CAPÍTULO XVIII

FUNDAMENTO DE LA SOLIDEZ PARA APRENDER Y ENSEÑAR

1. Lamenta mucha gente, y los mismos asuntos lo confirman, que sea tan reducido el número de los que sacan de las escuelas una erudición sólida y en cambio la mayor parte apenas pasan de la superficie y la apariencia.

2. Si investigas la causa, hallarás que es doble. O porque las escuelas se dedican a lo endeble y frívolo, dejando lo fundamental, o porque los escolares dejan olvidar lo que aprendieron, haciendo pasar su entendimiento por muchos estudios sin provecho. Y este último defecto es tan vulgar, que serán pocos los que no le hayan lamentado. Pues si la memoria retuviese todo lo que en alguna ocasión hemos leído, oído o aprendido, ¡qué eruditos seríamos! Ocasiones no nos han faltado de experimentarlo. Pero como sucede todo lo contrario, es evidente que hemos echado el agua en una criba.

3. ¿Habrá remedio para este mal? Ciertamente; si entrando de nuevo en la escuela de la Naturaleza investigamos su procedimiento en cuanto a la producción de las criaturas duraderas. Se podrá encontrar el modo de que cada uno pueda saber, no solamente lo que aprenda, sino más de lo que aprenda; esto es, no sólo reproduciendo íntegramente lo que los Preceptores y autores le enseñan, sino juzgando él mismo de las cosas por sus principios.

4. Esto se obtendrá sí:

I. No se tratan más que las cosas sólidamente provechosas.

II. Pero todas sin separación.

III. Todas se asientan en fundamentos sólidos.

IV. Los fundamentos se colocan profundos.

V. Todas se apoyan tan sólo en los fundamentos dichos.

VI. Se distingue por artículos o capítulos lo que deba distinguirse.

VII. Todo lo posterior se funda en lo anterior.

VIII. Todo lo coherente se enlaza siempre.

IX. Todo se dispone en relación con el entendimiento, la memoria y el idioma.

X. Todo se corrobora con ejercicios constantes.

Veamos con cuidado cada uno de estos grados.

FUNDAMENTO I

5. La Naturaleza no emprende nada inútilmente.

Por ejemplo: cuando comienza a formar el ave no le coloca escamas, ni aletas, ni branquias, ni cuernos, ni cuatro patas, ni otra cosa cuyo uso no le sea propio, sino cabeza, corazón, alas, etc. Igualmente la naturaleza del árbol tampoco requiere oídos, ojos, plumas ni pelos, etc. sino corteza líber, médula, raíz, etc.

6. Así el que desea un campo, viña o huerto fructíferos no siembra cizañas, ortigas, espinas y zarzas, sino semillas y plantas excelentes.

7. De igual modo, el arquitecto cuando va a construir una casa no emplea bálago, paja, lodo o mimbres, sino piedras, ladrillos, madera de encina y otras substancias semejantes, sólidas y compactas.

8. Por lo tanto, en las escuelas

I. No deben tratarse otros asuntos sino aquellos que tienen una aplicación segurísima para esta vida y la futura. Principalmente para la futura.

(Hay que aprender en la Tierra —dice Jerónimo— aquello cuyo conocimiento perdura en los Cielos.)

II. Si es necesario, como realmente lo es, imbuir en la juventud algunos conocimientos con miras a esta vida actual han de ser dichos conocimientos de tal naturaleza que no sean obstáculo para la vida eterna y produzcan verdadero y seguro fruto en la presente.

9. ¿A qué vienen las futilidades? ¿Qué aprovecha aprender lo que ni es útil al sabio ni opuesto al ignorante? ¿Lo que se olvida con la edad o se deja perder con los negocios? Nuestra breve vida tiene, sin embargo, mucho en qué emplearse, aunque no echemos mano de bagatelas. Debe, pues, ser norma de las escuelas no entretener a la juventud sino en cosas serias. (A su debido tiempo diremos cómo pueden tornarse en serios los entretenimientos recreativos.)

FUNDAMENTO II

10. La Naturaleza no omite nada de lo que estima provechoso para el cuerpo que forma.

Por ejemplo: Al formar el avecilla no omite ni olvida la formación de cabeza, ni alas, ni los pies, ni uñas, piel ni ojos, ni nada de lo que corresponde a la esencia de volátil (en su género).

