CONVIENE FORMAR AL HOMBRE SI DEBE SER TAL
1. Como ya hemos visto, la Naturaleza nos da las semillas de la Ciencia, honestidad y religión, pero no proporciona las mismas Ciencia, Religión y Virtud; éstas se adquieren rogando, aprendiendo y practicando. De aquí se deduce que no definió mal al hombre el que dijo que era un Animal disciplinable, pues verdaderamente no puede, en modo alguno, formarse el hombre sin someterle a disciplina.
2. Pues si consideramos la ciencia de las cosas, veremos la que es propio de Dios únicamente conocer todas las cosas sin principio, sin progreso, sin fin, en una simple y sola intuición, y esto no puede hallarse ni en el Hombre ni en el Ángel, porque en ellos no puede darse ni la infinitud ni la eternidad; esto es, la divinidad. No es poca la excelencia del Ángel y del Hombre con haber recibido la luz de la Mente, gracias a la cual pueden apreciar las obras de Dios y reunir el tesoro de la inteligencia. Nos consta que los Ángeles aprenden con la contemplación (1 Pet., 1.12.-Efes., 3.10.-1 Rey., 22.20.-Job, 1.6), y de aquí que su conocimiento, de igual manera que el nuestro, es experimental.
3. Nadie puede creer que es un verdadero hombre a no ser que haya aprendido a formar su hombre; es decir, que esté apto para todas aquellas cosas que hacen el hombre. Esto se demuestra con el ejemplo de todas las criaturas que, aunque destinadas a usos humanos, no sirven para ello a no ser que nuestras manos las adapten. Por ejemplo: Las piedras, que nos son dadas para construir nuestras casas, torres, muros, columnas, etc.; pero que no sirven para ello a no ser que nuestras manos las corten, las tracen, las labren. De igual modo, las perlas y piedras preciosas destinadas a ornamentos humanos deben ser cortadas, talladas y pulimentadas por la mano del hombre; los Metales empleados para notables usos de nuestra vida, han de ser necesariamente rebuscados, licuados, purificados y de vario modo fundidos y batidos, y sin esto, tienen para nosotros menos aplicación que el mismo barro de la tierra. De las Plantas tenemos alimento, bebida, medicina; pero de manera que las hierbas han de sembrarse, cultivarse, recogerse, triturarse, etc., y los Árboles deben ser plantados, regados, estercolados y sus frutos recogidos, secos, etc., y mucho más, si hay que obtener algo para la medicina o la construcción, porque en tal caso deben ser preparados de muchos y diversos modos. Y aunque parece que los Animales, por estar dotados de vida y movimiento, habían de sernos suficientes con esto; sin embargo, si queremos utilizar su trabajo, por el que nos son concedidos, hemos de procurar antes su aprendizaje. Si no, veamos: el caballo nació apto para la guerra, el buey para el tiro, el asno para la carga; para la guarda y caza el perro; para la cetrería el halcón y el milano, etc., y de muy poco nos valdrán si no amaestramos a cada uno de ellos para su oficio.
4. El hombre es a propósito para el trabajo en cuanto a su cuerpo, pero vemos que al nacer sólo hay en él una simple aptitud y poco a poco ha de ser enseñado a sentarse, tenerse en pie, andar y mover las manos para servirse de ellas. ¿De dónde, pues, procede esa prerrogativa de nuestra Mente de existir perfecta por sí y ante sí sin preparación anterior? Porque es la ley de todas las criaturas tener su principio en la nada y gradualmente irse elevando tanto en cuanto a su esencia como en cuanto a sus acciones. Pues ciertamente sabemos que los Ángeles, cercanos a Dios en perfección, no conocen las cosas sino al caminar gradualmente en el conocimiento de la admirable sabiduría de Dios, como antes hicimos observar.
5. También está claro que para el hombre fue el Paraíso una escuela manifiesta antes de la caída, y poco a poco aprovechaba de ella. Pues aunque al primer hombre, en cuanto fue producido, no le faltó ni la marcha, ni el lenguaje, ni el raciocinio, sin embargo carecía del conocimiento de las cosas que proviene de la experiencia, como lo atestigua el coloquio de Eva con la serpiente, en el que, si ella hubiese tenido mayor experiencia, no habría accedido tan sencillamente sabiendo que no era propio el lenguaje de tal criatura y, por lo tanto, que existía engaño. Mucho más necesitará esto ahora en el estado de pecado, que si hemos de saber algo hay que aprenderlo; y teniendo, ciertamente, nuestra mente como tabla rasa, nada sabemos hacer, ni hablar, ni entender, sino que hay que excitarlo todo desde su fundamento. Y esto nos es mucho más difícil que había de serlo en el estado de perfección, puesto que las cosas nos están obscurecidas y las lenguas confusas (tanto que en vez de una hay que aprender varias si alguno quiere, movido por la ciencia, conversar con diversa gente, ya viva, ya muerta), aun las lenguas corrientes convertidas en más difíciles, y nada de esto nace con nosotros.
