CAPÍTULO XVI

REQUISITOS GENERALES PARA APRENDER Y ENSEÑAR. ESTO ES: DE QUÉ MODO DEBEMOS ENSEÑAR Y APRENDER CON TAL SEGURIDAD QUE NECESARIAMENTE HAYAN DE EXPERIMENTARSE LOS EFECTOS

1. El Evangelio nos refiere esta hermosa parábola: Así es el Reino de Dios, dice, como si un hombre echa simiente en la tierra, y duerme y se levanta de noche y de día; y la simiente brota y crece como él no sabe; porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga; después la espiga llena de grano. Cuando el fruto fuese producido, envía dos segadores, etc. (Marc. 4.26.)

2. Enseña aquí nuestro Salvador que Dios, que es quien obra todo en todas las cosas, ha dejado solamente al hombre que reciba en su corazón la semilla de las doctrinas; acaeciendo que germinen y crezcan hasta la madurez sin que él lo advierta. Sólo toca, por tanto, a los que instruyen a la juventud el sembrar con destreza en las almas las semillas de las doctrinas, regar abundantemente las plantitas de Dios, el éxito e incremento vendrán de arriba.

3. ¿Quién no sabe que hace falta cierto arte y pericia para sembrar y plantar? Ciertamente; con un arboricultor imperito que llene de plantas un huerto la mayor parte de ellas perecerá, y si alguna germina y sale, más será debido a la casualidad que a su arte. El prudente obra con seguridad, conociendo qué, dónde, cuándo y cómo ha de operar o dejar de hacer, y así nada le puede salir mal. En alguna ocasión suelen frustrarse los éxitos de los peritos (porque no es posible al hombre obrar tan perfectamente en todas las cosas que no haya lugar a error); no tratamos aquí nosotros de la ciencia y la casualidad, sino del arte, con el que podemos prevenir lo fortuito.

4. Porque, en realidad, el método de enseñar fue hasta ahora tan indeterminado que cualquiera se atrevió a decir: Yo educaré a este jovencito en tantos y tantos años, de este o el otro modo le instruiré, etc. Nos parece que este método debe ser: Si el arte de esta plantación espiritual puede establecerse sobre fundamento tan firme que se emplee de un modo seguro sin que pueda fallar.

5. Este fundamento no puede ser otro que acomodar las operaciones de este arte a la norma de las operaciones de la Naturaleza (como hemos expuesto en el cap. XIV). Veamos, pues, el procedimiento de la Naturaleza en el ejemplo de las aves al sacar los pollos, y observaremos cómo lo han imitado los arboricultores, pintores y arquitectos, deduciendo fácilmente cómo han de aplicarlo los formadores de la juventud.

6. Y si a alguno pareciere esto demasiado humilde, conocido y trillado, le recordaremos que tratamos aquí de deducir de lo vulgar y diariamente conocido, que tiene feliz éxito en la Naturaleza y el Arte (fuera de las escuelas), todo lo que sea desconocido que cumpla nuestro propósito. Y cuanto más conocido sea lo que nos sirva para deducir nuestros preceptos, esperamos que por lo mismo serán más evidentes nuestras conclusiones.

FUNDAMENTO I

7. La naturaleza aprovecha el tiempo favorable.

Por ejemplo: El ave, al intentar la multiplicación, no comienza en el invierno, cuando todo está frío y helado; ni en el estío, cuando el calor pone ardientes y marchitas todas las cosas; ni en el otoño, en que la vitalidad universal decae con el sol y el vecino invierno es adverso a todo lo nuevo; sino en la primavera, durante la cual presta el sol vigor y vida a todo. Y se efectúa de un modo gradual. Helado aún el ambiente, concibe y desarrolla los huevos dentro de su cuerpo, donde están resguardados del frío; más templado el tiempo, los coloca en el nido, y, por último, los incuba en la estación más cálida del año para que el tierno ser se acostumbre a la luz y el calor.