11. De igual modo, la escuela, al intentar formar a! hombre, debe procurar formarlo totalmente para hacerle igual mente apto para los negocios de esta vida que para la eternidad, a la que se enderezan todas las cosas que anteceden.

12. Enséñense, por tanto, en las escuelas no solamente la letras, sino también las buenas costumbres y la piedad. La literatura perfecciona el entendimiento, la lengua y las mano: para considerar racionalmente todo cuanto es útil, hablar y obrar. Si algo de esto se omite, habrá una interrupción que ocasionará defecto en la instrucción y grave daño en la solidez. Ciertamente nada puede ser sólido si no es coherente consigo mismo en todos sentidos.

FUNDAMENTO III

13. La Naturaleza no hace cosa alguna sin fundamento o raíz.

En efecto, la planta no germina en su parte superior hasta que no afianza sus raíces, y silo hace forzosamente ha de marchitarse y morir. Y por lo mismo el agricultor prudente no hace el trasplante hasta que no ve que el tronco tiene raíces. En las aves y en todos los animales las vísceras (miembros vitales) hacen las veces de raíz y por eso son siempre las primeras en formarse, como fundamentó que son del cuerpo entero.

14. Así el arquitecto no construye el edificio sin antes asentar sólidos cimientos; de lo contrario, todo se vendría abajo. Igualmente el pintor prepara una base para sus pinturas, sin ella seguramente los colores se caerían, se resquebrajarían o perderían su tono.

15. Dejan de establecer este fundamento los Preceptores que. 1° No trabajan por hacer a los discípulos dóciles y atentos antes de nada. 2° No bosquejan en el entendimiento la idea general de la enseñanza que emprenden para que los discípulos conozcan claramente lo que se hace y queda por hacer. Si el niño aprende sin gusto, atención ni inteligencia, ¿cómo hemos de esperar solidez en su instrucción?

16. Después de lo cual.

I. Al empezar cualquier estudio debe excitarse en los discípulos una seria afición hacia él, con argumentos tomados de su excelencia, utilidad, hermosura, etc.

II. Antes de descender a su particular estudio, debe siempre fijarse en el entendimiento del que aprende la idea general de la lengua o arte objeto del mismo (que no es otra cosa sino un compendioso bosquejo muy general, pero que abarque todas sus partes). De este modo el discípulo conoce desde el primer momento todos los límites y términos de su desarrollo, así como su interna disposición. Pues de igual modo que el esqueleto es el sustentáculo de todo el cuerpo, así también la delineación de un arte es el fundamento y base del arte entero.

FUNDAMENTO IV

17. La Naturaleza echa raíces profundas.

En su virtud guarda en lo más interno del cuerpo los miembros vitales del animal. Tanto más firme es un árbol cuanta mayor profundidad es la de sus raíces, porque si se extienden solamente por debajo del césped con facilidad se derrumba.

18. De aquí se sigue que tanto debe estimarse seriamente la docilidad del discípulo como grabar profundamente la idea en su entendimiento; de tal manera, que nadie pase al estudio más intenso de un arte o de una lengua, sin asegurarse antes de que ha sido bien concebida y arraigada la idea general de dicha enseñanza.

FUNDAMENTO V

19. La Naturaleza produce todo de sus raíces propias, no de ningún otro origen.

Así en los árboles, lo mismo la madera que la corteza, hojas, flores y frutos, todo procede de la raíz y no de otra parte. Pues aunque la lluvia descienda de arriba y el hortelano riegue por la parte inferior, se hace necesario que todo se infiltre por la raíz y se difunda por el tallo, ramas, hojas y frutos. Por eso el agricultor, aunque obtenga de otra parte cualquiera una estaquilla, ha de injertaría necesariamente en el tronco, a fin de que, incorporado a su substancia absorba el jugo de la misma raíz y nutrido por él pueda desarrollarse por virtud de la raíz misma. Por ella está el árbol provisto de todo sin que haya necesidad de adornarle con hojas y ramas recogidas de otra parte. De igual modo para cubrir de plumas a un ave no hay que utilizar despojos de otro cualquier volátil, sino que se producen en la parte interior de su cuerpo.

20. Así el arquitecto cuidadoso construye sus edificios de modo que se apoyen en sus propios cimientos y quicios sin necesidad de externos sostenes. Si un edificio los necesita es prueba de imperfección y de inminente ruina.