6. Hay ejemplos de que algunos, robados en su infancia por animales fieros y criados entre ellos, nada sabían más que los brutos ni podían usar la lengua, manos y pies de modo diverso que ellos, hasta no estar de nuevo algún tiempo entre los hombres. Señalaré algunos ejemplos: Sobre el año 1540 en una aldea de Asia, situada en medio de las selvas, ocurrió que por descuido de los padres se perdió un niño de tres años. Algunos años después observaron los campesinos que andaba con los lobos un cierto animal diferente por su forma y que tenía cara humana, aunque era cuadrúpedo; y como atendiese a la voz, fueron enviados por el Prefecto del lugar a ver si podían cogerle vivo de alguna manera. En efecto; fue aprehendido y llevado al Prefecto y después al Landgrave Casselas. Al ser introducido en la estancia del Príncipe, se desasió, huyó y se metió debajo de un asiento mirando torvamente y lanzando tétricos aullidos. El Príncipe ordenó que se le diera de comer entre los hombres; hecho lo cual, poco a poco fue amansándose la fiera, comenzó a sostenerse sobre las extremidades posteriores, y a andar en posición bípeda, y, por último, a hablar conscientemente y a hacerse hombre. Y entonces él recapacitó, en cuanto podía acordarse, que había sido robado y alimentado por los lobos y se había acostumbrado a ir con ellos en busca de presa. Describe esta historia M. Dressero en el libro de Nueva y Antigua Disciplina, y también la recuerda Camerarius Horis suc., tomo I, cap. LXXV, añadiendo otra muy parecida. También Gulartino (en las maravillas de nuestro siglo) refiere que el año 1563 acaeció en Francia que, habiendo salido varios nobles a cazar mataron dos lobos y cogieron con lazos a un muchacho como de siete años, casi desnudo, de piel rojiza y cabellos crespos. Tenía las uñas encorvadas como las del águila; no posea ningún lenguaje a no ser cierto mugido inusitado. Llevado al castillo, tuvieron que encadenarle, tan feroz era; pero castigado durante algunos días por hambre, empezó a amansarse y a los siete meses próximamente comenzó a hablar. Se le llevaba por los contornos a que lo vieran, con no pequeño gasto de los dueños. Le reconoció como suyo una mujer pobre. Cierto es lo que dejó escrito Platón (1.6 de las leyes): que el hombre es el animal extremadamente manso y divino si ha sido amansado con la verdadera disciplina; pero si no tuvo ninguna o fue equivocada, es el más feroz animal que produce la tierra.
7. En general a todos es necesaria la cultura. Pues si consideramos los diversos estados del hombre hallaremos esto mismo. ¿Quién dudará que es necesaria la disciplina a los estúpidos para corregir su natural estupidez? Pero también los inteligentes necesitan mucho más esta disciplina porque su entendimiento despierto, si no se ocupa en cosas útiles, buscará las inútiles, curiosas o perniciosas. Así como el campo cuanto más fértil es tanto mayor abundancia de cardos y espinas introduce, de igual modo el ingenio avisado está repleto de conocimientos curiosos si no se cultivan las semillas de la ciencia y la virtud. Y lo mismo que si no echamos grano en un molino rotatorio para hacer harina se muele él mismo e inútilmente se pulveriza con estrépito y chirrido, y también con ruptura y división en partes, así el espíritu ágil desprovisto de cosas serias se enreda completamente en cosas vanas, curiosas y nocivas y será causa de su muerte.
8. Los ricos sin sabiduría, ¿qué son sino puercos hartos de salvado? Y los pobres sin inteligencia de las cosas, ¿qué son más que asnillos llenos de cargas? Y el hermoso no educado, ¿qué es sino papagayo adornado de pluma o, como alguien dijo, vaina de oro que encierra arma de plomo?
9. Los que alguna vez han de dominar a otros, como reyes, príncipes, magistrados, pastores de las iglesias y doctores, tan necesario es que estén imbuidos de sabiduría como estar dotado de los ojos para guiar el camino, la lengua intérprete de la palabra, la trompeta para el sonido, la espada para la batalla. De igual modo los súbditos también deben estar ilustrados para saber prudente y sabiamente obedecer a los que mandan; no obligados de modo asnal, sino voluntariamente por amor. No hay que guiar con voces, cárcel o azotes a la criatura racional, sino con la razón. Si se obra de modo contrario, redunda en injuria de Dios, que puso en ellos igualmente su imagen, y las cosas humanas estarán llenas, como lo están, de violencias e inquietud.
10. Quede, pues, sentado que a todos los que nacieron hombres les es precisa la enseñanza, porque es necesario que sean hombres, no bestias feroces, no brutos, no troncos inertes. De lo que se deduce que tanto más sobresaldrá cada uno a los demás cuanto más instruido esté sobre ellos. Acabe el sabio este capítulo: El que no aprecia la sabiduría y la disciplina es un mísero; su esperanza (es decir, el conseguir su fin) será vana, sus trabajos infructuosos y sus obras inútiles. (Sab., 3.11.)