8. De igual manera procede el hortelano, que no hace nada sino a su tiempo. No efectúa la plantación en el invierno (porque entonces la savia se encuentra en la raíz sin ascender a nutrir las ramas), ni en el verano (pues la savia está en aquel momento extendida por las ramas), ni en el otoño (época del descenso de la savia), sino en la primavera, cuando comienzan los jugos a extenderse desde la raíz, ascendiendo a las partes más elevadas de la planta. Aún después, debe saberse lo que hay que hacer a su debido tiempo con los arbolillos, la época de estercolarlos, podarlos, cavarlos, etc., y el árbol mismo tiene también su tiempo de germinar, verdear, florecer, madurar el fruto, etc. Obra de semejante modo el arquitecto experto que tiene necesidad de guardar un orden para escoger las maderas, abrir las zanjas, construir los muros y levantar las paredes, etc.

9. De dos maneras se falta a este fundamento en las esas escuelas:

I. No utilizando el tiempo adecuado para el desarrollo del entendimiento.

II. No disponiendo luego los ejercicios con tal cuidado que todo se verifique infaliblemente por sus pasos contados.

Porque, en tanto que el niño es pequeñito no puede ser instruido, pues aun está muy profunda la raíz de su inteligencia. En la vejez, es ya demasiado tarde para la enseñanza, porque el entendimiento y la memoria van hacia su ocaso. En la edad mediada se hace con dificultad, puesto que desparramada en muchas direcciones la potencia intelectiva cuesta trabajo reconcentraría. Hay que aprovechar, por tanto, la edad juvenil, durante la cual adquieren vigor la vida y la razón; entonces todo está en su desarrollo y con facilidad se prenden profundas raíces.

10. Podemos, por lo tanto, dar las siguientes conclusiones:

I. La formación del hombre debe empezarse en la primavera de la vida; esto es, en la niñez. (La niñez nos representa la primavera; la juventud, el estío; la virilidad, el otoño, y la vejez, el invierno.)

II. Las horas de la mañana son las más adecuadas para los estudios (porque la mañana semeja la primavera; el medio día, el verano; la tarde, el otoño, y la noche el invierno).

III. Todo cuanto se ha de aprender debe escalonarse conforme a los grados de la edad, de tal manera que no se proponga nada que no esté en condiciones de recibir.

FUNDAMENTO II

11. La Naturaleza prepara la materia antes de empezar a adaptarle la forma.

Por ejemplo: El ave, al producir un nuevo ser, primeramente concibe el germen de una gota de su sangre; después hace el nido en que ha de poner los huevos, y por último, incubándolos, los empolla y saca.

12. Así el arquitecto experto, antes de empezar la construcción del edificio, reúne bastante cantidad de piedras, cal, hierro y otros elementos, para que luego no se retrasen las obras por falta de material o por dicha causa peligre la solidez de las mismas.

De igual modo, el pintor que va a hacer un retrato adquiere el lienzo y le prepara con la pasta, disuelve los colores, dispone los pinceles para que estén a mano y, por último, pinta.

También el agricultor, antes de comenzar la plantación, trabaja para tener dispuesto el huerto, los patrones, los injertos y todos los demás instrumentos de todo género, no sea que mientras proporciona durante las operaciones lo que le es necesario, pierda más por otra parte.

13. Contra este fundamento pecan las escuelas:

I. Porque no cuidan de tener dispuestos para el uso sus instrumentos de trabajo: libros, tablas, modelos, ideas, etc. sino que a medida que van necesitando una u otra cosa, la adquieren, hacen, dictan, transcriben, etc., con lo cual marchan desdichadamente si tropezamos con un Preceptor imperito o negligente (que siempre son la mayor parte), como si un Médico cada vez que tiene que propinar un medicamento se echase a buscar por selvas y jardines, hiciese acopio de hierbas y raíces, las cociese, destilase, etc., etc., siendo así que lo que convenía era tener dispuestos los medicamentos para administrarlos al momento en cada caso.

