Espera que esnife una raya, la línea París-Vladivostok con escala en Novosibirsk… ¡Querido, he encogido la coca, guau! ¡La peor gilipollez que se puede hacer con esto es dejarlo! ¿Seguro que no quieres un poco? ¡Oh santa ventanilla de la nariz inmaculada! Peor para ti, my Lord. Yo tomo porque me ayuda a hablar. Así que voy a volver al origen de mi disgusto con Lena y tú me vas a escuchar pacientemente porque tu trabajo consiste en amar la vida y en defenderla. Y te comprendo: yo también me he aferrado muchas veces a la vida. A partir de los cuarenta años, cada vez que ves una cosa te dices que quizás sea la última vez que la ves. Estar convencido de que has sobrepasado la mitad de tu vida modifica un poco el comportamiento. Quizás no estaría aquí si tuviese veinte años menos. Ya te lo dije, hasta que conocí a Lena me consideraba un enfermo sentimental. Cuando te han criado nodrizas diversas y padres intercambiables, aprendes rápido a no encariñarte nunca. En la adolescencia, las chicas no me hacían demasiado caso; hoy, por motivos profesionales, me quieren un poco demasiado. No conozco el secreto del amor. Soy un minusválido del altruismo. No he tenido la suerte de encontrar a tu Señor, y por desgracia, hasta hace poco, no había conseguido encontrar a algún otro. Es tristemente trivial en los países ricos: hace mucho tiempo que ya nadie se interesa por su prójimo. Quizás aquí en Rusia todavía no os dais cuenta: nuestra civilización ya no descansa en el deseo, al abusar de él lo ha destruido. Durante mucho tiempo tomé por una forma de libertad lo que llamamos individualismo. Pero ahora ya lo sé: la libertad sólo conduce a la impotencia delante de la pantalla plana, al suicidio en un cuarto de baño provisto de espejos. La libertad, ¿qué libertad? ¿La de cascársela delante del espejo? ¿La de no depender de nadie? Ponemos la libertad demasiado alto. ¡La libertad es sólo otra mentira, una ilusión, otra utopía! El individualismo: ¿gran victoria de la filosofía de las Luces o el advenimiento de la soledad más narcisista de la historia de la humanidad? En este país la libertad tiene la misma edad que Lena. La libertad es una adolescente en Rusia. La verdad es que la gente pasa completamente de ser libre, tú estás en una buena situación para saberlo: se conformarían perfectamente con una razón para vivir.
Lena creyó que yo la trataría como a las demás, todas esas putas que le bosquejaron mi retrato de monstruo sexual. Ah, joder, ¿cómo habría tenido la menor piedad por seres que no me inspiraban ningún sentimiento? No tienes nada que perder cuando no quieres a nadie. No es nihilismo: es capitalismo. Una civilización de blandos y de cobardes, un sistema policial donde tienes miedo del vecino. Me acuerdo de que en París me tranquilizaba lamentando la miseria de los países pobres en la televisión. Me parecía que el sufrimiento de los desposeídos ridiculizaba el mío. Inconscientemente, si accedí a instalarme aquí no fue por cazar carne fresca, sino para saber si yo era un ser humano. Os tomaba por un país tercermundista, lleno de Ladas cuadrados. (¿Conoces el acertijo ruso: qué diferencia hay entre un Lada y el sida? El Lada no se lo puedes pasar a nadie.) Enseguida me di cuenta de que no había comprendido nada de Rusia. He leído a vuestros autores, estudiado vuestra historia y vuestra religión y ahora empiezo a entrever la verdad: estáis tan perdidos como yo, pero vosotros lo aceptáis. Soñáis con ganar en el casino sin trabajar, con heredar de un día para otro una fábrica de gas o un yacimiento de petróleo, como Mijaíl Prójorov o el pescador de Pushkin al que le regalan un castillo a cambio de un pez dorado. Sois irrealistas, como diría Pierre Mérot. Entre la riqueza y la libertad habéis escogido la riqueza. Yo debería ser ruso; me gustaría haber nacido en este país irrazonable en vez de en Bearne, mi planeta arrinconado entre montañas y océanos. En la Villa Navarre sentí lo mismo que los rusos en Rusia: en otro tiempo estábamos en casa y ahora ya no lo estamos.
Entre vosotros sólo he frecuentado a ricos, porque mi trabajo consistía en buscar mujeres bellas y esas mujeres van con los ricos, los que no circulan en un Lada. En Moscú hay 280.000 millonarios en dólares; esta marca mundial da mucho donde elegir. Es uno de los secretos del oficio de cazatalentos. El medio más rápido de entrar en contacto con un gran número de chicas guapas en cualquier país es frecuentar a los multimillonarios. Con ellos he descubierto que el dinero mata al amor, que no se habla de esto en las cenas pero que el amor ya no es posible por encima de un determinado nivel de vida. De todos modos, creo que el amor no existe ya, que las condiciones del amor no se dan ya en nuestra civilización sin inocencia. ¿Cómo quieres enamorarte si en Rusia el romanticismo ha sido severamente castigado? Lo que murió en 1991 no fue sólo la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino la credulidad humana. La consecuencia del fracaso del comunismo es la imposibilidad del compromiso en cualquier terreno, político o personal. Y esta derrota no solamente concierne a Rusia, sino al mundo entero. El hedonismo es la ideología de la gente que ya no tiene esperanza. Toda quimera está ya prohibida. La globalización nos convierte en tecnoconsumidores pesimistas y resignados. El amor es un sueño prohibido, como todos los demás sueños, aparte de los créditos rotatorios. El siglo XXI no se recuperará de haber ridiculizado el lirismo.