1
—El curso casi se ha acabado —comentó Ginny.
Bill la miró.
—¿Contenta?
—Sí. Lo estoy. Ha sido un curso muy largo.
—¿Algún otro muñeco vudú últimamente?
Ella sacudió la cabeza.
—¿Algún aquelarre? ¿Algún ritual satánico? —insistió Bill.
—No tiene gracia —se quejó Ginny.
—No, supongo que no —suspiró su marido.
Permanecieron callados unos momentos. La casa estaba tranquila, en silencio. Sam y Shannon habían salido con sus respectivos amigos, y el único ruido que se oía era el zumbido apagado de la nevera en la cocina.
—Tendrá que dejar el trabajo después del verano —discurrió Ginny—. Cuando se vaya a la universidad.
—No estaba pensando en eso.
—Y un cuerno.
—Tienes razón —admitió Bill, que se recostó en el sofá y miró al techo—. Quizá pueda conseguir un trabajo de verano en el campus e irse antes.
—Ni siquiera ha decidido a dónde irá. Primero tiene que elegir universidad.
—Depende de cuál ofrezca más facilidades económicas.
Volvieron a quedarse callados, y Bill cerró los ojos. Se sentía cansado. Últimamente había estado muy cansado, aunque no sabía muy bien por qué. No había reducido sus horas de sueño ni hecho más trabajo que de costumbre. Suponía que era debido al estrés. Tenía muchas cosas en la cabeza. Demasiadas.
—Ya no nos sentamos nunca fuera —dijo de improviso Ginny.
Bill abrió los ojos y se volvió hacia ella.
—¿Qué?
—Que ya no nos sentamos nunca fuera. ¿Te has fijado? Ya no nos sentamos nunca juntos en la terraza. Tú estás siempre con el ordenador, y yo viendo la tele.
—Nos sentamos juntos. Lo estamos haciendo ahora.
—Pero no fuera. Antes salíamos después de cenar a mirar las estrellas. ¿Te acuerdas?
—Eres tú quien no quiere salir por la noche. Los bichos se te comen viva.
—No me refiero a eso. —Se acercó más a él y le pasó un brazo por encima de los hombros—. Ya no pasamos tanto tiempo juntos como antes.
Bill cayó en la cuenta de que Ginny tenía razón. No había pensado en ello, pero a pesar de que trabajaba en casa y ella solía llegar de la escuela antes de las cuatro, el único tiempo que parecían dedicarse el uno al otro era el que pasaban en la cama. Era como si vivieran dos vidas independientes bajo el mismo techo. Aunque no había sido siempre así. Tiempo atrás, pasaban todos sus ratos libres juntos. Como Ginny había comentado, se sentaban en la terraza, acurrucados, y hablaban del pasado o planeaban su futuro. Suponía que el cambio se debía, en parte, a las niñas. Cuando ellas estaban en casa, era bastante difícil tener intimidad.
Pero no podía culparlas de todo.
—Tienes razón —dijo al fin—. Deberíamos pasar más tiempo juntos.
—Ya es casi verano. Hace bastante calor para sentarse en la terraza.
—¿Quieres que salgamos a mirar las estrellas? Todavía tenemos esperanza —aseguró Ginny tras darle un beso.
—¿Lo dudaste alguna vez? —preguntó Bill.
—No —contestó ella despacio, con una voz sorprendentemente seria—. Nunca.
2
Tenían que asistir todos juntos a la graduación de Sam.
Como una familia.
Shannon había querido sentarse con sus amigas, que estaban apretujadas en el rincón derecho de las gradas, cerca de la puerta por la que saldrían los estudiantes, pero sus padres le dijeron que se trataba de un evento familiar y que la familia iba a celebrarlo junta.
Sus abuelos habían venido para la ocasión, y ahora Shannon se encontraba sentada entre sus dos abuelas en el banco de metal. Su padre llevaba la cámara de vídeo, y a ella le habían dado la Nikon con el encargo de que tomara fotografías. Por lo menos, tenía algo que hacer. Quería mucho a sus abuelos y todo eso, y se sentía contenta de verlos, pero era un rollo tener que pasar el rato con ellos mientras sus amigas podían estar juntas y moverse a sus anchas.