14. II.— Porque en los mismos libros que tienen las escuelas no se guarda el orden natural de que preceda la materia y siga la forma. Precisamente en todo se hace lo contrario, la distribución de las cosas se efectúa antes de las cosas mismas, siendo así que es imposible ordenar sin poseer antes lo que debe ponerse en orden. Pondré cuatro ejemplos:

15. (1).— Las escuelas enseñan las palabras antes que las cosas, porque entretienen el entendimiento durante algunos años con las artes del lenguaje y después, no sé cuándo, pasan a los estudios reales, las matemáticas, la física, etc., siendo así que las cosas son la substancia y las palabras el accidente; las cosas el cuerpo, las palabras el vestido; las cosas la médula y las palabras la corteza y la cáscara. Deben presentarse juntamente unas y otras al entendimiento humano; pero en primer lugar las cosas, puesto que son el objeto, tanto del entendimiento como de la palabra.

16. (2).— Después, en el mismo estudio de las lenguas ha sido siempre cosa corriente empezar, no por algún buen autor y por un diccionario sabiamente ilustrado, sino por la gramática; cuando los autores (y a su modo los diccionarios) supeditan las palabras a la materia de lo tratado, la gramática añade tan sólo la forma, dando leyes para construir, ordenar y enlazar las palabras.

17. (3).— En tercer lugar, en el conjunto de disciplinas o enciclopedias, ponen siempre en primer lugar las artes, y hacen seguir muy detrás las ciencias y la moral, cuando éstas son el módulo de las primeras.

18. (4).— Finalmente, exponen las reglas en abstracto y después las aclaran con los ejemplos, sin tener en cuenta que la luz debe ir delante de lo que tiene que alumbrar.

19. De aquí se deduce que para corregir el método conforme al fundamento que acabamos de exponer, se requiere:

I. Que estén de antemano dispuestos los libros y demás instrumentos.

II. Que se forme el entendimiento antes que la lengua.

III. Que ninguna lengua se aprenda por la gramática, sino, mediante el uso de autores adecuados.

IV. Que las enseñanzas reales vayan antes que las orgánicas.

V. Que los ejemplos precedan a las reglas.

FUNDAMENTO III

20. La Naturaleza toma para sus operaciones los sujetos a propósito, o también para hacerlos aptos los prepara antes adecuadamente.

Por ejemplo: El ave no deposita cualquier cosa en el nido en que está echada, sino un objeto del que pueda salir un pollo; esto es, un huevo. Si con ellos se mezcla una piedra u otro objeto cualquiera, pronto lo arroja como inútil. Mientras está incubando, solamente desarrolla la materia encerrada en el huevo, que se revuelve y forma hasta que está en condiciones de salir al exterior.

21. De igual modo el arquitecto, después de escoger algunos buenos maderos, los deja secar, desbasta, sierra; luego allana la superficie, la limpia, construye los muros o repara y consolida los antiguos para que sirvan de nuevo.

22. Así también el pintor, si no tiene buen lienzo o suficiente pie para los colores, intenta, en cuanto le es posible, disponerlo del mejor modo, alisando el uno y moliendo bien los otros hasta dejarlo en condiciones de aptitud.

23. Lo mismo el agricultor: 1. Elige los patrones de especie fructífera muy desarrollados. 2. Los transplanta al huerto y los cubre prudentemente de tierra. 3. No practica el injerto en el nuevo tallo hasta que no ve que han prendido las raíces. 4. Y antes de injertar el nuevo tallo, suprime las varitas anteriores y hasta llega a cortar con la sierra el tronco mismo para que no haya gota ninguna de savia que no esté destinada a desarrollar el injerto.

24. Se ha pecado contra este fundamento en las escuelas, no tanto admitiendo en ellas a los obtusos y necios (sabida es nuestra opinión de que toda la juventud debe ser recibida), sino

1. No transplantando estas plantas a los viveros; esto es, no reuniéndolos completamente en las escuelas, ya que los que han de ser transformados en hombres no deben salir del taller antes de su total formación.

