1 de mayo de 1453

Nuestra situación es cada vez más desesperada. Las tropas del Sultán están construyendo un puente flotante, tendido sobre grandes toneles, entre el Cuerno de Oro y la orilla de Pera. Hasta ahora los hombres de las colinas de Pera tenían que dar un rodeo por la bahía para mantenerse comunicados con el grueso del ejército. El puente se halla protegido por grandes balsas ancladas en las que han emplazado piezas de artillería, lo cual impide que nuestras naves dificulten el trabajo de construcción. Tan pronto como el puente esté acabado, las galeras turcas podrán bombardear nuestra muralla portuaria, protegidas por los cañones de las balsas.

El bombardeo y los asaltos a las barricadas provisionales que hemos levantado ante las brechas provocan cada vez más pérdidas entre nuestras filas. Nuestra defensa se debilita por momentos, en tanto que al campo del Sultán llegan, casi a diario, tropas de refresco de voluntarios procedentes de Asia.

En el mercado, el vino ha empezado a escasear y el precio de la carne está fuera del alcance de los pobres. En vista de ello, el Emperador ha requisado hoy los alimentos para que sean repartidos equitativamente. Los ancianos dignatarios de cada barrio tienen a su cargo la responsabilidad de atender en sus más elementales necesidades a las familias de los componentes de la guarnición que lucha en las murallas, así como a los obreros que trabajan en ellas; en consecuencia, ahora nadie se ve obligado a abandonarlas para ir en busca de comida para los suyos.

El comandante de las reservas tiene el deseo de hacer a diario una visita de inspección a las murallas y pasar lista.

Esta inspección concierne sólo a los griegos, no a los latinos.

Junto a la puerta Kharisios, la muralla se ha desmoronado en varios puntos, mientras que la exterior se halla en pésimo estado aunque hasta el momento los turcos no han logrado cruzarla. Por ahora, cada noche nuestros hombres han conseguido limpiar el foso del maderamen y heces arrojados por los turcos, todo lo cual ha sido de mucha utilidad para nuestros contrafuertes, parapetos y empalizadas.

A lo largo de toda la muralla, el aire hiede a carroña y muchos de nuestros hombres han quedado sordos a causa de los estampidos de la artillería.