12 de mayo de 1453

Los marinos no dan el brazo a torcer; todas las negociaciones han fallado. Pero el Consejo de los Doce ha conseguido ganar para su causa a Trevisano y Aloisio Diedo. Los capitanes han recibido gratificaciones en metálico. Los venecianos quieren conservar el palacio de Blaquernae a toda costa.

No cabe duda de que el sector de Blaquernae se halla gravemente amenazado, pero, aparte de su defensa, los venecianos quieren incrementar su guarnición con vistas a dominar la ciudad en el caso de que el Sultán se viera obligado a levantar el sitio. Es por esta razón que juzgaron necesario transferir las compañías de los buques a las murallas. Y, además de los marineros, hay cuatrocientos hombres acorazados a bordo de los navíos de Tana.

Mientras tanto, los griegos derraman su sangre a toda hora y mueren en las murallas. Notaras tiene razón. Tanto en la Puerta de Oro como en la puerta Selymbria los griegos han rechazado todos los ataques sin recibir ayuda alguna. Verdad es que las murallas están allí menos dañadas que en las puertas Kharisios y San Romano, pero, por contra, casi todos los defensores son artesanos o monjes, bisoños en el manejo de las armas. Entre ellos hay cobardes que huyen apenas los turcos se lanzan al ataque, pero la mayoría son tan valientes como los que combatieron en las Termópilas y en Maratón.

La guerra saca a relucir lo mejor de los hombres y también lo peor. Cuanto más se prolonga el asedio, tanto más prevalecen las malas cualidades. El tiempo no nos beneficia, sino todo lo contrario.

Mientras los latinos, gruesos, rozagantes, riñen entre ellos, los griegos enflaquecen ostensiblemente a medida que pasan los días. Les falta hasta el aceite y el pan. Todo cuanto pueden conseguir de los almacenes del Emperador es un poco de vino avinagrado. Sus mujeres e hijos lloran de hambre cuando van en procesión a las iglesias. Desde la mañana hasta la noche y de la noche a la mañana, se elevan al cielo las ardientes súplicas de los humildes y desgraciados. Si las plegarias pudiesen salvar la ciudad, Constantinopla resistiría hasta el Juicio Final.

Mientras los latinos conferencian en el templo de la Santísima Virgen, el Emperador ha convocado en Blaquernae a los griegos a una ceremonia religiosa y a un consejo de guerra, para esta noche en la iglesia de Santa Sofía. Giustiniani me ha delegado en su nombre, pues no quiere ausentarse de las murallas por tanto tiempo.