2. Porque muchas veces intentaron injertar los plantones de las ciencias, costumbres y piedad antes de que el mismo patrón echase las raíces, es decir, antes de excitar el deseo de aprender en aquellos a quienes la Naturaleza no se lo despertó.

3. Porque no podaron los arbolillos o patrones antes de la plantación; esto es, no limpiaron el espíritu de ocupaciones superfluas, sujetándolos con prudencia por medio de la disciplina y obligándolos a adquirir el orden.

25. Después de lo cual

I. Todo el que en la escuela ingrese, tenga perseverancia.

II. Para cualquier estudio que haya de emprenderse hay que preparar el espíritu de los discípulos (acerca de lo cual hablaremos más extensamente en el capítulo siguiente, Fundamento II).

III. Hay que despojar de impedimentos a los discípulos. Para nada sirve dar preceptos si antes no remueves los obstáculos a lo que preceptúas, dice Séneca. Cierto es y de ello trataremos en el siguiente capítulo.

FUNDAMENTO IV

26. La Naturaleza no se confunde en sus obras, procede claramente en cada una de ellas.

Sigamos el ejemplo: Mientras se verifica la formación de la avecilla, se forman en un tiempo los huesos, venas, nervios; en otro, se consolida la carne; en otro, se recubre de piel; en otro, se cubre de plumas; en otro, se enseña a volar, etc.

27. Cuando el arquitecto construye los muros no levanta al mismo tiempo las paredes, y mucho menos edifica el tejado, sino que efectúa cada cosa en su tiempo y lugar.

28. Tampoco el pintor hace al mismo tiempo veinte o treinta retratos, sino que se dedica a uno exclusivamente. Y si por casualidad traza algún otro o realiza cualquier otro trabajo, tiene, sin embargo, siempre una sola obra como principal.

29. Igualmente el agricultor no injerta al mismo tiempo varios tallos, sino uno después de otro, tanto para no confundirse como para no interrumpir la acción de la Naturaleza.

30. En las escuelas existió la confusión de enseñar a los discípulos muchas cosas a un tiempo.

Por ejemplo: la gramática latina y la griega, quizá la retórica y qué sé yo qué más. ¿Quién no sabe que en las escuelas clásicas se cambiaba durante el día de ejercicios y lecciones en cada hora? Y pregunto yo, ¿qué es confusión si no lo es esto? Es igual que si un zapatero se propusiese hacer al mismo tiempo seis o siete zapatos, empezando uno y dejándole en seguida para coger otro, y así sucesivamente. O como si el panadero estuviese metiendo y sacando continuamente los panes en el horno, de manera que fuese necesario tener que efectuar la operación muchas veces para que quedasen cocidos. ¿Pero quién es el que así procede? El zapatero no toca seguramente un zapato hasta no haber terminado el anterior. El panadero no introduce nuevos panes en el horno hasta que no estén cocidos los que metió antes.

31. Imitémoslos y procuremos que no se imbuya la dialéctica a los que estudien gramática; y cuando ésta ocupa nuestra inteligencia no vayamos a perturbaría con la retórica, y que mientras estudiamos lengua latina espere la griega, etcétera. Además se dificultan las unas a las otras, porque el que mucho abarca poco aprieta. No ignoraba esto aquel insigne varón, José Escaligero, de quien se refiere que (tal vez por consejo de su padre) jamás se dedicó sino a un solo estudio, al que se entregaba durante aquel tiempo con todas las energías de su entendimiento. Esta fue la causa de que de tal modo llegase a conocer catorce idiomas y cuantas artes y ciencias puede investigar el ingenio humano, una después de otra, que resultase más versado en todas ellas que los que a una sola se dedican. Quien intentó seguir estas huellas no lo intentó en vano.

32. Cuídese también en las escuelas de que los discípulos no se ocupen en cada momento sino de una cosa sola.

FUNDAMENTO V

33. La Naturaleza empieza todas sus operaciones por lo más interno.

Ejemplo: No forma al pajarillo lo primero las uñas, o las plumas o la piel, sino las vísceras y todo lo externo después a su tiempo.