21. De la misma manera todo el que construye una Piscina o pozo de agua, no se le ocurre mandar llevar las aguas de otra parte sino que las alumbra de manantial vivo y por canales o tuberías ocultas las conduce a su destino.

22. Del teorema expuesto se deduce que educar rectamente a la juventud no es imbuirle un fárrago de palabras, frases, sentencias y opiniones tomadas de los autores sino abrir el entendimiento de las cosas para que broten arroyos de él como de fuente viva y como de las yemas de los árboles broten hojas, flores y frutos: y a cada año siguiente germine de nuevo en cada yema una tierna ramita con sus hojas, flor y frutos.

23. Hasta el momento presente no han tratado las escuelas de hacer que las inteligencias pudiesen vivir a expensas de su propia raíz como los arbolillos nuevos; sino que solamente enseñaron a colgarse ramas desgajadas de otra parte y a semejanza de la corneja de Esopo vestirse con plumas ajenas; trabajando menos en descubrir la fuente oculta de su inteligencia que hacerla regar con ajenas aguas. Esto es; dejaron de mostrar las cosas mismas, como en sí y por sí mismas son, y se preocupan de enseñar lo que éste, y el otro y el de más allá pensaron o escribieron acerca de ellas: hasta el punto de estimar la mayor erudición en conocer las opiniones discrepantes de muchos. De aquí el hecho de que haya quiénes que no hagan otra cosa que rebuscar los autores para recoger frases, sentencias y opiniones, forjándose una ciencia a modo de capa llena de remiendos. A estos tales apostrofa Horacio: ¡Oh, imitadores, rebaño de esclavos! Rebaño, en verdad, de esclavos sólo acostumbrados a cargar con fardos ajenos.

24. ¿A qué conduce, pregunto yo, perder el tiempo con las diversas opiniones acerca de las cosas, cuando lo que se busca es el conocimiento de ellas, como realmente son? ¿No tenemos, por ventura, otra cosa que hacer en esta vida más que seguir de aquí para allá a los demás y averiguar en qué discrepan, coinciden o desbarran? ¡Oh, mortales! ¡Demonios prisa a llegar sin rodeos a nuestra meta! ¿Por qué no hemos de ir a ella rectamente, puesto que nos está determinada y de sobra conocida? ¿Por qué hemos de utilizar los ojos ajenos mejor que los nuestros propios?

25. El método de todas las artes claramente demuestra que las escuelas no enseñan más que a ver con ojos ajenos y a sentir con corazón extraño: porque en lugar de descubrir las fuentes y hacer brotar de ellas diversos arroyuelos, muestran solamente los riachuelos provenientes de los Autores y quieren que por ellos se ascienda hasta los manantiales. Ningún Diccionario de cuantos hemos visto (exceptuando el de Chapio Polonio, aunque acerca de esto ya expondremos nuestro parecer en el cap. XXII), enseña a hablar sino a entender; apenas hay gramática que nos diga cómo se forma el lenguaje sino como se descompone; y ninguna fraseología nos muestra la razón de la composición y variación artificiosa de las frases; por el contrario sólo nos ofrece un confuso fárrago de ellas. Nadie enseña la física por medio de demostraciones visibles y experimentos; se reducen simplemente a la recitación del texto de Aristóteles o de otro cualquiera. Ninguno endereza nuestras costumbres por la reforma interior de los afectos; en lugar de esto, deslumbran con las definiciones y divisiones exteriores de las virtudes. Más claramente resaltará todo esto, cuando con la ayuda de Dios, lleguemos a estudiar el método especial de las artes y las lenguas, y mucho más aún, si Dios quiere, en el bosquejo de la Pansofía.

26. Es verdaderamente digno de notar que los antiguos no lo conociesen mejor o que los modernos no hayan hasta ahora procurado enmendar este error, cuando es evidentemente cierto que en él está la causa de que sea tan lento el aprovechamiento. ¿Por qué, pues? ¿Acaso el carpintero enseña a sus aprendices el arte de edificar, destruyendo las casas? No, en verdad; sino todo lo contrario. Al construirlas les muestra cómo hay que elegir el material y de qué manera hay que tomar las medidas de cada cosa, serrarlo, labrarlo, ponerlo y ensamblarlo en su propio lugar. Pues al que conoce el modo de construir no le es necesaria enseñanza para destruir; así como sabe deshacer un vestido el que es perito en hacerle. Jamás ha aprendido nadie el arte de la construcción demoliendo, ni el arte del vestido deshaciéndolo.

