enseñan solamente palabras sin ocuparse del conocimiento de las cosas útiles. De lo que importa ha de tenerse mayor cuidado. Debemos procurar (dice Séneca en su Epístola 9) no sujetarnos a las palabras, sino a su sentido. Si agrada leer dichos autores, léanse fuera de la escuela, ligeramente y de prisa, sin prolija y laboriosa atención o cuidadoso propósito de imitarlos, con tal que puedan reportar alguna utilidad.
47. Los ejercicios de lectura y escritura deben ir unidos, con lo que se conseguirá un notable ahorro de tiempo. No es, seguramente, fácil hallar un estímulo y encanto mayor para los niños que estudian el alfabeto que enseñarlos a aprender las letras escribiéndolas. Como es natural en los niños el deseo de pintar, hallarán sumo placer en este ejercicio y al mismo tiempo se excitará su imaginación en ambos sentidos. Así, cuando ya vayan leyendo de corrido se irán instruyendo en aquellas materias que luego deben aprender; por ejemplo: en todo lo que conduzca al conocimiento de las cosas, a la piedad y las buenas costumbres. De igual modo al aprender a leer en latín, griego o hebreo será sumamente útil repetir muchas veces, releyendo y transcribiendo las declinaciones y conjugaciones hasta que quede bien segura la lectura, escritura, significado de las voces y, finalmente, la formación expedita de las terminaciones. ¡He aquí cómo podremos obtener un cuádruple fruto de un solo trabajo! Esta utilísima regla puede aplicarse a todo género de estudios, de manera que todo cuanto hayamos aprendido por la lectura lo reproduzca nuestra pluma, como dice Séneca; o según atestigua Agustín de sí mismo, que aprovechando escribamos y escribiendo aprovechemos.
48. Suelen proponerse los ejercicios de escritura casi sin elección del asunto y sin enlace en los temas, lo cual da por resultado que sean simples ejercicios de escritura, que poco o nada hacen trabajar al entendimiento y que, como hechas sin propósito alguno, son planas inútiles, sin ningún valor práctico para la vida. La escritura ha de practicarse tomando como materia la de la ciencia o arte que en la clase se estudia; proponiendo a los discípulos o trozos de historia (de los inventores de aquel arte, tiempo en que florecieron y dónde, y cosas semejantes) o comentarios y modelos que imitar, con lo que a la vez se practica la escritura, se ejercita el entendimiento y se cultiva el lenguaje al recitarlo.
49. Al final del capítulo XVIII quedó demostrado cómo puede enseñarse lo que acaba de aprenderse. Lo que allí se dijo tiene aquí completa aplicación, ya que igualmente es útil para la mayor solidez de lo aprendido como para la mayor rapidez en el aprovechamiento.
50. Por último, será un notable procedimiento idear diversiones de aquellas que se permiten a la juventud para recreo de su espíritu, en las cuales se represente al vivo lo serio de la vida para que a ello se habitúen. Pueden idearse los oficios por sus herramientas, las labores caseras, los asuntos políticos, el orden militar o de la arquitectura y otras cosas semejantes. También puede hacerse una buena preparación del entendimiento para la Medicina si en la primavera se enseñan los géneros de hierbas producidas en el huerto o en el campo, con promesa de premios a quien conozca más. Esto no sólo servirá para descubrir quiénes tienen vocación para la Botánica, sino será gran estímulo para todos. Y también para despertar mayor entusiasmo puede llamarse Doctor, Licenciado o Candidato de la Medicina a aquél que haga mayores progresos. De igual modo puede procederse en las demás enseñanzas, a saber: en la milicia se les puede llamar General, Tribuno, Capitán o Abanderado; en la política, Rey, Consejero, Canciller, Mariscal, Secretario, Legado, etc., o también Cónsul, Senador, Síndico, Abogado, etc., etc.; estas bromas conducen a la verdad. Y entonces realizaremos el deseo de Lutero: Ocupar a la juventud en la escuela con estudios graves; de tal manera, que asistan a ella con igual afición que si pasasen el día entero jugando a las nueces. De este modo las escuelas serán verdaderamente la preparación para la vida.
PROBLEMA VII
Cómo podrá hacerse todo gradualmente.
51. Ya hemos investigado la eficacia de este artificio en el capítulo XVI, fundamentos V, VI, VII y VIII, y en el capítulo XVIII, fundamentos V, VI y VII. Y bajo estos auspicios deben componerse los libros destinados a las escuelas; llenos de observaciones dirigidas a los Preceptores acerca de su debido y provechoso empleo, a fin de conseguir el más alto grado de erudición, piedad y buenas costumbres.