34. Así el agricultor no aplica los tallos a la corteza por fuera, ni los introduce en la superficie del tronco, sino que abre el cuerpo de la planta por la misma médula e introduce profundamente el tallo bien ajustado, tapando las hendiduras cuidadosamente de modo que no pueda extravasarse ninguna parte de la savia, sino que riegue el interior del tallo y le comunique energía para su vegetación.

35. También el árbol, alimentado por la lluvia celeste o por la humedad del terreno, no lo recibe por la parte exterior de la corteza, sino que efectúa su nutrición por los poros de las partes interiores. Por lo mismo no suele el agricultor regar las ramas, sino las raíces, y el animal no toma el alimento por los miembros exteriores, sino por el aparato digestivo, que una vez que lo prepara lo esparce por todo el cuerpo. Así, pues, si el formador de la juventud actúa intensamente sobre la raíz del conocimiento, esto es, el entendimiento, con facilidad pasará el vigor a la estaquilla, la memoria, y aparecerán por fin las flores y los frutos, el uso expedito del idioma y el conocimiento de las cosas.

36. Pecan en esto los Preceptores que pretenden realizar la formación de la juventud que les está encomendada dictando y exigiendo mucho a la memoria sin una diligente investigación de las cosas. Y además, los que quieren investigar e ignoran el modo, desconociendo cómo se debe abrir con suavidad la raíz y colocar los injertos de las doctrinas. Y, por lo tanto, machacan a los discípulos como si el que quisiera abrir una planta emplease en lugar del cuchillo un palo o un mazo.

37. De lo que se deduce:

I. Debe formarse primero el entendimiento de las cosas; después la memoria, y, por último, la lengua y las manos.

II. Debe tener en cuenta el Preceptor todos los medios de abrir el entendimiento y utilizarlos congruentemente. (De ellos trataremos en el capítulo siguiente.)

FUNDAMENTO VI

38. La naturaleza parte en la formación de todas sus cosas de lo más general y termina por lo más particular.

Ejemplo: Al producir el ave del huevo no figura o forma primero la cabeza, los ojos, las plumas o las uñas, sino que caldea toda la masa del huevo, y con el movimiento excitado por el calor extiende las venas por ella de manera que se determinen ya los rasgos de todo el pajarillo (lo que deba ser cabeza, lo que deban ser las alas o las patas, etc.), y por último, se forma poco a poco cada una de ellas hasta su perfección.

39. Imitando esto el arquitecto, primero concibe la idea general de todo el edificio, bien sólo en su mente, bien lo dibuja en un plano o bien hace un modelo de madera, y después de esto pone los cimientos, levanta las paredes y, por último, lo cubre con el techo. Solamente después se dedica a todas aquellas menudencias que han de completar la casa: puertas, ventanas, escaleras, etc. Finalmente, añade los adornos, pinturas, esculturas, tapices, etc.

40. Igualmente, el pintor que va a reproducir la efigie de un hombre no dibuja ni pinta primero la oreja, el ojo, la nariz o la boca, sino que diseña primero la cara o todo el hombre con carboncillo. Después, si obtiene las proporciones exactas, asegura estos trazos con un ligero pincel, aun de un modo general. Luego hace resaltar los espacios de luz y sombras y, por último, trabaja particularmente cada miembro dándole colorido distinto.

41. También el escultor, para hacer una estatua, toma un tronco informe, lo desbasta por todo alrededor, primero groseramente y después con más cuidado para que vayan poco a poco marcándose los rudimentos de una imagen, y, por último, forma con escrupulosidad cada miembro y le cubre de su color.

42. El agricultor obra de un modo semejante. Toma la imagen general del árbol, esto es, el injerto, que puede producir tantas ramas principales cuantas yemas tiene.

43. De lo cual se deduce que se enseñan muy mal las ciencias cuando su enseñanza no va precedida de un vago y general diseño de toda la cultura, pues no hay nadie que pueda ser instruido de tal manera que resulte perfecto en cualquier ciencia particular sin relación con las demás.

