LA FORMACIÓN DEL HOMBRE SE HACE MUY FÁCILMENTE EN LA PRIMERA EDAD, Y NO PUEDE HACERSE SINO EN ÉSTA
1. Se deduce claramente de lo dicho que la condición del hombre y la de la planta son semejantes. Pues así como a un árbol frutal (manzano, peral, higuera, vid) puede desarrollarse por sí mismo, pero silvestre y dando frutos silvestres también; es necesario que si ha de dar frutos agradables y dulces sea plantado, regado y podado por un experto agricultor. De igual modo el hombre se desarrolla por sí mismo en su figura humana (como todo bruto en la suya); pero no puede llegar a ser Animal racional, sabio, honesto y piadoso sin la previa plantación de los injertos de sabiduría, honestidad y piedad. Ahora hay que demostrar que esta plantación debe efectuarse cuando las plantas son nuevas.
2. Seis son los fundamentos de lo afirmado en cuanto a los hombres: Primero. La incertidumbre de la vida presente, de la que sólo sabemos de un modo cierto que hemos de salir, pero el dónde y cuándo es desconocido. Es cosa de tan gran peligro que no puede corregirse para que a cualquiera coja descuidado. El tiempo presente nos ha sido dado para que con él se gane o se pierda la gracia de Dios por toda una eternidad. Y así como en el útero materno se forma el hombre de tal manera, que si alguno no sacase de allí cualquier miembro habría necesariamente de carecer de él por toda la vida, así el alma en nosotros vivientes se forma para el conocimiento y participación divina de tal modo, que si alguno no llegara a conseguirlo aquí, no habría de quedarle al salir del cuerpo ni lugar ni tiempo para alcanzarlo. Tratándose en esta vida negocio de tanta importancia, es necesaria gran prisa para no ser adelantado.
3. Pero aunque no sea inminente la muerte y se esté seguro de una vida larguísima, sin embargo debe, naturalmente, empezarse la formación, puesto que la vida ha de pasarse, no aprendiendo, sino operando. Es conveniente comenzar a instruirnos para las acciones de la vida, no sea que nos veamos forzados a decaer antes de haber aprendido a obrar. Pues aunque agrade a alguno pasar la edad aprendiendo, es infinita la multitud de cosas que el autor de ellas ofrece a nuestra grata especulación; tanto, que si alguno alcanzase la vida de Néstor ha de tener mucho que hacer, descubriendo por doquier los inagotables tesoros de la divina sabiduría y haciendo acopio de ellos para la bienaventuranza. Los hombres deben reservar sus sentidos para la contemplación de las cosas, lo cual tiene mucho que conocer, experimentar y conseguir.
4. La condición de todo lo nacido es que mientras está tierno fácilmente se dobla y conforma; si se endurece resiste el intento. La cera blanda consiente ser formada y modelada; endurecida la quebrarás fácilmente. Los arbolitos permiten plantarlos, transplantarlos, podarlos, doblarlos a uno y otro lado; el árbol ya hecho lo resiste en extremo. Así, si queremos retorcer un nervio vegetal conviene escogerle nuevo y verde; el reseco, árido o nudoso de ningún modo puede torcerse. Los huevos recién puestos rápidamente se incuban y sacan pollos; en balde esperarás esto de los atrasados. El jinete, el labrador, el cazador, escogen muy jóvenes y nuevos para su trabajo al caballo, los bueyes, los perros y los halcones (como el vagabundo el oso para el baile y la solterona a la urraca, el cuervo y el loro para imitar la voz humana); si fueran viejos trabajo habría de costarles.