PROBLEMA VIII
De los obstáculos que hay que remover y evitar.
52. No sin razón se ha dicho: No hay nada más necio que saber y aprender muchas cosas que para nada sirvan. Y también: No es sabio el que sabe muchas cosas, sino el que conoce las útiles. Por lo cual pueden hacerse mucho más sencillos los trabajos de las escuelas, ahorrándose el conocimiento de algunas cosas. Esto es, si se descuidan:
I. Las que no son necesarias.
II. Las ajenas.
III. Las muy particulares.
53. No son necesarias aquellas que no aprovechan para la piedad ni buenas costumbres y sin las cuales puede, no obstante, existir la erudición; como son los nombres e historias de los ídolos y ritos de los gentiles. También los pasatiempos del ingenio de cómicos y poetas, siempre superfluo y muchas veces lascivo, y otras cosas por el estilo. Si en alguna ocasión tuviera alguno gusto o interés en leer algo de autores favoritos, léalo en buen hora; pero en manera alguna debe permitirse en las escuelas, en las que hay que asentar los fundamentos de la sabiduría. ¡Qué locura, dice Séneca, dedicarse a aprender cosas inútiles en medio de la miseria de estos tiempos! Así, pues, no debe aprenderse cosa alguna solamente para la escuela, sino todo para la vida; a fin de que nada tengamos que arrojar al viento al salir de la escuela.
54. Son cosas ajenas las que no son para el entendimiento de todos. De igual manera que es diferente la naturaleza de las hierbas, árboles y animales y deben ser tratados unos de un modo y otros de diferente, y no consienten ser aplicados por igual a los mismos usos; así son los entendimientos humanos. No faltan los entendimientos felices que comprenden y desentrañan todas las cosas; pero tampoco deja de haber otros que se embotan y son inaccesibles a determinadas materias. Hay quien es un águila para las ciencias especulativas y en cambio es un completo asno para las prácticas. Uno es apto para todas las cosas, pero es inútil para la Música; lo que acontece a otros con las Matemáticas, la Poesía y la Lógica. ¿Qué hay que hacer en este caso? Pretender obtener aquello en que no ayuda la Naturaleza es querer luchar con ella; intento inútil y necio. O no se conseguirá nada o el resultado no valdrá la pena comparado con el esfuerzo. El que enseña es ministro de la Naturaleza, no su señor ni reformador; no hay que fomentar el progreso de los discípulos contra la voluntad de Minerva; con la esperanza cierta de que ha de ocurrir, como suele, que por otra parte aparezcan los defectos. Pues si separamos o cortamos una rama del árbol, las demás crecen con mayor vigor porque a ellas acude toda su vitalidad. Y si ninguno de los discípulos es educado e instruido contra su inclinación, no habrá motivo alguno de contrariedad y desagrado y redundará en mayor vigor de la mente; con mayor soltura marcha cada uno en aquello a que es inclinado por su natural instinto (con la permisión de la suma Providencia) y después en su escala sirve más útilmente a Dios y a la humana sociedad.
55. Si alguno quiere dedicarse a aquellas cosas más minuciosas (como todas las diferencias de las hierbas y animales; las obras de los artesanos y los nombres de las herramientas y cosas parecidas) se empeñará en un trabajo cansadísimo y lleno de prolijidad y complejidad. En las escuelas basta con investigar, llana y sólidamente, los géneros de las cosas y sus principales diferencias (ciertas siempre); lo demás ya habrá mil ocasiones de que llegue al entendimiento. De igual modo que aquél que pretende obtener una rápida victoria sobre el enemigo no se detiene en la conquista minuciosa de los pequeños lugares, sino que se preocupa del total de la batalla seguro de que si obtiene la victoria y llega a tomar las principales defensas todo lo demás vendrá indefectiblemente a su mano, así debe procederse aquí: si se consigue imbuir lo más importante en el entendimiento, todo lo particular vendrá después naturalmente. A esta clase de obstáculos pertenecen los vocabularios y diccionarios llamados generales; esto es, que comprenden todas las voces de un idioma completo, y puesto que no hemos de emplear buena parte de ellas, ¿por qué hemos de obligar a los muchachos a aprenderlas y abrumarse con ellas? Esto es lo que se relaciona con la brevedad para enseñar y aprender.