Vio que Diane saltaba la barandilla de las gradas y salía disparada hacia Zona Marsden, que estaba en la banda, sentada a la derecha de las sillas plegables preparadas para los estudiantes. Las dos chicas hablaron un momento con las cabezas pegadas y se echaron a reír. Diane regresó deprisa por el campo y desapareció por un lado de la grada inferior.
Shannon pensó en preguntarle a su padre si podía ir con Diane, argumentando que podría obtener mejores fotografías de Sam si estaba sentada allí abajo, pero cuando se disponía a hacerlo, la banda comenzó a tocar una especie de marcha y unos acomodadores con chaqueta roja empezaron a conducir a los profesores y a los directivos de la escuela hacia la primera lila de sillas plegables.
—¡Asegúrate de tomar una foto de Sam cuando salga al campo! —le gritó su padre, que se dirigía al pasillo para bajar por la grada con la cámara de vídeo preparada para grabar.
—Sí. —Shannon se levantó, pasó por delante de su abuela Jo y de su abuelo Fred, y siguió a su padre por los peldaños de metal hasta la parte inferior de la grada, donde podría tomar mejor las fotos.
Los adultos ya estaban sentados, y empezaron a salir los primeros estudiantes. Lo hacían por orden alfabético, y la clase no era demasiado grande, de modo que Sam aparecería bastante al principio. Shannon quitó la tapa del objetivo y enfocó la cámara para apuntar y disparar cuando su hermana apareciera.
—¡Ahí viene! —avisó su padre.
Shannon tomó una foto en cuanto Sam y su compañera de fila salieron al campo; otra cuando se acercaba a las sillas plegables, y una tercera cuando se sentaba.
Ella haría lo mismo el año siguiente. Seguramente no tendría la borla amarilla adicional, porque sus notas no eran tan buenas como las de Sam, pero se estaría graduando. Volvió la vista hacia sus abuelos. Los cuatro estaban sonriendo, y sabía que estaban contentos, pero parecían tensos, como si sufrieran y tuvieran que esforzarse para estar alegres. De repente, se percató de lo mayores y frágiles que eran sus abuelos, y se le ocurrió que quizás el año siguiente no estuvieran todos en su graduación. Alejó al instante aquella idea terrible de su mente, como si el mero hecho de considerar la posibilidad pudiera hacer que se volviera realidad.
Volvió a su asiento y no se movió hasta que terminó la ceremonia. Durante el transcurso de las oraciones y los discursos, descansó sus cálidas manos en los brazos fríos y delgados de su abuela. Su padre no se movió del sitio para grabarlo todo.
Empezaron a entregar los diplomas y Shannon bajó de nuevo a la parte inferior de la grada para colocarse junto a su padre. Tomó una fotografía cuando Sam se levantó de la silla, y otra cuando esperaba recibir su diploma en primera posición. Cuando anunciaron el nombre de Samantha Davis por los altavoces, no pudo evitar soltar gritos de júbilo mientras tomaba una foto de su hermana recibiendo el diploma de manos del director.
Numerosas personas la aclamaron y aplaudieron. Sam era una de las alumnas más populares del instituto, y aunque eso a menudo molestaba a Shannon, ese día se sentía muy orgullosa de ser su hermana.
Después de la ceremonia, se tomaron fotografías delante del cartel del instituto de Juniper. Mientras Samantha posaba entre sus dos pares de abuelos, Diane llegó corriendo sin aliento. Saludó con la mano a Sam y con la cabeza a sus padres, y se dirigió a Shannon.
—Necesitan que dos personas preparen el ponche de frutas en la fiesta de graduación —comentó—. ¿Quieres hacerlo?
—¿Qué?