27. Bien claramente se descubren las faltas del método no rectificado sino agravado en esta parte. 1. Que en realidad, la erudición de muchos, por no decir los más, se reduce a simple nomenclatura; es decir, que saben enumerar los términos y reglas de las artes sin conocer su justo empleo. 2. Que la erudición no es en nadie una ciencia universal que se mantenga por sí misma, afirmándose y extendiéndose; sino un verdadero conglomerado, con un trozo de aquí y otro de allí sin coherencia alguna y sin que produzca fruto alguno sólido. La ciencia así reunida de las sentencias y opiniones varias de los Autores, es muy semejante a los árboles que se suelen poner en las fiestas religiosas aldeanas, que aunque aparecen adornados de hojas, flores, frutos y hasta con coronas y guirnaldas, como no provienen de raíz propia, sino que son aditamentos externos no pueden multiplicarse ni aun tener duración. Semejante árbol no rinde fruto alguno y las hojas con que se les viste se caen al marchitarse. Pero el varón docto con sólido fundamento es árbol de raíces propia que se nutre con su propia substancia, y, por lo tanto, vivo, verde, floreciente y perfectamente fructífero (y en verdad más robusto cada día).

28. En esto estriba todo; hay que enseñar a los hombres, en cuanto sea posible, a que se pan, no por los libros, sino por el cielo y la tierra, las encinas y las hayas, esto es: conocer e investigar las cosas mismas no las observaciones y testimonios ajenos acerca de ellas. Así seguiremos las huellas de los sabios antiguos al tomar nuestro conocimiento del modelo mismo de las cosas. Por lo tanto, la regla será:

I. Todo debe deducirse de los principios inmutables de las cosas.

II. No se debe enseñar nada por la mera autoridad, sino que todo debe exponerse mediante la demostración sensual y racional.

III. En nada se empleará únicamente el método analítico, la síntesis con preferencia en todas las cosas.

FUNDAMENTO VI

29. La Naturaleza al disponer algo para muchos usos, lo diferencia con toda claridad.

Por ejemplo: El animal tiene sus miembros con múltiples articulaciones y de ahí su distinto movimiento, como el caballo respecto al buey y el lagarto con el caracol, etc. Así el árbol que se distribuye bien en sus raíces y ramas está más firme y frondoso.

30. Al educar a la juventud deben hacerse todas las cosa con gran claridad de manera que no sólo el que enseña, sino también el que aprende, se dé cuenta sin confusión de ningún género del lugar a donde llegan y lo que han de ejecutar. Es de gran importancia, por lo tanto, acomodar a esta luz natural los libros que en la escuelas hayan de utilizarse.

FUNDAMENTO VII

31. La Naturaleza se halla en progreso continuo; jamás se detiene, nunca emprende cosas nuevas dejando a un lado las anteriores, sino que prosigue lo que empezó, lo aumenta y le da fin.

Por ejemplo: En la formación del feto, termina lo que empezó a formar: cabeza, pies, corazón, etc., después lo perfecciona tan sólo. El árbol no se despoja de las ramas que primeramente echó, sino que solícitamente les envía el jugo vital para que puedan producir cada año nuevas ramitas.

32. Por lo tanto en las escuelas:

I. Dispónganse los estudios de tal manera que los posteriores tengan su fundamento en los que preceden y éstos se afirmen y corroboren con los que van después.

II. Cuanto se ofrezca a la inteligencia, una vez bien percibido por el entendimiento, debe ser sólidamente fijado en la memoria.

