CAPÍTULO CATORCE

—¿Doctor Spinelli? Aquí el teniente Reuben Abrams. Llamé ayer pero no estaba. Dejé un mensaje a su secretaria.

Se hizo un silencio al otro lado de la línea. Spinelli acababa de empezar su turno. Había tenido una noche difícil. Su nueva novia acababa de descubrir a Alex Comfort: habían llegado a la «B» cuando él se derrumbó.

—Sí, teniente, recibí su mensaje. Quiere verme. Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?

Reuben explicó lo que le había dicho Rivera, dejando que Spinelli aportara algunos de los tecnicismos que le faltaban. Estaba sentado en la cocina, bebiendo una taza de café templado. Angelina estaba en la cama, intentando dormir. Spinelli le interrumpió cuando estaba a mitad de su explicación.

—Mire, teniente, mandé un informe sobre esto al doctor Rivera. Si es necesario, testificaré ante el tribunal que su víctima murió a consecuencia de envenenamiento por tetrodotoxina. Pero no creo que eso sea necesario después de la autopsia.

—No va a haber autopsia.

—¿Por qué?

—Porque no tenemos el cadáver.

Un largo silencio. Cuando Spinelli volvió a hablar, su voz había cambiado.

—¿El ataúd estaba vacío?

—Sí. ¿Cómo lo sabe?

Spinelli vaciló antes de contestar.

—Teniente, si hubiera sido un poco más listo, lo habría advertido.

—¿Usted sabía que esto podía pasar?

—No. Si lo hubiera sabido, se lo habría dicho. No se lo dije porque no usé mi imaginación. Esto es sólo algo que he leído. No se me ocurrió que pudiera pasar en Nueva York.

—¿Y qué es lo que ha leído, si es que se puede saber?

—¿Ha oído hablar de los zombis, teniente?

—Doctor Spinelli, no quiero…

—Espere, teniente. El hombre cuya sangre analicé era haitiano, ¿no?

—Correcto.

Reuben oyó como Spinelli tomaba aliento.

—Eso lo adiviné. De hecho, lo podría haber sabido antes si me hubiera tomado la molestia de mirar su nombre. —Se detuvo un momento—. Bueno. Escúcheme con atención. Olvide todo lo que haya podido oír sobre los zombis, todas las películas de sesión nocturna que haya visto, todos los cómics que haya leído de niño. Aquí sólo hablamos de hechos.

»Créame, me siento igual de incómodo que usted usando la palabra “zombi”. Soy médico, soy un científico, así que lo que le voy a decir son hechos científicos. Eso que los haitianos llaman un “zombi” no es un ser sobrenatural; si pensara que lo es, no le hablaría de esto, no desperdiciaría su tiempo. Parece ser que son personas en quienes se ha inducido un estado de narcosis profunda, un coma más o menos imposible de distinguir de la muerte, a los que se declara muertos, se los entierra, y después los reaniman a un estado de conciencia incompleto.

—Esto que me dice ¿son suposiciones? —preguntó Reuben—. ¿O tiene pruebas?

—Hay pruebas —respondió Spinelli—. Un íntimo amigo mío es etnobiólogo en Harvard. Estudia remedios de las plantas medicinales en sus contextos culturales. Se dedica a buscar aplicaciones farmacéuticas a plantas medicinales tradicionales. Ha trabajado mucho con los alucinógenos entre las tribus indias de Brasil.

»Hace unos años se enteró de que yo estaba interesado en las toxinas naturales. Me habló de sustancias de las que no tenía noticia. Una de ellas era la tetrodotoxina. Este veneno es una molécula compleja que se da en la naturaleza en varias especies de peces, generalmente conocidos como peces globo. Esta toxina se encuentra en su piel, su hígado, sus genitales e intestinos. Como le explicó el doctor Rivera, es extraordinariamente tóxico.

Spinelli dejó de hablar. Reuben lo podía oír, respirando suavemente, y los ruidos habituales de la actividad de un hospital de fondo.