5. Evidentemente se obtienen todas estas cosas de igual modo en el hombre mismo, cuyo cerebro (que antes dijimos que se asemejaba a la cera en recibir las imágenes de las cosas por medio de los sentidos) está húmedo y blando en la edad pueril, dispuesto a recoger todas las impresiones; y poco a poco se reseca y endurece hasta el punto de que la experiencia testifica que de un modo más difícil se impriman o esculpan en él las cosas. De aquí aquel dicho de Cicerón: Los niños recogen rápidamente innumerables cosas. Así, lo mismo las manos que los demás miembros solamente pueden ejercitarse y educarse para las artes y los trabajos durante los años de la infancia, en que los nervios están más dúctiles. El que pretenda ser buen escribiente, pintor, sastre, artesano, músico, etc., debe dedicarse al arte en la primera edad, durante la cual la imaginación es ágil y los dedos flexibles; de otra manera jamás llegará a serlo. De igual modo hay que imbuir la piedad, durante los primeros años, en aquel corazón en que haya de arraigar; el que deseamos que resalte por la elegancia de las costumbres ha de ser educado en tierna edad; el que ha de hacer grandes adelantos en el estudio de la sabiduría debe dedicar a ello sus sentidos en la niñez, durante la cual hay mayor ardor, ingenio rápido, memoria tenaz. Torpe y ridículo es un viejo que empieza; ha de preparar el joven; ha de utilizar el viejo —dice Séneca en la Epístola 36.
6. Para que el hombre pudiese formarse para la Humanidad le otorgó Dios los años de la juventud, en los que inhábil para otras cosas fuera tan sólo apto para su formación. En efecto; el caballo, el buey, el elefante y otros muchos animales alcanzan entre el primero y el segundo año su estatura completa; el hombre es el único que lo hace de los veinte a los treinta. Y si alguno cree que esto viene de un modo fortuito o por no sé qué otras segundas causas, no se asombre. Si a todas las demás cosas ha dado Dios su medida, ¿ha de permitir tan sólo al hombre, señor de las mismas, que gaste su tiempo temerariamente? ¿O hemos de pensar que había de otorgar graciosamente a la Naturaleza lo que había de perfeccionarla para formar al hombre más fácilmente con actos lentos. Es así que con poco trabajo desarrolla en algunos meses los cuerpos mayores. Luego no nos quedasino pensar que nuestro Creador tuvo a bien concedernos graciosamente, con deliberado propósito, al retardar el tiempo de la adolescencia, que fuese mayor el espacio destinado al ejercicio de nuestra educación y nos hizo durante tanto tiempo inhábiles para los cuidados económicos y políticos, a fin de que con ello nos hiciéramos más aptos para el tiempo restante de la vida (es decir, para la eternidad).
7. Unicamente es sólido y estable lo que la primera edad asimila; lo que se demuestra con ejemplos. La vasija conserva, hasta que se rompe, el olor de lo que contuvo cuando nueva. El árbol conserva por muchísimos años, hasta que las cortan, las ramas que siendo tierno extendió hacia arriba, hacia abajo y por los lados. La lana guarda de un modo tan tenaz el color que tomó primero que no sufre el teñirse de nuevo. La curvatura endurecida de la rueda saltará en mil pedazos antes de tornar a la rectitud. De igual modo en el hombre, las primeras impresiones de tal manera se fijan que casi es un milagro que puedan modificarse, y es convenientísimo dirigirlas desde la primera edad hacia las verdaderas normas de la sabiduría.
8. Finalmente, es asunto en extremo peligroso no imbuir en el hombre los sanos preceptos de la vida desde la misma cuna. Porque el alma del hombre, en cuanto los sentidos exteriores empiezan a ejercer su función, no puede en manera alguna permanecer quieta, no podrá contenerse; de suerte que si no se emplease en cosas útiles se entregaría a otras vanas y aun nocivas (guiándose de los malos ejemplos de nuestro siglo corrompido), y como ya hemos observado, perder estas costumbres sería, o imposible o, por lo menos, dificilísimo. Por esto el mundo está lleno de enormidades; para resistir a las cuales no bastan ni los Magistrados políticos ni los Ministros de la Iglesia en tanto no se dediquen serios trabajos a cegar los primeros manantiales del mal.
9. Puesto que a cada uno, en cuanto a su prole, como a los gestores de los negocios humanos en el orden Político y Eclesiástico, les está encomendada la salud del humano linaje, así deben apresurarse a proveer a ellos, y como a plantas del Cielo, plantarlas, podarlas y regarías a su tiempo debido, y comiencen a formarlas con prudencia para obtener éxitos felices en literatura, costumbres y piedad.