4 de mayo de 1453

Al filo de la medianoche, entre rachas de vientos helados y en medio de la mayor oscuridad, salió serpenteando del puerto una goleta tripulada por doce voluntarios. Los hombres iban vestidos a la turca y la embarcación enarbolaba la insignia del Sultán. Nuestros observadores de la torre de Pera han estudiado las señales de la flota del Sultán para entrar y salir de la bahía, por lo que esperan que la goleta pueda infiltrarse por los Dardanelos. Lleva una importante misión: salir a la búsqueda de los navíos venecianos bajo el mando de Loredano que, según ha asegurado el bailío, vienen en camino para socorrernos.

Pero lo cierto es que, si se lo hubiese propuesto, esta flota habría llegado a Constantinopla. Quizá su Gran Señoría teme que sus naves acaben por caer en una trampa, y sin la protección de esta flota los establecimientos comerciales venecianos en Grecia pronto estarán en manos de los turcos. Ahora mismo no habría aquí un solo veneciano si los barcos del mar Negro no hubiesen sido obligados a tomar parte en la defensa de la ciudad por tratados firmados con el Emperador o después de haber sido amenazados con sanciones.

Corren rumores de que viene en camino una fuerza naval de socorro, así como que el ejército húngaro se ha movilizado para atacar a los turcos por la retaguardia. ¡Si fuera cierto…! Pero la verdad es que, en mi opinión, Occidente nos ha abandonado por completo.