44. Igualmente se enseñan mal las artes, las ciencias y los idiomas sin previos rudimentos, como recordamos que se hacía con frecuencia cuando, estudiando Dialéctica, Retórica y Metafísica, nos recargaban con preceptos prolijos, comentarios, crítica de los comentarios y coincidencias y controversias de los autores. Igualmente nos abrumaban con la gramática latina con sus anomalías y la griega, hasta con sus dialectos, a nosotros, pobrecillos, llenos de estupor e ignorantes de lo que eran aquellas cosas.

45. El remedio de este mal será que:

I. Se echen los cimientos de la erudición general desde el primer momento de su formación en la inteligencia de los niños que han de dedicarse a los estudios; esto es, una disposición tal de las cosas que los estudios que después se emprendan no parezca que aportan nada nuevo, sino que sean un cierto desarrollo particular de lo primeramente aprendido. Del mismo modo que al árbol que crece durante cientos de años no le nacen nuevas ramas, sino las que en un principio le salieron se subdividen siempre en nuevas ramillas.

II. Cualquier idioma, ciencia o arte se enseñe primero por los más sencillos rudimentos para que tenga de ella total idea. Luego, más intensamente los preceptos y ejemplos. En tercer lugar, el sistema completo con las excepciones. Por último, los comentarios, si hay necesidad. El que se hace cargo del asunto desde el principio no tiene necesidad de comentarios. El mismo, tal vez, pueda comentar poco después.

FUNDAMENTO VII

46. La Naturaleza no da saltos, sino que procede gradualmente. Así la formación del ave tiene sus grados, que no pueden suprimirse ni anteponerse hasta que el pollo salga del roto cascarón. Cuando esto se ha efectuado no le ordena inmediatamente la madre volar ni buscar la comida (aún no puede), sino ella misma le alimenta, y prestándole todavía su propio calor, favorece la formación de la pluma. Cuando está cubierto de ella, no salta en seguida del nido para volar, sino que se ejercita poco a poco; primero, en el mismo nido extiende las alas; después, las agita subiéndose a lo alto del nido; luego, intentando volar fuera del nido a sitio cercano; más tarde, de rama en rama; luego, de árbol en árbol; después, atraviesa volando de monte a monte, y así llega, por fin, a confiarse con seguridad en el espacio libre. ¡He aquí cómo se da a cada cosa su debido tiempo! ¡Y no el tiempo sólo, sino los grados, y tampoco los grados solamente, sino la serie inmutable de estos grados!

47. Igual procedimiento sigue el que edifica una casa: no empieza por el tejado ni por las paredes, sino por los cimientos. Tampoco, una vez terminado el cimiento, construye el techo, sino que levanta las paredes. En una palabra: conforme se relacionan las cosas unas con otras así debemos enlazarlas, y no de modo diferente.

48. También debe el agricultor sujetarse a grados en sus operaciones: es necesario que haga la zanja, escoja el tronco, lo transplante, practique las incisiones, haga el injerto, tape las hendiduras, etc., nada de lo cual puede omitir ni anteponer una cosa a otra. Y de este modo, guardando estrictamente esta gradación, no puede menos de tener éxito la obra.

49. Claramente se ve que es una necedad que los preceptores no hagan para ellos y los discípulos una tal distribución de los estudios que no solamente vayan unas cosas después de otras, sino que cada una de ellas se desenvuelva dentro de límites determinados. Sin determinar el límite ni fijar los medios para llegar a estos límites y el orden de estos medios, con facilidad se pasa algo, algo se invierte y se perturba todo.

50. Así, pues:

I. El núcleo de los estudios debe distribuirse cuidadosamente en clases, a fin de que los primeros abran el camino a los posteriores y les den sus luces.

II. Hay que hacer una escrupulosa distribución del tiempo para que cada año, mes, día y hora tenga su particular ocupación.

