Mucho amor para Elizabeth, como siempre, por su asistencia emocional y práctica (investigar, llevarme en coche por todo el Sunshine State y decirme que mi primer borrador era una mierda). Muchas gracias también a Robin, Katherine, Sue, Laura y toda la demás gente de la editorial por su indulgencia, que se diría infinita (pero no pretendo forzarla).
Un grito de gratitud para mis compañeros artesanos de la pluma escoceses, Andy O’Hagan y Alan Warner, por haber inspirado involuntariamente el título durante una tranquila sesión de copas en una de mis posadas favoritas de Wicker Park, Chicago. Gracias a Mike y Dawn Quinn, de Punta Gorda, Florida, por su cordial hospitalidad y su disposición a compartir conmigo sus conocimientos sobre el sudoeste de Florida. Gracias a John Gee, John Hood y Janet Jorgulesco, tres nativos del sur de Florida que contribuyeron a que este muchacho de Edimburgo se sintiera en Miami como en casa.
Por motivos evidentes, opté por no investigar este tema por internet. En su lugar, me limité a consultar los artículos publicados en textos académicos, de asistencia social y de psicología clínica, además de materiales de autoayuda. Hablé con supervivientes de abusos sexuales en la infancia. Sus testimonios fueron tan desgarradores como alentadores eran su coraje y su fortaleza. Un libro británico que me resultó especialmente valioso como punto de partida y obra de referencia continua fue Breaking Free: Help for Survivors of Sexual Abuse, de Carolyn Ainscough y Kay Toon. Pese a respetar su evidente necesidad de anonimato, debo reseñar la generosidad de algunos agentes de policía y asistentes sociales de los estados de Illinois y Florida, que me dedicaron su tiempo y me ofrecieron información acerca del modus operandi de las redes de abuso sexual organizadas; agradezco enormemente su ayuda.
Estoy eternamente agradecido a las bandas habituales de Edimburgo, Londres, Dublín, Chicago, San Francisco y otros lugares. También a todos los que me hayan alabado o puesto a parir: gracias por tomaros el tiempo de prestarme atención. Para los indiferentes: muy agradecido de que me dejéis en paz.
Bolonia, Florida, es un constructo de mi imaginación. Físicamente, la narración se inspiró en gran medida en las ciudades de Naples, Punta Gorda y Fort Myers.
Por desgracia, en la vida real los mayores males tienden a producirse cerca del hogar. La mayor parte de los abusos —sexuales o de otro tipo— que padecen los menores se producen en el seno de la familia o de la comunidad local. Los grupos y sectas organizadas de abusos sexuales, aunque sean preocupantes y acaparen titulares de prensa, no representan un problema de grandes dimensiones en la sociedad moderna. Como obra de ficción, este libro no pretende insinuar que lo sean.
Irvine Welsh, Miami Beacb, Florida