—Han pillado a Smith y a Jimmy tratando de llevarse una botella de whisky al gimnasio. Supongo que iban a añadirlo al ponche de frutas. Pero en la fiesta no puede haber alcohol, así que los echaron automáticamente, y ahora están buscando a dos personas para reemplazarlos. El señor Handy dijo que podíamos ser nosotras si queremos.
Shannon miró esperanzada a su madre.
—Adelante —dijo Ginny con una sonrisa.
—¡Sí! —Diane levantó el puño y sonrió de oreja a oreja—. Le diré que aceptamos. —Y echó a correr de vuelta al gimnasio por la pendiente cubierta de hierba.
—¿Dónde y cuándo? —gritó Shannon.
Diane se volvió y siguió corriendo, ahora hacia atrás.
—¡Reúnete conmigo en el gimnasio cuando acabes!
—¡Vamos a comer fuera!
—¡A las ocho, entonces!
Shannon asintió, saludó con la mano y Diane desapareció entre la multitud de padres todavía arremolinados.
A Shannon la cena le pareció algo deprimente. Fueron al Castle Creek Steakhouse, lo más parecido a un restaurante decente en aquella zona, pero coincidieron con la mitad de la clase que se graduaba. Y, aunque Sam se pasó casi toda la cena yendo a la mesa de sus amigos y hablando con otros chicos, era evidente que no tenía novio. La mayoría de las chicas, salvo las que eran un completo desastre, estaban comiendo con sus familias y novios. Aunque Shannon sabía con certeza que por lo menos seis chicos le habían pedido a Sam que fuera su pareja en la fiesta de graduación y ella había preferido ir sola, no era lo mismo tener a alguien especial con quien compartir aquella noche tan señalada.
Shannon echaba de menos a Jake.
A eso se reducía todo, en realidad, y se encontró preguntándose si ella tendría novio o bien acabaría yendo a cenar con sus padres, su hermana y sus abuelos el día de su graduación.
Quizá ni siquiera con sus abuelos.
¡Por Dios, qué deprimente estaba resultando la velada!
Pero las cosas mejoraron mucho después de cenar. Regresaron a casa y ella y Sam se pusieron ropa de fiesta; una y dos veces hasta que sus atuendos resultaron aceptables para sus padres, y Bill las llevó de vuelta al instituto.
Cuando se quedaron solas, Shannon le entregó tímidamente a su hermana un regalo especial de graduación que le había comprado ella misma. Había contribuido al PC y a la impresora, como toda la familia, pero había querido ofrecerle a Samantha algo más personal, menos práctico. Algo que fuera sólo de ella. Así que había ido a la tienda de Ellen y, con el dinero de las pagas y de los canguros que había estado ahorrando todo el año, le compró un broche antiguo a su hermana.
—Sé que te gustan estas cosas —le comentó al dárselo—. Y pensé que sería un buen regalo de graduación.
—¡Es un regalo maravilloso! —Sam la abrazó, incómoda pero agradecida—. Muchísimas gracias —dijo, y se lo puso de inmediato en la blusa—. ¿Qué les pareció a mamá y papá?
—No saben nada. Es un regalo mío para ti, así que quería que fueras la primera en verlo.
—Puede que a veces no lo parezca —sonrió Sam—, pero estoy muy contenta de que seas mi hermana.
Shannon desvió la mirada, avergonzada.
—Yo también respondió.
Después se separaron. Sam se acercó al punto de encuentro de los alumnos de último curso, donde sus amigos se reunían por última vez, y Shannon se dirigió directamente al gimnasio, donde Diane ya estaba llenando vasos de papel con ponche de frutas colorado.
—Ya era hora —dijo—. Ayúdame a llenar los vasos antes de que empiecen a llegar.
Ese año, el Almacén patrocinaba la fiesta de graduación, incluido el refrigerio y las decoraciones, incluso había pagado el espectáculo. Una pancarta enorme que colgaba sobre la puerta anunciaba: ¡bienvenidos a la primera fiesta de graduación anual del almacén!
