22 de abril de 1453
Ha sido un domingo horroroso. Esta mañana las campanas de las iglesias permanecieron en silencio y en la muralla que da al puerto se agrupó una muchedumbre que se restregaba los ojos con mudo asombro. Han empezado a correr rumores sobre brujas y derviches capaces de caminar sobre las aguas y usar sus capas a modo de velamen. Frente a la iglesia de San Nicolás y la puerta de San Teodosio, el puerto de Pera aparece abarrotado de galeras turcas. Nadie es capaz de imaginar cómo estas embarcaciones han podido cruzar el dique y situarse a la vanguardia de nuestros navíos. Eran muchos los que no daban crédito a lo que veían y juraban que aquello era una alucinación. Pero el hecho es que la orilla de Pera estaba cubierta por un enjambre de turcos que se afanaban en levantar contrafuertes de tierra, en disponer empalizadas y en emplazar cañones para proteger sus navíos.
Luego se elevó un clamor. En la cima de la colina había aparecido, repentinamente, una galera que comenzaba a deslizarse por la ladera, con todas sus velas desplegadas y entre la música de tambores y trompetas. Parecía como si navegara por tierra firme. La embarcación, arrastrada sobre su grada por cientos de hombres, descendió hasta la orilla, hendió el agua y quedó flotando. Cuando adquirió la estabilidad necesaria, los remos, como largos brazos, surgieron de las amuras y fue conducida junto a las demás embarcaciones, cuyo número no era inferior a medio centenar. Sin embargo, no se trataba de embarcaciones demasiado grandes, tenían unos setenta pies de eslora y dieciocho o veinte remos.
El Sultán y su nuevo almirante habían concebido este golpe de efecto en sólo veinticuatro horas. Más tarde se supo que los genoveses de Pera habían suministrado a Mohamed una gran cantidad de madera, cuerdas, rodillos y grasa para la grada. Luego, y con la ayuda de torniquetes de viento, bueyes y obreros, elevaron las embarcaciones desde el Bósforo hasta la colina que se eleva detrás de Pera, para deslizarlas al Cuerno de Oro, por la ladera opuesta.
Como excusa, los genoveses de Pera argumentaron que todo aconteció con tanta rapidez y sigilo que ni por un instante sospecharon tales preparativos, hasta que llegó el alba. En cuanto a la venta de enormes cantidades de grasa, manifestaron que para preservar su neutralidad se veían obligados a comerciar tanto con el Sultán como con el Emperador. Por fin, arguyeron que aun en el caso de haber conocido las intenciones de Mohamed, no habrían estado en condiciones de oponerse a ellas, puesto que decenas de miles de guerreros turcos se hallaban apostados en la colina para proteger las galeras.
Aloisio Diedo convocó sin pérdida de tiempo el Consejo veneciano a fin de conferenciar con el Emperador y Giustiniani en la iglesia de Santa María. Entretanto, nuevas embarcaciones se deslizaban por las laderas de Pera, con todo su velamen desplegado. Los timoneles empuñaban el timón y las tripulaciones, blandiendo los remos, lanzaban vítores con un alborozo infantil en su insólito crucero por tierra firme. Nuestra flota se hallaba dispuesta para entrar en batalla, pero era impotente.
La conferencia fue secreta y Aloisio Diedo decidió que en ella no participasen los capitanes genoveses, razón por la cual éstos están más enfadados que nunca con los venecianos. Como demostración palpable de cuán difícil es mantener en secreto alguna cosa en esta ciudad, repito lo que muchos sabían en Blaquernae acerca de la discusión que tuvo lugar en la reunión del Consejo.
Algunos venecianos proponían tomar la ofensiva de inmediato, pues sus naves, más grandes y mejor armadas que las galeras turcas, podrían destruir la flota enemiga. Hallándose como se hallaba fondeada en la orilla, no podría ofrecer una gran resistencia, a pesar de su número.
Pero los miembros más prudentes del Consejo, entre ellos el bailío, sentían un respeto absoluto por los cañones que el Sultán ha emplazado para defender sus navíos y en consecuencia se opusieron a una empresa que estimaban arriesgada, pues podía acarrear el hundimiento de sus preciosas naves.
Se propuso también efectuar por la noche un desembarco sorpresa con un par de galeras ligeras, pero Giustiniani no estuvo de acuerdo. Los turcos disponían en Pera, de fuerzas extraordinarias, dijo, y no nos podíamos permitir el lujo de perder un solo hombre.
El Emperador Constantino vetó ambos planes por motivos políticos. Las galeras turcas se encuentran ancladas en la orilla del Cuerno de Oro que corresponde a Pera por lo que no podemos efectuar ningún ataque sin antes consultar a los genoveses. Aunque el Sultán haya violado flagrantemente la neutralidad de Pera al ocupar la playa, no por ello ha de cometer Constantinopla una ofensa similar. Franzes apoyó al Emperador en esta tesis, sosteniendo a su vez que Constantinopla no debía crear un conflicto con los genoveses, aunque a Mohamed no le importara hacerlo.
Los venecianos pusieron el grito en el cielo y dijeron que se debía atacar, tanto al Sultán como a los genoveses, pues éstos no eran más que unos traidores a la Cristiandad, al haber permitido que el Sultán transportara sus naves por tierra hasta el Cuerno de Oro.