33. En este método natural todos los antecedentes deben servir de base a los consiguientes; de otro modo no podrá haber solidez en lo que se haga. No se graba con solidez en la mente sino aquello que el entendimiento conoce recta mente y la memoria fija con cuidado. Con verdad dice Quintiliano: Toda la enseñanza estriba en la memoria: en vano aprendemos si dejamos marchar lo que hemos oído (o leído). Luis Vives: En la edad primera debe ejercitarse la memoria que se desarrolla con el ejercicio: encomiéndesela mucho con cuidado y frecuencia. Pues dicha edad no siente el trabajo porque no se da cuenta de él. Así, fuera del trabajo y la ocupación se desarrolla la memoria y se hace en extremo capaz. (Libro 3° De tradendis disciplinis.) Y en la Introducción a la Sabiduría dice: No dejes descansar a la Memoria. Nada existe que se recree y desarrolle de tal modo con el trabajo. Cada día con fíala algo: cuanto más la entregues, mejor te lo guardará; cuanto menos, peor será su cuidado. Verdadero es el dicho: los ejemplos de la Naturaleza nos enseñan. En efecto; el árbol cuanta más savia absorbe con mayor vigor crece, y a más vigoroso crecimiento tiene mayor absorción. También el animal cuanto más digiere más crece, y el ser mayor necesita más alimento y digiere más. De igual manera todos los seres naturales toman desarrollo en sus mismos aumentos. Por lo tanto no hay que dejar a la memoria en la primera edad (con tal que se obre racionalmente); será una base solidísima de aprovechamiento.

FUNDAMENTO VIII

34. La Naturaleza enlaza todas las cosas con vínculos perpetuos.

Por ejemplo: Al formar el ave enlaza un miembro con otro; un hueso con otro hueso, un nervio con otro nervio, etcétera. De igual manera acontece en el árbol: de la raíz sale el tronco; de éste las ramas; de las ramas, las ramitas; de éstas los esquejes, de los esquejes las yemas; de éstas las hojas, flores y frutos, y después nuevos esquejes, etc., de modo que aunque se llegasen a reunir miles de miles de ramas, hojas y frutos no constituirían sino un solo y mismo árbol. Así también si un edificio ha de sostenerse, deben estar los cimientos, las paredes, el techo y todas las cosas grandes y chicas de tal manera adaptadas unas a otras y enlazadas que se adhieran con solidez y constituyan una casa.

35. De lo dicho se deduce:

I. Deben de tal manera organizarse los estudios de toda la vida que formen como una Enciclopedia, en la que nada haya que no provenga de la común raíz ni esté en su lugar debido.

II. Todas cuantas cuestiones se resuelvan han de ser de tal manera racionalmente fundamentadas que no dejen lugar ni a la duda ni al olvido.

Las razones son los clavos, las cuñas, las ensambladuras, que sujetan con fuerza la cuestión y no la dejan vacilar ni caer.

36. Apoyar todo con razones es enseñarlo por sus propias causas; esto es, demostrar, no solamente cómo es una cosa, sino por qué no puede ser de modo diferente.

En efecto; saber es conocer las cosas por sus causas. Por ejemplo: Se trata de averiguar si se dice con mayor corrección todo el pueblo con las palabras latinas Totus populus o cuctus populus. Si el Preceptor responde cunctus populus sin dar la razón en virtud de la cual así debe decirse, el discípulo tardará poco en olvidarlo. Pero si dice: Cunctus es contracción de conjunctus (conjunto), y, por lo tanto, Totus se emplea al referirnos a una cosa sólida y cunctus de algo que indica reunión, como acontece en el ejemplo; no se me alcanza cómo podrá olvidarlo el discípulo a no ser en extremo obtuso. Otra cosa: disputan los gramáticos porque se dice Mea refert, tua refert, ejus refert; esto es, ¿por qué en la primera y segunda persona se emplea un ablativo (así lo creen) y en la tercera un genitivo? Si contesto que la razón está en que refert es aquí una contracción de res fert y, por lo tanto, equivale a decir mea res fert, tua res fert, eius res fert (o por contracción mea refert, tua refert, ejus refert, y por esto mea y tua no son ablativos, sino nominativos), ¿por ventura no daré luz al discípulo? Esto es lo que queremos: que los discípulos aprendan a conocer con claridad y expedición las etimologías de todas las voces, el porqué de todas las frases o construcciones y los fundamentos de todas las reglas en las artes (los teoremas de las ciencias han de ser probados, no por razonamientos o supuestos, sino por la demostración primera, que es la de las cosas mismas). Además de una gratísima satisfacción tiene esto una utilidad extraordinaria, porque abre el camino para una instrucción sólida y es digno de admiración cómo se ilumina el entendimiento a los discípulos para conocer rectamente y por sí unas cosas por medio de otras.

