—Ladies and gentlemen, welcome to the Official Saint Petersburg’s Aristo Style of the Moment Contest!
El regidor apagó las luces de la sala para que el público tuviera ganas de aplaudir. Entre bastidores, las chicas tiritaban de frío, se frotaban los brazos mutuamente esperando su turno. A veces su madre o su tía les pellizcaban las mejillas para que tuviesen buen aspecto, o les subían los pechos en el corpiño para que el escotado fuera más nemotécnico. Algunas chicas tenían ojeras porque se habían pasado la noche privando en Zabava o el Oneguin; serían las primeras eliminadas. El ucraniano Omar Harfuch se empeñaba en expulsar a todas las que masticaban chicle. Todo el mundo tiene sus manías. Ordené a Lena que escondiera discretamente en mi mano su chicle con sabor de albaricoque y que adoptara un aire desdeñoso caminando derecha, como sobre un hilo imaginario.
—Mira a lo lejos, buscando el horizonte. Nunca sueltes las manos, pósalas más bien en las caderas, los brazos que se balancean recuerdan a los de un orangután. Camina a grandes zancadas, como si fueras la chica más feliz que han visto nunca. Atención a los pies de pato, es mejor meterlos un poco hacia dentro, porque si no pareces una niña que sale de la escuela, gustarás a los pedófilos, es bueno para el aplaudímetro, hay muchos en la sala. Be determined, be fierce.
Los periodistas hacían preguntas medianamente interesantes: «Where do you come from?» «How old are you?» «Why do you want to become a model?» (Cuando la única pregunta sensata es: «What is your room number, angel?») El desarrollo de la ceremonia era bastante sencillo: un primer desfile vestidas, otro en biquini, las puntuaciones del jurado, algunos comentarios salaces en el micrófono y asunto concluido. Ni siquiera tuve que amañar la competición: con su inocencia, tan afectada como su nacionalidad, Lena se impuso con toda facilidad, no había ni color, por decirlo así (aunque fue uno de los días de su vida en que más fotos en color le sacaron). Yo no me había equivocado porque las piernas de las mujeres son brújulas plantadas en mis ojos.
Después de su elección, Lena me presentó a su madre, Olga, una bella cuarentona rubia. Tenía la sensación de haberla visto ya en alguna parte, pero no tuve tiempo de hablar con ella, estaba tan emocionada por el triunfo de su hija que empezó a sollozar y desapareció entre bastidores. Fue entonces cuando Serguéi entró en el camerino y lo estropeó todo invitando a Lena a su casa:
—Russian Federation ready for discussion! Everybody, come to my house for huge party! Allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé!
Intenté oponerme:
—Nos quedamos en tu casa diez minutos y después nos vamos…
—Imposible, tú eres amigo mío. Si vienes, tienes que quedarte diez horas como mínimo.
Yo me sentía como un pedazo de carne en un cuenco de lagma (el lagma es una sopa uzbeca a base de caldo de gato y de tallarines flotantes). Mi molesto amigo me tendió un saquito blanco.
—Octave, use Colombian sodium to wake up!