6 de enero de 1453

La inquietud va apoderándose poco a poco de los griegos.

Profecías funestas corren de boca en boca; las mujeres cuentan sus sueños y los hombres ven presagios. En las calles, frenéticos monjes de ojos llameantes auguran la muerte y la destrucción para la ciudad que ha renegado de la fe de sus mayores.

Toda esta agitación se ha originado en el monasterio de Pantocrátor, desde donde el monje Genadios envió sus epístolas para ser leídas en voz alta al pueblo. Las mujeres lloraban al escucharlas. Por orden del Emperador, el monje no pudo mostrarse en público, pero he leído una proclama que ordenó clavar en la puerta del monasterio. Dice así: «¡Infelices! ¿Cómo os habéis extraviado tanto? ¿Cómo habéis renegado de vuestra fe en Dios y puesto vuestras esperanzas en la ayuda de los francos? ¡Destruirán vuestra ciudad y con ella vuestra religión! Pero os aseguro que no tomaré parte en este pecado. ¡Oh miserables! Abandonaréis la fe de vuestros padres para abrazar una falsa doctrina. ¡El infortunio caerá sobre vosotros hasta el día del Juicio!».

La más importante cuestión, por el momento, es si la flota papal llegará a tiempo y si su ayuda será suficiente. Me parece muy difícil que se forme una cruzada general. La Cristiandad la estaba esperando cinco años antes de su derrota en Varna. No creo que los húngaros se atrevan a quebrantar la paz como lo hicieron entonces. Si no llega ayuda a tiempo, el único resultado de la unión habrá sido producir la amargura y la desesperación. ¿Por qué tendría la gente de Constantinopla que renunciar incluso al consuelo que su fe les proporciona?

Genadios tiene al pueblo de su parte. Ahora la iglesia de Santa Sofía permanece siempre desierta y sólo el Emperador oye misa en ella. Lo que los políticos crean carece de importancia; si reciben una paga están dispuestos a ponerse al servicio de cualquier fe. Sin embargo, el templo vacío los alarma. Algunos miembros del clero se han convertido en apóstatas y aquellos que continúan sirviendo en Santa Sofía han sido amenazados por el resto con la excomunión.