Ante la acusación, Giustiniani desenvainó su espadón gritando que estaba dispuesto a defender el honor de Génova contra cualquier detractor, o contra el propio Consejo de Venecia en pleno, si fuera preciso. Sería vergonzoso e injusto, clamó, establecer cualquier plan de ataque sin escuchar antes la opinión y el consejo de los capitanes genoveses. Sus barcos, decía, se hallan expuestos a los mismos peligros que los de los venecianos y compartían por igual la defensa de Constantinopla. Era absurdo, por parte de los venecianos, pretender remendar su honor, convertido ya en jirones, mediante un empresa como la que proponían. El Emperador tuvo que intervenir para que la cosa no pasara a mayores, poniéndose con los brazos extendido entre los rivales. Luego, con lágrimas en los ojos, trató de calmar a los indignados venecianos.
Por fin, el capitán veneciano Giacomo Coco dijo que él había venido de Trebizonda el año anterior y fue lo bastante astuto para navegar por el Bósforo y pasar delante mismo de los navíos turcos sin perder uno solo de sus hombres. Éstos lo adoran y no dejan de contar innumerables historias sobre su pericia y recursos de toda índole. Es un individuo enérgico, que prefiere la acción a las palabras.
—Demasiados cocineros estropean la cocina —dijo—. Si hay que hacer algo, debe ser hecho enseguida, con cautela y de un modo reservado, para que no sea un secreto a voces. No necesitaremos más que una galera, protegida con sacos de lana y algodón. Resguardados por ella podemos enviar una partida de barcas de remo para incendiar las galeras turcas por sorpresa, pero sólo a condición de que acabemos de hablar por esta noche.
Su proposición era ciertamente buena, pero el Emperador temía ofender al pueblo neutral de Pera. Sin embargo, el plan de Coco fue aceptado, aunque se convino en aplazar la operación por algunos días y planearla de acuerdo con los genoveses. Giacomo Coco se encogió de hombros y rió:
—Hasta ahora he sido más afortunado de lo que pensaba, pero no debemos esperar imposibles. Sin embargo, este aplazamiento me dará tiempo para arrepentirme de mis pecados y comulgar. La empresa me huele a muerte si no se lleva a cabo inmediatamente.
Giustiniani no me contó todo esto. Sólo me dijo:
—La flota ha de adoptar precauciones. En el Cuerno de Oro las galeras turcas no constituyen amenaza alguna para los venecianos. Todo lo que pueden hacer es deslizarse amparadas por las sombras e incendiar unas cuantas naves cristianas. Lo que resulta mucho peor es la necesidad que tiene la muralla del puerto de ser reforzada por entero. Hasta ahora sólo había un puñado de centinelas apostados en ella, pero de hoy en adelante debemos ser lo suficientemente cautos para prevenir cualquier intento de desembarco a través de la bahía.
»Por la empresa que el Sultán llevó a cabo la pasada noche se ha ganado, sin duda, el nombre y la fama de Alejandro y superado las hazañas del rey persa Jerjes en estas aguas. La verdad es que ya antes de ahora se han transportado barcos por tierra, pero no en tal número y bajo condiciones tan difíciles. Con razón pueden los venecianos ufanarse de sus navíos; yo pienso más en el genio militar de Mohamed. Sólo amenazándome, sin disparar un solo tiro, me ha obligado a reagrupar la defensa y desperdigar mis fuerzas. —Mirándome de soslayo añadió—: ¿Os lo dije ya? El Emperador y yo hemos convenido que el megaduque Notaras se ha hecho digno acreedor de una nueva tarea, por su contribución a la defensa de la plaza. Mañana se le confiará el mando de las reservas, en el centro de la ciudad, junto a la iglesia de los Apóstoles. He de confiar la defensa del puerto a alguna otra persona cuando envíe tropas de refresco allí.
—Giustiniani —dije—. Él nunca os perdonará esto. A través de él insultáis a todo el pueblo griego, a las iglesias y claustros, a los sacerdotes y monjes, al espíritu todo de Grecia.
Giustiniani volvió a mirarme de soslayo y dijo:
—Puedo enfrentarme a ello habiendo como hay un ducado de por medio. Tampoco yo podría perdonármelo si una noche al espíritu de Grecia le diese por abrir a los turcos las puertas de acceso al puerto. —Masculló algo para sí y repitió—: ¡El espíritu de Grecia, ay, éste era el término exacto; el espíritu de Grecia! Todos debemos intentar preservarlo, hasta el Emperador.
Estaba rojo de indignación, cosa que yo comprendía perfectamente.
Nuestra única alegría en este domingo de aflicciones fue el estrépito infernal de la explosión de un cañón turco, que causo la muerte a muchos de sus servidores y sembró la confusión en cuantos se hallaban cerca. Fueron necesarias casi cuatro horas antes de que la artillería de aquel sector volviese a la actividad.
Muchos de los defensores padecen fiebre y dolores de estómago. Los hermanos Guacchardi han colgado a un obrero griego que se cortó deliberadamente los dedos para rehuir el trabajar en la muralla.
¿Acaso es cierto que se trata de una guerra de latinos y no de griegos? Siento miedo. Siento miedo de mis propios pensamientos. En tiempo de guerra, ni la mente más fría puede permanecer lúcida.