15 de febrero de 1453

Los cinco cascarones de la flota regresaron ayer. Flamearon banderolas y gallardetes, los marineros tocaron pífanos y redoblaron los parches, y el pequeño cañón de bronce hizo salvas. El pueblo corría al puerto o agitaba trapos blancos desde las murallas en señal de bienvenida.

Hoy hubo venta de esclavos turcos en el mercado. Pescadores viejos con largas barbas, muchachos inclinados y llorosas mujeres que trataban de ocultarse el rostro con sus raídas túnicas. Es, en verdad, una gran victoria la que Notaras ha conseguido sobre los turcos.

Fue una incursión por sorpresa sobre dos poblados de la costa asiática, e hizo prisioneros a sus habitantes. La gente de los pueblos cercanos huyó, pero Notaras incendió sus viviendas. Llegó incluso a Galípoli y logró hundir un mercante turco. Cuando las galeras enemigas fueron a su encuentro, regresó al puerto.

¡Qué regocijo popular! ¡Cómo han sido festejados los marineros griegos! ¡Cómo vitoreaba la gente al megaduque cuando cabalgaba en dirección a su palacio! Giustiniani y los latinos han quedado en la sombra. Lucas Notaras ha sido el héroe de Constantinopla durante toda una jornada. Sin embargo, en el mercado de esclavos nadie mostraba ansiedad por adquirir prisioneros turcos. Nadie se burlaba de ellos o los molestaba; y los curiosos se dispersaron pronto. La gente estaba tan avergonzada que apenas si podía mirar a aquellos miserables despojos que se estrechaban unos contra los otros, murmurándose al oído versículos del Corán en busca de consuelo.