—Dígame, teniente ¿ha oído hablar del fugu?

—Nunca.

—Es el nombre en japonés del pez globo. Allí lo consideran una especie de delicatessen. Todos los mejores restaurantes lo sirven. La cuestión es que es potencialmente letal, de manera que sólo se les permite prepararlo a cocineros con una licencia especial del gobierno. En general se come como sashimi, carne cruda de los músculos dorsales, que no son tóxicos. Aun así, cada año alguien muere por comer fugu preparado sin las debidas precauciones. ¿Y por qué cree usted que la gente se arriesga de esa manera cuando se podría comer unos buenos boquerones?

—Supongo que tiene buen sabor.

—Al contrario. Por lo que me han dicho, no es gran cosa. El sabor no es lo que importa. Lo que la gente busca es una experiencia con drogas legales. La idea no es eliminar por completo la toxina, sino dejar justo la suficiente para que el que lo coma sienta cierta euforia. Algo bebido, con la boca algo adormecida, como si acabara de ir al dentista. Así que mucha gente se adormece y sienten un cálido cosquilleo. Algunos mueren. Pero ¿qué pasa antes? Tiene que haber algo antes, ¿no?

Sonó un timbre.

—Perdone un momento, teniente, alguien me llama por la otra línea.

Hubo una breve pausa mientras el doctor hablaba por la otra línea. Entonces volvió su voz.

—¿Por dónde iba?

—Entre adormecido y muerto.

—Exacto. Entre estar adormecidos y muertos entran en coma y, fíjese en esto, los llevan al hospital y los declaran muertos. Mientras tanto, ellos siguen completamente conscientes. Oyen, sus facultades mentales están despiertas, pueden ver si alguien les abre los ojos. Pero no pueden mover ni un músculo, ni hablar, ni parpadear. Aparentemente están muertos. A veces los entierran vivos.

»En Haití no comen fugu, pero el pez globo es uno de los ingredientes de una mezcla venenosa. Esta mezcla la hacen los brujos locales o bokors y se la conoce como el veneno de los zombis. Esta sustancia, dicho de otra manera, convierte a la gente en zombis. Los ingredientes exactos varían de una zona a otra, pero siempre incluyen pez globo, es decir, siempre contiene tetrodotoxina. Si se acierta en la cantidad, el resultado es una muerte aparente. Ésa es la primera fase del proceso. La segunda es el entierro, que en general tiene lugar en seguida. La tercera es la exhumación, generalmente esa misma noche. La cuarta fase consiste en administrar un antídoto que contiene datura stramonium. No hay pruebas que indiquen que la datura ni ninguno de los otros ingredientes contrarresten realmente la tetrodotoxina. Pero la datura es extremadamente psicoactiva. Produce un estado de delirio psicótico, que conduce a la confusión y la amnesia. En Haití, el nombre popular de la datura es concombre zombi, el pepino de los zombis.

Spinelli calló de nuevo. Se acercó a la puerta. Reuben podía oír cómo hablaba en voz baja con alguien. Un momento después ya estaba de vuelta.

—Teniente, tengo que irme. Si puede pasarse por mi oficina en algún momento, le reuniré algo de documentación. Y le daré el número de este amigo.

—Doctor, antes de que se vaya, ¿está intentando decirme que han convertido a Filius Narcisse en un zombi?

—Eso lo tiene que decidir usted. Yo sólo le he dado algo de información. Usted puede sacar las conclusiones que quiera. Avise a mi secretaria si va a venir. Intentaré estar a su disposición.

La línea quedó sin comunicación. Reuben colgó el auricular y cerró los ojos. Lo que había empezado como un caso normal de homicidio se estaba convirtiendo rápidamente en una especie de caza del fantasma. Él no creía en los fantasmas. Hasta hacía cinco minutos no creía en los zombis. Una hora antes Angelina le dijo que había hablado con un hombre al que vio por última vez declarado muerto en un hospital. Ahora un doctor en medicina le decía que tal vez no fuera una alucinación.

Volvió a coger el teléfono.