37. Luego en las escuelas.

Todo debe enseñarse por sus causas.

FUNDAMENTO IX

38. La Naturaleza guarda proporción entre la raíz y las a ramas, tanto respecto de la cantidad como de la cualidad.

Pues conforme más robusta o débilmente se desarrolle la raíz debajo de la tierra, así ni más ni menos lo harán las ramas en el exterior. Y es necesario que así ocurra; porque si el árbol crece con exceso hacia arriba no podrá tenerse, se sostiene por la raíz. Si, por el contrario, el crecimiento excesivo es hacia abajo no aprovechará para nada; las ramas son las que dan el fruto, no la raíz. Igualmente en el animal los miembros interiores guardan proporción con los exteriores en su desarrollo. Si los interiores están bien, los exteriores adquieren buen estado.

39. Así también la erudición, la cual, aunque primeramente hay que concebirla, desarrollarla y afirmaría en la raíz interna de la inteligencia, hay, no obstante, que procurar al mismo tiempo que se extienda visiblemente al exterior en ramas y hojas; esto es, que lo que se aprende a entender se aprenda también a hablar y obrar, o sea ejercitarlo, y viceversa.

40. Por lo tanto,

I. Todo cuanto se perciba, considérese al punto qué uso puede tener para que nada se aprenda en vano.

II. Todo cuanto se perciba transmítase a otros para que ellos lo comuniquen a los demás, a fin de no saber nada en vano.

En este sentido es cierto aquello de: Tu saber no es sino que otro sepa lo que tú sabes. No hay que hacer brotar ningún manantial de sabiduría sin que de él hagamos salir corrientes a raudales. Pero más diremos de esto en el fundamento que sigue.

FUNDAMENTO X

41. La Naturaleza vive y se robustece con movimiento frecuente.

Así el ave no se limita a calentar los huevos, incubándolos, sino que, para caldearlos por igual, los vuelve de uno a otro lado diariamente. (Esto es fácil de observar en los gansos, las gallinas y palomas, que sacan huevos en nuestras casas.) Una vez nacido el pollo, se ejercita con frecuentes movimientos en la extensión, agitación y elevación de las patas y alas, intentando andar y volar, hasta su completa robustez.

De igual modo el árbol cuanto más frecuentemente le agite el viento, con mayor vigor crece y más profundas echa las raíces. También es beneficioso para todas las plantas padecer los efectos de las nubes, granizo, trueno y rayo, y por eso dicen que las regiones más castigadas por vientos y rayos producen los árboles más

42. Por lo mismo el arquitecto sabe que sus obras se secan y adquieren solidez por el sol y los vientos. Y el herrero, que trata de endurecer el hierro, haciéndolo apto para los usos guerreros, le somete muchas veces al agua y el fuego, y de este modo le hace sufrir alternativamente el calor y el frío, para que ablandándose muchas veces se endurezca más y más.

43. De lo dicho se deduce que no es posible esperar solidez en la instrucción, sin repeticiones y ejercicios en extremo frecuentes y hábilmente preparados. Cuál sea la mejor preparación y disposición de estos ejercicios nos lo muestran las facultades nutritivas naturales que regulan los movimientos en el cuerpo viviente; esto es, aprehensión, digestión y asimilación. Así como en el animal (y lo mismo en la planta) cada miembro apetece el alimento para digerirlo, y lo digiere tanto para nutrirse (tomando para sí y asimilando parte de lo digerido) como para comunicarlo a los más cercanos en pro de la conservación del todo (cada uno de los miembros sirve a los demás para ser servido por ellos), así también multiplicará su doctrina el que siempre

I. Busque y aprehenda el alimento del espíritu.

II. Rumie y digiera lo hallado y aprehendido.

III. Asimile lo digerido y lo comunique a los demás.

44. Estos tres principios están expresados en aquel tan vulgar verso:

Pedir mucho, retener lo pedido y enseñar lo retenido, hacen al discípulo superar al Maestro.

