16 de enero de 1453

Hoy he permanecido encerrado en casa, pero los rumores atraviesan hasta las paredes y nadie puede impedirlo.

El Sultán está construyendo buques en todos los puertos de Asia. Los serbios se han visto obligados, por su tratado de alianza, a enviar la caballería al ejército del Sultán. Cristianos, pues, vienen a asediar a cristianos. Estoy solo, sospechan de mí y soy, por lo tanto, inservible.

El tiempo pasa. Un día despiadado sucede a otro irrevocable. Ella no quiere volver; de lo contrario, lo habría hecho.

Aun los más pobres en los días de sol concurren a las marchitas rampas de la Acrópolis para hacerse el amor a la propicia sombra de los árboles. Hombres y mujeres andrajosos, sin importarles lo que puedan pensar los mirones. ¡Ojalá yo también fuese muy pobre, amada mía, harapiento y repugnante! Nadie nos lo impediría entonces. Pero yo te habría conocido por tus ojos, ellos me habrían dicho quién eras aunque hubieses sido vieja, andrajosa y los callos de tus manos tan duros como la madera a causa del trabajo.

Si tú también lo desearas, habrías venido…