Shannon supuso que era un detalle, pero también significaba que tenían que seguir las normas y las regulaciones que imponía el Almacén. Tradicionalmente, las fiestas de graduación de Juniper duraban desde el anochecer hasta el alba, y había padres y profesores que vigilaban a los chicos en el interior del gimnasio, y policías que controlaban el estacionamiento y las calles colindantes para asegurarse de que no hubiera problemas. Ese año, sin embargo, se había suprimido la vigilancia de los padres y los profesores. El Almacén había proporcionado su propia seguridad. Y era probable que la policía no tuviera demasiado que hacer en el estacionamiento o en las calles porque, una vez que los alumnos llegaban a la fiesta de graduación, no podían salir del gimnasio.
Con ello, se pretendía reducir los problemas y contener a los alborotadores, pero Shannon creía que confería a la celebración un ambiente inquietante. Los profesores y directivos seguían estando presentes, pero habían sido relegados a aspectos secundarios: hacer anuncios patéticos desde el escenario entre una canción y otra, o ayudar a los alumnos a servir el refrigerio. En cambio, los estoicos vigilantes del Almacén, con sus uniformes verdes, ocupaban puestos muy visibles alrededor del gimnasio para supervisar el comportamiento de los chicos y bloquear las posibles salidas. Los vigilantes no eran personas de la ciudad, sino que formaban parte del grupo inicial de empleados que el Almacén había llevado a Juniper desde sus oficinas centrales. Nadie los conocía, y ellos no conocían a nadie, lo que resultaba algo perturbador. Se trataba de una fiesta de graduación para celebrar que se dejaba atrás la escolarización obligatoria, pero parecía más bien un baile en una cárcel, y mucho antes de la medianoche, Shannon lamentaba haber aceptado ayudar. Tenía la impresión de que la observaban y controlaban todo el rato, y era una sensación que no le gustaba.
Vio a Sam varias veces al principio de la noche, acompañada de distintas parejas de baile, pero al final Shannon la perdió de vista, y la siguiente vez que la vio, unas horas después, estaba con un grupo de vigilantes del Almacén a la izquierda de la tarima donde tocaba la banda.
Durante una pausa musical, mientras el señor Handy entregaba premios de broma que tenían que ser divertidos pero que eran simplemente embarazosos, Shannon hizo una visita rápida al cuarto de baño. Sam estaba allí con un puñado de chicas, y le puso una mano en el hombro a su hermana.
—Me han ascendido —anunció—. Este verano seré líder del departamento de electrodomésticos. Ya no estaré en bebés. Supongo que les gusto.
—¿Qué significa ser líder? —preguntó Shannon.
—Es el vendedor principal. El director del departamento seguirá estando por encima de mí, pero seré la segunda al mando. Seré la jefa de todos los empleados a tiempo parcial del departamento.
—¿Quién te lo dijo? ¿Uno de esos tipos que vigila la puerta?
—Sí. Ray.
—Oh, nos llamamos por el nombre de pila —sonrió Shannon, burlona—. ¿Está pasando algo que deba saber?
—¿Con Ray? —Sam rio—. Más bien no.
—Bueno, me alegro por ti —aseguró Shannon—. Es fantástico.
Pero no era fantástico, y se preguntó por qué su hermana parecía tan orgullosa y entusiasmada por algo tan trivial. Sam siempre había despreciado a las chicas del instituto cuyas aspiraciones profesionales se limitaban a ser camarera o dependienta. Ella estaba resuelta a marcharse de la ciudad, estudiar en la universidad y pasar a formar parte de lo que ella denominaba «mundo real». No parecía propio de Sam sentirse honrada porque un guardia de seguridad le hubiera dicho que le habían concedido un ascenso poco importante en su insignificante trabajo a tiempo parcial.
Shannon se preguntó si debería contarle a sus padres lo que pensaba, pero decidió que sólo serviría para poner nervioso a su padre. Ya estaba bastante mosqueado con el Almacén, y aquello sólo empeoraría las cosas. Así que se despidió de Sam, trató de no pensar en ello y, para cuando regresó a la mesa donde se servía el refrigerio, lo había olvidado por completo.