Pedir es consultar al Maestro, a los condiscípulos o a los libros respecto a lo no sabido. Retenerlo es encomendar a la memoria lo conocido y entendido, o para mayor seguridad consignarlo por escrito (ya que son pocos los que poseen tan feliz disposición que pueden retenerlo todo de memoria). Enseñar es exponer nuevamente a los condiscípulos u otros cualesquiera todo lo aprendido. Los dos procedimientos primeros fueron ya anteriormente conocidos en las escuelas; el tercero aún no lo ha sido bastante, aunque ya haya sido introducido. Exactísimo es el dicho: El que a otros enseña a sí mismo se instruye; no solamente porque a fuerza de repetirlos asegura y afirma sus propios conocimientos, sino porque encuentra ocasión de profundizar más en las cuestiones. Así lo atestigua de sí mismo el sutilísimo Joaquín Fortíno: que cuanto en cualquier ocasión leía u oía solamente, lo retenía por espacio de un mes; pero lo que enseñaba a los demás lo tenía tan presente como sus propios dedos y pensaba que no podría perderlo sino con la muerte. Y por esto aconseja que todo aquel que desee obtener el mayor aprovechamiento en los estudios busque discípulos, aunque tenga que pagarlos, a los que enseñe diariamente lo que él aprende. Te conviene más (dice) privarte de algunas comodidades externas con tal de que tengas quien te quiera oír al enseñar; esto es, al aprovechar. Así se expresa.

45. Esto se llevará a la práctica, con más facilidad y provecho de muchos, si el Preceptor de cada clase establece entre los suyos este maravilloso género de ejercicio de esta manera. En cualquier momento, una vez expuesta con brevedad la materia de la lección, determinado claramente el sentido de las palabras y enunciada con precisión su utilidad, debe el Profesor ordenar que se levante cualquiera de los discípulos y exponga los preceptos sirviéndose de las mismas palabras, y enuncie su utilidad valiéndose de los mismos ejemplos, debiendo ser corregido cada vez que incurra en error. Después mande levantarse a otro y hacer igual relato, estando atentos todos los demás, y luego a un tercero, y un cuarto y cuantos sean necesarios hasta que se pueda suponer que todos lo han entendido bien y son capaces de repetirlo y enseñarlo. No creo que en esto se haya de seguir un orden determinado, a no ser que los más despiertos sean llamados los primeros, con lo cual, asegurados con su ejemplo, podrán los más tardos seguir con mayor soltura.

46. Este ejercicio tendrá cinco notables aplicaciones:

I. El Maestro consigue tener aten tos siempre a los discípulos. Porque como a lo mejor ha de tener que levantarse y repetir toda la lección, cada cual tendrá miedo no sólo por sí, sino por los demás, y que quiera que no aplicará el oído para que nada se le escape. Esta constancia en la atención, afirmada con el uso de algunos años, hará al adolescente sumamente vigilante para todas las necesidades de la vida.

II. El Preceptor estará más seguro de que todo ha sido bien entendido por todos los alumnos. Si no lo fuera, procurará corregirlo con gran beneficio suyo y de los discípulos.

III. Con la continuada repetición de la misma materia llegarán a comprenderla los más tardos y podrán marchar al mismo paso que los demás; y, entretanto, los más despiertos se recrearán gratamente en la seguridad de lo aprendido.

IV. Por esta misma reiterada repetición todos sacarán la lección más sabida que después de un largo estudio privado; de modo que solamente con un repaso vespertino y otro matutino conseguirán que todo se quede grabado en su memoria burla burlando.

V. Como de este modo el discípulo hallará en la escuela como una especie de ocupación o empleo, se desarrollará en los espíritus una extraordinaria actividad y deseo de aprender y se adquirirá gran facilidad para tratar con intrepidez de cualesquiera asuntos serios delante de mucha gente; esto es, en la vida, de una importancia y utilidad suma.

47. De igual modo podrán también fuera de la escuela, mientras se está esperando o se pasea, formar discusiones y explicaciones varias respecto a materias recientemente aprendidas o estudiadas ya de atrás o algún asunto nuevo. Para lo cual, si se reúnen número bastante, elijan (por suerte o por votación) uno que haga las veces del Maestro y que sea el que dirija la discusión. Si alguno, rogado por los condiscípulos para ello, se negase, sea duramente castigado; queremos que en esto se proceda con severidad a fin de que no solamente no haya quien rehúya las ocasiones de enseñar y aprender, sino que todos procuren aprovecharlas. Del ejercicio de escritura (como ayuda para el más sólido aprovechamiento) hablaremos, al hacer la descripción especial de la escuela común y clásica, en los capítulos XXVII y XXVIII.