III. Debe observarse estrictamente la extensión del tiempo y el trabajo para que nada se omita ni se trastorne nada.

FUNDAMENTO VIII

51. La Naturaleza así que comienza no cesa hasta terminar.

Cuando el ave empieza a incubar el huevo por instinto de la Naturaleza, no cesa hasta que le saca. Si cesase no más que durante algunas horas, al enfriarse el feto moriría. Sacados ya los pollos tampoco deja de resguardarlos hasta que, consolidados en la vida y bien vestidos de plumas, pueden lanzarse al aire.

52. Igualmente el pintor al comenzar un retrato procederá convenientemente si continúa la obra. Así los colores se mezclan mejor y con más firmeza se adhieren.

53. Por la misma razón es bueno apresurar continuamente hasta su terminación la construcción de un edificio. De otro modo el sol, la lluvia y los vientos estropean el trabajo; los materiales que después se emplean no se adhieren con tanta firmeza, y todo se torna mutilado, cuarteado, sin consistencia.

54. Prudentemente el labrador una vez que ha puesto mano sobre una planta ya no la levanta hasta que ha terminado el trabajo; porque si durante el retraso deja secar el tronco o el injerto, se perderá la planta.

55. De lo cual se deduce que se procede dañosamente si los niños van periódicamente con intervalos de meses o años a la escuela y durante otros períodos se dedican a otros asuntos. Lo mismo si el Preceptor comienza con el discípulo ahora una cosa luego otra, sin llevar nada hasta el fin seriamente. También si no se propone y termina algo en cada hora de modo que resulte un patente adelanto en cada vez. Donde falte tal entusiasmo, se enfriará todo. No se dice en balde: Hay que forjar el hierro mientras está caliente. Porque si se deja enfriar, en vano golpearás con el martillo, será necesario volverle al fuego con segura pérdida de tiempo y de hierro. Cuantas veces se mete al fuego otras tantas pierde algo de su substancia.

56. Por lo tanto:

I. Al que haya de ir a la escuela reténgasele en ella hasta que se convierta en hombre erudito, de buenas costumbres y religioso.

II. La escuela debe estar en lugar tranquilo, separado de las turbas y barullos.

III. Lo que, según esté establecido, haya que hacer, hágase sin interrupción alguna.

IV. No deben otorgarse a nadie salidas ni vagancias (bajo ningún pretexto).

FUNDAMENTO IX

57. La Naturaleza evita diligentemente lo contrario y nocivo.

El ave que calienta los huevos al incubarlos no tolera viento fuerte, ni lluvia o granizo. Ahuyenta también a las serpientes, aves de rapiña y otros daños.

58. Así el arquitecto conserva secas, en cuanto le es posible, las maderas, paredes y la cal, y no deja que se destruya o deshaga lo que ya está edificado.

59. Igualmente el pintor no deja llegar al retrato recién pintado el viento cálido, el calor intenso, el polvo o las manos.

60. También el labrador rodea de palos o con una especie de cestillo las plantas nuevas a fin de que no puedan ser roídas o arrancadas por los cabritillos o las liebres nos ajenas.

61. Se procede, pues, con poca prudencia cuando en el comienzo de los estudios se proponen controversias a la juventud; es decir, se despiertan dudas respecto del conocimiento mismo que pretendemos inculcar en su entendimiento. ¿Qué es esto sino arrancar la planta que va a echar raíces? (Con mucho acierto escribe Hugo: Nunca llegará a poseer la verdad el que comienza a instruirse por la discusión.)

Y lo mismo si no apartamos de los malos libros, erróneos o confusos a la juventud, como así mismo de las malas compañías.

62. Será, pues, conveniente:

I. Que los discípulos no tengan abundancia de libros, a no ser los de su clase.

II. Que los libros referidos estén de tal modo preparados que no pueda aprenderse en ellos sino sabiduría, piedad y buenas costumbres.

III. No deben tolerarse compañías disolutas ni en las escuelas ni cerca de ellas.

63. Si todo esto se observa con cuidado seguramente las escuelas llenarán su fin.